16: El Legado Hathaway

1863 Palabras
Maxwell. No puedo pedir más para ser feliz, porque ya lo soy, inmensamente. Hace solo unos días, recibí mis nuevos documentos de identificación; ahora soy un Hathaway. Que mi King me reconozca y me otorgue su apellido es un gesto de una magnitud magnífica. Ya no soy un "sin nombre" ni un "huérfano"; sé que, a partir de ahora, quien sepa quién soy no tendrá la oportunidad de juzgarme. Quien lo intente, seguramente enfrentará algo más que un simple castigo. Palabras textuales de King y Jehane, y sé que lo dicen en serio. —Te ves diferente —comenta un compañero a mi lado en la cafetería. —Quizás es porque tiene dos parejas, debe ser un trabajo difícil —dice otro, riendo. Mis amigos de la facultad conocen mi relación, pero ignoran la identidad de King, pues él prefiere no salir del coche cuando viene a buscarme y yo he mantenido su nombre en secreto. —Deberías verte devastado —insiste el primero—. Es increíble que te veas tan bien. Río un poco, tratando de mantener la compostura. —Tener dos parejas no es agotador, mucho menos si todos nos dedicamos la misma atención. —No queremos saber qué clase de atención se dan para verse de esa manera —bromea el tercero. Sin duda, la atención que nos damos es inigualable. Jehane es puro fuego, insaciable y siempre activa. Aunque por obvias razones es ella quien lleva la voz cantante en el sexo, se ríe, se burla y nos provoca para que la tomemos con más fuerza y pasión. Félix, en cambio, es dulce y cariñoso, con miradas suplicantes y las mejillas sonrojadas. Con King y conmigo es un chico tierno que recibe con gratitud todo lo que sus amantes le ofrecen. Pero con Jehane se vuelve completamente diferente, dejando ver una faceta de deseo mutuo y exploración. Y King... él es un gigante. Nunca imaginé ser el sumiso en una relación, pero con King me tocó, y vaya que lo disfruto. Bajo su dominio comprendo a Félix; simplemente recibo con gusto todo lo que me da. King es un sádico extremo: nos amarra, nos tortura un poco y hasta nos prohíbe el orgasmo. Es un sexo doloroso, sí, pero siempre está cargado de pasión, necesidad y una explosión de sentimientos. Más allá de mi propio placer, adoro ver cómo se entregan por completo entre ellos. Me obsesiona ver a King dominar a Jehane, haciendo que pierda el control. Adoro cómo transforma a Félix, volviéndolo sumiso, necesitado de atención y desesperado por ser besado y poseído. Y la conexión entre Félix y Jehane es una escena hermosa, llena de ternura, amor y las preguntas preocupadas de Félix. Es simplemente magnífico. Aparto esos pensamientos para concentrarme en el presente. Recojo mis documentos; debo ir a Recursos Humanos para actualizar mi información y obtener mi nueva identificación. Me encuentro en el hospital donde hago mis labores sociales, mi pasantía como aprendiz. —Maxwell —me llama la secretaria de mi ex suegro, con un tono que no presagia nada bueno—. El director desea hablar contigo ahora mismo. Dejo los documentos; tendré que ir más tarde. Sigo a la secretaria hasta la oficina de la máxima autoridad del hospital, el señor Davies. Está en su escritorio, revisando unos papeles, y deja de hacerlo cuando nota mi presencia. —Señor Davies, ¿Ordenó llamarme? Aunque terminé mi relación con su hija hace tiempo, él no había tomado represalias, y esta es la primera vez que me llama a una reunión privada. —Así es, Maxwell. Tengo cosas que decirte. —Se levanta con una expresión de frialdad. —Sé que terminaste la relación con mi hija hace un tiempo. Ella me lo comentó. La verdad, me sorprendió que fueras el único que duró tanto con ella; créeme que conozco bien a mi adorada hija, y sé por las cosas que tuviste que pasar. Por eso, no me importó esa ruptura. Creía que un chico inteligente como tú no merecía una persona como mi hija, así que lo ignoré. —Saca algo de un cajón de su escritorio. —Pero hace poco me enviaron esto, y de verdad, no lo puedo ignorar. —Arroja sobre el escritorio una serie de fotografías mías con Jehane y Félix, tomadas sin nuestro conocimiento. —Dejaste a mi hija para meterte con esta chica... y no solo con ella, sino también con el joven Dowey. Me mantengo firme, negándome a doblegarme. —No dejé a su hija por ellos, la dejé por mi propio bienestar. —¿Por tu bienestar? ¡Tu bienestar era complacer a mi hija hasta que ella se cansara de ti! —grita con la voz cargada de rabia e indignación—. Eres una decepción. Yo, que tanto te veneraba por tu inteligencia y dedicación, pero te metiste en una relación polígama, ¡y además eres un marica! No necesito a personas tan asquerosas y moralmente inferiores como tú en mi hospital. No me importaba que fueras huérfano, pero deshonraste el orgullo de mi hija metiéndote con un hombre. Deshonraste mi confianza. —Está claro que me desprecia —respondo con dignidad, aunque siento un temblor interno—. Pero no haré nada más que seguir con mis parejas. El señor Davies sonríe con malicia. —Pero yo sí haré algo. Quiero que recojas tus cosas y salgas de este lugar inmediatamente. Y por cierto, te aseguro que ningún hospital querrá tenerte. Me encargaré de que tu vida sea tan miserable y patética que te arrepentirás