| Avasallo italiano |

1668 Palabras
POV Alora Del Rey Converso con mi jefe; Dalton Sinclair, conocido por ser inversor en la bolsa de valores y empresario amante del arte. Pienso en que solo he aceptado esta bebida por mero interés laboral, no quiero que piense de otro modo hacia mí, ya que, a todos en la galería nos había comentado de un cliente importante y deseo que me elija a mí para el primer vistazo del arte exclusivo y que podría ser lo más cercano a ver el cielo de los artistas. Finjo una sonrisa por un chiste que no entiendo. Él se acomoda en el taburete y me mira entornando los ojos, tomando mi atención. ―¿Cómo una chica cómo tú decidió las artes como profesión? Muchos ya le perdieron la fe porque si no ganan suficiente dinero, no vale la pena ―Pregunta pareciendo interesado. Le doy un sorbo a mi cerveza. Encojo mis hombros. ―Me atraía la idea de crear, de conectar con las emociones de otras personas, saber más allá, y de explorar mi propia identidad. Aunque no es un camino fácil, la pasión por lo que hago me impulsa a seguir adelante y siempre estoy rodeada de cosas hermosas, eso es una fortuna ―respondo. ―Me gusta cómo piensas, Alora ―menciona―. ¿Estás sola en la ciudad? Comentaste que no eres de por aquí ―cuestiona algo más personal. ¿A dónde quieres llegar, Dalton? ―Sí, en realidad nací en Washington, mi madre me tuvo a una cuadra del hospital MedWell y eso parece que no fue bien visto, crecí en un hogar de acogida hasta los cinco años que mi abuelo me llevó con él a México. Mi padre falleció y no he sabido de mi madre desde hace mucho, soy nueva en la ciudad ―explico tratando de no decir nada fuera de lugar, pero es que hasta mi nacimiento suena a caótico. Él se sorprende por mi historia. ―Cuando quieras conversar o te sientas sola, puedes… ―Posa una de sus manos sobre mi antebrazo. Mi entrecejo se aprieta y su celular suena interrumpiéndole. Me da una sonrisa penosa disculpándose para atender la llamada y se va al baño. Termino de beber de un sorbo la cerveza y resoplo pensando en lo que acabo de decirle de mi vida y lo vergonzosa que suena hasta ahora, obviando el hecho de que prácticamente crecí rodeada de un ambiente de criminales. De repente, un sujeto se sienta donde estaba Dalton, tomando mi atención. ―Está…ocupado. ―Mi voz se pausa al ver quién es y el magnetismo que emana con su presencia. Se gira posando sus ojos oscuros sobre los míos estremeciéndome. Mi corazón comienza a latir fuerte y rápido. Este hombre…su presencia es como un imán: el brillo oscuro de sus ojos parece absorberme, y su piel bronceada refleja la luz de manera casi hipnótica. Su cabello oscuro cae con desorden perfectamente calculado, y su figura imponente lo hace parecer aún más cercano a una estatua de mármol. Es como si el tiempo se detuviera en este instante. Mientras lo miraba, un suspiro escapó de mis labios sin que pudiera evitarlo, haciéndome pasar saliva con dificultad. Pestañeo con desconcierto ¿Cómo me encontró? ¿Es mera casualidad? ―¿Tu jefe sabe que te gusta usar antifaz y sentarte en los regazos de desconocidos para usarlos en tu placer? ―Pregunta y su voz cala mi sistema recorriéndome por completo. Quizás sea por la combinación de su acento y el tenor grave. Abro los ojos por su pregunta, junto los labios lamiéndolos al sentir la boca seca. ¿Qué me sucede? Es un simple sujeto…ni yo misma me creo eso, él no parece en lo más mínimo “simple” ni es cualquier hombre, este es sumamente ardiente y me enciende los sentidos de una forma desconcertante y que no puedo controlar. ―No tengo idea de lo que hablas. ―Intento fingir demencia. Ha pasado un año de eso… Él sonríe de forma seductora o letal para decir: ―Tienes un lunar en la parte interna de tu muslo derecho, Alora Del Rey. ―añade como evidencia. Lo recuerda, como si hubiera ocurrido ayer y también sabe mi nombre. Carajo. ―Estaba muy ebria, de hecho, creo que me desmayé de todo el alcohol que bebí, probablemente ―digo moviendo mi pecho por la bocanada de aire. No deja de clavarme su oscura mirada y eso está colocando en apuros a mi corazón. ―No estabas tan ebria, sí, sabías deliciosamente a un coctel de arándanos, pero estabas consciente el suficiente tiempo ―dice, haciendo que mi intento de mentir sea fallido. Muerdo mi labio, aún aturdida por este avistamiento italiano. ―Me escogiste a mí. Fuiste tú quien me sedujo en el club y tomaste las riendas sobre mi regazo. ¿Por qué me besaste? ―Pregunta con intensidad. ―Tú me besaste, y no tengo la culpa de ser tan linda para que cayeras en