El comienzo de todo
Todo comenzó cuando me encontraba de viaje con mí familia, recuerdo ir sentada alado de mí mamá, yo miraba por la ventana viendo cómo los árboles corrían a nuestro alrededor.
- ¿Mamá, cuando vamos a llegar?
- Ya falta poco
En realidad ese poco nunca llegaba
- ¿Mamá a dónde vamos?
- Ahora vas a ver
A mí nunca me guto esperar,entonces volvía a preguntar cada dos minutos ¿Donde estábamos? ¿Hacía donde íbamos?.
A mí mamá no le gustaba responder, además ella estaba mala porque todo el camino tubo que bajar conmigo al baño ya que como no estaba acostumbrada a viajar me daba náusea todo el viaje.
- ¿Mamá cuando lleguemos, va estar Sofía en aquel lugar?. Sofía era mí mejor amiga.
- Si.– Respondió sin ganas.
Por mí parte, moría de la emoción al pensar que la encontraría.
- Entonces voy a poder jugar con ella, y compartir mis galletitas, y hacerle ropas a nuestras muñecas.
Mí mamá me miró de re-ojos y supe que había algo raro en esa versión. Ella me respondió sin embargo
- Si De'laila, si.
Cuando llegamos había un edificio muy grande, tenía varias entradas y salidas.
Yo no entendía nada. ¿Donde estaba Sofía?.
Recuerdo que era arrastrada por la mano de mí mamá, mis hermanos tenían el privilegio de no llevar nada y podían caminar ligero. Sin embargo, ¿Cómo una niña de 5 años podría hacerlo?. Con tanto equipaje, ¿Nadie podía llevar aparte de ella a sus muñecas?. ¿Las ropas de sus bebés?. ¿Una mochila repleta de ellas?. Era injusto que uno de sus hermano vaya alzado por estar dormido y otro que camine libremente por no llevar nada.
El viaje había acabado en una casa muy oscura, el portón era de tarimas, muy raro.
Estábamos tan cansados que no recuerdo sobre que habíamos dormido.
Al otro día pude apreciar el imenso patio que teníamos, bueno para mí era imenso, aunque ahora entiendo que diez por veinticinco no era una mansión, pero en ese momento era mucho para mí, era como una hectárea de grande, donde me costaba todo un día correr alrededor de ella.Tanto así que no me daba cuenta de que Sofia no estaba allí.
Pasaron los días y mí papá tubo que buscar trabajo, no había nada, siempre escuchaba que conversaba con mí mamá.
Mí padre era un changarin y los changarines no siempre conseguían trabajo.
Recuerdo que un día mí padre regreso muy contento, dijo que una mujer lo había llamado para que le cortará el pasto de su jardín, ese día pudo hacer unas monedas, no recuerdo cuanto, ya qué ellos nunca hablaban sobre eso con nosotros.
Había pasado un buen tiempo cuando mí mamá había quedado embarazada, no la veía muy feliz, sin embargo nosotros estábamos muy contento de tener otro hermano para jugar, no sabíamos lo que eso conllevaba pero la noticia nos ponía felices.
Aún en ese estado, veía a mí mamá llevándome con una mini mochila a una institución grande , muy grande , más grande que el edificio que había visto anteriormente, yo solo decía en mí pequeña mente, ¿Hacía donde íbamos, y porque estábamos ahí?.
Resultó ser la escuela donde iba a empezar primer grado, recuerdo su nombre, estaba en un idioma indio "Yaponaga" muy raro para mí,nunca la podía pronunciar, era muy chistoso.
Mí mamá estaba muy contenta, para mí fue lo peor, quería estar en casa jugando con mis hermanos, no en ese lugar que me hacía sentir tan incómoda. Pero no fue tan feo como cuando empezamos a ingresar a una habitación llena de niños llorando, otros jugaban como si se conocieran desde hace mucho tiempo.
