Patricia
—Buenos días, sol.
Me quejé y me estiré, rodando sobre mi costado, dándole la espalda a Wesley. —Aún no es de mañana —murmuré. Afuera todavía estaba oscuro, pero el sol estaba a punto de salir, y la luz del amanecer iluminaba el dormitorio de Wesley.
—Técnicamente sí es de mañana.
Wesley me pinchó en el costado con un dedo, y yo me estremecí riendo. —Para, eso hace cosquillas.
—Ese es justamente el punto.
—Todavía tengo sueño —hice un puchero.
Él hundió el rostro en mi cabello. —¿Por qué te diste la vuelta, alejándote de mí?
—Porque todavía me estoy acostumbrando a dejar que veas mi cara de recién levantada.
—¡Ja! ¿Tu cara de recién levantada? ¿Qué se supone que significa eso?
—Mi cara sin arreglar, recién despierta e hinchada.
—Para mí, te ves hermosa.
Resoplé. —Solo
