Cuando los patines del helicóptero golpearon la plataforma del helipuerto en Detroit, Maxine se sentía segura de tres cosas: podía confiar en Iain, estaba dispuesta a aceptar su ayuda y él le gustaba. No estaba enamorada y tampoco estaba dispuesta a aceptar ser su novia de la nada. Tenía apenas veinte años, pero tenía bastante claro lo que quería y cómo era la vida. No estaba en uno de los cuentos que leía de niña, en los que la protagonista hoy conocía al príncipe encantador y mañana estaba súper enamorada de él y al tercer día podían casarse para ser felices para siempre. Sin embargo, sí quería seguir conociéndolo, tratándolo y que él continuara contándole sobre su vida y las cosas que había hecho y vivido. Le gustaba hablar con Iain. Ese último día tenían pensado continuar con la cami

