| Media noche caliente y oscura |

2694 Palabras
POV Alora Del Rey New York - Un año después… Boto el aire luego de correr de un extremo del museo a otro, he llegado tarde de nuevo, puesto que tuve una rabieta al darme cuenta de que no conseguía mis tacones de aguja favoritos, estaban en otro lugar, dentro de su caja. ¿Cuándo los puse allí? Respiro y acomodo mi cabello colocándome erguida para sonreír enseñando mi gafete. Llevo unos meses trabajando en esta galería de artes plásticas, doy recorridos sobre las obras y también soy la responsable de revisar muchas de ellas antes de ser expuestas; su composición, estado, historia y por supuesto si es el arte que debería de ser mostrado, aunque no soy tan estricta con lo último. Saludo a mis compañeras ondeando mi mano y apresuro mis pasos. No debí de apagar el despertador y dormir unos minutos más, tampoco perrear dentro de la ducha, creo que debo de organizar mi horario. Se me escapa uno de los papeles de mi carpeta de investigación y me detengo de golpe girándome porque este vuela, lo sigo agachada de forma vergonzosa y tropiezo con un sujeto alto, quien sostiene el papel antes que yo. Alzo mi vista colocándome erguida y al ver su rostro recuerdo que es mi jefe, el dueño de esta galería. Es apuesto, rubio y ojos claros. Definitivamente me dobla la edad. Me da una sonrisa entregándome el papel diciendo: ―Estos papeles son…escurridizos. ―Sí, lo son. ―Le respondo la sonrisa. ―¿Todo bien aquí? ¿Te gusta el entorno? Si hay algo que… ―Todo me parece bien, gracias. ―Genial, bueno, no te entorpezco más tu horario. Gracias por trabajar para mí ―añade un poco extraño―. Creo que no te debería de agradecer ¿O sí? Lo siento, no me he tomado el café del día ―añade algo avergonzado. ―Mandaré a que le lleven café a su oficina. ―Propongo. ―No es tu trabajo, le diré a mi asistente. Nos vemos ―menciona y sonrío negando con la cabeza. Él se va, pero no sin antes voltear y mirarme una vez más. Llego a mi zona de trabajo y me coloco en marcha a verificar las nuevas esculturas que han llegado, me gradué en artes plásticas junto a restauración y conservación del arte. Siempre me ha apasionado todo lo que puede verse hermoso en cualquier forma o a los ojos de diferentes personas. Es algo que mi abuelo me dejó libre albedrío, fue quien me crio y cuidó desde pequeña, al tener una madre ausente y un padre asesinado por la mafia enemiga. Transcurre una hora y suavizo mi cuello con la mano, salgo del depósito de arte y me encuentro con Chantel, la rubia despampanante y despreocupada que lleva dos cafés en sus manos dándome una sonrisa. Mi salvadora. ―Pensé pasar a tomar un café contigo y así ponernos al corriente ―dice entregándome un café. ―¿Ya dije que te amo? ―Pregunto exagerando. ―Si me lo dices en tu idioma natal con ese acento, no me molestaría ―Sonríe. ―Te amo, te amo ―repito y caminamos dentro de la galería. ―¿Has estado bien desde aquella noche en el club? Sobre tu desmayo ―Pregunta de repente tomando mi atención. Despego mi vista de una de las esculturas. ―Sí…bueno, no me pasaba desde pequeña, tengo una condición y es: síncope vasovagal, pierdo el conocimiento por sobreestimulaciones y cuando mi cuerpo no puede controlar la presión arterial. O eso dijo el médico, aquel sujeto no me drogó ―explico con una mueca. ―Sabía que no lo había hecho, parece ser un hombre serio. Aunque lo juzgué al principio al verte desmayada y parecía una situación donde él se pudo haber aprovechado de ti. ¿No le has vuelto a ver? ―No, no, no me hizo nada…es extraño, pero estaba muy excitada y consciente, no he tenido un orgasmo así desde esa noche. ―Muevo mis manos en negativa