Capítulo 8

2614 Palabras
Tan pronto como Tristán estuvo cerca del taller de Santos, supo que algo estaba mal. Y no era precisamente por el auto estacionado frente al taller o por la puerta más grande abierta que permitía que su sensible oído escuchara una voz alterada desde el interior, no. Lo que alertó al cambiaformas omega de que algo estaba mal, muy mal, había sido la concentración de odio y rencor que sintió emanando del interior que le golpeó con fuerza, casi quitándole todo el aliento. Intenso y desagradable, el lobo de Tristán se removió inquieto por dichas emociones malvadas, pero a diferencia de otras veces, su primer instinto no fue querer ayudar quitando esos sentimientos a la persona. Eso fue un poco extraño, ya que su lobo siempre quería ayudar, pero aun así, Tristán no dijo nada al respecto y a pesar del dolor que comenzaba a invadir su cuerpo, se acercó hasta que pudo comprender perfectamente lo que estaba sucediendo en el interior. Una cosa extraña se presionó en su pecho al escuchar tan crueles palabras siendo lanzadas hacia Santos, y no por lo que significaban, ya que dudaba que ese alfa pudiera realmente ser un asesino, a pesar de que no lo conocía de mucho, pero... La cantidad de odio concentrado en cada palabra expresada... Era eso lo que le había dejado impresionado. Si antes, al sentir aquellas emociones aparecía una presión dolorosa en su cabeza, en ese momento, gracias a la persona llena de odio, era como una lanza estuviera atravesándola para luego girar en el interior solo para causarle más dolor. Y a pesar de ello, no podía dejar de concentrarse en Santos, quien, a pesar de estar ahí, siendo el receptor de dichas palabras crueles, no podía sentir emoción alguna al respecto provenir de él. Nada de miedo, culpa, enojo, frustración. ¿Por qué? ¿Realmente el lobo alfa podía ocultar sus emociones tan perfectamente o en realidad no estaba sintiendo nada? Tan confundido como se encontraba al respecto, Tristán se acercó un poco más a la puerta, deseando confirmar que Santos realmente estaba ahí. Asomando solo un poco su cabeza, sus ojos se expandieron con sorpresa al contemplar al alfa prácticamente a punto de estallar sobre el otro hombre que no cerraba su boca y, por el contrario, lo alentaba a golpearle como si eso era precisamente lo que había estado buscando todo ese tiempo. Antes de que el omega siquiera pudiera pensar en ello muy bien, tanto su lobo como él entraron en acción conjuntamente, y en vez de tomar aquellos malos sentimientos como siempre había hecho para calmar al contrario, los tomó y se los envió de vuelta a dicho hombre malvado, logrando que este se enfermara y arrojara el contenido de su estómago sin poder contenerlos. Una oleada de satisfacción recorrió a Tristán por ello, aun cuando el cobro por utilizar su don y permanecer cerca de dicha persona llena de sentimientos desagradables comenzó a cobrarle por ello. Dándose vuelta con una mueca entre sus labios, el lobo sumiso se apoyó un momento en la pared mientras cerraba con fuerza sus ojos para que el piso en sus pies dejara de moverse. Y, aun así, cuando escuchó al idiota culpar a Santos de todo y volver a lanzarle ese odio irracional, Tristán no pudo evitar enviarle una pequeña oleada de sus propios sentimientos nuevamente. Ah, prácticamente podía sentir como sus rodillas luchaban por mantenerse firmes y su estómago se resolvía con una acidez queriendo subir por su esófago, aun así, para el omega valió totalmente la pena tras contemplar al pálido hombre salir a trompicones del taller mientras soltaba amenazas débiles en su huida apresurada. Contemplar el miedo y la confusión en ese pálido rostro enfermo tampoco había sido muy malo. —¿Qué es lo que tienes? —cuestionó aquella voz gruñona repentinamente a su costado. Tristán le observó, y algo divertido pasó porque, de un momento a otro, sintió que su mundo se estaba inclinando hasta que una mano apareció en su hombro, logrando así evitar que se cayera. Fue... Extraño. Realmente, no había otra palabra para describir al sentir como ese cálido tacto de esa gran mano, comenzaba a calmar lentamente el dolor en su cuerpo, haciendo retroceder a su vez su malestar, dándole un respiro agradable. —Hey —espetó Santos, con aquellos ojos color ámbar observándole preocupados a pesar de que su rostro, realmente no mostraba nada. Esa fue una combinación extraña, y refrescante, porque realmente no había nada más ahí que pudiera sentir o ver, cero emociones expulsadas inconscientemente de las cuales pudiera estudiar. Y eso, tenía tanto a su lobo como a él nadando en la curiosidad. —Hey, hola —pronunció con un intento de sonrisa—. Yo te he traído tu comida —anunció alzando sus manos para mostrar la bolsa—. ¿Podría tomar un vaso de agua? ¿Por favor? —pidió lamiendo sus labios resecos. No muy feliz, Tristán observó como Santos asintió con sus labios torcidos hacia abajo y se apartó volviendo