Capítulo 3

2146 Palabras
Volviendo al frente de la tienda, Teo se detuvo ante la vitrina de vidrio en donde se encontraban los diferentes tipos de dulces que vendían para acompañar el café. Sintiendo sus pies palpitar del puro cansancio que sentía, por un momento consideró seriamente la posibilidad de colocarse detrás del mesón y correr un banquillo para tomar asiento un momento, permitiéndose así mismo un pequeño descanso con ello. Lamentablemente, a pesar de sus deseos, el joven humano no podía hacer eso cuando estaban cortos de personal por culpa de su compañera que simplemente decidió que sería buena idea faltar al trabajo sin dar aviso de ello, y menos aún cuando se encontraban justo en la hora ajetreada, en la cual la mayoría de los trabajadores dejaban sus trabajos y pasaban a darse un pequeño gustito antes de regresar a casa. Aunque, si lo pensaba, considerando la hora que era, a diferencia de otros días, Teo sentía que el número de clientes no había aumentado como debería de hacerlo. Sí, personas habían entrado y algunas quisieron ocupar una mesa para disfrutar, pero... Realmente sentía que eran pocas a comparación de otras veces. ¿Por qué? Observando a su alrededor, Teo nuevamente se encontró con aquellos ojos de un hermoso, pero intenso tono azul bebé, los cuales le estaban mirando fijamente, otra vez. Desviando la mirada rápidamente, el joven humano pasó las palmas de sus manos por sus jeans desgastados e intentó controlar su ataque de nerviosismo. Por más que no había querido pensar mucho en el asunto, la verdad era que, desde que aquel apuesto, pero intimidante hombre ingresó a la cafetería, que fue consciente de su presencia. Era simplemente imposible no serlo, considerando que estuvo sintiendo la intensa mirada de aquel hombre durante todo ese tiempo. Y cada vez que le dio una rápida miradita de reojo, lo encontró observándolo. Y el no saber la razón de ello, estaba colocando nervioso a Teo. Sí, sabía que bien podría ser que el hombre se encontraba un poco sentido con él, ya que prácticamente le gritó en la cara. Pero en su defensa, no había sido realmente su culpa, solo sucedió que estaba concentrado atendiendo a su cliente y luego, cuando se dio la vuelta para ir por el pedido, se encontró de la nada con él, a una distancia tan pequeña que por supuesto que le sorprendió y asustó. A pesar de que inmediatamente se había disculpado completamente apenado por su reacción, la verdad era que también huyó rápidamente de él. Lo cual, nuevamente no era su culpa, solo sucedía que tenía que conseguir el pedido de su cliente y la verdad era... Que aquel par de hombres altos, corpulentos y vestidos completamente de n***o, si intimidaban un poquito como mucho. Aunque desde el punto de vista de Teo, la mayoría de las personas eran realmente altas, ya que para su desgracia, el solo ser unos centímetros más bajo que la altura promedio de un hombre, si lo volvía alguien pequeño para muchos y muchas. —¿Qué fue lo que hiciste ahora? Ante la repentina pregunta, Teo parpadeó un par de veces para concentrarse, y luego dirigió su mirada hacia la dueña de la cafetería y su jefa, la señora White. —¿Qué fue lo que hice? —repitió confundido—. ¿Lo dice porque estoy aquí parado? Solo me detuve un momento aprovechando que no había más pedidos, pero no me senté —explicó. La señora White se quitó la malla que utilizaba en su cabello cada vez que estaba en la cocina, revelando una bonita melena de tono grisáceo, y la guardó en uno de los bolsillos de su delantal corto. —Sabes que no me molesta que te tomes un descanso cuando no hay movimiento, solo preguntaba por ese matón que no te deja de observar —explicó, señalando con su mentón en cierta dirección. Casi con temor, Teo observó sobre su hombro y se encontró nuevamente con ese intenso tono azul bebé, mirándole fijamente sin disimulo alguno. Volviendo rápidamente la mirada hacia el frente, Timoteo dio todo de sí mismo para no correr al lado de su jefa o ir a esconderse en la