CHARLES
Las comisuras de los labios de Tamara se arquean, luego se fruncen ligeramente, como si intentara no reír y fracasara, e incluso bajo la fea farola naranja, me resulta casi imposible no mirar ese pequeño y único movimiento. Estoy empezando a preguntarme si había algo en la Coca Cola de cereza que bebí. Tal vez el camarero uso cerezas ilegales por accidente o puso un trago de everclear o algo así, cualquier cosa para explicar lo que esta pasando. Su amiga aprieta ligeramente el apretón de manos y recuerdo que hay otras personas presentes.
—Siempre puedes taparte los oídos— le digo a Tamara. —Si te gusta más así—
—¿Pero qué pasa si te come una planta carnívora gigante en los jardines?— pregunta, sus labios se curvan de nuevo. Dios. —No puedo simplemente decirle a la policía que un misterioso extraño desapareció cerca de las Venus atrapamoscas—
—Las Venus atrapamoscas no crecen lo suficiente como para comerse a la gente— dice la amiga blanca con flequillo oscuro lateral y cabello hasta los hombros.
—¡Lee la habitación!— le sisea la amiga afroamericana con un enorme collar de plata.
—Pero no es así—dice la primera chica a la defensiva.
—Estamos todas muy en suspenso—dice la tercer amiga, la rubia todavía sigue colgando de mi mano en un tono muy oficial. —Y esta situación también parece cargada de tensión s****l, lo cual es ciertamente extraño porque Tamara nunca...—
—Solo dime tu nombre— la interrumpe Tamara, dando un paso adelante. —Además, por Dios Heidy, puedes dejar de estrecharle la mano ahora, el lo entiende— Heidy se aclara la garganta, sacude mi mano una vez más y luego la suelta.
—Charles— le digo a Tamara. Ella ríe. No sé por qué, pero lo hace y me gusta.
—¿Todo eso por dos sílabas que ni siquiera son raras?— ella dice.—Pensé que ibas a decir que tu nombre era Sparrow o Dinglehopper o algo así—
—Dinglehopper es mi segundo nombre— digo
—Y aún así, ¿elegiste llamarte Charles?— Ella todavía se rie, su cabeza ligeramente inclinada, su cabello cayendo sobre un hombro desnudo contra su piel bronceada.
—He tomado muchas decisiones desconcertantes en la vida— le digo. Es cierto. Tengo un doctorado en matemáticas. Nadie en su sano juicio va a la escueal de posgrado de matemáticas.
—¿Cómo saltar por la ventana de un baño en lugar de esperar con sensatez a que nos rescataran?—
—Como ir a un bar de trivia cuando apenas bebo y no veo deportes ni sigo la cultura pop—digo.
—Malditas preguntas sobre deportes— murmura la amiga blanca del flequillo. La rubia que me estrecho la mano durante demasiado tiempo acaricia su cabeza.
—Ya me suscribí al boletín de SportsCenter para que podamos estudiar para la próxima vez— dice con dulzura.
—Haremos tarjetas didácticas— dice, la amiga afroamericana del collar.
—Nerds— dice la primera chica con cariño, luego mira a Tamara.
—¿Vas a presentarnos a tu nuevo compañero de coqueteo o tenemos que darnos todas apretones de manos incómodos?—
—Mi apretón de mano estuvo bien— murmura la rubia.
—Claro, lo siento—dice Tamara, poniéndose un poco más erguida. El movimiento empuja sus pechos hacia fuera, contra su camiseta sin mangas, y por más que intento no darme cuenta, lo hago. Creo que noto cada movimiento que hace, como si estuviera sintonizado con frecuencia.
—Heidy, Valentina y Mya— dice, señalando a la chica rubia blanca, la chica negra con el collar y la chica blanca con flequillo.
—Esté es Charles Dinglehopper—
—Un placer, señor Dinglehopper—dice Valentina.
—Ese es su segundo nombre idiota— susurra Heidy. —Acabamos de establecer eso—
—No, el placer es todo mío— insisto, imitando el tono de Valentina.
—Gracias— dice Heidy, y reverencias . Tamara y yo nos mirarmos y sus labios se curvan de nuevo como si intentara no reírse.
—Nunca me respondiste— le digo.
—Por su puesto que no, y me ofende que siquiera lo hayas preguntado— dice, cruzando los brazos delante de ella. Me pilla completamente desprevenido y me hace dudar por un momento.
—Está bien— digo, asintiendo. —Bueno, ha sido..—
—¡Esa fue una broma muy mala! Lo siento— dice extendiendo los brazos y dando un paso hacia mi, luego se detiene. —Mierda. Lo siento, sonaba más divertido en mi cabeza, pero fue incómodo en persona, lo cual sucede a menudo— Joder, estoy encantado. Hay algo en esta chica, dulce, quisquillosa, inocente e inteligente al mismo tiempo. Ella es hermosa. Ella es inesperada. Ella es interesante. —Y además, olvidé la pregunta— admite, ahora con la voz más suave.