a entrar a taller. Tan pronto como esa mano dejó de tocarlo, el lobo de Tristán gimoteó en disgusto al sentir que nuevamente el dolor volvía, y el omega tuvo que morder su labio inferior para no soltar un quejido. Aunque el dolor no era nada comparado a lo que Tristán sabía que debería de estar sintiendo, el haber perdido el alivio instantáneo que le producía el alfa con un simple gesto era algo que le sorprendió, y tal vez fue por eso que simplemente se impulsó hacia adelante y entró al taller, siguiendo al hombre. Sentía demasiada curiosidad de saber por qué no podía sentir las emociones de Santos y aún más, la razón por la que ni siquiera su tacto parecía mostrarle nada a diferencia de otros, y por el contrario, parecía darle algo de alivio y proporcionarle un rastro de paz que rara vez había sentido. Tan pronto como el lobo omega estuvo en el interior del taller, sus ojos se expandieron con emoción y sorpresa al contemplar los increíbles muebles y tallados que había en donde sea que mirase. Desde clóset, muebles de cocina, pequeños bares, cómodas, cabeceros de cama, mesas, puertas, etc. Donde sea que mirase, Tristán encontraba un increíble trabajo terminado o a medio terminar. —¿Qué estás haciendo aquí adentro? —cuestionó esa voz gruñona y el omega se dio vuelta para encontrarse con un rostro con muecas y cejas fruncidas furiosas. Pero, a pesar de su enojada expresión furiosa, Tristán no sintió nada de miedo. Confiando siempre en las emociones más que en las palabras de las personas, era un poco difícil para él en ese momento estar asustado cuando no podía ver realmente nada en Santos que dijera que se encontraba molesto con él en ese momento. Su aroma tampoco demostraba realmente nada y a pesar de su expresión malhumorada, sus ojos no reflejaban esa furia de su tono gruñón ni las marcas de su rostro. Por lo que no, Tristán simplemente no estaba asustado sin importar la expresión y tono del alfa en ese momento. —Tienes unos muebles increíbles aquí —exclamó, volviendo a darse vuelta para contemplar dichos trabajos. —Toma tu agua y largo de aquí —espetó el alfa, dejando el vaso en su mesa de trabajo. —¿Puedes decirme cómo logras que la madera te quede tan lisa y suave? —cuestionó, ignorando sus palabras—. ¿Qué hay del tallado en ellas? ¿Cómo logras hacer hasta los detalles más pequeños? ¿Qué herramientas usas exactamente? —exclamó, con cada pregunta sonando más emocionada que la anterior. Santos solo frunció más el ceño, intentando parecer tan molesto como se sentía en ese momento por ese pequeño invasor. Pero si era sincero, en realidad no estaba taaan molesto si comparaba como se había sentido cuando su tío Belmont entró a su taller. Ciertamente su lobo no estaba exactamente furioso, y a pesar de que hacía solo unos momentos había estado lo suficientemente irritante para que Santos simplemente lo ignorara y luego estuvo de estallar por culpa de su tío, en ese instante se encontraba... Tranquilo. Por ello es que el lobo alfa estaba confundido y curioso también por el hombrecito que recorría descaradamente su taller, exclamando y alabando cada mueble que se encontraba a su paso, ignorando totalmente cada cosa que dijera o su visible malhumor. Lo peor de todo, es que cada pregunta que hacia el omega, era coherente, como si realmente supiera de lo que estaba hablando a diferencia de otras personas. Sin querer, sus ojos estaban siguiendo al chico, observando su pequeña figura delgada, percibiendo los reflejos castaños en su cabello rubio, las ligeras curvas en su cuerpo, los rasgos delicados de su rostro y esa palidez enfermiza en su piel que seguía tan presente como en el momento en que lo encontró apoyado en la pared de su taller. Cuando Tristán tropezó y agitó su cabeza, Santos gruñó por lo bajo y tomó el vaso nuevamente. Acercándose a pasos fuertes, casi esperó encontrar el miedo reflejado en esos ojos café como cualquier otro omega o persona lo estaría, pero el chico solo parpadeaba tranquilamente mientras le observaba con curiosidad. —Bebe esto y luego lárgate —ordenó, entregándole el vaso y quitándole su comida antes de empujarle ligeramente hacia atrás, obligándolo a sentarse en una silla terminada. Parpadeando, Tristán observó la silla y otra sonrisa creció en su rostro mientras sus dedos rápidamente acariciaban la curvatura del reposabrazos. —Cool —expresó y le observó con interés nuevamente—. ¿Cómo haces que los grabados parezcan tan reales? —insistió antes de beber un sorbo de su agua. —No te interesa —respondió cortante. —Pero sí lo hace —respondió, su mirada vagando por todo su taller—. En mi antigua manada, estuve trabajando un tiempo con un hombre que hacía muebles como tú, aunque claramente no tenía la misma destreza y talento —comentó—. A decir más bien, solo me aceptó como su ayudante a pesar de que yo quería construir muebles como él, pero no me importó quedarme si con eso significaba que