ZOE
— Sí, sí acepto el trabajo. —Mi voz salió más baja de lo que esperaba, apenas un hilo entre el zumbido de los coches afuera y el tic nervioso de mi pie golpeando el suelo.
El silencio al otro lado de la línea fue corto. El reclutador sonaba satisfecho, casi demasiado satisfecho. Me había visto en la obligación de acudir a esa oferta de trabajo que había recibido por parte de uno de los vecinos de mi tía Mirta, nada más cumplir los dieciocho.
Ramiro, el reclutador, siempre me decía que aunque ser mesera en el Sports Club sonaba a ser algo denigrante, la verdad era que no necesitaba acostarme con los clientes. "Lo único que tienes que hacer es vestirte linda y meserear. Los clientes te darán buenas propinas".
Siempre me había negado, pero la vida muchas veces era una perra y ahí me
