No podía encontrarme más furiosa de lo que estaba, y también estaba frustrada, confundida y sobre todo, angustiada.
Permanecer al lado de Scott me causaría problemas, y sobre todo tentaciones que no podría contener si él se mantenía a mí lado. ¿Por qué demonios no me había dicho antes que también iría conmigo? Pensar en eso me hacía odiarlo, y no quería pasar un verano muriéndome de celos por todas las chicas que lo mirarían y tratarían de coquetear con él para lograr obtener su numero.
Pero todos esos sentimientos erróneos que tendría, los mantendría acallados en lo más profundo de mi corazón porque sabía que no estaría bien.
Esos pensamientos prohibidos debían mantenerse apartados de mi cabeza.
— No estás enojada ¿o sí?—Me preguntó, mientras guardaba las maletas en el portaequipaje que estaba por encima de los asientos.
No respondí, ya que si lo hacía le gritaría.
— Amaris, no estaré contigo si eso es lo que te preocupa.
Me senté junto a la ventana y me hundí en el asiento, ignorándolo por completo. Más hablaba, más me enfadaba. Y lo peor de todo era que así estaríamos todo el verano.
Se sentó junto a mí y tomó mi mano que estaba por encima del respaldo. Yo me estremecí y no lo miré en absoluto, y sostuve la mirada en la ventana.
— No te enfades, he sido instructor de allí dos años seguidos. Contando este, claro.
— ¿No enfadarme? — Mascullé, esta vez clavándole los ojos— Odio que me oculten cosas y tú lo sabes muy bien ¿por qué no me lo has dicho antes?
— Porque sabía que te podrías así de malhumorada— Reprochó, sin dejar de hacerme cosquillas suaves en la mano.
— Quiero mantenerme lejos de ti y lo único que haces es empeorar las cosas, Scott — Concluí, apartándole la mano para dejarla sobre mi regazo.
— Bien, me parece perfecto— Razonó él— Que tengas buen viaje Amaris, yo me sentaré en un asiento tan apartado de ti como sea posible.
— Todos los asientos están ocupados y tienen nombre, ¿cómo demonios harás?
— Mierda — Dijo más para sí mismo que para mí, dándose cuenta de su error— Bueno, haré de cuenta de que no hay nadie sentado junto a mí ¿feliz?
Una sonrisa tonta se estampó en mis labios y traté de eliminarla antes de que él se diera cuenta de que había logrado cambiarme el animo. Siempre lo hacía.
— Te lo agradezco.
— Yo no—Soltó con frialdad.
Eso puso en fin a nuestra pequeña discusión.
El tren se puso en marcha en cuanto los últimos pasajeros subieron y éste comenzó a tambalearse lentamente hasta alcanzar la velocidad adecuada.
Me levanté de mi asiento y Scott creó una barrera con sus piernas para impedirme el paso.
— ¿A dónde vas?— Preguntó con firmeza.
— Al baño— Contesté con voz tensa.
— ¿Te ha venido la regla?
— ¿Por qué te interesa eso?— Pregunté entre dientes y en un susurro.
— Tengo que saberlo, no es cosa de otro mundo. A todas las chicas le viene su regla— Soltó distraídamente.
— Eres un idiota, déjame pasar— Gruñí, frotándome la frente con los dedos.
Apartó las piernas y en cuanto lo hizo, golpeé débilmente su hombro con mi puño.
Caminé por el pasillo estrecho y no podía evitar tambalearme ya que el tren no paraba de sacudirse. En cuanto llegué a la puerta del baño y estaba apunto de abrirla, alguien me habló.
— ¿Aquel chico se trataba de tu novio?
Grité para mis adentros cuando la voz de Carrie otra vez se había hecho presente. Me giré sobre mis talones y la miré con los labios apretados y con los ojos fruncidos.
— Sí.
No sé por qué mentí al respecto. Sólo sabia que eso la mantendría alejada de Scott.
— Que buen gusto tienes eh— Bromeó mientras enredaba un riso en uno de sus dedos.
No respondí, sólo me limité a sonreirle para no golpearla en el momento por ser tan insoportable.
— ¿Quieres pasar?— Pregunté, cediéndole mi turno.