Comenzé a mirar por todos lados, y no entendía nada.
De repente mí mamá dijo.– Más tarde vuelvo. – Pensé que me abandonaria en aquel lugar.
Una mujer ingreso en aquella habitación y se coloco frente a nosotros diciendo que todos debíamos colocar las mochilas en un percheros que estaba por la pared, pero que antes sacáramos nuestros cuadernos y lápices, no sabía bien para qué en ese entonces, yo había llevado un pequeño cuaderno de veinticuatro hojas y un lápiz n***o de color rojo y nada más.
Al ponerme de pies me di cuenta de que era mucho más alta que todos los demás niños, me senti una fenómeno, sin mencionar que mí cara era orrenda y tenía puesto un vestido que hasta entonces me di cuenta de que no era mí talle, era como si se lo hubiesen quitado a una niña de tres años para dármelo a mí, me quedaba súper apretado y por enzima de las rodillas, no podía creer lo que estaba viviendo.
Aquella mujer la llamaban "seño Mónica", era la mejor maestra, me hacía sentir importante, sabia, inteligente y sobre todo muy linda, ya sabía que en ese sentido no era cierto pero que para ella lo era, es más podía observar que todos los niños se sentían de esa manera.
Sin darnos cuenta el tiempo pasó haciendo que todos llegáramos a conocernos un poco más, y nos viéramos como futuros amigos. En el lapso de un determinado tiempo la escuela presento nuevos compañeritos, en realidad ellos ya estaban inscritos, pero sus padres no tenían los recursos para que pudieran asistir a la escuela.
Entre aquellos ingresantes llegaron tres hermanitos, dos varones y una nena. Todos los niños al verlos comenzaron a burlarse , apuntándole con el dedo le decían como a una sola vos, "pobres,pobres,pobres"...– ¿Porque eran tan crueles?.
Ellos solo atinaron a bajar sus miradas hacia el pupitre sin mencionar tan siquiera una sola palabra para defenderse. Yo solo era expectadora de aquello sin participar en nada, porque quizás en el fondo no sabía de qué se trataba.
Ya en el recreo, intenté acercarme a ellos, sin recibir respuesta alguna seguí intentándolo.
Luego de un arduo trabajo de conseguir su amistad nos encontramos en el aula sentados frente a frente, mirándonos para ver quién pestañeaba primero, uno de los hermanos me miró y dijo.– ¿Para que quieres estar con nosotros si somos pobres?.
- Yo también soy pobre.– Respondí sin saber que significaba eso.
- También te burlaste de nosotros.
- ¡No!, lo juro, ni siquiera me reí.
Me miraron de re-ojo cómo dudando y terminaron por decir.– ¿Sabes que nosotros pedimos para comer?.
No supe que era pedir, supuse que era como cuando pedís a tu mamá para que te dé alguna cosa y respondí.– Yo también pido.
Aquellos niños me miraron muy seriamente pero después me sonrieron y dijeron.– Está bien, vamos a jugar juntos, pero si vemos que te burlas de alguno de nosotros no volveremos a ser amigos.
Muy emociona respondí sin pensar.– ¡Si!.
Fue sin duda la decisión más inteligente que pude haber tomado.
Ellos hicieron de mí estadía en aquella escuela más placentera, era una más de su manada.
Tenían dos hermanos más en el área del nivel secundario y cuando era horario de salida, ambos nos custodiaban para que nada nos sucediera en el camino.
Un día no se porque motivo, Lety no pudo asistir a la escuela, me sentí abandonada, en el recreo tampoco vi a sus hermanos mayores, recuerdo que tenía ganas de llorar, me había acostumbrado mucho a su presencia y al no verlos por ningún lado me hacía sentir sola.
Fui al baño de niñas sin su supervisión, tenía miedo, pues existia una niña de tercer grado que se aprovechaba de nosotras cuando los docente no la veían.
