CAPITULO 5

2910 Palabras
NIKKI -Cariño ¿Cuándo vas a venir a vernos? – La dulce voz de mi madre al otro lado del teléfono hace que el corazón me duela. Hui tan rápido de mi casa, que no les di tiempo de hacerme preguntas. No quería que supieran que su hija era una cobarde que tenía que salir corriendo porque su exnovio la había destrozado tanto que no tenía la fuerza de pegar nuevamente los pedazos. No quiero que sepan que salí de un infierno, que me habían destruido y me habían quitado las ganas de seguir viviendo. Tampoco quería que se decepcionaran cuando se enteraran que había perdido el deposito que mi padre me había dado para que montara mi academia de baile. Había perdido todo, y me sentía una completa inútil, alguien que no vale nada, tomaron todo lo bueno que había en mi y lo destruyeron hasta el punto de extinguirlo. -No lo sé mamá – Miento – Con el trabajo y los preparativos para abrir la academia no me queda tiempo. No me gusta mentirles a mis padres, odio hacerlo, pero no puedo mirarlos a los ojos y recordar todo el dolor, la decepción y la ira que ahora invade mi cuerpo. Tampoco quiero que Alan les haga daño. Miro las cicatrices que adornan mis muñecas, y las repaso con mi dedo índice. Luego con me levanto la blusa y miro las que adornan mi abdomen aquella que está tapada con el tatuaje de alas que tengo debajo de mis pechos. Me cuesta mucho mirarlas, son el recordatorio mi pasado, aquel del que quiero huir. Aquel con el que lucho cada día por olvidar. -Cariño desde que te fuiste, casi no te vemos, duras días sin llamar – A mi madre se le quiebra la voz y a mi se me arruga el corazón – Te fuiste sin más, no diste explicaciones y sé que debo darte tu espacio, pero me preocupo por ti. Los ojos comienzan a escocerse. Un nudo del tamaño de una pelota de béisbol se instala en mi garganta y tengo que hacer un esfuerzo por aguantar las arcadas que amenazan con devolver mi desayuno. -No es nada mamá – Sigo mintiendo, es todo lo que hago últimamente – Se me presentó una mejor propuesta acá y decidí tomarla, es solo eso. Y no llamó porque no me ha quedado tiempo, pero prometo que pronto iré a verlos. -Te echamos mucho de menos, tesoro – Puedo sentir el dolor en el tono de voz. Intento contener las lágrimas, intento que el corazón no me duela, como me duele. Quiero ser fuerte, quiero poder salir del hoyo en el que me encuentro, intento borrar el pasado, eliminar de mi mente cada recuerdo que me atormenta, pero no es fácil. -Yo también los echo de menos mamá. -Recuerda que; Nunca debes abandonarte cariño, siempre trata de quedarte con una pequeña chispa y no se la des jamás a nadie. Mientras la conserves siempre, podrás volver a encender el fuego que te caracteriza. Las lágrimas silenciosas comienzan a abandonar mis ojos, amo a mis padres, por eso me alejé de ellos, no quería que me vivieran conmigo este infierno, quiero que recuerden siempre a la hija que fui, y no en la que me he convertido. -Lo sé mamá – Intento no sollozar – Debo colgar, tengo que alistarme para ir a trabajar. -Te amamos mucho cariño. -Y yo a ustedes. Dejo el teléfono a un lado y camino hacia él espejo. Miro a la mujer que tengo en frente ¿Felicidad? Sacudo la cabeza ¿Quién diablos puede ser feliz en estos tiempos? Todos estamos rotos por algún motivo. El mundo se ha dividido por quienes están dispuestos a confesar su dolor y por lo que prefieren morir, pero jamás hablar de ello. ¿Yo? al parecer yo estoy en el segundo grupo, porque prefiero destruirme desde adentro antes que hablar de lo que me pasó. Lo intenté con terapia, pero no funcionó. Así que, solo tengo que aprender a vivir con ello. El dolor en algún momento se vuelve tu amigo, y aprendes convivir con ello. Camino desnuda hacia mi ducha, abro la llave y dejo que la fría agua golpe mi cuerpo, a mi mente viene aquellos momentos. -Eres solo mía, palomita – La voz de Alan se cuela en mis pensamientos – Siempre