Capitulo 7

1970 Palabras
—¿No es espectacular? —exclamó Scott maravillado. Kelly se agachó nerviosa y, con torpeza, se quitó un calcetín y luego el otro. Mientras se balanceaba, el mundo entero se burlaba de sus pechos. Tenía esos dos pequeños bultos de gelatina que se movían sin control, tan insignificantes. Por alguna razón, le entregó los calcetines a Scott. Él la miró fijamente, los besó suavemente y los dejó a un lado sobre su creciente montón de ropa. Martin, sujetando la Steadicam con un brazo y mirando hacia ella, extendió la mano. De repente, Kelly sintió la mano de Martin acariciar su pecho izquierdo, rozando su pezón. Lo hizo con tanta naturalidad, como si se tratara de un apretón de manos, pero le dejó una huella. La había hecho hermosa. Aquel hombre sin rostro, con cabeza de cámara, la había tocado íntimamente. La había acariciado, la había encendido, la había tocado para que el mundo lo viera. —Qué bien —dijo Martin—, qué animado. —Je —dijo Kelly, aún en estado de shock—. Gracias. —¿Puedo? —preguntó Scott, pero no esperó respuesta. Su boca sobre su pezón derecho, caliente, húmeda, urgente, le envió un rayo directo a su entrada. —¡Oh, Dios mío! —se estremeció. Un gemido casi se le escapó. Se atragantó. Aún le quedaba algo de orgullo. ¿Cómo podía ser tan puta y no darse cuenta? Era una puta, una ramera, que había vendido su piel y mucho más. Scott la tomaría y la usaría para su placer. Sus entrañas se estremecieron eléctricamente al pensar en él penetrándola. Se había vendido a él y a un ejército de hombres deseosos de masturbarse. Cerró los ojos ante la mirada penetrante de Martin. Se concentró en las descargas y el hormigueo que recorrían su cuerpo por la boca succionadora de Scott, por sus dedos que la pellizcaban. Necesitaba calmarse. Ella quería esto. Necesitaba el dinero. Quería a Scott. Incluso las manos de Martin sobre ella la habían vuelto loca. Tenía que aceptar la verdad: era una puta cachonda, una ramera, comprada y vendida. Respiró hondo y un gemido se le escapó. ¡Oh, ese gemido! Scott saboreó con reverencia un pezón mientras acariciaba el otro con los dedos. Estaba un poco salado, sudoroso. ¿Cómo decían? Brillantes. Él, con suavidad, besó más y más. Ella no esperaba hacer esto. No estaba arreglada para una cita, como todas las chicas del campus con las que había trabajado. Era una universitaria completamente natural, recién salida de la reserva. Olía a universitaria. Sabía a universitaria. Scott no sabía explicar por qué. —Podría chupar estos perfectos todo el día —exclamó entusiasmado. Kelly lo miró. Podía ser tranquila. Solo era un poco de succión de pecho, por Dios. No estaba en la escuela primaria. Sonrió y le siguió el juego: —¡Suena divertido! Scott se hizo a un lado para que Martin pudiera fotografiarlo. —Kelly, ¿puedes darte la vuelta? Eso es, de espaldas a mí. Ahora bájate las bragas despacio —dijo Martin. Kelly se cogió las bragas. Se había desnudado un millón de veces en su vida, así que se las bajó. —Perfecto, sí, quítatelas —continuó Martin. Se las quitó torpemente y se las dio a Scott. Era su asistente. Lo observó mientras se las acercaba a la cara y la nariz e inhalaba profundamente. —Más bien un pervertido de tomo y lomo —pensó entre risas—, pero suyo. El pervertido de la puta mojada. ¡Dios mío!, pensó Scott. Sus bragas olían a pura excitación, eso era lo nuevo, y a comida de la residencia. Sus bragas tenían un inconfundible olor a comida, a cafetería, a baño compartido, a aula magna. Le trajo recuerdos a Scott. Era extraño. Había mundos enteros en su olor. —Scott, ¿estás bien, amigo? —preguntó Martin. —Oh, sí —dijo Scott. —Kelly, inclínate hacia adelante desde la cintura —dijo Martin, apoyando su equipo en el suelo y humedeciéndose los labios—. Ahora, estira los brazos y separa tus mejillas. ¡Querían verle el culo! Hizo una mueca e hizo lo que le dijeron. Sabía que debía tener alguna mancha o rastro de mierda que se le había escapado. —Oh, qué vista tan bonita —dijo Martin—. Afeitada, bien cuidada. —¿A tus espectadores les gusta ver por dónde sale la tierra de una chica? —preguntó Kelly. —Nos estás enseñando las dos partes, cariño. Mira qué mojada tienes la conchita. ¡Está chorreando! —dijo Martin. —Bueno, con esto me doy cuenta —dijo Scott. La cámara de Martin enfocó el rostro de Scott y las bragas de Kelly que estaban junto a él. La entrepierna estaba empapada. Scott extendió un dedo y lo acarició suavemente por su entrepierna húmeda. Ella dio un respingo, pero se tranquilizó. —¡Está tan jugosa! —exclamó Scott entusiasmado. Se olió el dedo, lo saboreó. Puro placer húmedo y ácido. Se quedó mirando la wall. Solo tenía que mantener la calma, como si fuera una cita con el médico. Solo que, en lugar de un médico, había un ojo que la observaba en silencio. Más allá, un millón de hombres masturbándose. Sintió que debían de estar acelerándose, acercándose cada vez más. El dedo de Scott se deslizó hacia su ano. Ella se enderezó bruscamente y echó el brazo hacia atrás, pero Scott ya había retirado el dedo. —No, eso… no, no toques eso —le suplicó. —Perfectamente bien —dijo Scott, levantando las manos en señal de tregua. —A nuestros suscriptores les encanta incluso mirarlo, cariño —dijo Martin—. Es un tema delicado. Le hormigueaba la zona donde Scott le había rozado el dedo, cubierto de su baba. Tragó saliva. Se estaba cayendo. Podía soportarlo. —Se me puso dura al tocarlas —admitió Scott. Ella echó un vistazo y se le notó un bulto en la parte delantera de sus pantalones cortos de correr. —Bien, Kelly, concéntrate —dijo Martin—. Date la vuelta y siéntate en la cama. Y desplázate hacia atrás. Un poco más. Bien, ahora, abre las piernas. Aquello no era una cita médica. Era la mirada que se acercaba entre ella y Martin. Abrió las piernas con determinación. Podía sentir cómo un millón de hombres se inclinaban hacia adelante, memorizando su entrepierna y acariciándola, acariciándola, acariciándola con excitación. Sus p***s palpitaban y goteaban líquido preseminal, igual que Steve solía hacerlo. Martin le indicó suavemente: —Separa los labios. Ya no quedaban secretos para una puta. Sus manos se tambalearon y se contuvo mientras la cámara la observaba, todos la observaban. La mirada de la cámara que se acercaba era ardiente, recorriendo su cuerpo con intensidad. La luz era intensa, exponiéndola por completo. Los dedos de Martin la tocaron de repente, dentro de su humedad, antes de que pudiera reaccionar. Se estremeció ante la violación, luego se relajó, resignada. La cámara era dueña de su cuerpo de puta. Cerró los ojos avergonzada. Sintió un escalofrío enfermizo y excitante mientras los dedos de Martin la estimulaban con depravación. Sabía que su ejército de pervertidos veía claramente su placer reflejado en su mueca de impotencia y lujuria. —Qué linda gatita. Súper pequeña —observó Martin. —¿Puedo? —preguntó la voz de Scott, y de repente, sus largos dedos reemplazaron a los otros que acariciaban su húmedo orificio—. Un poco de coño para una niña. Anhelaba mientras los suaves dedos de Scott acariciaban su entrada húmeda y sus labios con un movimiento circular. Quería acurrucarse a su lado y simplemente sentirlo. —¿Gracias? —murmuró—. ¿Te gusta? Su cuerpo se llenó de descargas