Me senté en el borde del pasillo de una galería a ver cómo jugaban otros niños, cuando de repente veo una enorme sombra sobre mí cabeza, levanto lentamente la mirada y puedo llegar a ver el rostro de mí mayor temor, era aquella niña a la que tanto temia.- ¿Donde está tu amiguita?.– Dijo con un tono de voz burlón.
- No lo sé .– Respondi con miedo, sin levantar el rostro.
- ¿Asi que estás sola?.– Sentí en su voz algo de malicia. Tomo de mí mano una mandarina que estaba comiendo y pregunto.– ¿Estas comiendo esto?.– Sin esperar a que respondiera lo arrojo al techo de aquella escuela.
Se fue riéndose a carcajadas, y yo no supe que hacer con aquella situación solo comenzé a llorar, implorando que mi amiga Lety estuviese en aquel momento junto a mí para protegerme.
Al día siguiente, mientras estábamos todos sentados esperando a que nuestra maestra llegué, observé a una niña que traía puesto un vestido viejo pero dentro de todo muy bonito, era blanco con adornos rojo, y en el extremo de su cabeza traía una coleta, la reconocí de imediato, era mí amiga Lety, una sonrisa de oreja a oreja se plasmó en mí rostro. Tenía tanta felicidad, ella tomó asiento a mí lado y sonriendo me preguntó. – ¿Cómo estás?.– En verdad no caía en mí propia alegría y solo respondí que estaba bien, he imediatamente pregunté.–¿Por que has faltado ayer?. Ella respondió mientras acomodaba sus cosas sobre el pupitre.– Mi madre no me dejaba venir.– No presté atención a su respuesta y simplemente dije.– Te extrañe mucho Lety.– Ella me miró de una manera muy extraña.- ¿Por qué?.– Preguntó.
- Es que me he sentido muy sola.
- ¿Y por que no jugaste con alguien más?.– Preguntó como si aquello fuera tan fácil.
Nadie quería jugar conmigo después de verme pegada a su lado todo el tiempo. Pero Lety me llenaba con solo verla sonreir, solamente a ella le daba el valor de la verdadera amistad.
Después de aquel día ella intentaba no faltar para poder vernos en la escuela, pero aunque no queríamos tarde o temprano tuvimos que separarnos pues las vacaciones de invierno llegaban para separarnos por casi un mes.
Pensé en que haría ahora que ya no tenía que asistir a clases, mis hermanos no jugaban conmigo, mí madre tenía muchas cosas por hacer y mí padre solo trabajaba, fue entonces que decidí conocer a nuestra vecina.
Recuerdo que tenia una casa muy linda, era blanca, en el patio tenía flores de diferentes especies.
Comencé a visitarla, y confieso que era porque tenia televisor, y no solo eso ella tenia decodificador, podia ver muchos canales a la ves incluso caricaturas animadas, como ya no tenia hijos pequeños yo era su unica invitada de honor.
Su esposo al parecer era un hombre que se desenvolvía en la politica, decían que era un hombre muy importante, en otras palabras tenía mucho dinero.
Era su vecina preferida, y ellos los míos, hasta el momento que sucedio lo inesperado.
Un dia domingo fui a su casa a visitar a doña Aurora, pero ella no sé encontraba pero su esposo sí, él al verme dijo.– De'laila pasa , Aurora no está, pero ven siéntate aquí veremos caricaturas.
Por un momento lo dude, pero pensé que tal vez no era mala idea y pasé.
Me sente frente a el en una silla de la cocina y me dijo.– ¿Por qué no vienes a mí lado?.
- No gracias.– Respondi timidamente.
El insistió hasta que dije que si.
Senti un escalofríos por todo mi pequeño cuerpo, sin embargo no desobedeci.
Me sente a su lado, mientras miraba la televisión, de repente hizo una pregunta extraña.– ¿Ya tienes novio?.– Lo mire de con los ojos cruzados y respondí.– No, mi madre no me deja.