cocina. —Realmente no hice nada malo, no sé por qué me está observando tanto —expresó en un bajo tono preocupado. Su jefa observó sobre su hombro nuevamente y luego aquel cálido tono marrón estaba mirándole directamente. Acercándose más, habló en un tono bajo. —Tiene toda una apariencia de un matón, ¿no será que tu tío se ha vuelto a meter en problemas? —preguntó. Por un momento, Teo pensó seriamente en aquella posibilidad, y luego negó con su cabeza. —No, se supone que cuando está trabajando, no se mete en problemas —explicó—. Tal vez sea porque grité cuando lo vi. Ante sus palabras, las cejas de la mujer mayor se juntaron profundarte con descontento. —¿Le gritaste a un cliente? —Sí, lo hice —aceptó—. Pero en mi defensa, estaba atendiendo a alguien más y cuando me di vuelta apareció así de la nada. Y me disculpé inmediatamente —juró. —Mmh... Bueno, cual sea la razón por la que ese hombre esté enojado, no importa. Tienes que pedirle que se retire. —¿Yo? —chilló Teo, señalándose a sí mismo. Abriendo la vitrina de vidrio, su jefa asintió y repuso los postes y dulces que ya se habían ido. —Ve a hacerlo ahora, su presencia parece estar ahuyentando a la clientela y sus amigos no ayudan mucho. Además, para ocupar una mesa tienes que consumir algo, y tal parece que hace horas que tiene ese vaso vacío ante él —argumentó. —Yo... Creo... Eh... ¿No podría decirle usted? —pidió. —No, es tu trabajo y estoy ocupada —pronunció firme—. Ve ahora. Sin más palabras, la mujer mayor se dio vuelta y se volvió a perder detrás de las puertas que llevaban a la cocina. Aspirando profundamente, Teo exhaló con lentitud e intentó darse ánimos a sí mismo. —Está bien, Teo. Solo ve y dile lo que dijo tu jefa. No es tu culpa y no lo estás echando. Solo no mires los rostros de sus amigos y todo bien —se alentó a sí mismo en un tono bajo. Aun así, Teo permaneció unos minutos más en su posición, hasta que finalmente logró convencer a sus pies de moverse y entonces caminó en dirección de aquel cliente. Deteniéndose frente a su mesa, así la mirada casi con temor, y otra pequeña sorpresa se llevó al verle sentado solo en la mesa, sin sus amigos intimidadores. —Eh... —Solo salieron por una llamada —anunció el hombre. Su tono de voz era bajo, profundo, firme y resonante, con un ligero toque casi sensual que casi hizo que las rodillas de Teo temblaran. Bueno, en realidad si lo hicieron, pero el joven humano aspiró e intentó aparentar que no era así. —Oh, comprendo —pronunció y le observó. Al estar sentado, Teo tuvo una mejor visión del rostro del hombre. Con una expresión severa, sus pobladas cejas parecían casi estar acostumbradas a estar levemente juntas en el centro. Una cicatriz cruzaba sobre la derecha, ocupando parte de la frente y una pequeña parte de su pómulo. Su mandíbula estaba marcada y rodeada con un rastro de barba cuidado. Y al igual que sus cejas, sus labios tenían un aspecto rígidos, como si no estuvieran acostumbrados a sonreír mucho. A pesar de lo severo que se veía, tenía cierto aire varonil y atractivo rodeándole, casi como una presencia misteriosa, pero a la vez seductora y con un toque de peligro, que daba totalmente a una apariencia del jefe de una mafia, razón por la cual su jefa seguramente le llamó matón. —Erh... Sé que es descortés decir esto, pero mi jefa tiene la estricta política de que no puedes permanecer sentado en las mesas si no vas a consumir nada del local —explicó y movió sus manos nerviosamente frente a él—. Si no es mucha molestia, nos gustaría que te retiraras, ya que con tus amigos dan la apariencia de un grupo de mafiosos matones que no permite que nuestros clientes entren, intimidan aun si solo están aquí sentados observando. Al terminar de hablar, Teo se horrorizó completamente de sus palabras y bajó la mirada avergonzado. —No es necesario que bajes la mirada, no has dicho nada malo —expresó Dominic. Grandes ojos azul grisáceo se alzaron y observaron al hombre lobo con sorpresa. Razón por la cual, los labios de Dominic