vas a ser mía. El día que quieras irte haré lo que sea para que te quedes. -Eso es algo posesivo Alan – Le sonrío. -Es la verdad. Nunca nos separaremos, estaremos juntos hasta que la muerte nos separe. Las lagrimas descienden por mi rostro y se mezclan con el agua, el pecho comienza a doler, el aire se escapa de mis pulmones, las paredes comienzan a cerrarse, y siento que me mareo. El estomago se me revuelve y tengo que aguantar la arcada que me invade. -Te voy a marcar, para que siempre recuerdes que eres mía – Es como si en ese momento estuviera drogada, la cabeza me pesaba, los ojos se me cerraban y mi cuerpo no me respondía – Yo también haré lo mismo, marcaré tu nombre en mi piel, para que sepas que yo también soy tuyo. -Solo déjame ir – Sollozo débilmente. -Nunca te iras de mi lado palomita – Es lo ultimo que escucho cuando la oscuridad se apodera de mí, cuando ya no puedo mantenerme despierta. Pasé días esposada a nuestra cama, días en los que no probé bocado, donde pocas veces me permitía tomar un poco de agua. Me mantuvo drogada hasta que pude escapar. El corazón comienza a latirme fuertemente, puedo sentir el sonido de mi sangre bombeando en mis odios, mi cuerpo comienza a temblar, las manos comienzan a hormiguearme, la cabeza me da vueltas y tengo que agarrarme el pecho porque el aire me falta. Quiero ser alguien normal. Quiero que esos recuerdos no me afecten. Las cicatrices me duelen, me arden y comienzo a mirarlas, Están sangrando nuevamente. No es real. No es real. Debo calmarme. Es solo un ataque de pánico. Inhalo y exhalo. Necesito que el aire vuelva mis pulmones, me abrazo como me recomendó mi terapeuta y comienzo a contar hasta diez. No pasa nada. Nada de esto es real. Soy fuerte, puedo con esto. Poco a poco el aire comienza a volver a mis pulmones, la respiración se me regulariza y el corazón deja de latir tan rápido. Cuando estoy mas calmada, cierro la llave del agua, tomo una de las toallas que tengo en una cómoda y me envuelvo en ella. Tengo que prepararme para irme al trabajo, ha pasado dos semanas. No puedo decir que me siento a gusto en aquel lugar, pero mi jefe ha sido bueno conmigo, ha entendido muy bien como trabajo. Hoy lo veré. Aquel hombre misterioso, aquella hermosa bestia de ojos verdes. Estos últimos viernes ha venido a verme bailar, luego pide un privado, se sienta y me observa con vehemencia, como si fuera la cosa mas bella que nunca ha visto, nunca me toca, siempre mantiene sus manos en los reposabrazos. Deja que yo le baile, y lo toque como quiera, me permite masturbarme con su pierna, me susurra al oído cosas en ruso, que no entiendo, pero que solo hace encender mas mi deseo. Siempre me pide que deje tocarme, pero aun cuando me siento protegida, segura con él, el pánico y la ansiedad no me lo permite. Lo que tengo claro es que cuando lo miré a los ojos hubo una comunicación entre dos infiernos, el de él y el mío. Él ha aprendido a domar a sus demonios, yo aun lucho por domar a los míos. Camino hacia mi armario, saco unos vaqueros negros, unas zapatillas deportivas, una camisa de lino de tiras, unas zapatillas deportivas, una campera y me dispongo a cambiarme. Cuando ya estoy lista, tomo mi bolso, mis llaves y salgo del pequeño apartamento en el que estoy viviendo, como llegué con poco dinero, me tocó mudarme a un barrio bastante peligroso. Salgo del edificio y camino hacia la parada de autobús. Me toca caminar unas cuantas cuadras, los callejones oscuros me ponen nerviosa, pero hago todo lo que puedo por no entrar en pánico. Cuando estoy por llegar a la para del autobús. Mi cuerpo se paraliza cuando veo a un hombre, vestido con vaqueros negros, un buso con capucha y pasa montaña caminar hacia mí, quiero correr, gritar, hacer algo, pero mi cerebro no responde. A mi cabeza se viene la imagen de Alan, su estatura es igual, su contextura también. No puedo verle el rostro y eso me aterra más. Me