5.

2240 Palabras
Sebastián —Son las seis de la mañana, ¡vas a llegar tarde a la escuela! —gritó mi madre, pero no, no eran las seis, ¡eran las 4am! Siempre me grita haciéndome creer que es más tarde de lo que es, pero es para apresurarme. —Mamá, estoy planchando los uniformes, así que por favor no me grites al menos en un rato —le dije, pero eso pareció irritarla aún más. —¿Crees que puedes hablarme de esa manera? —gritó y me empujó muy fuerte, pero lo hizo una y otra vez más. —Mamá, ¿quieres pegarme? Si quieres hacerlo hazlo y ya, pero déjame quieta. Ya estoy acostumbrada a tus golpes, nada más con la cachetada que me distes ayer me reiniciaste el sistema —bromeé, pero ella al no tolerar mi humor, pellizcó muy fuerte mi brazo y se alejó entre gritos. Bien, vaya manera de empezar mi fatídico primer día de trabajo. En la mañana entonces fui a la escuela, llegué bastante temprano, pero aprovechando que la profesora no había llegado, me colé en la sala de informática y empecé a construir una casa en línea en Habbo, que ya la tengo bastante avanzada y llegan muchas personas a visitarme. Sé que es un juego tonto, pero me gusta. Al mediodía salí casi que corriendo porque calculé mal, no alcanzaría a comer ni nada por tener la entrada a las 13h, moría de hambre, pero no podía llegar tarde a mi primer día de trabajo. Aparqué de forma algo torpe porque llevaba mucho sin conducir, pero en el auto me vestí con el uniforme, que es básicamente una falda negra formal, una camisa blanca que me queda algo apretada y un blazer n***o. Me sentía rara vestida así, pero bueno, no es como que pudiese evitarlo, no podía venir aquí con el uniforme de la escuela, ni me dejarían entrar. Llegué hasta el área de oficinas y una mujer me hizo el recorrido, me mostró donde quedaba la cafetería, los baños, las oficinas como de la vicepresidencia, etc, pero cuando conocí al vicepresidente porque me hizo ingresar a su oficina, lo primero que noté es que era muy joven, se ve solo un poco mayor que mi hermana, puede tener unos 18-19, lo cual es extrañísimo, pero ella me dijo que era el hijo del dueño y bueno, supongo tiene sentido mantener el poder en familia, pero cuando lo vi, yo… dios, se sintió demasiado extraño. —Hola, supongo eres la hija del señor Samuel —dijo el chico sin mirarme al estar absorto en unos papeles de su escritorio, pero cuando elevó la vista hacia mí, frunció el ceño al verme. Creo que tuvo la misma reacción que yo y ni sabía bien por qué. Nunca lo había visto antes, así que no hay forma de que él me recuerde o yo a él. Es bastante alto, puede sobrepasar los 180cm, tiene el cabello claro, muy claro al igual que sus ojos, parece ser estadounidense o algo así, pero no, por su acento es más que evidente que es colombiano, pero debe tener obligatoriamente familia extranjera. Se puso de pie y se acercó a mí. —Sí, soy yo. Es un gusto —dije tratando de sonar cordial y estiré mi mano hacia él, la estrechó y sí, esto era jodidamente raro. —¿Te he visto antes? ¿cómo te llamas? —preguntó confundido. —Me llamo Helena. —Oh, ese nombre… es lindo —dijo con una sonrisa algo extraña—. Bueno, supongo te confundí con alguien, tú perdona. Me llamo Esteban, creo que voy a ser tu jefe directo porque serás mi secretaria, aunque el jefe general es lógicamente papá, el presidente. No te le acerques mucho, papá es un tipo gruñón, siempre anda de malas y creo que todas las empleadas le temen un poco. —Oh… es bueno saberlo. —Bueno, ve con Viviana que te seguirá haciendo el recorrido, te hará llegar el contrato y ah, eso sí, te presentará al vicepresidente comercial y a papá, que creo que está encerrado desde que llegó esta mañana. —Ah… está bien —dije y la mujer que al parecer era la secretaria del presidente, me presentó a varios ejecutivos, a la gente de bienestar, tesorería y por último, me llevó a la oficina de presidencia. —Compañera, te