ZOE No sabía qué pensar de este hombre, mi cuerpo lo hacía por mí porque la vúl**va me palpitó al ver sus ojos cargados de lujuria. Me veía de una manera tan. . . sensual, que provocó que mis piernas se frotaran debajo de la mesa. Dios, qué guapo era, pero ni toda la sensualidad y la masculinidad que ser tan dolorosamente emanaba, iba a dejar que le pusiera las cosas fáciles. En realidad quería el acostón, pero tenía que estar segura de que las cosas se dieran bien y no arrepentirme de ello. La servilleta era de lino, blanca y perfecta. Era una pena arruinarla con una provocación necesaria, pero era mi tesorito lo que estaba en juego. Nikolai me observaba con esa mirada que no sabías si era deseo o amenaza. Esa mirada que decía te quiero desnudar o despedir, todavía no decido cuál pr

