| Diavolessa |

3418 Palabras
New York – Hace un año atrás… Alora Del Rey Cruzo la calle abatida de personas que caminan de forma acelerada, las ciudades grandes como New York siempre me parecieron un enigma y me he sentido mejor al estar lejos de casa, del entorno que significa ser una Del Rey y que mi abuelo sea el Patrón del Cartel de México. He viajado tan lejos para visitar los museos como amante y profesional de las artes plásticas y también un buen momento para conseguir trabajo que me desligue de todo el dinero sucio de mi familia que me ata a hacer lo que me ordenen, siempre vigilada, siempre controlada. Miro a los lados vislumbrando a unos sujetos que parecen seguirme y resoplo al darme cuenta de que los ha enviado mi abuelo a seguirme. Tomo el celular llamándole con el enojo creciendo en mi interior. ―¡No puedo creer que me hayas mandado a seguir! Odio que lo hagan y lo sabes ―gruño en mi idioma natal apenas descuelga la llamada. ―Hola, mi querida Alora, también te quiero y quiero saber cómo estás, que linda el que preguntes. Luego de haberte ido a USA sin mi permiso, arriesgándote como una cría rebelde ―espeta de vuelta lleno de ironía con su acento norteño marcado. Ruedo los ojos con un resoplido, cambio el peso de mi cuerpo a mi otro tacón de aguja. ―Necesitaba esto, lo sabes. Volveré a México en cuanto consiga un trabajo aquí. No pretendo cumplir con el compromiso que me impones con un mafioso ―declaro renuente. Escucho cómo golpea con fuerza el escritorio e insulta a uno de sus sirvientes. ―Escúchame bien; niña. Tu madre me causó problemas, me decepcionó, pero tú, no lo harás. Eres la heredera de todo lo que representa a los Del Rey y deberás de casarte con una familia que nos dé alianzas poderosas quieras o no. Disfruta tu viajecito, pero volverás a casa sin haber causado problemas ¿Entendido? Mantén tu jodido perfil bajo y no dejes que te vean cerca de otros hombres porque eso podría poner en juego el compromiso ―dice haciéndome rechinar los dientes. Que se joda el compromiso―, y sabes que te amo, mi pequeña. Por eso te he enviado seguridad, además de que, también una tarjeta con saldo ilimitado que podrás usar a tu antojo ―añade con un tono más calmado haciéndome sonreír. Mi abuelo sabe que soy su consentida y me crio como una chica mimada. ―También te amo, espero realmente sea ilimitado, porque pienso gastar mucho dinero ―digo. ―Lo que quieras, Alora, mantenme informado por favor, besos ―dice. ―Besos, abuelo. ―Cuelgo la llamada junto a un resoplido entornando mi mirada a los sujetos que son pésimos ocultando el hecho de que me están siguiendo. Uno, de hecho, tiene el periódico al revés. ¿Cómo podría arruinar el supuesto compromiso? ¿Besarme con un desconocido y que me pillen? ¿Coger con alguien? Quizás lo coloque en peligro y luego quieran matarlo, así que, debo de elegir bien a quién sentenciar. Se me cruza por la mente una de mis amigas que recién compró un apartamento en New York con el dinero de los hospitales y que su familia es dueña, muchos del bajo mundo saben que sus padres están ligados con carteles de mafia donde se encargan vender órganos, eso no parece molestarle a ella. Decido llamar a Chantel Wall. ―Mi linda Alora ―contesta dulcemente. ―Estoy cerca de tu casa ―digo―. Quiero divertirme un poco ¿Tienes algo en mente? ―Voy al grano. Suelta una risita. ―Algo se me ha ocurrido, quise visitar un nuevo club lujurioso, pero no sabía con quién ir; hasta ahora. ―dice haciéndome esbozar una sonrisa. Si tengo la oportunidad de sabotear los planes de mi abuelo de casarme con algún heredero de la mafia, las agotaré hasta el final. ** Usando un vestido azul oscuro me acerco a la barra acomodando el antifaz que me entregaron