— No te preocupes, esperaré aquí— Dijo, sacando su teléfono móvil de la cartera y haciéndome una señal baga con la mano.
Rodé los ojos e ingresé. En cuanto cerré la puerta detrás de mí, el aroma a vainilla me inundó la nariz, y no me sorprendió que pareciera un baño de un motel carisimo reducido en un tamaño demasiado exagerado para mi gusto, ya que este tren sólo estaba disponible para las personas que pudieran pagar una suma grande de dinero, bueno,mi madre me había dicho eso.
En cuanto me vi reflejada en el espejo simétrico del lavamanos, posé mi bolso en él, procurando que no estuviera mojado por la ultima persona que había utilizado el baño y se había olvidado la palabra SECAR. Busqué mi pintalabios rosa al ver que parte del labial de mis labios ya parecía demasiado gastado y en cuanto lo encontré, entre tantas cosas de maquillaje, me lo llevé a mi labio inferior.
Puse mi rostro unos pocos centímetros sin tocar el espejo y comencé a pintármelo con paciencia. Carrie tendría que esperar un poco más de lo debido.
Mientras le daba unos últimos retoques a mis labios rosa, fruncí los ojos al notarlos algo rojizos y cansados.
¿Por qué los tenía así? Debo admitir que no había podido dormir con tranquilidad la noche anterior por los nervios del campamento, pero no me encontraba exhausta, al contrario, me sentía vital y con energía.
Sin darle importancia alguna, cerré el labial para guardarlo nuevamente en mi bolso, pero mi cuerpo se sobresaltó al ver como una gota rojiza cayó sobre el dorso de mi mano, creando un pequeño charco. El labial se me resbaló de las manos y cayó al suelo.
— Mierda.
Lo levanté del suelo sin poder apartar la vista del techo. Había creído que había provenido de allí, pero al ver que este se encontraba blanco sin ningún tipo de moho o algo extraño, intenté tomármelo con calma.
De manera distraída, mi rostro chocó con mi reflejo en el espejo, provocándome un susto de muerte al ver algo fuera de lo normal.
Mi ojo izquierdo estaba cubierta por auras rojas que comenzaban a consumir mi pupila y a opacar mi color castaño. Mis manos empezaban a temblarme y mi cuerpo se sentía gelatina ante mi imagen que no paraba de darme escalofríos.
No podía moverme, pero si sentía como mi respiración aumentaba ruidosamente, provocando que ya no pudiese tener la voluntad de respirar por la nariz. Y haciendo que todo empeorara, una lágrima de sangre resbaló por mi mejilla que iba creando un camino rojizo a su paso.
Poniendo toda mi voluntad, como si la vida me costara en ello, logré sacar mi teléfono de la cartera, y pude marcar el teléfono de Scott para llamarlo ya que mis dedos se encontraban demasiados temblorosos para escribir un mensaje de texto.
— ¿Amaris?— Preguntó sorprendido y algo confuso.
— Ven al baño y entra— Fue lo único que pude lograr decir.
Cortó de manera inmediata la llamada y en seguida escuché pasos firmes acercándose. Sin esperar ni siquiera dos segundos, Scott abrió la puerta y la cerró detrás de él.
Pude ver como su rostro palidecía lentamente y como sus ojos comenzaban a salirse de orbita por lo abierto que estaban.
— Maldición ¿tenía que ser justo ahora, Amaris?¿No podías esperar hasta que terminara el verano? Maldita sea.
Sus palabras me sonaron insignificantes y sin sentido alguno, como si sólo hablara para si mismo.
— ¿De que mierda hablas?
Metió una de sus manos en su bolsillo trasero del pantalón y sacó un pequeño frasco del tamaño de mi dedo meñique y transparente que dejaba a la vista un liquido azulado brilloso.
— Abre tus ojos lo más grande que puedas — Me ordenó.
— ¿Es algún tipo de medicamento?
—¡Cállate y has lo que te digo!
Obedecí y los abrí, pero las gotas de sangre no secaban y me producían un profundo ardor en la comisura del ojo.
Scott utilizó dos de sus dedos para convertirlas en pinza y así abrirlo más y poder volcar una gota negra de aquel frasco que parecía haber salido de un laboratorio.