—No quisiera ofenderte— bromeo.
—Soy más difícil de ofender de lo que piensas.—
—Entonces preguntarte a esta cita probablemente no mueva la aguja— digo, dando otro paso hacia ella.
—¡Oh! Si— dice ella y se ríe. —Quiero decir no, no me ofende. Pensé que ya te había respondido—
—No lo hiciste—
—Ve a la cita— susurra una de sus amigas, y ambos giramos la cabeza al mismo tiempo. Había olvidado que teníamos audiencia a pesar de que están a un par de metros de distancia. Si pudieran, creo que podrían estar comiendo palomitas de maíz.
—¡Si voy a ir!— ella responde entre dientes. — ya dije que si, relajate—
—¡Wow!—
—¡Esa es mi chica!— Valentina simplemente sonríe y le da el visto bueno a Tamara. Tamara se vuelve hacia mi.
—Lo siento por mis compañeras, esta un poco locas y ebrias—
***
Tamara Está observando una flor violeta brillante mientras sube por el enrejado. La flor de papel esta vacilante, sus petalos se despliegan lentamente bajo el poder de la lámpara de calor de arriba, la luz en su interior pulsa en respuesta a medida que asciende.
—¿Cómo funciona esto?— susurra, con los ojos todavía pegados al arte, su rostro brillando con el violeta de la luz interior de la flor y el renaranja de la lámpara de calor de arriba, golpeándola como un sol bajo del desierto.
Está fascinada con la flor, con una mano medio extendida y luego detenida, las yemas de los dedos tocándose ligeramente, los labios entreabiertos y todo su cuerpo en pausa como si quisiera tocarla y supiera que no puede. Y yo, estoy facinado por ella, su éxtasis, por la forma en que su rostro se mueve mientras mira el arte como si estuviera preguntando por sus secretos. Si yo fuera esa flor, se los diría. ¿Cómo podría hacer algo más ? Me acerco a ella, inclinándome como si estuvieramos conspirando.
—Hay una bolsa de aire sellada dentro de cada flor— digo. Su cabello huele fuerte a dulce, citrico y rosa. —Suben cuando se enciende la lámpara de calor, bajan cuando está apagada. La lámpara gira, por lo que eventualmente pasan por el enrejado. Son como mini globos aerostáticos— Estoy bastante seguro de que es más complicado, pero esa es la escencia.
—¿Eso es todo?— ella respira
—Es la presmisa básica— digo, obligándome a enderezarme. Quiero tocarla. Quiero pasar mis manos por su cabello, quiero poner mi mano en su espalda, quiero inclinarme y besar sus labios carnosos y todo este deseo me hace sentir como si me estuviera volviendo loco porque conozco a esta chica desde hace dos horas. Es lujuria. Se muy bien que es lujuria. ¿Qué más podría ser?
—¿Lo sabes porque hiciste trampa y leiste la placa?— ella pregunta todavia mirando las flores, que ahora se hunden, las cabezas giran hacia abajo y los largos tallos tejidos descansan contra el enrejado mientras caen en cámara lenta.
—Leer la placa no es hacer trampa— digo. —Para eso está ahí—
—Sin embargo, demasiada información puede quitarle la maravilla a una cosa— dice, con el rostro aún soñador, los ojos aún muy abiertos y cautivados por las flores, el cabello cayendo sobre un pómulo. Quiero ponerselo detrás de la oreja pero me resisto, me obligo a apartar la mirada porque no se que pasará si la toco. No se si podré parar. Antes, en el callejón, casi bese su rodilla mientras examinaba su herida, el impulso era tan poderoso que se sintio como una flecha en el pecho, inmovilizándome en el lugar.
No lo hice. Yo no hago eso. No soy un hombre que besa las mujeres sin permiso, definitivamente no de rodillas, absolutamente no en los callejones. Hay una progresión para estas cosas: una conversación, una copa, una cita, una segunda cita, un beso, tal vez mas. La vida tiene patrones, sistemas un orden adecuado, y hasta esta noche no he tenido problemas para mantener ese orden, pero Tamara es un rayo repentino de la nada y estoy confuso, desorganizado.
—¿No crees que hay belleza y asombro en saber como funcionan las cosas?— pregunto concentrando toda mi fuerza de voluntad en no quitarle el cabello de la cara.
—Creo que hay algo que decir a favor de creer el la magia— dice.
Por encima del enrejado, la lámpara de calor se enciende de nuevo y una docena de cabezas se vuelven hacia arriba, mirando hacia el calor, como si fueran unos girasoles.
—¿Tú ?— pregunto mientras las flores comienzan a desplegarse de nuevo, levantándose.
—Por supuesto que no— dice Tamara, sus labios se curvan de nuevo, como si estuvieran a punto de formar una sonrisa. —No en magia. En mágico, si. Creo en un espacio entre ver y comprender, dónde lo que está frente a ti parece imposible hasta que de repente deja de serlo—
—¿Te gusta no saber?— pregunto, todavía mirándola.