en la entrada igual que a Chantel, al parecer este club “secreto” es donde solo pueden entrar personas de la elite, millonarios, CEOS, algunos criminales con traje, mafiosos y la heredera de los Wall, quien consiguió que entrara con ella y mis guardaespaldas. La dinámica es básica; no existen límites en el lugar, la mayoría de las mujeres tienen antifaces blancos que indican ser sumisas disponibles y los hombres de color azabache siendo los dominantes. Se puede tener relaciones en apartados privados o públicos si les gusta más la fantasía extraña de que los vean coger. Por mi parte, solo busco divertirme y besarme a un hombre que parezca un criminal, los rumores se esparcirán rápidamente y le llegará la penosa noticia a mi abuelo de que su nieta es una putilla rebelde. ―Cóctel Blueberry Hills, por favor ―pido en mi perfecto inglés mordiéndome el labio. ―Pediré un Cosmopolitan ―menciona Chantel. ―Yo invito, y si ves que nuestras copas están vaciándose; haznos otros sin parar. ―Deslizo la tarjeta azabache sobre la barra guiñándole el ojo al chico que los preparará. ―¿Qué te trae a New York? Por lo que veo sigues siendo la protegida de tu abuelo, por cierto, lindos llaveros ―dice refiriéndose a mis guardaespaldas y mirándolos, quienes se encuentran en una esquina tiesos, serios e incómodos por ver pasar a personas desnudas como si nada―. ¿No te has querido acostar con uno de ellos o todos al mismo tiempo? ―Me pregunta con coquetería. Niego con la cabeza. ―Hay códigos en el cartel y nadie puede siquiera mirarme el escote. Es aburrido y…en cuanto a mi estadía aquí; solo estoy buscando ampliar mis conocimientos artísticos, lejos de todo lo referente al peso de mi apellido. Le doy unos sorbos a mi cóctel. ―Sé de una galería de arte y un museo, conozco al dueño, quizás pueda ayudarte con eso. ―¿En serio? ―Mis ojos se abren con emoción. ―Sí, pero lo haré a cambio de algo. ―Negocia sonriendo. ―Lo que quieras. ―Al latino de ojos excitantes. ―Posa su mirada en Rowen, pertenece al cartel desde hace muchos años. ―Es todo tuyo ―digo aceptando. Ambas brindamos con nuestras copas pidiendo otro cóctel, seguido de otro y otro. Olvidándome un poco de mi propósito principal en este lugar. ** Chantel logra seducir a Rowen llevándoselo, mientras que yo, me quedo en la barra hablando con quien me sirve los tragos, con un poco de descontrol. ―¿Y sabes qué me dijo el pendejo ese? “No es lo que piensas” ¡Vete a la v***a! Siempre es lo que pienso, no estoy loca ¿Sabes? ―Hablo combinando los idiomas sin poder evitarlo y golpeo la barra con mi palma―. Hombres, no sirven, no son gente. Solo te cogen rico y ya, no sirven para hacerse cargo de los sentimientos y mucho menos de cargar unas buenas pelotas. ―Hago gestos y le enseño con mis manos cómo deberían de ser unas bolas pesadas. ―Señor Ferrari, su trago ―menciona el sujeto que parece no entender todo lo que le he contado de mi vida amorosa y desdichada. Giro mi rostro observando a un sujeto enorme, de traje oscuro, cabello a juego con pequeñas canas prematuras, sin tatuajes, piel tostada y barba oscura. Está usando un antifaz de dominante y su aura oscura me hace pasar saliva. Este sostiene el vaso de cristal con contenido cobrizo en él y toma asiento a mi lado viéndose como alguien que me enviaría directo al psiquiátrico de lo atractivo y misterioso que se ve. Las alertas suenan en mi cabeza con un rotundo: “Aléjate de él” y es que no quiero caer en los encantos de otro sujeto y no es porque esté pasando por un especie de despecho porque a mi ex novio le dio por serme infiel con la heredera del cartel enemigo. ―Bueno, a lo que iba, sí, me vengué ¿Por qué me quedaría de brazos cruzados? Le planté drogas y lo mandé a la