—¿Estás esperando a alguien? —preguntó su jefe, observándole con interés.
Parpadeando, el omega obligó a su mirada dejar la entrada del restaurante y observó a su jefe detrás del mesón.
—Perdón, ¿qué? —preguntó, parpadeando en dirección del alfa.
—¿A quién estás esperando? —reiteró con una sonrisa ligeramente divertida.
—¿Quién? ¿Yo? —exclamó señalándose a sí mismo—. Claro que no estoy esperando a nadie —aseguró colocando una gran sonrisa inocente en su rostro.
—No te creo —anunció el señor Bevis—. Desde que entramos en horario de almuerzo, que no has despegado tu mirada de la entrada —argumentó cruzando sus brazos—. Sin importar lo que estás haciendo o dónde estés, si escuchas la campanita observas inmediatamente —indicó.
—Obviamente debo de hacerlo, un mesero calificado tiene que estar atento a la entrada, así para cuando los clientes entran puedo ir a su encuentro y atenderlos —expresó.
—Búscate otra excusa que ni tú mismo te crees esa —espetó soltando una profunda risa que consiguió la atención de algunos clientes, quienes sin interés siguieron con su comida.
Frunciendo sus labios al verse descubierto, Tristán solo refunfuñó por lo bajo, aumentando más la risa del alfa, quien se alejó un momento para atender un cliente que se acercaba a pagar.
Soltando un suspiro, el omega cruzó los brazos sobre su pecho y nuevamente observó hacia la entrada cuando escuchó la campanita de la puerta haciendo eco en todo el restaurante.
Lamentablemente, tanto su lobo como él hicieron un sonidito de disgusto cuando el hombre que esperaban, no apareció por esa puerta, sino que se trataba de un cliente retirándose.
Con tres días desde aquel suceso en el taller del alfa, uno esperaría que ya se hubiera presentado a comer algo o pedir comida a domicilio, pero no, Santos se había mantenido totalmente alejado en cada sentido como si lo estuviera evitando.
Cosa que podría ser cierto considerando el disgusto que había expresado el rostro del lobo alfa aquel día, pero como Tristán no había visto aquellos sentimientos siendo reflejados en ese par de ojos dorados, se negaba a creer en ello.
En algún momento, Santos tendría que ceder, ya fuera presentándose en el restaurante o pidiendo comida a domicilio, como fuera, él iba a estar ahí presente.
Tal vez sonaba algo molesto o incluso acosador con ello, pero Santos era el primer hombre, la primera persona, a la cual no podía sentir absolutamente ninguna emoción emanando de él, y no se trataba de algo tan simple como que el alfa estaba controlando sus emociones, porque Tristán se había topado con algunas personas que tenían un control estricto en ellas y aun así, había una pequeña quebradura en su armadura, como con su hermana.
Pero en Santos no había absolutamente nada, e incluso, haciéndolo más increíble, ni siquiera le mostraba alguna emoción cuando le tocaba directamente, por lo que, por supuesto que estaba curioso por el alfa, queriendo averiguar qué era lo que hacía tan diferente de otros también.
¿Qué era lo que tenía de especial Santos?
Esa duda era la que no abandonaba su mente desde el mismo instante en que conoció al alfa.
Incluso su lobo sentía interés y curiosidad por el hombre, por lo que, por supuesto que él no iba simplemente a dejar pasar el tema, su lobo tampoco se lo permitiría conociéndolo.
—Chico, el dinero no se gana por estar observando a la nada —comentó el señor Bevis, llamando su atención junto a los de otros clientes, quienes sonrieron divertidos ante su leve sonrojo.
—Solo estaba pensando en lo que tenía que hacer ahora —refunfuñó antes de alejarse del mesón.
Caminando hacia las mesas, Tristán se aseguró de que cada cliente estuviera bien atendido y no les faltara nada antes de trasladarse a las que estaban desocupadas, limpiándolas.
