Evanya caminó con decisión hasta su escritorio. Colgó su bolso, encendió su computadora y revisó la agenda. Luego se dirigió hacia el pequeño comedor del piso para preparar el café de Azran. En la barra, se encontró con Lizzette, que organizaba papeles mientras sorbía de su vaso térmico. —¿Ya llegó nuestro jefe? —preguntó Evanya, como si fuera una pregunta casual. Lizzette asintió, pero bajó la voz. —Sí. Ya estaba aquí cuando llegué yo —soltó como si fuese algo extraño. —¿Tan temprano? —preguntó Evanya, sabiendo que Lizzette había llegado antes de las ocho, pues tenía algunos pendientes. —Seguramente como no vino el viernes, decidió empezar la semana más que puntual —agregó Lizzette sirviendo de su bebida. Luego se encogió de hombros. No es que Azran fuese un ogro en la oficina. Pero