- ¿Pero tienes alguno por ahí?
- ¡No!.– Respondi rotundamente.
- ¿Quieres que sea tu novio?.– Lo mire aun mas extraña y dije sin saber del tema.
-¡No!, además usted es el esposo de doña Aurora.
El iba a decir algo cuando de repente doña Aurora entro con bolsas por la puerta trasera, yo senti como si ella me hubiese salvado de alguna cosa mala aunque no sabía qué.
- Hola De'laila, ¿Que hacés por aquí?.– Pregunto mientras dejaba las cosas en diferentes lugares.
- He venido porque usted me dijo que viniera cuando queria mirar televisión.
- ¡Ah!.. sí. ¿Pero no te ha enseñado tu madre que no debes de estar con un hombre a solas?.– Me senti como una tonta, en realidad mi madre nunca me había hablado sobre eso, y tampoco entendia el porque al problema.Su esposo quiso defenderse ante sus posibles acusaciones y respondió rápidamente.
– ¿Que tiene de malo que esté conmigo?.
– Es una niña, y las niñas no deben de estar con hombres solos.
– No le haría nada.
– Eso no importa, que esto no vuelva a pasar.– Yo seguia ahí observando la situación sin entender nada.
– De´laila ve para tu casa.– Ordenó doña Aurora, sin decir una sola palabra me fui rápidamente, por supuesto no iba a decirle lo sucedido a mi madre porque no me hubiese dejado ir nunca mas aquella casa.
Luego de unos dias decidí visitar la casa de doña Aurora nuevamente apesar de que la última vez que estuve allí ella se había enojado mucho conmigo.
Pase por la parte trasera de mí casa hacía la suya, al ingresar no podía escuchar ningún tipo de ruido en su interior, eso me pareció extraño, cuando de repente veo a su marido saliendo de una de las habitaciones.
– ¡Hola De´laila!. – Me dijo sonriendo.
– Hola. – Respondí.
– ¿Vienes a mirar caricaturas?
– Si.
– Pues ven, pasa, Aurora no está, pero pasa.
– No.– Respondi.
– ¿Por qué?.– Quiso saber.
– Porque doña Aurora me dijo que no debía estar a sola con usted.
– Lo recuerdo, pero no le hagamos caso.– El guiño su ojo derecho he hizo un gesto invitandome a ingresar.
Por mi parte tenia muchas ganas de ver dibujo , pues en mi casa solo teníamos un solo televisor y además era en blanco y n***o pero lo peor era que solo tenía dos canales, que por cierto solo daban cosas aburridas.
– Está bien.– Respondí y pasé.
Nuevamente me pidio que me sentara a su lado, con la diferencia que está vez me senté frente a él y no detras.
– ¿Te gustan los caramelos?.
– Sí.
– Tengo unas monedas para que te los puedas comprar.
Lo miré y dije.– Bueno.
– Pero tienes que sacarlas de mi bolsillo. Lo mire y no le ví nada de malo a lo que me propuso, aunque pense ¿Porqué no lo hacia el?. De todos modos no era algo malo para mi ya que con mis hermanos siempre jugábamos de esa manera.
Introduje mis manitos por su bolsillo y como no las encontraba, el dijo. Están mas de bajo.– Apuntando el sintió sonriendo.
Como no las encontraba el tomo mi mano he hizo que disimuladamente rozara sus testículos frotando por encima de la tela de su bolsillo.
Me detuve, quité mi mano rapidamente, mire sus ojos y vi algo raro, ya no era más un hombre bueno como yo pensaba.
El se dio cuenta de lo que mí rostro expresaba y soltando mí mano tomo las monedas de su bolsillo y me las puso en la mesa diciendo.– Tomalas y vete.
Tome las monedas una por una y me dirigi hacia la puerta cuando me dijo.– No cuentes nada de lo que sucedió aquí, tal vez Aurora se enoje contigo.– No quería que eso pasará.