en el aire―. Y no, no le he vuelto a ver. Aunque le busqué por internet por el nombre que me confirmaste y “Malachi Ferrari” pareciera que controla lo que las personas pueden saber de él o ver. Es muy apuesto, demasiado ―añado recordando su rostro sin el antifaz en las fotos de la web. Tomo una fuerte bocanada. ―De todas maneras, solo fue una noche caliente que me ayudó a aplazar el compromiso que me había preparado mi abuelo, resultó mi plan ―digo para cambiar de tema. No sé por qué me incomoda hablar de ese sujeto que resulta ser un misterio―. Mi jefe es muy guapo ¿Dónde lo conociste? ―Pregunto dándole un sorbo al café. ―Es un viejo amigo de la familia. Le entorno mi mirada. ―No, no es un mafioso o un criminal, si eso es lo que te preocupa ―comenta al notar mi mirada. Dejo salir un suspiro de alivio. ―¿Te gusta? Está soltero por lo que sé. Niego con la cabeza con un resoplido pensando en mis fracasos amorosos de este último año. ―Prefiero mantener las cosas de forma profesional. He estado saliendo con varios sujetos en los últimos meses, solo que, han tenido extrañamente los mismos patrones de conducta. Comienzo a pensar que el problema soy yo ―digo. ―¿Qué patrones? ―Pregunta interesada. ―Al día siguiente de la cita, revolcón o lo que sea, no me responden ni me llaman…como si no les hubiera gustado en lo absoluto. ―Encojo mis hombros. ―Imposible. ―Espeta Chantel casi ofendida. ―Creo que estoy volviéndome cero atractiva y si sigo así; se me irá el tren si es que mi abuelo no me obliga a contraer matrimonio con un imbécil. ―No digas tonterías, quizás los neoyorquinos no están listos para una bomba sexy latina como tú. ―Se carcajea. Me quedo sumida en mis pensamientos y le doy otro sorbo a mi café. Porque me rehúso a casarme con un mafioso por las alianzas que desea el Patrón del Cartel. ―¿Sucede algo? ―Pregunta al haberme quedado callada. ―He tenido discusiones con mi abuelo, porque él quiere que regrese a México, además, no les coloca límites a sus hombres, a los que manda a “cuidarme” como si fuera una niña. ―¿Ahora qué hacen? ¿Roban tus tangas? ―Inquiere riéndose. Pero no me estoy riendo con ella porque le ha atinado―. ¿Qué? ―Escupe al darse cuenta. ―Últimamente me he sentido más observada, hay cosas en mi apartamento que cambian de lugar o no recuerdo haberlo hecho, hasta cuando algo se daña y pensaba arreglar. Lo encuentro bien al volver de la galería. Rosas azules, hortensias del mismo color y flores de arándanos llegan a mi puerta entre la semana ―menciono un poco de lo que me ha tenido con la mente hecha un problema. ―¿Literalmente flores con los arándanos? Asiento. ―Pienso que es mi abuelo, él sabe que me gustan, pero las flores…no tengo idea. A veces las encuentro en un florero y no en la entrada de mi puerta. Supongo que ha sido uno de los de seguridad que parece ser detallista o un psicópata ―respondo esperando no sonar como una loca tal y como he estado actuando. ―Por lo menos te quitan trabajo en muchas cosas y actúan como tus sirvientes, mientras tú les dejas robarte las tangas ―dice haciéndome reír. ―Suena más extraño cuando lo dices así. Tengo que comprarme nuevas. ―Suspiro por la risa. ―Al salir de tu turno en la galería, te acompañaré, nunca está de más un nuevo modelito. ―Me guiña un ojo con diversión aceptando la propuesta de comprar tangas. ** Recojo mis cosas despidiéndome de todos cuando acaba mi turno y salgo del lugar cruzando la calle, para encontrarme con Chantel, quien me esperaba en el auto con su chofer. Culminamos las compras y llego a mi apartamento en el centro de New York con buena vista al Central Park. Es un edificio gemelo al del costado y por