Cuando la campanita sobre la puerta volvió a hacer eco en todo el restaurante, el omega se obligó a sí mismo a no observar rápidamente en dirección a la entrada, prácticamente sintiendo la mirada de su jefe en su cabeza, esperando que hiciera eso.
Esperando los segundos que él consideraba decentes, alzó la cabeza para encontrarse a su jefe observándole con una sonrisa divertida en su barbudo rostro y le sacó infantilmente la lengua antes de observar ansiosamente hacia la entrada.
Y otra vez, prácticamente sintió a su lobo dejar de mover su cola y bajar su cabeza cuando no contempló a Santos en la entrada, sino que a su hermana y... Norman.
A pesar de que seguía sintiéndose un poco decepcionado porque el otro alfa seguía sin aparecer, aun así una sonrisa leve e interesada surcó en sus labios al contemplar a los nuevos clientes, por lo que rápidamente se acercó a ellos en cuanto tomaron asiento en una mesa desocupada.
—Pero miren nada más a quienes me he encontrado por aquí —comentó, sacando dos menús del bolsillo más grande de su mandil para dejarlo frente a su hermana y Norman—. Y díganme, ¿están en una cita? —indagó.
—Por supuesto que no —bufó Tezza, dejando su bolso en el asiento desocupado a su lado para tomar tranquilamente el menú—. Solo hemos quedado en almorzar juntos, como amigos, y venir a verte —explicó.
—Claro, por supuesto, como tú digas —respondió, observando con una sonrisita entre ambos, especialmente al alfa.
—Dice la verdad —pronunció este, encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa, cuando Tristán sabía absolutamente la verdad.
—Claro, por supuesto, como tú digas —repitió, soltando una risita cuando su hermana le observó con molestia.
—Sigues siento molesto y pondré un reclamo con tu jefe —amenazó.
—Ambos sabemos que no lo harás —canturreó y sacó de su bolsillo esta vez su libreta y un lápiz—. Entonces, ¿ya saben lo que van a pedir? —preguntó.
—No lo sé —suspiró su hermana, frunciendo sus labios—. ¿Qué me recomiendas? —preguntó, observándole directamente.
—Ya sabes, todo lo que prepara la señora Bevis es delicioso, pero he escuchado buenos comentarios especialmente del menú tres hoy —respondió, señalándolo.
—Uhm, entonces quiero ese y una gaseosa —pidió.
—Perfecto —asintió el omega y luego observó al acompañante de su hermana, quien ni siquiera disimulaba lo interesado que observaba a la cambiaformas beta—. Ajam —musitó, aclarando su garganta y logrando que el alfa le observara—. ¿Qué pedirás? —le recordó.
—Lo mismo que Tez está bien —respondió.
—¿Te refieres a una sopa de pescado? —preguntó la beta, observándole con una ceja alzada.
—Eso no es lo que dice la tercera opción del menú —respondió, imitándole al alzar su ceja también.
Sonriendo, Tristán le alzó el pulgar al alfa sin que su hermana lo viera y luego anotó también su pedido.
—¿Alguna otra cosa? ¿Postre? —preguntó, recuperando los menús.
—Creo que podrías preguntar luego de que termine de comer —respondió su hermana—. ¿Ya es hora de tu descanso? ¿Quieres sentarte a almorzar con nosotros? —invitó.
Los ojos del lobo omega viajaron brevemente hacia el alfa sentado frente a su hermana, prácticamente viendo en sus ojos como le rogaba porque no aceptara su invitación.
—Gracias por invitar, pero a decir verdad todavía falta para mi descanso y como puedes ver —señaló a su alrededor—, hay muchas mesas que atender —indicó.
—Bien, supongo que para otra oportunidad —suspiro.
—No lo dudes —prometió, alejándose para dirigirse al mesón—. Nueva orden para la mesa ocho —anunció, quitando la hoja de su libreta para entregársela a su jefe.
—Es el plato especial para parejas el día de hoy —comentó su jefe, alzando una ceja mientras observaba con interés la mesa señala—. ¿Ellos lo saben?
—Norman, seguramente. Tezza... —se encogió de hombros con una gran sonrisa.