En cuanto ese liquido tocó mi pupila, el frío contacto me hizo estremecer hasta el ultimo centímetro de mi cuerpo.
— Abre el otro ojo— Me obligó y repitió el mismo proceso— Ahora ciérralos.
Hice lo que me pidió y apreté mis párpados para calmar aquel dolor que empezaba a molestarme. Pero cuando intenté abrirlos, no pude.
— Scott no puedo abrirlos— Advertí, intentando no entrar en pánico.
— No te preocupes, es por el efecto del medicamento.
— ¿Tiene efecto secundarios?— Dije con mi voz subiendo a una octava.
— ¿No quieres sentir dolor? Perfecto, entonces tienes que aguantarlos ocho horas cerrados, señorita — Concluyó.
— ¿Qué?¿Por qué?¿Qué me sucede?
Ahora si me sentía asustada y en cualquier momento entraría en pánico si no me decía lo que sucedía conmigo.
— Te lo explicaré cuando lleguemos al campamento.¿Has traído los lentes de sol?
— Están en mi cartera ¿por qué?
— Amaris, deja de hacer preguntas y póntelos.
Oí que hundía sus manos en mi bolso, buscándolos. Y en cuanto los encontró me los colocó con cuidado.
— Listo. Estás guapísima.
— Idiota.
— Tu idiota— Corrigió.
Sentí como uno de sus dedos rosaba mi labio y como un leve escalofrío atravesaba mi espalda ante su contacto. Sin que pudiera evitarlo, un suspiro salió de lo más profundo de mi garganta.
— ¿Qué haces?— Dije, débilmente.
— Te ha quedado un poco de labial corrido — Apartó su dedo y tomó mi mano— Vamos, que tu amiga Carrie ya se debe haber cagado encima.
Ahora Scott tomaba el papel de ser mi guía ya que me había quedado prácticamente ciega. Escuché como abría la puerta del baño y yo con torpeza caminaba, rogando no caerme en el trayecto que me quedaba hasta llegar a mi asiento.
— ¿Ocurre algo Amaris?— Oí que preguntó Carrie, con esa voz chillona que ya no toleraba.
— Es una infección que le agarra cada tanto— Contestó Scott por mí.
— Tu novio es perfecto— Comentó ella, como si le faltase el aliento.
— Asi que novio, eh— Dijo, con tono de burla mientras nos alejabamos de ella.
— Shhh.
Scott apretó mi mano contra la suya, y me guió hasta sentir el asiento sobre mi vientre.
— Me duelen mucho los ojos— Le murmuré al oído, cuando ya estábamos sentados— ¿Qué me ocurre?Yo no soy alérgica a nada.
— Te lo explicaré cuando lleguemos— Susurró contra mi oído— Intenta descansar, el viaje sera largo y no podrás abrirlos aún.
¿Dormir?Me resultaba imposible ya que con el pasar de los segundos, sentía como el profundo ardor iba consumiendo mi rostro. Y no comprendía por qué me estaba ocurriendo esto a mí.
—¡Dímelo ahora, necesito saber que pasa y...!— No pude continuar ya que Scott me había cubierto la boca con su mano.
— Cierra el pico o te mataran— Gruñó entre dientes contra mi oído y su tono de voz me provocó un profundo escalofrío— Es sólo una infección, así que te me tranquilizas y te me quedas quieta y en silencio ¿me has oído?
Asentí, temerosa, y reposé mi cabeza contra el hueco de su cuello.
¿Por qué habría dicho algo tan grave como "te mataran"?¿Habrá sido una advertencia vacía sólo para que me calmara?
Cuando me estaba relajando, percibí la presencia de alguien.
— Hola, que tal, soy Margaret Williams— Saludó una mujer que no pude ver.
— Buenos días, nosotros somos Scott Miller y Amaris Bartofield.
Mi cuerpo se tensó al ver que él continuaba con la mentira sobre mi apellido y tampoco entendía por qué él se apellidaba como su madre.