batallaron para alzarse solo levemente. —Pero si dije algo feo de ti y tus amigos —expresó con preocupación. —En realidad, no has dicho nada que otras personas no nos hayan dicho ya, y lo dijiste de una forma mucho más agradable y amable que muchos —reconfortó. Y su tono que había adquirido un tono amable, relajaron a Teo, quien inmediatamente sonrió de forma deslumbrante, casi perdiendo sus ojos en el acto. —Lamento mis palabras anteriores, parece que eres una persona mucho más amable de lo que aparentas —expresó dulcemente. Las manos de Dominic picaron por acariciar el bonito rostro del dulce humano, pero se contuvo, ya que aquella acción definitivamente podría asustarlo y crear un malentendido con los demás. —Respecto a lo que me dijiste —pronunció siguiendo la conversación—. Si es necesario consumir para quedarme aquí, entonces puedes venderme eso —señaló con su dedo detrás del chico. Girando levemente, Teo observó hacia la vitrina de vidrio. —¿Te refieres a las donas bañadas en chocolate? —preguntó tomando su pequeña libreta de uno de los bolsillos delanteros de su mandil. —Me refiero a todo lo que tienes ahí. Sorprendido, Teo dejo de anotar y lo observó directamente. —¿Todo? —Todo —asintió. El joven humano observó la vitrina, luego al cliente y finalmente terminó mordisqueando su labio inferior. Dicho movimiento, atrajo la atención del alfa Dominic a este, lo cual hizo que se fijara en lo pequeños, bonitos y abultados que eran estos, con un suave tono rosa suave que complementaba a la perfección ese suave tono de piel pálido. —¿Hay algún problema? —preguntó y aclaró su garganta. —Es que... Bueno... —observando sobre su hombro, Teo suspiró—. Está en todo su derecho en comprar todo si es lo que quiere, solo pensé en nuestros clientes habituales que pasan por aquí siempre a la misma hora a conseguir algo —explicó. —Dulce. —¿Perdón? —parpadeó. —Eres alguien dulce —reiteró Dominic. Las mejillas del joven humano adquirieron un bonito sonrojo y Teo esquivó su mirada. —Entonces, solo traes unos postres para mí y mis amigos —pidió el alfa líder. —Por supuesto, ¿cuáles desea probar? —preguntó volviendo a alzar su libreta. —Dejaré que me sorprendas. Y puedes decirle a tu jefa para que se calme y no te regañe, que me iré tan pronto como terminen de arreglar mi automóvil —explicó señalando con su cabeza hacia el ventanal. Curioso, Timoteo se inclinó ligeramente para poder por el ventanal también, y se encontró con los amigos que acompañaban al hombre, junto a otro más, parados frente a un lujoso automóvil en lo que el personal de un taller mecánico parecía intentar arreglarlo. —Comprendo, le informaré a mi jefa de esto. Y lamento las molestias que pudimos haber causado —expresó, volviendo a sentirse apenado. Después de todo, Teo nunca imaginó que la razón por la cual el hombre permanecía sentado en la mesa en realidad se trataba porque estaba esperando que arreglaran su automóvil, y como él era la única cosa que estaba haciendo algo remotamente interesante, era bastante obvio que lo iba a mirar para calmar su aburrimiento. —Mi nombre es Dominic. Volviendo su atención a aquel intenso tono azul bebé, Teo sonrió y señaló la pequeña plaquita con su nombre que estaba en la parte superior de su camiseta. —El mío es Timoteo, pero puedes llamarme Teo. —Timoteo es un bonito nombre —expresó con ese profundo tono particular suyo. Y nuevamente, las rodillas del joven humano temblaron y sus mejillas se sonrojaron suavemente ante ese atractivo hombre pronunciando su nombre lentamente, como si quisiera tomarse el tiempo para deleitarse con cada letra. —Enseguida traeré su pedido —pronunció avergonzado. Huyendo rápidamente hacia el mostrados, Teo alzó una de sus manos y tocó sus mejillas con esta, intentando calmar el calor que sintió en su rostro. —Solo dijo tu nombre, Teo, no es gran cosa —se murmuró a sí mismo, intentando tranquilizar el revoloteo que provocó inesperadamente en su estómago.
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