—Eres malvado con tu hermana, chico —sonrió el señor Bevis, informándole de la nueva orden a su esposa antes de colgarla en el cordelito que atravesaba toda la ventana.
—No es ser malo, solo cuido de sus intereses no admitidos —argumentó—. Además, solo es una pequeña ayudita inocente para Norman —sonrió antes de alejarse para atender a su nuevo cliente.
El cual, por supuesto y como ya esperaba, no se trataba de Santos.
—Espero que estés teniendo un buen día, ¿qué puedo servirte el día de hoy? —saludó amablemente mientras sacaba uno de los menús y se lo entregaba al alfa.
—¿Cuál es tu recomendación el día de hoy? —preguntó.
—El plato especial de hoy es la última opción, he escuchado buenos comentarios de quienes la han pedido hasta el momento —expresó, sacando su libreta.
—La opción seis entonces, junto a una cerveza —pidió y luego observó por su costado—. Parece que Norman finalmente consiguió una cita con tu hermana —comentó, logrando que Tristán dejara de escribir y le observara con ojos curiosos.
—Disculpa, ¿nos conocemos de algún lado? —preguntó curioso.
En respuesta, el cliente soltó una ligera risa.
—Perdón, supongo que es mi culpa por simplemente asumir que me reconocerías solo por haberme visto una vez con Norman —expresó sonriente, alzando su mano en modo de saludo—. Yo soy Meyer, el mejor amigo de Norman —se presentó—. Soy el tipo con el que comió el otro día aquí.
—Oh, eras tú —musitó, parpadeando al recordarlo vagamente—. Hola —saludó, agitando su mano de un lado a otro sin intención de tomar la del alfa.
—No creí que Tezza le aceptaría la cita —comentó, volviendo a señalar la pareja.
—Bueno, para ella solo es una salida de amigos —recordó divertido.
—Aun así, que aceptara ya es un gran paso.
—Eso probablemente sea cierto —asintió—. Pero conociendo a mi hermana, seguramente aceptó porque esto sería una buena excusa para ver cómo me va en mi trabajo sin parecer molesta —expresó divertido.
—Tienes una sonrisa bonita —anunció repentinamente.
—Oh —parpadeó el lobo omega, confundido por el repentino cambio de tema—. Gracias, supongo —le sonrió leve—. ¿Solo eso vas a pedir?
—Bueno, en realidad depende si estás dispuesto a aceptar mi invitación para que almorcemos juntos —expresó, observándole interesadamente.
Entonces, la nariz de Tristán se arrugó levemente no solo al sentir como el alfa soltaba su aroma junto a algunas feromonas para mostrarle abiertamente que estaba interesado en él, como si no fuera suficiente con las emociones que le delataban completamente.
Por lo que Tristán ciertamente ya sabía en la única cosa en la que Meyer parecía estar interesado, y lamentablemente, el lobo omega no lo estaba ni remotamente, por más atractivo que fuera el cambiaformas alfa.
—Gracias por la invitación, pero me encuentro trabajando en este momento y difícilmente tendré mi turno libre pronto —expresó y tomó el menú—. Iré por tu orden —anunció alejándose, sin decir ni una palabra más.
Prácticamente, le estaba diciendo muy cordialmente que no se encontraba interesado en él al no solo ignorar su aroma, si no que tampoco al corresponderle de la misma forma.
Si era sincero, Tristán tenía cosas mucho más interesantes en la que concentrarse que intentar conocer a un hombre del cual sabía perfectamente su único interés.
—El menú especial para la mesa doce —anunció, arrancando la hoja de su libreta mientras pasaba su lengua una y otra vez por su paladar para quitar ese sabor amargo que había surgido en reacción de su lobo ante el interés del otro cambiaformas.
—¿Qué sucede? ¿Tienes hambre? —cuestionó el alfa, señalando su boca mientras le entregaba su nota directamente a la omega, quien dejaba dos pedidos listos en la ventana.
—No es nada, solo siento el paladar amargo —explicó descartándolo como si no fuera nada.
—Debe de ser el cansancio o por no haber comida nada aún —comentó la señora Bevis y observó a su esposo—. Dale al chico una botella de zumo antes de que entregue el pedido de la mesa ocho —ordenó antes de desaparecer para preparar la nueva orden.
—Está bien, no es necesario —expresó Tristán al contemplar a su jefe abrir uno de los refrigeradores con puerta de vidrio.
—Ya oíste a la jefa —anunció, acercándose con la botella—. Bebe un trago antes de partir nuevamente, no quiero que te desmayes y luego rumores salgan de la nada —indicó.
—A veces ustedes pueden ser muy mandones para ser mis jefes —refunfuñó aceptando la botella.
—Privilegios de ser los jefes —sonrió el señor Bevis, dejando las dos bandejas frente a él.
—Excusas, excusas —se burló alejándose con una sonrisa traviesa.
Dirigiéndose a la mesa de su hermana, sirvió ambas comidas y compartió una sonrisa con Norman ante la sonrisa complacida de Tezza, quien ni siquiera sabía lo que realmente significaba su comida.
—Bueno, espero que disfruten su comida y no duden en llamarme si necesitan algo más —expresó.
—Está bien, solo ven con nosotros cuando sea momento de tu descanso —pronunció la beta.
—Claro, por supuesto —respondió simplemente, guiñándole un ojo al alfa antes de alejarse satisfecho.
—Mesa doce lista —anunció el señor Bevis y Tristán rápidamente sintió el disgusto de su lobo al recordar dicho alfa.
Sintiendo el sabor amargo en su paladar, el cambiaformas omega tomó su botella y tomó otro par de tragos antes de tomar la bandeja y alejarse.
—Aquí está tu pedido, no dudes en llamar si necesitas algo más —expresó, tratando de servir todo rápidamente en la mesa sin derramar nada.
—Por favor, un momento —pidió Meyer, sosteniendo su mano.
Los ojos de Tristán se cerraron con fuerza cuando la intensa lujuria salió por oleadas del cuerpo del alfa, pasando al suyo gracias a su poder.
Pero, en vez de sentirse halagado o cualquier otra cosa, el omega no sintió nada más que repulsión al saber perfectamente que era lo único que deseaba el alfa, y se encontraba igual de disgustado que su lobo, quien no dejaba de enviarle su rechazo a través de un intenso sabor amargo en su paladar.
—Lo siento, estoy ocupado —pronunció, intentando apartar su mano.
—Solo quiero hablar contigo, disculparme si fui muy grosero contigo antes —expresó con rostro preocupado.
A lo cual posiblemente Tristán le habría creído, si no fuera porque seguía sintiendo el intenso deseo meramente carnal del alfa hacia él, comenzando a provocar que su estómago se revolviera y la bilis se reuniera en su boca.
—Todo está bien, por favor —pidió tomando una profunda respiración mientras hacía algo de fuerza.
Cuando Meyer repentinamente lo soltó, los ojos del omega se abrieron grandes, casi esperando su caída mientras veía al culpable levantarse de la mesa intentando atraparlo.
Afortunadamente, este no alcanzó a llegar, e instintivamente, Tristán supo que, la persona que le había alcanzado, no se trataba de otro más que Santos, ya que ninguna emoción fluyó hacia él tras ser tocado, y, por el contrario, alivió el malestar que había sentido por culpa de Meyer.
—Ten cuidado —espetó el alfa con aparente molestia antes de apartarse y dirigirse a su mesa habitual.
Sonriendo automáticamente de forma genuina, el omega dejó a Meyer sin más palabras y se dirigió a la mesa del alfa.
—Me alegra que finalmente vinieras —exclamó parándose frente a él.
—Ahórrate todo y solo tráeme mi comida de siempre —gruñó sin siquiera dedicarle una mirada.
—Está bien, ya vuelvo —expresó con una risita divertida—. Pero deberías de intentar comer otros platos, te recomendaría la primera opción hoy —comentó antes de alejarse con un rostro completamente feliz con la llegada del alfa.