17- La noche no ha terminado

1474 Palabras
Amina Vuelvo a salir, pero todavía no estoy lista para volver a unirme a la fiesta. En cambio, encuentro un área abierta, un balcón con vistas a la gran sala de abajo. Desde aquí arriba, puedo ver el pulso y el retorcimiento de los cuerpos que bailan debajo de mí. siento que estoy vislumbrando un mundo completamente diferente. Estas personas son ricas e imprudentes, del tipo que admita a un hombre como Emiliano, sin importarme el hecho de que es un monstruo que aplasta a la gente solo por diversión. Que no lo piensas dos veces antes de tomar lo que quiere. Me estremezco de nuevo, aunque de deseo o de miedo, no estoy segura. Nunca me he sentido más fuera de lugar, o más allá de mi control. ¿Cómo se supone que voy a mantener el control de mi misión con Emiliano, cuando todo es tan nuevo para mi? Pensé que sabía exactamente en que me estaba metiendo con esta misión. Pero cada día con Emiliano, se me muestra algo nuevo. Inesperado. Tentador. Oigo que alguien se acerca por detrás de mí y me sobresalto, girando. —Tranquila, gorrión— Es Emiliano, pero eso ya lo sabía. El hombre podría entrar en una habitación completamente oscura, y aún así sabría que es él por la arrogancia en su porte y esa mirada omnisciente y todopoderosa en sus ojos. —¿Disfrutando la fiesta? — —No— respondo. —No lo habría imaginado para tu escena— Arquea una ceja. —¿Por qué no? — —Mira a tu alrededor— digo, asintiendo con la cabeza hacia el desenfreno si sentido que hay abajo. —Todo es simplemente…superficial e imprudente. Nunca perderías tus inhibiciones así— Emiliano me sonríe, lenta y mortalmente. —Tienes razón. Me importa un bledo el lugar— —¿Entonces por qué vinimos? — pregunto. —Por ti— Se acerca más, hasta que estoy atrapada entre él y el balcón de hierro forjado. Luego gira mi cuerpo para que vuelva a estar de cara a la fiesta, con su aliento caliente en la nuca. —Vinimos aquí esta noche para tu próxima lección, cariño— Tiemblo, sus brazos me rodean, así que estoy presionada contra su pecho. Me aparta el pelo con indiferencia y me da un beso apasionado en el cuello. —Míralos— me ordena suavemente. —¿Qué ves? — —Gente que tiene demasiado dinero, que nunca se ha enfrentado a un solo momento importante en sus vidas— respondo, incapaz de evitar la brusquedad en mi tono. Emiliano se rie divertido. —Míralos más de cerca— Me encojo de hombros, sin estar segura de lo que quiere de mí y ya distraída por la lenta caricia de su mano, trazando ligeros círculos en mi estómago a través de mi vestido. —No lo sé. No les importa nada— —Bien— La voz de Emiliano es baja. Hipnótica. Su mano se eleva. —Están completamente absortos en si mismos. Disfrutan como quieren— Su mano se cierra alrededor de mi pecho, apretándome a través de la tela. —Em…— empiezo a decir, intentando apartarme, pero me mantiene inmovilizada allí, atrapada contra el balcón. —¿Qué pasa, Gorrión? — pregunta, sonando divertido. Me pellizca y me hace rodar el pezón, y me estremezco por el placer del gesto, pero, aún así, todas las luces están encendidas y el balcón de hierro forjado no ofrece ninguna protección. Estamos a la vista de cualquiera que levante la vista. —No podemos— digo de golpe, girando la cabeza para intentar mirarlo. —La gente verá— La expresión de Emiliano es totalmente tranquila. Casi distante. —¿Ver qué? — —Verte tocándome— jadeo de nuevo, mientras continúa palmeando mis pechos, que siento hinchados y doloridos en sus manos. —¿Y qué? — dice Emiliano, inclinándose para dejar un beso lento y caliente en mi cuello. —Que vean— Me estremezco. ¿No pude querer decir…? Pero puede. Y lo hace, mientras una mano continúa apretando y jugando con mis pechos a través de mi vestido, la otra mano de Emiliano se mueve más abajo. Baja por mi cuerpo. Me tenso. —Emiliano…— —Silencio. Se que ya estás mojada para mi— Emiliano me da una caricia posesiva a través de mi vestido, justo entre mis muslos. Reprimo un gemido. —Si, es cierto. Mojada y goteando para mí. Porque te excita, ¿no? La idea de que te toque aquí, delante de todos…— Jadeo en busca de aire, sitiándome mareada. Abrumada. —No— respondo, pero mi voz es apenas un susurro. —Si— Emiliano me acaricia de nuevo, y no puedo evitar arquearme contra su mano, necesitando más. —Te veo, Amina. El rubor de tus mejillas. El temblor de tus rodillas. La forma en que ya estás jadeando, necesitando que te frote ese dulce clítoris y haga que el dolor desaparezca— Ni siquiera intento negarlo esta vez, simplemente hundo la cabeza contra su pecho, cerrando los ojos mientras desliza su mano por debajo de mi falda y aparta mi ropa interior. Se que resistirme es inútil. Lo único que puedo hacer es hundirme en el placer e intentar olvidar donde estoy. Pero Emiliano se detiene. —No— me regaña, con frialdad. —No puedes esconderte. Abre los ojos. Ábrete más para mí. Eso es— Aturdida, hago lo que me dice, mirando la fiesta de nuevo mientras los dedos perversos de Emiliano comienza a trabajarme, frotando mi clítoris en círculos rápidos y dulces debajo de mi vestido, justo aquí para que cualquiera lo vea. —Mírate, con las piernas abiertas, tan mojada y lista para mi— reflexiona Emiliano con aire de suficiencia. —Mi buen gorrión. Ahora todos pueden ver lo buena chica que eres— Me estremezco de calor y humillación. Oh, Dios, ¿Qué estoy haciendo? Me agarro de la barandilla del balcón, mis piernas débiles mientras Emiliano continúa con su dulce y provocador tormento. —¿Cómo se siente saber que alguien podría verte así? — pregunta, su tacto cada vez más áspero. Mete un dedo dentro de mí, y luego otro y tengo que contener un grito desesperado de alivio ante la fricción espesa y abundante. —Así es, cariño, gime para mi— Aprieto los labios. No. No puedo emitir ningún sonido. Nadie nos ha notado todavía, pero si me oyen… El pensamiento me arde en las venas, de alguna manera haciéndome aún más excitada con una vergüenza retorcida. —Que imagen tan bonita les das— Emiliano continua con sus palabras oscuras, ardientes en mi oído. —Dios, debería vender entradas. Tú, jadeando aquí con la falda levantada y mis dedos enterrados en tu coño. Pero te encantaría, ¿verdad? Harías lo que yo quiera, cualquier cosa para sentir lo que solo yo puedo darte— Su pulso es intenso dentro de mí, su palma rozando mi clítoris, y no puedo evitar el sollozo de necesidad que sale de mis labios. Es absorbido por la música, pero Emiliano lo liano. Me folla con sus dedos de aire. —Eres mía. Y sabes que fuiste hecha para esto, nena. Fuiste hecha para servirme. Recíbeme. Se mi puta chica buena— Si Algo en mi se desbloquea, una oleada de alivio y placer que me hace cojear en sus brazos mientras las manos dominantes de Emiliano controlan mi cuerpo, mi respiración, llevándome al borde del olvido. Ahora solo soy una pasajera voluntaria en mi propio cuerpo, totalmente libre, y todo lo que puedo hacer es aferrarme a la barandilla y y yaceptar el placer que crece cada vez más… Y entonces miro a la multitud y veo una cara levantada, observándonos. Observándome, tal como lo dijo Emiliano. Con las piernas abiertas y sus dedos en mi coño mojado, mientras reclama a su buena niña para que todos la vean. Oh, Dios mio. El placer me recorre, incontrolablemente, y llego al clímax con un grito. ¡Mierda! Es absolutamente, la oleada de éxtasis ahogándome en sensaciones hasta que me quedo tambaleándome, sin aliento. Emiliano me suelta lentamente, sosteniéndome mientras jadeo y me estremezco con las réplicas del orgasmo más intenso de mi vida. —Shhh…tranquila, cariño— Me alisa el vestido de nuevo y me gira para que lo mire. Todavía tengo los ojos somnolientos y tambaleándome mientras observa mi aspecto sorprendido y desaliñado. El triunfo en sus ojos es como un balde de agua fría en mi cara. Gano. Hice todo lo que me exigió Y me encantó. ¿Cuánto más me presionará? ¿Y cuánto más rogaré? —Es hora de ir a casa— dice, con un tono travieso en su expresión. —La noche aún no ha terminado—
Lectura gratis para nuevos usuarios
Escanee para descargar la aplicación
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Autor
  • chap_listÍndice
  • likeAÑADIR