Adiós a la ducha fría mental

2383 Palabras
NOAH El sol de la mañana no hace nada para borrar mis pensamientos impuros sobre Lila. Durante todo el viaje al campus esta mañana, no puedo evitar que mi mente repita pensamientos de haberla conocido en la fiesta del fin de semana. La forma en que había tomado el control, prácticamente diciéndome que iba a ser su novio falso, en lugar de preguntarme si podía. Había sido bastante lindo, y ahora, incluso sin saber apenas nada sobre ella, de alguna manera ya estoy enamorado de la misteriosa chica de cabello oscuro y ojos serios. Apenas me había recuperado de mi última relación y ahora aquí estoy, suspirando por alguien a quien probablemente nunca volveré a ver. Esta es una universitaria de diez mil estudiantes. Nunca llegamos a discutir su programa de estudios antes de que me catapultara de cabeza a la lujuria con ese beso. Las probabilidades no están a nuestro favor. Y, si, ella es una estudiante, así que probablemente no debería haberla usado como material para un maratón con mi mano todo el fin de semana, pero lo hice. Demándenme, demonios. Era hermosa, pequeña, nerviosa y encantadora. Los hombres habían escrito diez sonetos sobre mujeres menos llamativas. Pase todo el fin de semana tratando de escribir con la cabeza llena de ella y una erección seria. Pero hoy es el primer día de clases, lo que significa que mi mañana estará ocupada por reuniones con cada uno de los nuevos estudiantes de posgrado, así que habrá poco tiempo para pensamientos impuros. De vuelta al trabajo, por así decirlo. Cuando llego a mi oficina, cierro la puerta inmediatamente, como si alguien pudiera ver en mis ojos que mi mente está en cualquier otra cosa menos en mis reuniones matutinas. Cálmate, Noah. Aparentemente, mi mamá tenía razón. Pero no es mi aura la que esta descontrolada, es un apéndice mucho mas al sur. Lástima que no hubiera mucho tiempo para ponerla en forma. Sin juego de palabras. Nunca antes un solo beso me había jodido la cabeza tan mal. Y no estaba seguro de que esperaba de Lila cuando se acercó, pero desde el primer momento en que abrió la boca y habló, supe que era diferente. Su voz no es aguda ni femenina, a pesar de que su figura es pequeña y delicada. En cambio, su tono era más profundo de lo que esperaba, casi áspero y seductor. Me gusto de inmediato. Podría haberla escuchado hablar durante horas, recitar a Tolstoi, o el maldito alfabeto, para el caso. Solo quería estar cerca de ella. No había querido salir esa noche en absoluto, especialmente no a una ridícula fiesta de barril donde estaba cuidando al hermano de mi amigo, pero todo cambió en el momento en que Lila se me acercó con su interesante propuesta. Y, por supuesto, yo estuve muy feliz de seguirle la corriente. Fue fácil hablar con ella; charlamos sobre una amplia gama de temas, desde el darwinismo hasta nuestros autores favoritos, y ambos coincidimos en que el concepto de tener un libro favorito era la idea más absurda que jamás habíamos escuchado. Sus ojos se iluminaban cuando hablaba, sus labios se crispaban cuando se emocionaba; era fascinante. Una sonrisa se dibuja en mis labios, recordando como admitió que le gustaba escribir romances de vampiros para adultos jóvenes, y luego me amenazo con matarme si alguna vez se lo decía a alguien. Me había sentido lo suficientemente inspirado como para admitir mis primeros y atroces intentos de escribir mala ciencia ficción cuando todavía estaba en la preparatoria. Lila se había reído, sus ojos brillando sobre los míos. Un golpe en la puerta interrumpe mi memoria. Miro mi reloj: 8:50. Mierda. No estoy seguro de si estoy impresionado o molesto por la llegada temprana. Podría haber usado esos diez minutos adicionales para prepararme para la reunión, o al menos, tomarme una ducha fría mental repasando mis planes para el día. Cojo la pila de papeles que ya se acumulan en mi escritorio. ¿Quién es este estudiante? Un poeta en el programa de maestría al que estaré asesorando. Ni siquiera me había tomado el tiempo de revisar el archivo. Da igual. Estaré bien. Salgo de detrás de mi escritorio y abro la puerta. –Buenos dí…as…– mis palabras se mueren en mis labios. Es Lila. Un calor me recorre la espalda, una mezcla entre lujuria y miedo. La deseo, sí. ¿Pero realmente poder mantenerme objetivo y profesional trabajando junto a ella? ¿Quiero siquiera