ZOE El olor a pan tostado y carne a la parrilla me golpeó apenas crucé la puerta del restaurante, y mi estómago se emocionó porque esa noche recibiría comida de verdad. Esteban ya estaba ahí, sentado en una de las mesas junto a la ventana, con dos vasos de refresco y esa sonrisa que siempre parecía recién planchada. — Zoe, llegas justo a tiempo. —Me saludó, poniéndose de pie y apartándome la silla como si estuviéramos en una cita de película romántica de bajo presupuesto. — Lo siento, el tráfico. —Mentí. En realidad, me había quedado varios minutos afuera, dudando si entrar o no. De verdad no era honesto salir con alguien solo por una comida gratis, pero mi hambre me estaba venciendo. El restaurante tenía esa iluminación cálida, amarillenta, que hacía que todo se viera más acogedor. L

