Había dos cosas de las que nadie escapaba. La primera, un futuro, bueno o malo, teníamos las líneas trazadas, todo estaba acomodado para nosotros, hasta llevarnos a la segunda cosa asegurada; la muerte.
Tenía respeto por ella, tanto que me parecía miedoso de mi parte, pero era así. Había visto lo que la muerte podía ocasionar, fui consciente de que esta, era capaz de llegar de a poco o tan rápido que no te daba tiempo de reaccionar.
La única vez que vi a la muerte a los ojos, no era a mí a quién estaba llevando. Mi abuela se llevó todos los honores en esa oportunidad. Encontré la manera en que mi madre me dijera que pasaba, escuché una conversación a escondidas, como siempre, y me encargué de sacar la información que necesitaba para dar con aquello que necesitaba oír de sus labios.
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