ALENE Miro mi reflejo mientras paso la brocha con el polvo de maquillaje sobre mi rostro, odiando mi piel, porque esta no soy yo. No queda nada de la mujer vanidosa que hacía que los hombres voltearan a mirarla cuando pasaba, la mujer hermosa que caminaba. Ahora me he convertido en un saco de basura, uno que es una carga para su propio padre. No importa cuánto maquillaje use, o de qué marca sea, siempre seré la misma: la mujer que un día tuvo un accidente y lo perdió todo, quedando atrapada en esta maldita silla de ruedas por el resto de mi existencia. Hubiera podido caminar. Hace dos años, el fisioterapeuta al que fuimos a visitar en Canadá nos aseguró que, con el tratamiento adecuado, la práctica y una actitud positiva, los porcentajes para que volviera a caminar eran elevados.