mis ventanales enormes procuro cerrar las cortinas. Me deshago de mis tacones dejándolos regados en el suelo junto a mis cosas mientras miro el entorno de soledad del lugar. Recuerdo haberme guardado algo y que viene rondando en mi cabeza desde hace un tiempo, pero que penosamente me resulta…excitante. Miro a los lados como paranoica y reviso una vez más si hay alguna cámara oculta o alguien viviendo oculto en mi apartamento. Suelto un bufido por no haber encontrado nada y me relajo moviendo mis hombros. ―No hay nada, solo es tu mente. ―Me digo a mí misma. Camino a mi cajón de tangas de mi Vestier y me percato de que me falta otra más de mi colección exclusiva. ―¡Hijo de perra! ―Gruño furiosa cerrando el cajón con fuerza. Salgo a la sala y mirando a los lados dejo mi vista en un punto fijo sin saber si me están viendo―. Como vuelvas a robar otra de mis tangas; te voy a enviar al mismísimo infierno ―amenazo señalando con mi índice. Veo las flores en el florero y jadeo. ―No me gustó ese florero, parece de abuela ―espeto como si eso le fuera a ofender y camino con resignación a que debo de estar metida en un psiquiátrico. Termino de darme un baño relajante y apago las luces sumiéndome en mi cama y sábanas suaves. Antes, reviso mi celular notando que el sujeto con el que salí anoche y nos besamos pasionalmente en mi sillón; me ha bloqueado. ¿Por qué? ―De todas formas, no besaba tan bien. ―Gruño molesta durmiéndome. Me remuevo en la cama al sentir ese tacto estremecedor de nuevo en mi piel, abro los ojos con sobresalto y me percato de que es media noche. Enciendo la luz de mi lampara esperando encontrarme finalmente a lo que me ha estado atormentando durante mucho tiempo y acelerando mis pulsaciones, pero, otra vez no hay nada más que la sensación en mi cuerpo y el ardor lujurioso en mi entrepierna. Cada noche es lo mismo, como si algo se encendiera en mí de forma vergonzosa porque no es normal que me excite pensar que un hombre me esté mirando mientras duermo, podría ser un asesino y sin duda un pervertido. Pero no he tenido pruebas directas sobre eso y procedo a hacerme cargo del calor en mí. Separo mis piernas y bajo una mano en medio estimulándome para encontrarme lubricada, gimo sin parar y me retuerzo con los espasmos corriéndome con un pensamiento morboso instalado en mi mente. ** POV Malachi Ferrari Bajo el edificio rápidamente por mi vía de escape que solo yo sé, y es por donde puedo escabullirme y verla dormir, oler su perfume plasmado en su piel y su cabello, el olor obsesivo de su cabello. Me quito el pasamontaña junto a la capucha azabache cuando llego a la salida siendo saludado por el portero con amabilidad, cruzo la estrecha calle y entro al edificio gemelo un costado hasta mi pent-house con vista a su apartamento. Lastima que casi siempre mantenga sus cortinas cerradas, pero eso no es un límite para mí. Llego a mi lugar sin encender las luces, solo de las pantallas que abarcan casi una pared donde he colocado cámaras demasiado ocultas y casi invisibles de varios puntos en su apartamento. Coloco mi vista en la que deseo ver y es a ella tocándose, dándome un espectáculo como cada noche en que intenta descubrirme o atraparme. Ladeo una sonrisa saboreándome y sintiendo cómo la dureza en mi pantalón comienza a atormentarme. ―Eres tan ardiente diavolessa ―murmuro orgulloso de haber hackeado su sistema de seguridad, y el hecho de que llevo más de un año observándola sin que me descubran. Saco de mi bolsillo otra de sus tangas, sí, también escuché cuando me insultó y amenazó. Anoto mentalmente cambiar el florero. Eso solo me hizo sentir más aprecio por ella, la única que se