cárcel, no intentes juzgarme. ―Golpeo la base de mi copa vacía en la barra señalándole que me sirva otro. Tengo buena resistencia al alcohol, sigo un poco lúcida, eso creo. Escucho una risita tosca a mi costado que me lleva a mirar en su dirección. El hombre misterioso se está riendo de mi historia. ―¿De qué te ríes? ―Pregunto encarándole. ―De la venganza más aburrida. ―Responde y su voz suena como si viniera del profundo averno estremeciéndome, además de que escucho un particular acento ¿italiano? Tomo una profunda bocanada, no, este tipejo no se atrevió a decirme “aburrida” Frunzo mis labios. Decido ignorarle, esa es una buena técnica y daña el ego de los narcisistas. Vuelvo mi mirada a quien me sirve los cócteles y que solo sé que se llama: “Bob” por su gafete en el pecho. ―Como te decía… ―Les hubiera arruinado la vida a ambos, torturado, y al final ver cómo suplican de rodillas por un perdón. Disculpa, es que me he enojado con ellos, por lo que te hicieron ―dice el hombre a mi lado interrumpiéndome―. Llevo una hora escuchándote hablar sin parar, en un idioma que desconozco, y llevas también una hora ignorándome ―agrega casi en un gruñido. Me encara y mi peor error ha sido ver a través del antifaz sus ojos oscuros que aceleran mis pulsaciones. Como si tuviera el poder de atravesarme con ellos. Paso saliva, volviéndole a hacer caso a mi subconsciente. Es demasiado atractivo, eso no lo puedo negar y aún no he visto su rostro sin el antifaz, pero estoy segura de que lo es como de que debajo de ese traje a la medida sin corbata, con el pecho al descubierto que muestra un collar de oro brillante y opulento; hay un gran cuerpo atlético. Alora, ignóralo, él no es a quien buscas. Aclaro mi garganta porque por primera vez me está costando ignorar a un hombre o mandar a freír espárragos. Termino de beber el contenido de mi copa. ―Bueno, la cuestión de esto es que, en cuanto salió rápidamente de la cárcel, gracias a ella y sus contactos, anunciaron su compromiso mientras que estando conmigo no me daba ni flores y no le pidió mi mano a mi abuelo ¡¿Acaso hay algo malo conmigo?! Mírame, Bob, sé sincero ¿Me cogerías y querrías convertirme en tu esposa? ―Pregunto hacia él un poco afectada por el alcohol y las emociones guardadas en mi interior. ―No te atrevas a responder ―gruñe el hombre a mi lado amenazando a Bob, quien palidece yéndose. ―¡Oye! No he terminado de hablar contigo, pensé que éramos amigos. ―Le grito, pero igual se va―. ¿Cuál es tu problema? ―Le encaro al hombre de mi lado mientras me bajo del taburete para irme. Tiene aspecto de ser un ejecutivo criminal o algo parecido, pero no de mafioso. Llego a la conclusión de que es un millonario con fetiches extraños. ―Mi problema eres tú ―declara con imponencia levantándose del asiento. Deteniéndome―. Eres tan hermosa, elocuente, llamativa y has estado ignorándome, tratándome como si fuera la cosa más asquerosa que has visto en tu vida, solo faltaría que me hagas tu perro faldero colocándome una correa…mi problema es que eres mi tipo ―manifiesta con intensidad dejándome atónita. ¿Qué demonios? ―Disculpa, ¿qué…has dicho? ―Pregunto por no entenderle. Él ni me ha visto el rostro por completo. Él sonríe acercándose a mí, tengo que alzar mi rostro por su altura y mi cuerpo se tensa mirando cómo se muerde el labio y sisea botando el aire como si estuviera excitado. ―Jodidamente perfecta ―manifiesta con ronquez. Al demonio, es probable que no lo vuelva a ver jamás y si es tan fastidioso como parece, será a quien destrocen por propasarse con Alora Del Rey. Además, está tan bueno, hay algo en él que me atrae y me asusta al mismo tiempo. Sigo a mis impulsos y me abalanzo hacia él guindándome de sus hombros para