Al despertar, Teo lo hizo con una mueca de dolor entre sus labios que no auguró nada bueno. Asegurándose de mantener su brazo izquierdo extremadamente quieto a su costado, corrió las mantas hacia atrás con el derecho y luego se sentó en la cama. Respirando profundamente, deslizó sus piernas a la orilla y se levantó. Al mínimo movimiento de su brazo izquierdo, todo su rostro se contorsionó de dolor, lo que le llevó a pararse frente al espejo largo que tenía en su habitación. Con algo de temor, dirigió su mirada al lugar donde el dolor se concentraba, encontrándose con un horrible tono violeta pintado en su antebrazo, el cual presentaba a su vez una hinchazón que iniciaba en su muñeca y se extendía hacia arriba. —Eso... No se ve nada bien —murmuro con preocupación. Intentando mover su bra