eléctricas cuando su boca volvió a posarse sobre su pezón y su dedo la acarició. —¡Ah! ¡Ajá! —dijo mientras un dedo largo se introducía en su hendidura húmeda y expectante—. ¡Mmm! Su excitación crecía rápidamente. Su cuerpo despertaba tras una larga negación. Era un hombre que la tocaba, que la saboreaba. —Casi me haces hacerlo —gimió—. Si sigues haciendo eso, ya sabes, con el dedo… —le dijo con voz temblorosa. —Está bien —dijo Scott con tono tranquilizador—. No te quedarás sin ellos. —Kelly —dijo Martin, humedeciéndose los labios—, solo avísanos si tienes un orgasmo, cariño. —Estoy a punto —susurró Kelly con preocupación mientras la boca descomunal de Scott succionaba y acariciaba uno de sus pechos. Su dedo, increíblemente largo, penetró y exploró su entrada húmeda—. Siento que estoy a punto. La cámara la enfocaba de cerca mientras la estimulación continuaba, bajo la atenta mirada de millones de personas. —¡Me vengo… me vengo! —chilló Kelly. Jadeaba entre las réplicas. —¡Eso estuvo genial! —exclamó emocionada. No había sido tan difícil. El dedo seguía penetrándola. Recibía descargas eléctricas de la boca húmeda de Scott, que disfrutaba de su pecho. Su respiración era entrecortada. ¿Volvería a tener un orgasmo? Como un tren de carga. —¡Aaaaaaaa! —gimió. —¡Me corrí! —jadeó sorprendida. Una humedad familiar se extendió por su trasero. Se incorporó de golpe y Scott se detuvo. —Lo siento, me oriné en la cama —admitió. —¡Guau, mira todo eso! —exclamó Martin entusiasmado, señalando la escena con la cámara—. ¡Lo has cubierto todo! —Lo siento —sonrió nerviosamente—. A veces soy un desastre cuando tomo una. —¡Qué maravilla! —le aseguró Martin—. No hay de qué preocuparse. A la gente le gusta verlo. Saben que te lo estás pasando bien. —Je —dijo ella. Scott había traído una toalla. Se secó la zona húmeda y se la puso debajo del trasero. —Kelly, ¿estás con nosotros, cariño? —preguntó Martin, con la mirada fija en él—. Ahora es el momento de que nos demuestres tus habilidades orales. Cuando estés lista, cielo. —Ella reaccionó, recobró el sentido—. Empieza por ponerte de rodillas. Ahí abajo, en el suelo. Y bájale los pantalones cortos. Era enorme, y excitado, y goteaba un poco. —¿Te gusto? —le preguntó Kelly a Scott. —Muchísimo —respondió Scott, sonriéndole y quitándose los pantalones cortos y los calzoncillos bóxer. Podía con esto. Era un pene de tamaño normal. Era una experta. Lo había hecho cientos de veces. Esto era solo a mayor escala. Escupió, lo lamió y lo lubricó para que entrara fácilmente. Entonces lo intentó. Necesitaba abrir más la boca. Le costaba mantener la garganta abierta al mismo tiempo. Lo tragó con dificultad. Se le humedecieron los ojos. Era una experta. Era como la primera vez que se tragaba una polla. También se había sentido grande al tragarla entonces, y las primeras doce veces. Podría acostumbrarse. Lo escupió, escupiendo por todas partes. Se aclaró la garganta. ¡Dios, qué grueso era! Y jodidamente largo también. Había logrado tragar un poco más de la mitad. —¡Guau, eso no está nada mal! —dijo Martin mientras filmaba. —¡Estupendo! —dijo Scott con ánimo. Esta chica tenía mucho potencial. Se esforzaba muchísimo por él. Mejor dicho, no debía ilusionarse demasiado. Había dinero de por medio. Pero podía tener esperanza. Kelly volvió a su tarea. Inhaló: —¡Uf! —. Exhaló: —¡Uf! —. Todo estaba mojado y lleno de saliva, bien. Las lágrimas corrían. —¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! —. Ahora sí que lo estaba tragando todo. Sentía como si le tocara el estómago. Las lágrimas corrían.
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