ZOE No podía decirle nada ¿O sí? Sus palabras sobre que había personas que no entendían cuando algo se acababa resonaban una y otra vez como ensayo de coreografía. Odiaba que me temblaran las piernas con él estando presente. No quería que pasara porque mientras mi mente se negaba rotundamente a decir no, mi cuerpo se aferraba a sentir algo por él. No quería perder la razón. Si el infierno tenía una sucursal, era mi oficina. El murmullo se sentía distinto desde lo que pasó. Ya no eran simples chismes; eran cuchicheos con carcajadas disimuladas. Y lo peor era que, en cuanto yo entraba, todo se apagaba. Esa clase de silencio que no se siente por respeto, sino por hipocresía. Apreté los dientes y traté de concentrarme en la pantalla. No le pude decir nada a Nikolai sobre lo que había pas