de haberte cruzado con el apellido Davies. —Haga lo que quiera. Ni su hospital ni usted me quitarán mis años de estudio ni mis esfuerzos por seguir adelante —contesto antes de dar media vuelta y salir de su oficina, con el corazón latiendo a mil por hora. Respiro hondo, tratando de tranquilizar la tormenta que hay dentro de mí. Acabo de perder mi oportunidad de estar en un hospital de prestigio, y por la amenaza, todas las demás oportunidades profesionales. No me arrepiento de nada; tengo a mis parejas. Pero sé que si les cuento esto, King no dudará en ir a buscar al señor Davies y hacerlo pagar de una forma desmedida. No deseo venganza, pero es indignante perder mi futuro como doctor por culpa de un hombre que, con su influencia, de seguro esparcirá rumores falsos para vetarme de la profesión. Me sobresaltan unos golpes suaves en el vidrio: es King, mirándome con una expresión de profunda confusión desde la entrada de su mansión. —Amor —salgo rápidamente del auto. —¿Qué sucede? Llevas más de diez minutos plantado dentro del coche —su tono es de preocupación. No me había dado cuenta de que había llegado y me quedé allí, en la quietud del auto. King es tan atento que no dudó en salir a ver qué pasaba. —Estoy cansado, tuve un día difícil —miento, dudando si es buena idea contárselo. No quiero cargarle esta molestia. King no hace más preguntas, solo entramos a la casa. Soy recibido inmediatamente por dos cuerpos cálidos: Jehane y Félix. —Mis padres se fueron de viaje, así que aprovechamos para quedarnos aquí con ustedes —dice Félix. —Eso es maravilloso, mi amor —beso sus labios, mientras Jehane me ayuda a quitarme el abrigo. Pero no solo el abrigo fue quitado; el resto de la ropa también, y en pocos segundos estamos en la habitación de King, compartiendo risas y caricias lujuriosas. El contacto físico es la distracción que mi mente necesitaba urgentemente. —Max —Jehane me mira directamente a los ojos, con una intensidad que me desarma—. Eres increíble. Penetro con más fuerza al escuchar su voz. —Tú lo eres más, preciosa. Nada de esto sería posible si no hubiera sido ella quien nos unió. A nuestro lado, Félix y King se entregan el uno al otro. El cabello de mi artista está esparcido por la almohada, sus mejillas enrojecidas y sus ojos ligeramente llorosos, mientras un King descontrolado hace lo que quiere con una intensidad que no llega a lastimar. Estoy obsesionado con ellos, tanto que a veces siento ganas de pedirles que no salgamos nunca de esta mansión, que nos quedemos aquí por siempre, sin ninguna distracción del mundo exterior. Tanta acción nos deja hambrientos. Ahora Félix y Jehane están en el sofá comiendo los bocadillos que el primero preparó. King y yo estamos en la cama, yo recostado sobre su pecho mientras él acaricia mi cabello. Miramos a nuestros chicos, que disfrutan de la comida. Ambos visten batas de seda, pero Jehane la lleva abierta con descaro, mientras que Félix se envuelve, dejando ver solo un poco de su clavícula. —¿Ahora sí dirás qué es lo que te ocurre? Miro a mi hombre silencioso, sorprendido. —¿Cómo...? —Sabemos cuando tienes algo, mi amor —dice Jehane, girándose para vernos—. También vimos cómo estabas encerrado en el auto. Me siento con cuidado, sin saber cómo contarles sin que tengan ganas de cometer un asesinato. —He sido despedido... o mejor dicho, ya no podré conseguir una oferta en ningún otro hospital. —¿La razón? —El tono de King es helado y me provoca escalofríos. —Mi ex suegro y dueño del hospital donde hacía mi pasantía se enteró de que terminé con su hija por ustedes. —Miro mis manos, que no dejan de frotarse por el nerviosismo—. No quiere a alguien como yo en su hospital y juró que se encargaría de que no consiguiera otra oportunidad en ningún otro lugar. Un silencio torturador se instala. Nadie habla. Están molestos, lo sé, y el aura de King se siente más denso y pesado de lo acostumbrado. —No quiero que hagas nada, mi amor. Sabía que esto podría suceder y no me importa; puedo hacer otras cosas, no solo soy bueno en la medicina —digo rápidamente, intentando calmar la situación. —¿No lo comprendes? —King se levanta, su voz baja y peligrosa—. Ese maldito viejo destruirá tu vida, tus años de estudio y tus esfuerzos. No dejará que trabajes en otro lugar, ni siquiera como camarero. Me encojo en mi sitio. —Solo no quiero que hagas una locura. No quiero que tengas problemas. —Maxwell —odio que diga mi nombre completo con esa intensidad—. Ahora eres Maxwell Hathaway, mi pareja, nuestra pareja. Si quieren meterse con un Hathaway, también deben soportar las consecuencias. No haré nada grave. Solo le dejaré ver al puto mundo que nadie se mete contigo o con los chicos. —Toma mi brazo con fuerza, sin lastimarme, pero con firmeza absoluta—. ¿Te quedó claro? Nadie debe humillarte, y mucho menos manchar tu honor. Me escondo en su cuello, buscando refugio. —Lo entiendo, mi amor. Siento cómo Jehane y Félix me abrazan por la espalda, dándome consuelo y apoyo inquebrantable. Sé que King no se quedará de brazos cruzados, y por primera vez, me siento aliviado de no tener que llevar esta carga solo.
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