Maxine contuvo el aliento. Sintió que el alma se le escapaba del cuerpo y que iba a caer infartada al suelo frente a Lars y frente a esos policías. Pero, Lars oprimió su mano y volvió a sentir aquella seguridad. Tragó saliva, batió las pestañas para aclarar su cabeza y fingió una muy buena expresión de asombro. —Que nosotros, ¿qué? —exclamó. —Oficial, usted debe de estar equivocado —dijo Lars con aquella misma calma—. ¿Quién nos ha acusado de tal acto? —He sido yo —respondió una voz proveniente de atrás de los policías. Todos llevaron su vista hasta el hombre que habló y se encontraron con Gabriel que venía saliendo de la propiedad. Maxine sintió el agarré de Lars sobre su hombro, como si fuera un león oprimiendo su garra para desgarrarla. Ella casi gruñó por la rabia de ver fren