advierto que… mi jefe es algo difícil. Es muy serio, se irrita con facilidad y pues… sinceramente es mejor no tener casi contacto con él, solo el estrictamente necesario. Así que si te mira mal no te lo tomes como algo personal, mira así incluso a sus hijos, así que no te preocupes —dijo e inhalé fuerte. Esto sí que era intimidante. —De haber sabido habría venido borracha —bromeé, pero me arrepentí de hacerlo porque la mujer me miró muy extraño. La vi golpear la puerta, pero cuando recibió la aprobación, pensé que entraría conmigo, pero no, dijo que el hombre no tolera a varias personas al mismo tiempo en su oficina, lo sofoca. ¿Será que me encontraré con el hermano de satanás o qué? todos le temen y por supuesto también lo hago desde este momento, no quiero que se moleste y vea como una buena opción arrojarme por la ventana. Entré y cerré la puerta. La oficina era amplia, elegante, pero… muy oscura, casi ni abre las cortinas y en general, no sé, es intimidante. Vi al hombre apoyado al escritorio con su teléfono en la oreja, parecía hablar con algún cliente, proveedor o no lo sé. Aproveché que no me miraba al estar ocupado para analizarlo porque… era una persona tan… diferente y la sensación que me causó al verlo no lo puedo explicar. ¿Será que hay algo tenebroso en este edificio? ¿cómo es que reacciono de esta manera al verlo? ¿o será que… era su físico despampanante el que me había hecho sentir así? El hombre o bueno, Sebastián como la mujer me había dicho que se llamaba, era jodidamente hermoso, es que… no sé si alguna vez en mi vida había visto a alguien como él antes. Era alto, tanto como su hijo y tiene el cabello de un tono similar, es rubio, tiene los ojos de un tono azul tan… deslumbrante. Es del tipo de personas cuya sola presencia intimida y más, porque no conforme a su belleza, se viste impecable, llevaba un traje n***o que dudo que sea comprado en una tienda, tuvo que ser hecho a medida y creo que… es probable que se ejercite o algo así. Aparenta tener unos treinta y tantos, no creo que llegue a los cuarenta y sí, quedé absolutamente deslumbrada al verlo, pero no es como que vaya a fijarme en él de otro modo, no soy tonta. Sé que solo soy una adolescente, una secretaria inexperta, que aún va a la escuela y además, el me dobla en edad, así que no, no lo miraría de otra manera. Jamás he sido como mis compañeras que les gustan los hombres mayores, nunca le he visto mucho sentido a eso. Empecé a desesperarme un poco porque su llamada se tornó eterna, pero cuando al fin colgó, dejó su teléfono en la mesa, pero cuando me miró… lo completamente inesperado ocurrió. ¿Por qué…? ¿por qué me miras así? ¿es que tengo algo mal? ¿se nota que soy muy chica con esta ropa o… no le gustó mi perfume? Mamá dice que mi perfume es lo más irritante del planeta porque es de coco y esto… pudo hacerlo enojar. Él me miraba completamente desconcertado, anonadado como si tuviese frente suyo al mismísimo demonio. Sus ojos se querían salir de orbita y yo… pensaba en miles de maneras de huir de ese lugar sin ser despedida. —Hola… disculpe… ¿traje el uniforme mal o…? —pregunté angustiada y lo vi caminar de forma abrupta hacia mí. Por inercia me eché un poco hacia atrás, pero cuando él se acercó por completo a mí, supe que no podía huir, pero todo fue aún peor cuando por razones que desconozco, con su dedo índice tocó mi frente y eso pareció alterarlo más. —Dios, no estoy alucinando —dijo y no supe qué responder. —Señor… ¿usted me está confundiendo con alguien? Creo que es eso, puede ser porque su hijo reaccionó algo parecido al verme, pero no tan extremista. —Haz silencio. ¿Cuál es tu nombre? —Mmm, yo… me llamo Helena —le dije, pero eso por algún motivo pareció conmoverlo al extremo. Sus ojos azules se enrojecieron y cuando los vi llenarse de lágrimas no supe qué hacer ni qué decir. ¿Cómo es que esto