obligo a moverme, intento poner en funcionamiento mi cabeza, intento dar dos pasos hacia atrás, pero en menos de nada ya tengo al tipo encima de mí. -Eres muy hermosa – Su aliento pútrido golpea mis fosas nasales – Nunca había visto tanta belleza por aquí ¿Quieres divertirte conmigo? Las lagrimas recorren mi rostro. Otra vez no, por favor. Quiero decirle que se aleje, que se lleve lo poco que tengo, pero que no me haga nada. Y no puedo. Las palabras se niegan a salir de mi boca, el cuerpo me tiembla, el corazón me late con fuerza. -Te voy a llevar a lo oscuro y me voy nos vamos a divertir un poco. -N-no por favor – Logro modular, pero la voz me sale débil, sin fuerza. -No es una pregunta linda – Se burla – Solo me tomo el trabajo de contarte lo que haré contigo. Comienza a arrastrarme hacia el oscuro y solitario callejón, algo dentro de mi se enciende, es como un interruptor. Y comienzo a moverme. Debes escapar me grita mi razón. Ponte a salvo. Corre, no dejes que nos lastimen otra vez. Como puedo me suelto y le doy una cacheta. -Eres toda una fiera – Se burla, en menos de nada me agarra el cabello y me tira al piso – Pero yo soy bueno dominando a mujeres como tú. Siento una patada en mi abdomen, luego un golpe en mi mejilla izquierda. El sabor a oxido inunda mi boca, las lagrimas salen como espiral y se desbordan por todo mi rostro, me retuerzo y me quejo del dolor. No. Por favor no. DEJAME MALDITO. Quiero gritar. -Solo llévate todo lo que tengo – Susurro. -Quiero divertirme primero. Comienza a forcejear conmigo, sus manos están por todo mi cuerpo, puedo sentir el olor a rancio, a pútrido de su aliento y su cuerpo, el cabello aceitoso se le pega la frente. -Voy a follarte tan duro que no podrás caminar por días. Tengo ganas de vomitar, el estómago lo tengo revuelto. Nadie viene a salvarme, nunca nadie viene a salvarme, siempre me ha tocado salvarme sola. -Tienes que morir unas cuantas veces, para que aprendas a morir. Cariño – La voz de mi madre llega a mí. Quiero vivir mamá, pero estoy cansada de luchar, la vida se ha encargado de agotarme tan rápido, que siento que ya no puedo más. -¡Ey! Déjala – La voz de una señora se hace presente – Voy a llamar a la policía. El tipo me da un ultimo golpe y sale corriendo. Como puedo me levanto, me arreglo la ropa y yo también huyo. Sé que debo dar las gracias, pero no quiero que vean como la gente me pisotea y yo no hago nada. Logro tomar el autobús. Intento calmarme, esconder todos aquellos pensamientos. Ya después puedo revolcarme en mi mierda, ahora es momento de trabajar, para poder subsistir un día más. Llego al club y entro rápidamente, no quiero que nadie me vea asi, no quiero preguntas, no quiero cuestionamientos. -Llegas tarde – La voz de Sara se escucha al entrar al camerino. Para mi suerte he podido esconder los golpes. -Se me presentó un problema – Es lo único que respondo. -No te creas mucho porque ahora eres la puta del mejor amigo del jefe. Yo siempre seré su favorita, ahora solo eres un juguete nuevo para él. No entiendo por qué me tiene tanta rabia, desde el primer día que me vio no deja de tirarme, es como su pasatiempo favorito. -No me creo nada – Contesto – Yo solo vine aquí a trabajar y no a ser el juguete favorito de nadie. Ese puesto te lo dejo a ti. No espero respuesta y salgo lo más rápido que puedo de allí, estoy cansada, en estos momentos siento una enorme envidia por los muertos, y una gran pena por los que estamos vivos. Siento una maldita pena por mi misma. Hago mi show y con la mirada busco desesperadamente al hombre que hace que olvide cada uno de mis problemas, bailar para él es lo mas emocionante que he hecho en mucho tiempo, me hace sentir deseada, hermosa, la piedra más bella y única del universo. Me decepciono cuando no lo veo en su usual asiento, él jefe tampoco está allí. Hoy no vendrá. ¿Qué pasa Nikki? No has aprendido a no depender emocionalmente de un