¿Por qué continuaba engañando a las personas de aquí?¿Qué tan peligroso era que supieran mi apellido? Pero, no decidí contradecirlo, sólo me quedé en silencio, continuando con aquel juego que no me gustaba en absoluto, ya que consistía en cambiar mi identidad.
— ¿Qué tal Amaris? Vine a entregarte la carta de bienvenida de Mirdusolé. Sólo a ella, ya que tú, Scott, perteneces al equipo de entrenadores ¿no es así?— Preguntó la mujer.
— Sí es así como se refiere a los instructores del campamento; sí, yo soy uno de ellos— Le contestó, algo titubeante.
— ¿Podría darme la carta? Tengo curiosidad— Dije, tímidamente.
— Oh, por supuesto— Saltó ella, como si lo hubiese recordado.
Tendí mi mano, suplicando que no se diera cuenta de que no tenía visión, y ella posó el liviano sobre áspero en mi palma.
— Que tengan un buen viaje— Nos deseó a los dos y oí como sus zapatos golpeaban el suelo de madera mientras se alejaba.
— Léeme la carta, Scott.
La tomó y en cuanto la abrió, comenzó a leerla.
— Señorita Amaris Bartofield, sea usted bienvenida a su primer año en este exótico tren que la llevara destino a uno de nuestros privilegiado campamento Alianza Mirtusolé. En donde usted podrá disfrutar de unas vacaciones inolvidables y rogará volver el próximo año. Las excursiones, comidas y todo ese tipo de cosas que despertará su interés; se encontraran en el itinerario, el cual, le será otorgado apenas usted ponga un pie en Mirdusolé.
Desde ya, le deseamos las mejores vacaciones de su vida...
— ¿Por qué esas palabras me dieron miedo?— Comentó Scott, al terminar de leer.
— Sólo son amables, Scott, no seas tan seco—Reproché, disgustada—¡¿Me han inscripto al campamento con ese apellido?!
— Sí, ahora duérmete tonta.
Besó la coronilla de mi cabeza y esa fue una dulce despedida para sumergirme en un profundo sueño...
Las hojas de otoño inundaban aquel bosque en el cual me encontraba. Me sentía extraña al verme rodeada de arboles secos y devastados por el frio que los consumía lentamente y sin tenerles piedad alguna.
Mi cabello caí sobre mis pechos, creando una cascada negra que llegaba hasta por arriba de mi ombligo. Llevaba un vestido azul agua, en donde mis pies quedaban escondidos por lo largo e interminable que era. El corset, que tenía gemas de diversos tonos de azules, hacía que mi cintura se luciera, creando una figura perfecta que jamás supe que tenía.
Elevé mi mirada hacía el cielo gris que prometía lluvia, y sentí como el clima iba empeorando ya que el viento sereno que acariciaba mi piel, comenzaba a darme pequeñas sacudidas a mi cabello y a mí.
— ¿Amaris?
Al oír una voz masculina, me volví para ver de quien se trataba.
Scott estaba parado a diez pasos de distancia, mirándome con sus ojos que parecían turbios y llenos de miedo. Al instante sentí esa sensación.
Sus hombros estaban tensos y firmes bajo ese traje n***o que llevaba puesto, y su rostro estaba más pálido de lo usual. Sus ojos grises se habían oscurecido, como si no me reconociese en absoluto.
— Scott,yo...— Pero mis palabras no pudieron continuar, ya que la tierra comenzó a derrumbarse, creando una rajadura que impedía que nos encontremos cerca.
Retrocedí varios pasos, asustada y con el corazón en la boca y sin apartar mi mirada de él.
Ahora el gran derrumbe se había convertido en un río de sangre, y quise gritar, espantada por lo que estaba presenciando.
— No, por favor, no llores — Gritó él, pero el viento opacaba lo que decía.
Lo ignoré, ya que no quería separarme de él.
Tomando impulso con mis pies, salté sobre aquel río, pero lo único que logré...fue caer.
Me sobresalté en el asiento del tren, y sentí como Scott también tuvo la misma reacción que yo.
— ¿Qué demonios fue eso?— Balbuceó, agitado y adormecido.
— ¿Qué demonios fue qué?— Titubeé con el corazón en la boca, esperando su respuesta.
— ¿Amaris te has metido en mi sueño?