El vuelo a Nueva York fue silencioso después de eso. Azran no dejó de pensar en la pregunta de Evanya, en lo fácil que había sido admitir que necesitaba su compañía, que esa era la única razón por la cual la había llevado a ese viaje. Eso lo perturbaba más que cualquier amenaza de sus enemigos y al mismo tiempo le fascinaba la idea de que ella supiera que había alguien dispuesto a hacer cosas tan absurdas por ella. Al aterrizar, Azran tocó el brazo de Evanya con cierta delicadeza, avisándole que ya habían aterrizado. Ella se levantó de inmediato disculpándose por el atrevimiento. Había dormido tan cómodamente embriaga por su aroma, que no se percató que todo el viaje la pasó acurrucada en él. —Me alegra que hayas descansado —soltó él. Con esos ojos profundos que parecían ocultar cientos