hombre. termino de bailar, y salgo del escenario. Camino hacia mi camerino, pero antes de que llegue una voz me llama. -¡Ey, chica! Al privado. La emoción vuelve a invadirme. Espero ansiosamente que sea él. Hoy más que nunca quiero verlo, sentirme segura, sentirme en paz. Quién lo diría, que un desconocido despertaría todo aquello que creía muerto en mí. Entro la habitación, y allí está el. Su cabello está un poco despeinado, como si hubiera pasado sus dedos constantemente por él. La chaqueta de su traje reposa a un lado del sofá. La camisa la tiene abierta en los dos primeros botones, las mangas las tiene arremangadas hasta los codos y apenas entro sus ojos se clavan en los míos. Su mirada recorre todo mi cuerpo, lentamente, yo no puedo dejar de sonreír, verlo allí, como un rey sentado en su trono, es lo mas surreal que he visto. Noto como frunce el ceño y rápidamente en dos, par de zancadas lo tengo frente a mí. Su aroma amaderado y cítrico, a deseo e infierno me golpea. -¿Qué te ha pasado? – Su tono es calmado, pero no se me pasa desapercibido el dejo de ira. -¿Eh? – Pregunto desconcertada. No me toca, sus brazos cuelgan a ambos lados, una sensación extraña se apodera del ambiente. -¿Qué te ha pasado? – Vuelve a preguntar. Mierda, los golpes de las costillas, no me acordaba de ellos, pensé que podría esconderlos con todo el maquillaje. -Nada – Respondo rápidamente. -No me gusta las mentiras – Sisea - ¿Quién se ha atrevido a ponerte las manos encima? Intento sonreír, no quiero contarle, quiero olvidar lo que me paso hoy. Quiero perderme en su mirada, en su olor, en su cuerpo. -No importa – Poso mis manos en su pecho y lo obligo a retroceder – Solo déjame bailarte ¿No es a lo que vienes cada viernes? -No quiero que me bailes hoy. Quiero llorar, no quiero que se vaya, estos son los únicos momentos de paz que suelo tener, y no quiero perderlos. -¿Qué quieres entonces? -Quiero que me digas que demonios te pasó – Se encoje de hombros cuando no respondo – Está bien. No me digas, tengo mis métodos para descubrirlo. Solo ten claro algo, la persona que te ha puesto una mano encima acaba de firmar su sentencia de muerte. Nadie puede tocarte ¿Entiendes? Quien se atreva no vive para contarlo. Intenta irse, pero lo detengo, logro sentarlo en el sofá. Me subo a horcajadas sobre él. Sus manos se quedan en el reposabrazos y la respiración se le agita, puedo sentir como su erección se hace sentir. -No quiero hablar de eso. Solo déjame bailarte. -Ya te dije que hoy no quiero que me bailes, si quieres puedes quedarte aquí, encima de mi en silencio. -Pero si no te bailo, no vas a pagarme. -Deja de preocuparte por eso. No es necesario que me bailes, para que pague por verte. Comienzo a mover mis caderas en su erección y un gruñido gutural sale de lo mas profundo de su pecho. -No hagas eso. -¿Qué cosa? – Pregunto inocentemente. -Deja de moverte así. Mi autocontrol depende de un hilo. Ratoncita. -¿Y si quiero que te vuelvas loco esta noche? -Me has vuelto loco desde el primer día que te vi. La sonrisa más estúpida se me dibuja en el rostro. Escucharlo decir esas palabras, hace que mi corazón se desboque. -¿Y eso es malo? -Es demasiado perjudicial para ti. Malen'kaya mysh'. Las personas como yo, no sentimos igual a las personas como tú. -¿Y como sientes tu? Lo veo sonreír. Y es lo mas hermoso que he visto nunca. Me encanta que sonría de esa manera, es como ver a un ser celestial, descender del paraíso. -Diferente. -¿Me vas a dejar bailarte? Niega con la cabeza. -Hoy solo quiero contemplarte en mis brazos. Todo el miedo que sentía por la cercanía con un hombre, a estas alturas con él se han ido disipando. Quiero descubrir si esto es solo con él, o puede ser con otro hombre. La seguridad que me brindan sus brazos, la paz que me brinda su cuerpo es algo que no puedo explicar, pero que me gustaría poder conservar.
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