intentarlo? Sus ojos color verde se clavan en los míos de la misma manera que en la fiesta, pero esta vez, en lugar de verlos parpadear con interés, los veo abrirse de par en par con sorpresa. El color desaparece de sus mejillas cuando me permito echarle un vistazo rápido: viste de manera más informal que el viernes por la noche, con un par de jeans y una camiseta, y lleva un toque de brillo labial rosa que no puedo evitar imaginar manchado por todo mi pene. Ahí se va mi ducha fría mental por la ventana. –Lila– Su nombre en mis labios es un suave murmullo. Me aclaro la garganta para empezar de nuevo. –Dijiste que nos volveríamos a encontrar – si estaba destinado a ser… No añado esa última parte, ya estoy bastante seguro de que esas palabras iban a salir a morderle el trasero. Parpadea hacia mí, las manzanas de sus mejillas ahora son de un bonito tono que casi coincide con sus labios… Dios mío. Ahora están separados mientras inhala lenta y temblorosamente. –¿Entras? – Se queda clavada en el sitio. –Esto tiene que ser un error– –Lila Watson, estudiante de posgrado en poesía– leo en voz alta de la carpeta que me doy cuenta de que todavía está en mis manos. –Bienvenida al programa. Seré tu asesor– Tragándose un nudo en la garganta, Lila asiente lentamente y solemnemente me guió a través de la puerta de la oficina. –Toma asiento– Obedece, sentándose en la silla frente a mi escritorio mientras tomo lo que esta detrás. –Lo siento, pero tiene que haber alguien más con quien pueda trabajar– Sus ojos recorren mi oficina, negándose a volver a posarse en mí. Espero pacientemente hasta que vuelven a concentrarse en los míos. Eléctricos. Inmediatamente vuelve a mirar sus manos. Es la perfección. Esas suaves ondas de cabello y ojos color verde. Quiero absorberla. En cambio, me concentro en hacer algo útil, remangarme la camisa, ya que la habitación se ha vuelto repentinamente unos diez grados demasiado caliente. No puedo evitar notar la forma en que sus ojos se aferran a mis antebrazos, o la tinta que los decora. Varias citas, poemas cortos que he escrito, la prosa de mis filósofos favoritos garabateada en latín. Mis tatuajes son muy personales para mí de esa manera, y de repente me arrepiento de haber expuesto tanto de mí mismo. Soy el tipo de hombre que necesita tocar algo para entenderlo, pero en lugar de pasar las yemas de los dedos sobre las palabras, dejar que me arraiguen, quiero tocar a la joven mujer sentada frente a mi en un intento desesperado por comprenderla. Por supuesto, el contacto físico con los estudiantes no está en la agenda, así que hago lo siguiente mejor para intentar ser útil. Hojeo su archivo. Ya había ganado varios premios por su poesía, y algunas de sus piezas habían sido recogidas por algunas revistas literarias importantes. En este instante sé que tengo que ser yo: el otro asesor de su programa odia la poesía y es un imbécil de primera. Intento decirme a mí mismo que no tiene nada que ver con sentirme posesivo con ella, aunque la idea de que alguien más sea su mentor me hace querer golpear una pared con el puño. Decisión tomada me compongo. –Eres bastante una poeta muy impresionante, Lila, y yo soy el asesor de poesía con más publicaciones del personal– Dejo que su carpeta se cierre al encontrarme con su mirada de nuevo. –Parece que tú y yo encajamos perfectamente– Se mete el pelo detrás de la oreja y niega con la cabeza. –Simplemente no lo sé. Es decir, ¿Cómo se supone que vamos a trabajar juntos después de que prácticamente te rogué que fueras mi novio falso por una noche, y luego, bueno, ya sabes? – Y de ninguna manera va a salirse con la suya sin decirlo en voz alta. –¿Saber qué? – Pone los ojos en blanco. –El beso, Noah– –Fue un beso– digo, restándole totalmente importancia a lo que siento por dicho beso. Podría escribir una novela entera sobre ese beso. –Y no es como si te costó mucho convencerme para que te siguiera el juego y pusieras celoso a tu ex. Eres preciosa Lila. Pero, aún así, solo fue un beso. No voy a dejar que eso impida que trabajemos juntos– Cierra los ojos por un segundo y respira hondo. –De acuerdo– dice. –Supongo que podemos intentarlo– Esta vez, cuando extiendo la mano, me la estrecha. Finjo no sentir la piel de gallina subiendo por mi brazo. –Bueno, ahora que esto está resuelto, ¿podría convencerte de llevar esta conversación a algún lugar donde pueda