alcanzar sus labios para besarle. Cuando sus labios se presionan a los míos, toma el control volviéndose posesivo, avasallante y muy caliente, tanto que mi sexo se contrae excitado al sentir sus manos grandes presionadas en mi cintura. Se separa de mis labios dejándome atónita, toma mi mano y me lleva hacia uno de los espacios privados, quizás al darse cuenta de la presencia de mis niñeros. Mis pies se mueven guiados por el hombre, se sienta en el sillón cuando estamos solos, con privacidad e invita a sentarme. Lo pienso un instante porque algo en mi interior me dice que corra mientras que otra parte me grita que me deje tomar hasta olvidar mi apellido. Se me queda mirando como si quisiera arrancarme el vestido mientras debato con mis pensamientos. ―¿Qué estás esperando allí parada? Te he dicho que te sientes, de hecho, lo harás en mi regazo por no hacerlo rápidamente ―pregunta y su voz suena más grave que me hace soltar un jadeo―. No, no me mires así. Ven aquí, porque estoy perdiendo la paciencia y no estás lista para que eso ocurra o veas cómo es hacerme perderla. Siéntate ―pide siendo más tajante y eso sumándole a que estoy alcoholizada, me ha parecido intrigante. ―Lo haré solo porque quiero, no porque tú me lo pides ―gruño orgullosa acercándome y tomo asiento en su regazo. Pero él me acomoda colocándome de horcajadas. La falda del vestido se me alza y mi sexo se presiona de su entrepierna. Mis manos se posan de sus hombros y giro mi rostro porque puedo sentir cómo mi rostro arde por el calor. Él toma mi mentón obligándome a mirarle y mis pupilas chocan con su oscuridad. ―No me ignores mientras estés sentada sobre mí, aunque, eso también podría excitarme ―dice sorprendiéndome. ―Lo haría, si no me aburrieras hasta las lágrimas ―replico hablando desde lo ofendida que me sentí cuando me insinúo ser aburrida. Él vuelve a sonreír de forma maquiavélica y apretando mis caderas en sus manos me lleva a moverme frotándome contra su gran…dureza. Me tenso separando mis labios, mismos que él atrapa besándome con más fiereza y rudeza. No, no, no, me estoy excitando y la lubricación se intensifica por la fricción indecente y descarada que me alerta. No deja de besarme robándome el aliento provocándome unos gemidos penosos. De repente se detiene haciéndome abrir los ojos pesados por el placer. ―Dices que te aburro, pero aún así puedo sentirte goteando sobre mis pantalones. Eres una diavolessa (Diabla) descarada y me gusta eso, lo salvaje que eres ―gruñe y me contengo por sus palabras. ―¿Diavolessa? ―Jadeo. Él no me responde, hace un llamado en el idioma que no entiendo y una chica a los segundos trae una bandeja dorada, sobre ella hay una especie de goma oscura con textura extraña como escamas de dragón. La toma sin quitarme de su regazo y creo que estoy demasiado alcoholizada. ―Estás ebria, y no, no me propasaré contigo. Porque la próxima vez que nos encontremos tú solo te entregarás a mí. Soy un caballero, pero tampoco te dejaré con las ganas ―explica confundiéndome más. El silicón ahora rodea uno de sus muslos debajo de mí y aún no entiendo su función. ―¿Qué es eso? ―Logro preguntar. ―Despacio, adáptate a él. ―No me responde, pero hace que me frote ahora contra el silicón con texturas. En cuanto mi sexo cubierto de mi ropa interior tiene contacto con él, me estremezco separando mis labios para gemir con agudeza. Mientras él lame y besa mi cuello, mis caderas toman el ritmo contoneándose contra el silicón. Dios mío, se siente tan bien. Jadeo, gimo y gruño excitada hasta más no poder con él solo mirándome sobre su regazo. ―Sembri più di una dea (Pareces más que una diosa) ―Gime ronco en italiano proporcionándome más calor por su excitación. Esto es tan