Capítulo 3: La noche con Dante
Una vez terminada la cena y una botella de vino, salimos a la calle donde agradezco el frescor de la noche. Dante me pasa una mano por la cintura.
Ya quiero llegar a una cama, con este hombre que he elegido hoy.
Pero primero vamos a otro bar para tomar un poco más. Siento que no estoy lo suficientemente prendida para dejar de ser consiente de todo a pesar de que ya elegí acostarme con él.
Una vez dentro, la música nos envuelve. Unas cuantas personas bailan en la pista, pero la mayoría se encuentra en las mesas y sillones repartidos por el enorme local. Dante vuelve a cogerme de la cintura y, esta vez, se lo permito porque me pone nerviosa caminar entre tanta gente.
—¿Qué quieres beber? —me pregunta, alzando la voz junto a mi oído.
—Lo mismo que tú —respondo. Dante pide dos tragos que ni recuerdo el nombre. Me entrega el mío un par de minutos después. Muerdo la pajita bajo su atenta mirada y lamo mis labios en modo seductor mientras él sonrie y se acerca, sus labios tocan mi cuello y jadeo bajito para que solo él me escuche.
—Quiero llevarte a mi cama —susurra.
Se me acelera el corazón. Hace tiempo que no me dicen algo así y jamás habría pensado que vendría de él.
Me guia a una mesa para seguir tomando, de repente me siento malhumorada por el calor que entra en el ambiente y él susurra.
—Gloria, Gloria...
Su mano se posa sobre mi rodilla. La miro como si fuese irreal, mi jefe me está acariciando y sube lentamente por mi muslo.
De repente se me va el malhumor.
Él sonríe con ese aspecto de chico travieso que seguro que vuelve loca a docenas de mujeres.
—Gloria —susurra—, ¿cómo te gustaría que te folle?
Me ahogo con mi trago y aclaro mi garganta, me acaloro más, no puedo creer que me esté preguntando algo así.
—Soy bastante tradicional —respondo.
Está empezando a emocionarse, lo noto cuando su pantalón se aprieta en la cremallera. Arrima su sillón al mío y me huele el cuello. Echo mi cabeza hacia atrás para que me bese el cuello y cuando miro a la mesa del fondo me quedo en shock cuando veo lo que veo.
El fotografo.
Fotomano; Luis, así se llama, el guapo fotografo.
Noto que está con una mujer que parece muy joven. Parece que
están coqueteando. Y no sé por qué, me molesta un poco porque no lo sé, en la sesión de fotos sentí un feeling.
Empeoro, es decir estoy aquí yo también con alguien con el que me quiero acostar.
—Joder, Gloria, cómo me está poniendo tu perfume —escucho la voz de Dante.
Uhm. Casi había olvidado que estaba con él.
Cuando vuelvo a mirar hacia la otra mesa, me doy cuenta de que el fotografo me mira. El corazón se me desboca. Está mirándome de una forma tan profunda, tan caliente... Como cuando me fotografió.
Luis acerca una mano al rostro de la chica que está con él y le acaricia la mejilla con suavidad. Pero me está mirando a mí. En ese momento, Dante me da un beso apenas perceptible en el cuello.
Mi mente está tan loca que se imagina que es Luis el que me está besando. Sí, pienso que soy esa chica a la que está tocando. Me siento pervertida, me siento borracha, me siento extraña.
Él lleva la mano a la nuca de la chica acercándole el rostro a los labios de él, que se encuentran entreabiertos. Yo observo toda la escena como si fuese la espectadora de una película erótica.
Él la besa, sin apartar los ojos de mí. Ella los tiene cerrados, así que no se da cuenta de que la atención del que la besa está en
otro lugar. No puedo apartar la vista. Es tan sensual, tan caliente...
De repente, la lujuria se me mezcla con la rabia. Quiero ser yo la que esté entre los brazos de Luis, pero no lo soy. Así que me giro hacia Dante y lo beso con desesperación, queriendo apagar este fuego que arde dentro de mis piernas.
Imagino que son los labios de Luis, los que se están perdiendo con los míos. Dante me abraza con fuerza, me aprieta contra él, sorprendido y excitado al mismo tiempo.
—Vámonos a tu cama —le propongo entre jadeos.
Él asiente sonriendo. Me coge de la mano y ambos nos levantamos. Cuando pasamos por delante de la mesa en la que se encuentra Luis, cruzamos nuestras miradas. Él me observa muy serio. Entreabre los labios, como si quisiera decir algo. Y la chica en ese instante lo vuelve a besar, sin embargo, él se aparta y le da alguna excusa que provoca que ella se moleste, porque pone mala cara.
Sigo a Dante.
Una vez fuera, el deseo me vence. Me lanzo a los brazos de Dante una vez y lo beso con desesperación. Introduzco mi lengua en su boca y se la saboreo. Él desliza sus manos hasta mi trasero y me lo aprieta con fuerza. Jadeo y él se junta más a mí, clavándome su erección en el vientre.
Vamo a su auto, una vez dentro, Dante se lanza a mí, agarrándome de la nuca, y vuelve a besarme. Muerde mi labio inferior con delicadeza. Todo mi cuerpo está vibrando. Se separa de mí, observándome con lujuria.
Quiero más.
Y pensar que la semana pasada lo único que hacía Dante era mandarme montañas de trabajo y ahora, sin embargo, lo que me quiere ordenar son otras cosas... Al fin arranca.
Hacía tiempo que no estaba tan caliente.
Unos quince minutos después llegamos a su apartamento. No pienso, no quiero pensar.
Sin darme tiempo a pensar más, cierra la puerta y me pega contra ella y me da un apasionado beso. Entrelazo mis manos alrededor de su cuello y le acaricio el suave cabello de la nuca. Él me sujeta del culo. Yo le rodeo la cintura con las piernas. Se me queda mirando con una sonrisita orgullosa.
—Joder, Gloria, ya era hora de meterme entre tus piernas —dice.
Yo ya quería que lo hiciera.
Me lleva en brazos por el amplio y moderno salón, y a continuación me coloca sobre la mesa del comedor. Se sitúa entre mis piernas y restriega su pantalón contra mi piel. Aprecio el bulto que hay en él.
—Te lo voy a hacer en la mesa.
Me sube el vestido hasta los muslos...