No prometas, demuestra.

Ya han pasado 2 meses desde que Max me pidió matrimonio, tengo 18 años y él 20. Sí, estamos algo pequeños para decidir algo súper importante, pero al parecer queremos correr el riesgo. Estaba nerviosa, pero no por la boda, porque a Max lo operaban este fin de semana y estamos a Jueves. Ya terminé la escuela y estaba libre al fin, pero no podía concentrarme en la universidad si mi novio iba a pasar por una operación horrible. – ¿Estas nervioso? –le pregunté –¿Por la... operación? – Hey, se supone que yo debo estar nervioso, no tú. –Rió –Saldrá bien, bonita. –Me tomó de la nuca y depositó un tierno beso en mi frente. – Lo sé, pero… Me atormenta todas las noches –El soltó una risita – De verdad te amo. ¿Tú, estás lista para la boda?   Max y yo nos casaríamos en unas semanas más y también estaba nerviosa. No tenía a nadie que me ayudara para elegir vestido… Esperen, ¡SI TENÍA!   –Sí, le pedí a Nick que me ayudara –¿A Nick? –el abrió los ojos como platos –¿Mi hermano? –Casi grito. – Sí, ¿Por qué te cuesta tanto creerlo? –cuestioné divertida. – Bueno pues, es hombre. –movió los ojos en varias direcciones, incomodo. –¿Qué tiene? –respondí. – Como quieras –entrelazó nuestros dedos y seguimos caminando.   Estábamos en el centro comercial. Él se comía un helado de chocolate, yo miraba la ropa, caminábamos tomados de las manos. Ya vivíamos juntos, mi madre me ordenó que compráramos una casa para los dos ya que no podíamos estar casados y vivir separados, según ella.   – Hey –suspiró y me miró a los ojos. –¿Si? –Le respondí enamorada. –¿Te gustaría tener hijos conmigo? –cuestionó. – Max, ¿No crees que estamos muy jóvenes? –respondí nerviosa. – Sí, pero… No puedo esperar –¿Qué cosa no puedes esperar?¿ El hecho de hacerlo sin protección o el de tener un hijo? –pregunté divertida. – Bueno… – se quedó callado haciéndome reír. El sonrió. –Ambas. – Estoy muy joven – dije despues de reír- – Bueno, pero... ¿Podemos hacerlo sin proteccion igual? –sonrió mucho. – Agg – me quejé, pero igual reí. –¿Eso es un si? –sonrió mucho y yo no le respondí.   Juntos decidimimos que era hora de irnos, así que caminamos al estacionamiento para encontrarnos con nuestro auto.   – Llamó tu madre –me avisó. –¿Te llamo a ti y no a mi? –pregunté. – Sí, dijo que lo tenías apagado. – Hmm que raro. En fin, ¿Qué dijo? – Que venía a cenar. Tenía una sorpresa para nosotros –sonrió.   Llegamos a nuestra casa, aun no estaba terminada. Cuando la vimos por primera vez no pensábamos que iba a ser tan amplia ni brillante, esta pintada de blanco, tiene el piso flotante y es enorme. Ya la amueblamos, pero queremos pintarla de otro color, el blanco ya nos cansó.   – Y, ¿Qué se supone que le debemos cocinar a mi madre? –pregunté. –¿Debemos cocinar? Yo no se cocinar –me corrigió. – ¡Aprende! –me queje. –Está bien. – Gracias –me besó y salió de la cocina.   Me puse a cocinar y segundos después escuché como Max gritó.   – Ahora, estaría jugando con mis hijos –exclamó y yo reí.