sucede en la primera vez que hablamos? ¿por qué reaccionó así al verme? ¿le habré recordado a algún familiar? ¿querrá botarme por esto? No puedo darme el lujo de quedar desempleada tan rápido, pasaríamos carencias. —Mierda, ¿en verdad podrías… ser? Pero, pero, no tiene sentido —dijo y con sus manos acarició mi cabello lo cual me dejó helada por completo, ¿por qué? ¿por qué está haciendo esto? ¿será que será de esos jefes pervertidos que piden intimidad o cosas así a cambio de un puesto de trabajo? Pero… papá no me dijo que su jefe fuese un degenerado, o tal vez no lo sabe—. Dios, Helena, Helena… —Señor… —Dios, eres tú. Tu voz, tu cabello, tu olor y… esa carita preciosa, jamás te olvidaría —dijo y no alcancé a reaccionar cuando él ya estaba besándome y yo… entré en pánico. Lo alejé de forma abrupta y sentía mi corazón golpear con fuerza en mi pecho ante el miedo que esta situación me provocaba. —Yo, yo… si este puesto de trabajo implica que me acueste con usted, yo… creo que prefiero desistir, me voy —le dije, pero cuando intenté huir, se atravesó a la puerta impidiéndome huir. ¿Será que si salto de un octavo piso podría quedar al menos sin daño cerebral? Empecé a llorar ante la desesperación que esto me provocaba, ¿será que… intentará tomarme a la fuerza? Yo… yo no sé cómo podré defenderme cuando él es visiblemente más grande, probablemente más fuerte y yo… no sé qué hacer. Al ver que no iba a dejarme ir, empecé a correr por la oficina y él intentaba detenerme como podía, pero hice un desastre al querer defenderme, tiré su silla, el escritorio, su computadora y básicamente todo. —Oye tú —me habló cuando tomé uno de sus libros porque iba a arrojárselo—. ¿Por qué demonios huyes? —¿Cómo no voy a huir de un pervertido? —grité y él frunció el ceño. —¿Pervertido? Ahorita dijiste que te iba a pedir sexo a cambio de un puesto de trabajo. ¿Quién demonios eres tú? —Soy Helena. —Ya sé que lo eres, te estoy viendo. No sé cómo, no sé si sea alguna broma del destino, pero aquí estás tú, casi veinte años después por fin te veo cuando… todos estos años me hice la idea de que no te volvería a ver, pero… aquí estás, no sé cómo ni por qué, pero no voy a dejarte ir. —Señor, usted me está confundiendo. Yo tengo 16 apenas, ¿cómo me podría recordar de hace veinte años? —16… esa fue justo la edad que tenías cuando… bueno, eso pasó. —¡No soy yo! No sé quién es usted, es la primera vez que lo veo —le dije y él frunció el ceño. —A ver, a ver, ¿será que… eres familia de ella? ¿Quiénes son tus padres? ¿en donde naciste? —Yo… soy hija del señor Samuel, su amigo —le dije y al parecer eso lo hizo reaccionar de repente. Parecía… decepcionado. —Entonces… no eres ella. —No sé de quién habla. —Pero… es que tu rostro, tu cabello, tu voz, todo es exactamente igual a ella y… es que hasta tu olor, ese perfume, todo, tú… en verdad debes ser Helena. —Ese es mi nombre, pero no soy quién usted recuerda. —Quédate ahí —dijo y lo vi sacar su teléfono, me tomó una fotografía y no entendí por qué hizo algo así—. Bien, por ahora haré de cuenta que no eres ella, pero te voy a investigar. ¿Serás la nueva secretaria de Esteban? —Mmm, sí. —Bueno, ya vete de aquí. Si no eres Helena, pero tienes exactamente su imagen, su nombre y todo, te voy a botar —sentenció y me quedé en blanco. —¿Botarme solo… por parecerme a alguien? —Nena, ¿cómo voy a querer ver a todos los días a una chica que tiene exactamente la misma imagen de la que mujer que lo fue todo en mi vida? Mi novia, Helena, la mamá de mis hijos fue asesinada hace casi veinte años, me costó una vida poder superarlo y no dejaré que una niñata con su apariencia lo joda todo. Te recomendaré en otra empresa y ya está, ahora vete —sentenció y ante su amenaza, no tuve de otra que irme. Este maldito infeliz me las va a pagar, a mi nadie me echa.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR