CAPITULO 4-3

1144 Palabras
Maldita sea. La acarició entre sus dedos y relamió sus labios por instinto, para rematar mordiendo sutilmente el inferior y así escapar del escalofrió que le recorrió la espalda. Cerró sus ojos por breves segundos y tragó saliva. Apretó con la mano alrededor de su longitud y después bajó lentamente para luego subir y acariciar la punta. Abrió los ojos y se topó con una mirada oscurecida por el deseo y las pupilas dilatadas. Se inclinó para llamar a sus labios y Ruzgar pareció entender sus deseos, pues tomó su boca mientras ella le estimulaba con sus dedos y se deleitaba en sentir como reaccionaba ante su tacto. Deseosa y con las entrañas ardiendo, fue más osada, acomodó sus muslos con prudencia y le rodeó. La punta rozó sus pliegues y cuando se deslizó un poco ayudado por la humedad nacida de la propia excitación, gimió contra los labios de Ruzgar. El sensual sonido nubló cualquier rastro de conciencia en él y se prestó a su juego, moviendo sus caderas para que ella pudiera sentirlo a plenitud y a la vez, también poder disfrutar del roce que antecedía lo inevitable. Sus ojos se perdieron en el éxtasis del juego y Ruzgar no recordaba haber visto un goce tan autentico. Fue como si su piel le llamara. La punta rozó su entrada y después acarició su clítoris. —Lütfen (Por favor) —pidió en medio de un suspiro. La mano de Ruzgar descendió por su cuerpo y besando uno de sus erectos pezones, comenzó a estimular su ya tenso clítoris. Humedeció con sus labios sus dedos y centró sus atenciones en darle un orgasmo. Estaba húmeda, tan húmeda que uno de sus dedos resbaló con facilidad en ella y él salió con una delicadeza exquisita. A la mañana siguiente su cuello tendría impresas la marca de sus besos y de una que otra mordida provocativa con la que Ruzgar puso sus instintos al filo del abismo. No tuvo que tardar demasiado para que ella sintiera su cuerpo sacudirse, especialmente, cuando su dedo índice y medio frotaron su clítoris con una rapidez casi sorprendente que le tenso las piernas y completó, bajando por su cuerpo con rapidez, y tomándolo entre sus labios provocando el detonante. Su boca, su lengua, su saliva, todo fue una intensa combinación que terminó con un intenso orgasmo que la dejó sin aliento, sudorosa y con placenteros espasmos. Sus pulmones rogaron por aire y lo único que pudo sentir con claridad, fue el latir desmedido de su corazón y su cuerpo suplicando ir más lejos. Ruzgar la tomó por la cintura y la hizo subir a su regazo con tanta facilidad que sintió miedo, pero no un miedo frustrante, si no expectante. En algún momento se había desecho de toda la ropa y la única tela que los acariciaban eran las ya desastrosas sabanas de seda que decoraban la cama, una cama de la que Ruzgar no pensaba salir hasta saciar hasta el ultimo de sus deseos con ella. Uso el respaldo de la cama como apoyo y con su mano, mantuvo el cuerpo de Elif firme sobre él. Sus ojos encendidos esperaron que ella tomara la iniciativa y entonces, como si con solo mirarse pudieran leer lo que deseaban mutuamente, ella se acomodó sobre él afirmando sus manos sobre sus hombros. Sus pechos terminaron muy cerca de su rostro y Ruzgar alargó su mano para ayudarla a posicionarlo justo donde ambos querían. No era algo que debía pensarse mucho, así que lentamente y sin medir consecuencia alguna, Elif le permitió entrar en ella. Ruzgar enterró sus dedos en sus caderas al sentir como su cuerpo la poseía lentamente. Gruñó placenteramente, mientras notaba como el cuerpo de la mujer temblaba sobre él y le parecía tan pequeño, tan vulnerable, pero por alguna razón corrompida e incorrecta, también placentero. Las uñas de Elif se enterraron en su espalda y entonces, en un momento de cordura, bajó la mirada y maldijo para sus adentros, pero sin darse cuenta, lo hizo en voz alta. Ruzgar rozó su nariz con la suya. —Demasiado tarde para arrepentimientos, Aksoy. La mujer sintió eso como un sutil reproche. Con el corazón acelerado, tragó saliva y se movió un poco. Su interior ardía y a la vez, suplicaba por algo más. No había dolor, si incomodidad, pero era normal considerando lo muy dotado que era su marido. No maldijo por eso. Era lo que menos importaba ahora. —Deberíamos… —¿Deberíamos que…? —preguntó tensando su cuerpo cuando Elif bajó y subió lentamente para darle oportunidad a su cuerpo de conocerlo por completo. Bajó totalmente y entreabrió los labios, de los cuales brotó un placentero, delicado y casi imperceptible gemido. Ruzgar le sujetó por las caderas y se movió un poco. Elif enterró sus dedos con más fuerza. —Preservativo—jadeó ganándose una sonrisa divertida. Él puso sus manos sobre su cabello sedoso y besó sus labios. —¿Por qué habría de usar uno con mi esposa cuando se me ha negado ese placer durante mucho tiempo? —preguntó dándole a entender con esa respuesta que era la primera mujer con la que tenía tal descuido. Elif tragó saliva. No era que en esa situación pudiera pensar demasiado. Mierda. Ya no había vuelta atrás. Su cuerpo se quejó ante la abrumadora intromisión y segundos después, con sus dedos sobre su cintura, Ruzgar tomó unos de sus pechos con tanta necesidad, que soltó un placentero gruño, que sedujo a Elif de una manera que no esperó. —Si vas a jugar tu papel debes hacerlo bien, Aksoy. Acarició su cabello y Elif se sintió perdida cuando su cuerpo fue maniobrado y terminó boca abajo sobre la cama. El cuerpo de Ruzgar la dominó por completo, posándose sobre ella como una sombra del doble de su tamaño que la hizo sentir vulnerable. Alargó su mano y acarició su cuello para después rozar con la llena de sus dedos su labio inferior. La sujetó por las caderas y la dispuso para él, mientras la mujer se prestaba sin queja a que él tomara la iniciativa. La acarició con sus dedos brindándole un placentero momento y segundos después, entró en ella lentamente. Elif se quedó quieta, sintiendo como centímetro a centímetro se perdía en su interior, mientras ella, apretaba la tela entre sus dedos, pero segundos después, fue él quien sujetó sus manos y entrelazó sus dedos con los de ella, justo antes de lanzar la primera estada con una sensual lentitud que mató cual tensión que ella pudiera sentir. Lo que sea que hubiera sabido de ese momento en particular se fue por la borda, cuando en vez de que todo fuera doloroso y negativo, se tornó disfrutable y placentero. Las manos de Ruzgar la mantuvieron firme y segundos después, se acercó peligrosamente a su oído.
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR