Taylor tenía vendas en ambos ojos cuando la llevé a casa. Tenía un Uber esperándonos. La acomodé en mi sofá y le sugerí que intentara echarse una siesta antes de cenar. Debía mantener los ojos cerrados y las vendas puestas hasta la mañana. Se relajó, aunque no estaba seguro de que durmiera. Preparé la cena. La hice sencilla para que pudiera comer sin ver su plato: sándwiches de queso a la plancha y papas fritas.
Mientras comíamos, le pregunté a Taylor por sus padres y su hermana, una hermana a la que adoraba y que aún vive cerca de casa de sus padres. Taylor me deleitó con descripciones e historias sobre Faye, su madre; Don, su padre; y Charlotte, a quien describió como su hermana menor. Por alguna razón, pensé que Charlotte era una adolescente avanzada.
Su padre era mecánico y nunca tuv