—Me gusta sentir que hay más en este mundo de lo que puedo comprender— dice lentamente, mientras sus ojos siguen una flor.
—Me gusta este momento antes de que la lógica y la razón entren en accion, cuando ves algo sorprendente y piensas: tal vez realmente haya magia en el mundo y tal vez todo sea posible— me río suavemente y ella me mira con una media sonrisa en los labios.
—En realidad no creo en la magia— dice, un poco a la defensiva, y yo sacudo la cabeza.
—No— digo. —Lo que tu llamas magia, yo lo llamo ansiedad— Tamara levanta una ceja. Las lámparas de calor se apagan y su rostro pasa del atardecer del desierto a la luz de la luna. Una pareja detrás de nosotros se aleja y, aunque estamos justo al lado de la entrada de los jardines, no hemos llegado muy lejos, de repente siento que estamos solos, en un lugar privado. Quiero besarla. Quiero que me hable sobre la magia y los espacios entre las cosas y quiero besarla, saborearla, pasar mis dedos entre su cabello.
—No soporto no saberlo— admito. —Nunca pude. Vivo para ese momento en que las cosas encajan, cuando el mecanismo se revela. Cuando todo vuelve a tener sentido—
—Así que leiste las placas— dice finalmente apartándose el mechón de pelo de la mejilla.
—Cuando era niño, mi mamá nos llevo a mi hermano y a mi a ver un espectaculo de magia— digo. —Eran las cosas habituales, trucos de cartas, un conejo fuera del sombrero, ya sabes. Y me volvia completamente loco— ella se ríe. Y se siente como si el sol acabara de encenderse. —Odiaba no saber como funcionaba— prosigo. —Odiaba que estuviera este tipo en el escenario, mintiéndonos a todos sobre lo que estaba haciendo, diciendonos que era magico cuando era solo un juego de manos que no queria explicar, y odiaba poder hacerlo. No lo entendí. Así que fui a casa y aprendí un montón de trucos de magia para poder entender lo que estaba realmente pasando—
—¿Funciono?— ella pregunta.
—¿Los trucos de magia?—
—Quiero decir, ¿saber te calmó?— ella pregunta. —Una vez que supiste que fue solo un momvimiento de muñeca aquí, y una mala dirección allá, ¿te sentiste mejor?—
Ahora estamos el uno frente del otro, sus ojos oscuros buscan los míos y tengo la sensación de que soy una cifra que esta siendo desifrada, mis números, letras y simbolos reorganizados en un mensaje que tiene sentido para el lector adecuado. Siento que esta chica que nisiquiera conozco me está deshaciendo.
—Lo hice— le digo, pensando en mi yo, de nueve años, barajando una baraja de cartas una y otra vez. —Me deleito con las piezas que caen juntas de la misma manera que tu te deleitas sin saberlo— Ella está sonriendo . Todavía me mira con esa mirada, como si me estuviera decodificando.
—¿Esa es la verdadera razón?— pregunta, con la cabeza inclinada.
—Sabía mucho sobre trucos de cartas antes de tocar un libro sobre como ser un artista del ligue, gracias— digo, levantando una ceja.
—Está bien— dice, pero se ríe de nuevo. —Quiero decir, ¿necesitabas saber como funcionaba, es la verdadera razón por la que aprendiste todos esos trucos?— Me quedo en silencio, deshaciéndome nuevamente. —¿O odiabas que un tipo con un esmoquin sudoroso estuviera tratando de taparte los ojos?— Tamara continúa . —He oido que no puedes soportar eso—
—Si estás buscando una disculpa porque fingí salir del baño y no lo hice, no tengo ninguna para darte— le digo. Más gente se acerca a la escultura de la campanilla. Alguien me golpea el brazo y se disculpa, pero apenas me doy cuenta.
—No aceptaría una disculpa si intentaras ofrecerme una—dice, y su mirada finalmente se desvía de la mía por una familia numerosa con tres hijos, el más pequeño de los cuales se abre camino entre nosotros. El padre se disculpa.
—Hace semanas que que quería venir a esto. ¿Deberíamos ir a ver el resto de la exhibición? Puedes leer las placas y yo puedo maravillarme—
—Prometo no contarte lo que dicen— le digo, y nos alejamos de las flores de papel y de la lámpara de calor.
—Puedes decirmelo— dice mientras entramos al tunel, la luz brilla en sus ojos y su cabello. —Solo déjame preguntarme por unos momentos primero— Hay una familia que viene desde el extremo opuesto del tunel arqueado con un cochecito y un niño pequeño, y cuando Tamara se mueve hacia la derecha para hacer espacio, sus nudillos chocan con los míos.
—Lo siento— murmura, luego me mira mientra deslizo mi mano en la de ella.
—No lo sientas— digo simplemente y caminamos de la mano.