atreve a tratarme de esa forma, ¡Dios, es tan excitante! Olisqueo el trozo pequeño de tela y clavo mis pupilas de la pantalla vislumbrándola a punto de correrse entre gemidos. Tomo asiento, para acompañarla mientras mi corazón bombea obsesionado con Alora Del Rey. ** A la mañana siguiente… Camino por el pasillo de mi empresa de tecnología y rastreo; Falcone media. Soy CEO y presidente ejecutivo de la misma, he amansado una fortuna junto a una reputación por mis trabajos. También me he convertido en alguien temido porque he creado tecnología que podría desmantelar a cualquier gobierno y organización criminal. Mi vista está en la pantalla de mi celular que tiene una extensión de las cámaras de su apartamento y puedo verla a cada momento. Le veo correr por el apartamento luego de haber bailado en la sala mientras cantaba a todo pulmón con mucha energía desde temprano, se viste para ir al trabajo, tarde de nuevo. Detengo mis pasos apretando mi entrecejo, porque es indudablemente una mujer desastrosa, despistada, desordenada con mal carácter, pero no puedo dejar de pensar en ella y lo fascinante que resulta ser para mí desde el instante en que se cruzó en mi vista. ―Señor Ferrari, su padre le ha dejado unas llamadas para su nuevo sistema de rastreo ―comenta una de mis asistentes. ―La tomaré en mi oficina ―indico bloqueando la pantalla de mi celular luego de que Alora sale finalmente de su apartamento. Tomo asiento detrás de mi escritorio y recibo la llamada desde mi computador. Viendo el rostro de mi padre; el Don de La Camorra y tiene al Sottocapo de la misma a su espalda. ―Ho detto che non avrei accettato (Dije que no aceptaría) ―digo, refiriéndome a dar mi trabajo para una organización criminal. Lo he hecho antes, pero no es de mis favoritos. ―Sì, ma sei anche l'unico capace di fare questo lavoro per me. Sei in debito con me, hai abbandonato la tua eredità. (Sí, pero también eres el único capaz de hacer este trabajo para mí. Me lo debes, has abandonado tu legado.) ―Espeta con dureza. Tomo una profunda bocanada suavizándome las sienes. ―Hai ragione, perché ho deciso di non fare il gangster. (Tienes razón, porque decidí no ser un mafioso.) ―Ma ti comporti comunque come tale. Ce l'hai nel sangue, sei una Ferrari. (Pero te sigues comportando como uno. Está en tu sangre, eres un Ferrari.) ―Se carcajea de forma gutural. Ladeo una sonrisa. ―Pon tu precio, Malachi ―dice. ―Será más alto a lo de costumbre. ―¿Cuánto? ―No será monetario, pero sí más valioso que miles de lingotes de oro…Alora Del Rey. Mi avevi offerto un matrimonio per alleanza e io lo voglio. Lo voglio per me. (Me habías ofrecido un matrimonio por alianza y quiero ese. La quiero para mí.) ―Manifiesto ya extasiado de solo imaginarme finalmente tenerla. ** Dentro del auto, dejo mi mirada fija en la calle vislumbrando a Alora caminar junto a su jefe hacia un bar cerca de la galería de arte de donde trabaja. Aprieto mis dientes entre sí rechinándolos. No he fallado en deshacerme de todos sus intentos de conquistas, hombres que no valen la pena y solo querían follársela. Solo tuve que seguirlos, secuestrarlos y amenazarlos con algo muy privado para que se alejaran por completo de ella. Sabría si llegaran a intentarlo de nuevo. ¿Por qué decidió la estúpida idea de beber con su jefe? Me molesta, enfurece y me hace sentir los celos hirviendo en mi interior de forma desesperada. Detesto verla rodeada de sujetos que quieren tocarla. ―Señor, disculpe ¿A quién estamos esperando o siguiendo? ―Pregunta mi asistente. ―A mi futura esposa ―respondo en un gruñido ansiando que llegue ese momento.
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