Iván
—La palabra perfecta para el momento perfecto —gruño, comprobando que Rock no haya roto mi mandíbula.
—Cállate, sapo. —El corpulento hombre de color me golpea nuevamente, de reojo veo como la hermosa, pero tonta chica, se estremece.
No sé si reír o echarme a llorar por las ironías de la vida.
Hace unos segundos, cuando me trajeron arrastrado a este baño y Rock me preguntó cuál era mi último deseo antes de morir, le dije que ver un exquisito par de tetas iguales a las de su esposa para morir feliz.
Fue un comentario estúpido de mi parte y por eso me gané su puño en mi boca, pero lo dije y un respiro después, una impresionante chica entró con el par de tetas más sorprendentes —incluso mejores que las de Sasha, la esposa de Rock— que he visto en mi vida.
Es una lástima que no vaya a poder ver lo que hay debajo de ese vestido rojo.
—¿Tú crees? —replica la chica, sorprendiéndonos a todos. Está muerta de miedo y aun así, se las ingenia para responder con altanería—. Eh, ¿chicos? —dice. Resoplo y me gano una mirada de muerte de su parte. Chicos no somos, especialmente Rock que es un jodido muro—, no sé qué demonios está pasando entre ustedes, pero estoy lo suficientemente ebria como para no recordar nada el día de mañana.
—No me digas —se burla Pedro, el otro idiota. Aníbal contempla con apreciación el cuerpo de la chica.
—Lo juro —responde y finge tambalearse en sus pies. Muerdo mi mejilla para evitar reírme de su patético intento—. ¿Ves? —murmura, observando con atención el arma que apunta a su muy bonito rostro—. Mañana no recordaré nada de lo que está sucediendo aquí. —Se mueve hacia un lado, hacia la puerta—. ¿Quién tiene un arma? Nadie, ni siquiera veo bien sus rostros, todo está borroso y...
—¿A dónde crees que vas? —gruñe Aníbal, sobresaltándola.
—Uh, ¿afuera?
—No lo creo. —Toma a la chica del brazo y la empuja hacia donde estoy.
—¿En qué íbamos? —pregunta Rock.
—En qué las tetas de tu esposa son increíbles, pero, llegó está señorita —Señalo con mi boca a la chica que obligan a arrodillarse a mi lado—, y puso en duda esa afirmación.
—Hijo de puta —gruñe—, deja de hablar de mi esposa.
—¿Por qué? todos aquí hemos estado obsesionados con su parte delantera. ¿Recuerdas lo que me dijiste la noche pasada Aníbal, cuando llevaba esa blusa escotada verde?
—¿Qué demonios? —Rock se aleja de mí para enfrentar a Aníbal.
—Sólo dije la verdad. —El rubio se encoge de hombros, imperturbable ante la pared de músculos que se acerca a él—. Que está hermosa, caliente y... tiene buenas tetas.
El grandote lo fulmina un momento para luego sonreír y murmurar—: Tienes razón, mi mujer tiene el jodido mejor par de tetas.
—Tenía —murmuro por lo bajo, pero aun así, logra escucharme—. La chica —silbo—, impresionantes.
—Idiota —sisea la morena logrando acomodar sus desnudas rodillas en el suelo.
—Es cierto —Está de acuerdo Rock—, la chica tiene lo suyo. Que desperdicio.
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Van a matarme? —chilla entrando en pánico.
—Sí —respondo—. No debiste entrar aquí.
—¡Iba a estallarme la vejiga! —grita, volviendo su rostro hacia el mío. Es realmente hermosa. Como dijo Rock, que desperdicio.
—Era mejor eso que aparecer mañana, con un agujero en la cabeza.
—Oh Dios mío. Juro que no diré nada, me iré y jamás me cruzaré en su camino —llora, mira frenética a los tres asesinos delante de ella y suplica—, por favor. Estoy demasiado ebria para recordarlos, por favor. Déjenme ir.
—¿A quién primero? —pregunta Rock con una sonrisa, disfrutando la situación de la chica.
—A ella... ¡Ouch! —gruño. La chica acaba de golpearme. Me vuelvo hacia ella y la fulmino.
—¿Por qué yo primero? —sisea levantando su mano. Observo con atención, el zapato alto que sostiene. Eso fue lo que me golpeo en la cabeza.
—Porque, no querrás ver mis sesos por ahí regados. Mueres primero, te vas con una imagen limpia.
—Ese es el argumento más estúpido —refuta, mira a Rock, perdiendo todo su acto de damisela en peligro anterior—. Mátalo primero a él.
—Primero las damas. —Me gano otro golpe en mi cabeza—. Oye, cálmate ¿quieres?
—No me pidas que me calme en una situación como está, y... no seas un estúpido sexista ahora. Tú deberías morir primero, al fin y al cabo, eras su objetivo antes.
Reprimo una de mis sonrisas. —Eres cruel.
—Bien —interrumpe Aníbal—, mataremos primero al sapo.
Rock acerca su arma a mí, suspiro y levanto mi mirada hacia sus fríos ojos. Si voy a morir, lo haré como un hombre.
—¡Espera! —grita la chica antes de que el arma sea disparada.
—¿Ahora qué? —brama Rock.
—Creo que voy a vomitar —dice. Su rostro se torna verde y se encorva en el piso.
—Te dije que lo mejor era ir por ella primero.
—Cállate estúpido. Oh Dios, todo da vueltas —susurra. Aníbal y Pedro contemplan con horror a la chica, esperando que expulse sus fluidos en todo el lugar. Rock suspira y pone sus manos en su cadera.
—Llévala al lavado —ordena Aníbal a Pedro—. No quiero terminar lleno de su mierda.
—Tengo ganas de vomitar, no de hacer del dos, pendejo.
Eso sí que me saca una carcajada. La chica se vuelve hacía mí y me da una mirada que he aprendido a interpretar con los años...
Oh mierda. Ella va a hacer algo.
Ruedo los ojos y niego sutilmente con la cabeza. Somos dos contra tres enormes asesinos armados ¿Qué oportunidad tenemos?
Pero ella no ha sido expuesta tanto como yo a la muerte, y no ha sido entrenada para estos casos. En su mente, la chica cree que tiene oportunidad de escapar, su mente se lo grita, su instinto de supervivencia lo clama. Yo, yo he estado en esta situación muchas veces, y esta vez estoy seguro de que no saldré vivo de ella.
—Uhg. Creo que... —balbucea y corre hacia el lavado más cercano a la puerta. Pedro trata de apartarse de su camino antes de que pueda ser un objetivo de su boca. Pero justo cuando ella está por alcanzar el lavado se gira hacia la puerta y hace evidente su verdadera intención.
—Ven aquí perra —grita Pedro. La chica se aferra al pomo mientras el hombretón la hala con fuerza.
—¡Suéltame hijo de puta!
Patalea y gruñe, para ser una mujer pequeña, tiene aguante y fuerza. Pedro no logra desprenderla de la puerta y terminan por entre abrirla entre ambos. Aníbal debe unirse para poder someter a la chica, y entonces, es ahí cuando veo mi oportunidad.
Ella lanza su zapato, que estaba aferrado a su mano hacia atrás, golpeando el rostro de Aníbal y haciéndolo tambalear, el rubio maldice y se agarra la nariz, donde el tacón lo ha lastimado. Rock se distrae un segundo y ese lapso de tiempo es el que aprovecho para levantarme y arrojarme sobre él.
Su cabeza golpea el suelo con fuerza. Lo tomé por sorpresa y logro derrumbarlo, el peso de su cuerpo aumenta la velocidad de la caída y la intensidad del golpe. Tomo su muñeca y la apaleo con fuerza contra el suelo para que suelte el arma, cuando lo hace me lanzo por ella y la tomo, golpeo su rostro con la cacha del arma tres veces, antes de dejarlo inconsciente.
La chica acierta otro golpe contra Pedro, Aníbal se lanza por mí y me derriba en el piso, su arma apunta mi estómago y la mía su rostro.
—Atrévete hijo de puta —gruñe. La sangre del rayón que el zapato de la chica causó en su mejilla, gotea hacia mí.
—Tú primero —replico. Alguien gruñe, probablemente Pedro, pero ninguno se vuelve hacia la pelea de la chica y el grandote. Hay demasiado entre nuestras manos.
—Maldita perra hija de puta —brama Pedro y luego se escucha el golpe de carne con carne. La chica jadea y por mi vista periférica la veo caer de culo.
—Animal, no te la pondré tan fácil. A ver rinoceronte, ven por mí —gruñe arrastrándose debajo de los lavados.
—Acaba con ella de una vez por todas —ordena Aníbal. Necesito hacer algo pronto o Rock despertará y nuevamente estaremos en desventaja.
—¡Ven aquí puta!
La chica resopla mientras Aníbal y yo nos levantamos apuntando el uno al otro. —¿Por qué no mejor me ofreces un viaje a las Bermudas? Tal vez me anime a salir de aquí.
Medio sonrío por las réplicas listillas de la chica. Es un caso aparte esta mujer. Mis ojos quieren ver la escena que se desarrolla entre ella y Pedro, pero tengo un arma apuntando hacia mí, no puedo distraerme ahora.
—No importa, voy a dispararte de todas formas. —Escucho el seguro del arma y luego un pop, seguido por varios golpes y un crujido que me eriza la piel.
El primero en disparar su arma es Aníbal, su instinto le ordena eso, el mío, me pide que lance mi cuerpo hacia un lado primero y accione mi arma después. Error para él, acierto para mí.
La bala impacta en mi brazo, quema pero no me desangraré como sí lo hará Aníbal. El disparo ha acertado en su pecho, justo sobre su corazón. Mi cuerpo golpea el suelo, intento dejar mi cabeza erguida y evitar el golpe. Aníbal cae a mi lado y cuando otro disparo es accionado, espero la quemazón de nuevo... no llega.
Vuelvo mi cabeza hacia la puerta y mis ojos se abren por la visión que encuentro.
La chica está sobre el cuerpo de Pedro, arma en mano.
—Creo que lo maté —susurra.
Dirijo mis ojos hacia el cuerpo inerte de Pedro y la mancha de sangre que se impregna en su ropa. Sí, le ha dado.
Hora de irnos.