estaría aprendiendo —expresó—. Lamentablemente las cosas no fueron bien —suspiró recordando. —¿Qué? ¿Te diste cuenta de que no era un trabajo para un omega como tú? —burló, cruzando sus brazos. —Nop, mi jefe intentó encerrarme y tomarme a la fuerza en su oficina —respondió, levantándose para acercarse a un mueble que llamó su atención—. Pude escapar afortunadamente, pero no pude volver a trabajar, no cuando temía quedar a solas con él —explicó—. Pero, en serio, ¿cómo logras hacer figuras que parecen tan reales sobre la madera? —cuestionó, alzando su mano para tocar un grabado de lobos en una puerta del mueble. —No lo toques —espetó Santos, acercándose rápidamente para tomar su mano y alejarla. —Lo siento —pronunció Tristán, pero nuevamente, no había ni siquiera una pizca de miedo en sus ojos mientras observaba su mano visiblemente más grande rodear su muñeca—. Lo lamento, es mi culpa por querer tocar sin preguntar —expresó, observándole con curiosidad. —Eso no es todo —chasqueó su lengua, soltando su mano—. Recién le pasé una capa de barniz, lo ibas a arruinar si lo tocabas —explicó de no muy buen humor. Tristán sonrió observando al alfa. —Por supuesto —asintió—. Pero ¿me dirás por favor como lo haces? —pidió. —Con las manos —gruñó. —No es eso —rió suave—. Digo, obviamente lo haces con tus manos, pero me refiero a qué herramientas utilizas —explicó. —La que todos usan —respondió, frunciendo el ceño. —¿Estás siendo así debido a que no me quieres decir tu secreto para ser un buen carpintero o porque indirectamente me estás diciendo que me largue? —preguntó, inclinando ligeramente su cabeza hacia un costado. —¿Qué crees tú? —resopló. —Tengo una idea en mi mente, pero la ignoraré prefiriendo creer que solo no me quieres decir tu secreto —respondió con una brillante sonrisa antes de alejarse para ver otros trabajos. —¿No tienes un trabajo al que volver? —refunfuñó, siguiéndolo sin querer realmente, pero no podía permitir que el chico tocara cualquiera de sus creaciones en una tonta caída. —Sí, debería de ir —sonrió observándole sobre su hombro—. Pero no puedo volver realmente hasta que pagues tu comida —le recordó. La mirada de Santos viajó a su propia mano, observando la bolsa con su comida que seguía con él. —No toques nada —advirtió antes de acercarse a su mesa para dejar la bolsa. Observando por el rabillo de su ojo al alfa sacar su billetera, Tristán sofocó una risita divertida y siguió contemplando todo, tentado a tocar lo que veía, pero conteniéndose al saber que no sería bien recibido. —Aquí tienes —anunció Santos, volviendo con él—. Toma esto y vuelve a trabajar —ordenó. —Por supuesto —asintió Tristán, extendiendo su mano para tomar el dinero y tomar su oportunidad para tocar al alfa. Pero al igual que veces anteriores, absolutamente nada sucedió a pesar del contacto directo, y como si eso no fuera lo suficientemente sorprendente, ese rayo de paz y calidez apareció nuevamente aliviando su dolor otra vez —¿Vas a soltar mi mano o no? —cuestionó el alfa. Alzando su mirada, Tristán le observó con grandes ojos. —¿Qué pasa si digo que no? —Largo. —gruñó el alfa apartando su mano para rodearle y colocar una mano en su hombro, obligándolo a avanzar mientras le dirigía fuera de su taller. Tristán soltó una pequeña risita a su paso sin poder contenerse, sintiéndose complacido y realmente feliz de no encontrar absolutamente ningún dolor cuando el alfa le tocaba. Por lo que sí, tal vez estaba siendo algo molesto mientras buscaba razones por la cual el alfa podría tocarlo, pero cómo no hacerlo cuando hacía tanto tiempo que había sido tocado por otra persona, incluso su propia hermana rehuía tocarle por miedo a lastimarle sin intención. Cuando el lobo omega se vio cerca de la entrada, hizo algo de resistencia logrando que Santos dejara de empujarlo. —¿Qué sucede? —cuestionó el alfa. —¿Volverás a ir al restaurante? —preguntó observándole sobre su hombro. —¿Qué? —¿Irás al restaurante pronto? —insistió. —No. —Pero ¿por qué? —preguntó, haciendo pucheros que solo lograron colocar una mueca molesta en el rostro del contrario. —Porque no quiero —respondió, finalmente dándole el último empujón para sacarlo de su taller. —Entonces te estaré esperando —anunció, volteando a verlo. —Te dije que no iré —frunció el ceño, alejándose para cerrar el portón. —Te esperaré —aseguró. —Eres molesto —gruñó. Tristán sonrió—. Aun así esperaré. —Ya te dije que no lo haré —refunfuñó con una expresión feroz antes de finalmente cerrar el protón. —¡Te estaré esperando! —gritó y soltó una risita al escuchar maldiciones en el interior del taller. Dando vuelta, Tristán se dirigió nuevamente hacia su trabajo, esperando ansiosamente el momento en el que se volvería a encontrar con el alfa, después de todo, aunque no fuera al restaurante, en algún momento tendría que pedir comida otra vez y ahí estaría él.
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