tomar una taza de café? La taza que tomé antes no me sirve hoy– Lila ya había tomado su bolso antes de que yo pudiera terminar mi frase. –Me muero por un café– admite. –No soporto los lunes y podría volverme loca si no tomo algo de cafeína– –Café será– digo, acompañándola fuera de mi oficina. Nos decidimos por una cafetería a pocos pasos del campus. –La bebida corre por mi cuenta– digo, haciéndole un gesto para que tome asiento. –No tienes que hacer eso– Me encojo de hombros. –Considéralo una bienvenida al programa. –¿Qué te gustaría? – Frunce el ceño, pero no se opone. –Solo café, por favor. n***o– Pido una taza grande de café para cada uno y dejo una propina de diez dólares en el frasco para el buen karma. Lila ya se había acomodado en una mesa pequeña en el fondo de la cafetería. Me uno a ella, deslizando su taza por la mesa. –¿Es lo suficientemente grande para que pases el lunes? – Sonríe. –Tal vez después de la segunda o tercera recarga. Gracias– Asiento con la cabeza hacia el cuaderno que todavía tiene presionado contra su pecho. –¿Hay algo bueno ahí? – Se sonroja, deja el cuaderno sobre la mesa y lo abre por una lista de objetivos para el año. No son exactamente los poemas que espero, sino todo lo que ella busca lograr este año en Vanderburg. Es una hacedora de listas. Yo prefiero dejar las cosas que sigan su curso y ver donde termina, creyendo que el viaje es tan bueno como el destino. Pero disfruto escuchándola hablar, disfruto lo forma cohibida en que se mete el pelo detrás de la oreja, la forma en que dirige la conversación y, especialmente, la forma en que su cuello y pecho se manchan con destellos rosados las pocas veces que era lo suficientemente atrevida como para encontrarse con mi mirada atenta. Aún así, ansío ver su poesía. Ver sus palabras en la página, atrevidas y reveladoras como sé que serán. Me muero por saber sobre que escribe. Algo mundano como el cambio de las hojas del otoño, o algo serio como su relación con su padre, o algo romántico como enamorarse. Me pregunto si, después de la ruptura, su escritura se volvió oscura y taciturna, hablando desde un lugar con el corazón roto. Lo poco que se de ella, Lila es una chica seria, pero quiero saber si también tiene un lado más suave y romántico. Un lado imprudente. Mierda, no sabía que tenía interés en esta chica, pero quiero conocer todos y cada uno de sus lados, examinarlos a la luz de la luna. Estudiarlos al amanecer mientras se despierta a mi lado. Una vez que termino de leer todo lo que busca obtener del programa, habla sobre sus trabajo anterior y sus objetivos editoriales. Entiendo aproximadamente cada tercera o cuartar palabra, y más que nada estoy concentrado en ese brillo labial rosa y en pensar en ella despertando en mi cama con esa boca formando sonidos de placer mientras se corre. Demasiado para mantener la vida laboral y la vida personal separadas, pero no puedo concentrarme. –¿Verdad? – dice, soplando suavemente en su taza de café antes de tomar un sorbo. Mierda. había dejado de escuchar. –Perdona, ¿Qué fue eso? – –Dije que prometo que seré profesional en esto– dice, sonando como si estuviera tratando de convencerse a si misma. –Dijiste que tu también lo serás, ¿verdad? – No puedo evitar sonreír. –Dije que no dejaría que lo que pasó el viernes por la noche se interponga en nuestro trabajo conjunto. Te ayudaré a lograr tus objetivos de cualquier manera que pueda, pero no dije nada sobre mantener la profesionalidad. Somos adultos, Lila– Me mira con curiosidad. –¿Cuántos años tienes, por cierto? – –Veintinueve. Cumpliré treinta en marzo– como mi madre me recuerda constantemente. –No lo pareces– Asiento. –Me lo han dicho muchas veces– –Entonces, ¿no tienes esposa ni hijos? – Tengo la sensación de que espera que diga que no, o que no estoy listo o que no está interesado. Pero ninguna de esas cosas es cierta. –Todavía no. Pero espero que algún día pronto. ¿y tú? ¿Cuántos años tienes? – –Veinticuatro– dice en voz baja, sin dejar de mirarme. Asiento. Lo suficientemente mayor como para saber lo que hace. –Como dije, somos dos adultos. Con un montón de tensión s****l– –¿Un montón? – Pone los ojos en blanco. –Creo que ese es el termino técnico, si– Sus cejas se alzan con sorpresa. Tengo la sensación de que disfrutaré trabajar con Lila mucho más de lo apropiado.
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