morboso, nunca había experimentado algo como esto―. Mira lo bien que lo estás haciendo, Diavolessa, no necesité desnudarte para que tu placer empape la silicona ―gruñe y bajo la mirada, tiene razón, el frote con mi tanga aún puesta está dándome mucho placer. Mi cuerpo arde, siento que explotaré y es cuando los espasmos me avasallan y mi v****a se contrae al instante. Separo más mis labios, soltando un grito de placer, la explosión me doma, mis músculos se tensan y mis muslos tiemblan mientras él posa sus labios en mi cuello, mordiéndome aumentando más las ganas de correrme. El ardor de frotarme con más fuerza es estimulante, mi piel palpita al mismo ritmo que el corazón en mi sexo, súbitamente, mi cuerpo experimenta el orgasmo múltiple corriéndome sobre su regazo en medio de gemidos desesperados. Los ojos se me han ido a la periferia de la cabeza manteniéndolos cerrados. No sé qué me ocurre, pero la debilidad doma mi cuerpo como si hubieran colocado algo en mi bebida. Le miro con los parpados pesados y se quita el antifaz, pero mi vista está borrosa. ―¿Me drogaste…hijo de perra? ―Balbuceo haciendo ademán de golpearle. Pero todo se vuelve oscuro con su sonrisa grabada en mi mente. ** POV Machi Ferrari Se desmaya sobre mí, pensando que la he drogado. Sí, a veces puedo ser un hombre turbio, pero no soy de drogar a las mujeres para obtener algo de ellas. Esta mujer me folló el sistema en cuanto la vi y escuché su ridícula historia de un hombre que la perdió ¿Cómo se atreve a serle infiel a una Diavolessa como ella? Pensarlo solo me enfurece. Acaricio su cabellera oscura, una gran melena que tiene un aroma afrodisíaco como ella, me grabo el aroma de su perfume para comprarlo en toneladas y hacer que mi casa huela a su cuerpo. Más quisiera tenerla para mí, poder besarla, escucharla y adorarla cuando me grite palabras que no entiendo. Eso hace que mi entrepierna palpite. Le quito el antifaz para poder ver su rostro completo porque ya había visto sus ojos, que son de un azul profundo, como el vestido que está usando pareciendo un jugoso arándano como los cócteles que se ha bebido irresponsablemente y que he probado por medio de su boca. Respiro profundo admirándola con las mejillas sonrojadas, labios del mismo color y entreabiertos. Quiero llevármela a casa y tenerla allí para siempre. Mis venas se tensan por el mero pensamiento mientras que mi respiración se ralentiza. ¿Cómo se llamará? Unos sujetos entran al espacio privado y sé que no son de mis hombres, porque los míos entran después y les detengo a hacer algo indebido o causar un desastre. Los sujetos con escaso inglés me apuntan con sus armas pidiéndome que me aleje de ella. ―¿Y si no quiero? ―Pregunto levantando las manos demostrándoles que ella se desmayó por el alcohol y no porque le he hecho correrse en mi regazo con un Grind Pad. ―El patrón Del Rey lo matará ―gruñe uno de ellos. “Del Rey” me resuena ese apellido, ¿tendrá algo que ver con ella? ¿Quién realmente es ella? Lo sabré. ―Señor Ferrari, son el Cartel del norte, deberíamos de evitar algún inconveniente, su padre… ―recomienda uno de mis hombres. ―Está bien, pueden llevársela, pero cuando despierte. Su amiga estará con ella todo el rato hasta que esté consciente. O lo lamentarán ―advierto, porque de una u otra manera sabré si le hicieron algo. Ahora que he puesto mi atención en ella, no me detendré. Ellos renuentes aceptan porque son simples peones y les irá peor si algo le ocurre a quien están custodiando. Traen a la chica rubia que estaba con ella y se asusta al verla adormitada. Me quedo furioso sin poder quedármela…pero haré que la Diavolessa sea mía, completamente mía a toda costa.
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