mis encantos. Tampoco te oí quejarte sobre el beso ―replico siendo irónica y pedante para intentar darle a entender mi molestia. ―Oh, no me quejaba. El beso fue meraviglioso (Maravilloso) Quizá deberíamos repetirlo ―insinúa con facilidad y de forma seductora mientras sonríe. ―¿Me estás acosando? ―Logro preguntar de forma razonable. ―¿Acosarte? Soy más de admirarte. ―Su voz suena como un susurro escalofriante. Giro levemente mi rostro para ver hacia afuera y que esté Rowen; mi seguridad. Efectivamente está allí. ―Es mejor que te vayas, mi jefe está por regresar y tú eres...no sé qué eres, no te conozco. ―Manifiesto intentando alejarme de las sensaciones que se encienden en mi interior. ―No soy un criminal, de eso puedes estar segura. Y tu jefe estará esperando en la llamada de su banco hasta que a mí me dé la gana. Porque cuando regrese, no estarás aquí. ―Declara tajante. Se levanta pagando la cuenta de las bebidas y me quedo petrificada mirándole. ¿Acaso cree que me iré con él? ―Alora ―pronuncia con dureza. ―¿Pretendes que te haga caso? ―Suelto una carcajada burlona. ―Vámonos ―demanda en un gruñido. ―¿Y si niego a irme? ―Le reto. ―Lo mataré ―dice, pero termina sonriendo confundiéndome más. Parece que disfruta eso―. En realidad, me enfureceré mucho y no me quieres ver furioso si no te subes a mi auto en este instante ―¿Me acaba de amenazar? Este hijo de la chingada. Respiro profundo haciendo ademán de bajarme del taburete y tomar mi bolso. ―Bien, señor Ferrari ―murmuro, haciéndole entender que le obedeceré―. ¡Rowen, oh Dios! ―Exclamo fingiendo un llanto―. Este hombre…me está acosando ―añado en español mientras Malachi me clava su mirada como si pudiera traspasarme por completo y sonríe de una forma que me descojona. Llega mi seguridad y él estira su saco oscuro con molestia para impedir que le toquen. Camina a la salida y la que ahora sonríe soy yo, despidiéndome con petulancia y con una seña de mis dedos. A pesar de haberme apartado de él en este momento, siento la necesidad de querer con su mirada sobre mí. Me deja alterada de todas las formas, mis emociones y el calor en mi cuerpo no toman descanso alguno. ¿A quién acabo de provocar? ¿Y si regresa por venganza? Aunque no parece un sujeto capaz de asesinar a alguien en medio de un bar famoso, tampoco a alguien que ha visto luego de un año. Estoy volviéndome paranoica otra vez. Mi corazón late incesante. ―¿Se encuentra bien? El hombre se ha subido a un auto y se ha ido. ―Me pregunta Rowen. Asiento con mi cabeza y se va a unos metros de distancia. ―Disculpa, mi banco parece que me ha hecho una especie de mala broma. Me hicieron esperar sobre un supuesto cargo y no era nada ―menciona Dalton al regresar. ―Deberíamos irnos ―propongo aturdida. Caminamos a la salida del bar y miro a los lados, buscando a ese italiano. Resoplo pensando que solo ha sido una muy extraña casualidad, añadiéndole la personalidad arrasadora de ese hombre. Tengo que dejar de pensar en él y en lo que acaba de suceder, en absolutamente todo lo referente a Malachi Ferrari. ¡Es un hombre que no había visto hace más de un año desde aquella noche caliente! ―Alora, ¿te gustaría conocer una colección exclusiva de arte? Tengo un cliente que… ―Me encantaría ―respondo efusiva y con una sonrisa―. Digo, sí, estaría bien ―añado más calmada. Él se ríe pidiendo un taxi en el cual nos subimos para ser llevados a la galería. En el camino, de nuevo se me cruza la imagen de los ojos avasallantes de Malachi y junto mis piernas recordando el beso, lo que experimenté en aquel club. ¡Te dije que dejaras de pensar en ese hombre! Regaña mi subconsciente. Suspiro con muchas dudas en mi mente y mismas que no sé si deseo descifrar. Llegamos a la galería y la emoción de ver la colección por primera vez, me tiene flotando. Caminamos hasta el depósito del establecimiento ya que, el camión acaba de llegar y las están descargando. Lleno mis pulmones con una profunda bocanada, mi corazón no ha conseguido la calma desde el avistamiento y Dalton parece igual o más emocionado. Detengo mis pasos vislumbrando las enormes cajas con sellos de “frágil” que con maquinaria posicionan en el depósito. ―Finalmente, es un honor conocerle, señor Ferrari ―Manifiesta mi jefe y mi corazón se altera una vez más. Abro los ojos como platos vislumbrando cómo camina Malachi Ferrari de forma imponente con una sonrisa del mismísimo averno, a donde quisiera empujarme en este instante. Esto no me puede, jodidas, estar ocurriendo.
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