Como si su cuerpo fuera manipulado por hilos, tal cual un títere, Karim desde el mismo momento en el que la estilista llegó a su casa no habló, las palabras que intercambió con ella no pasaron del saludo y monosílabos prácticamente forzados. La misma mujer la maquilló y le ayudó a vestirse. Aunque apreció el resultado final no le dio valor. Su alma parecía haber muerto aunque estuviera dentro de su cuerpo. No había emoción alguna en ella. Desde el mismo momento que volcó el estómago en el lavado del sanitario de su habitación, fue como si al liberarse de lo que tenía adentro y le produjo las arcadas, se escapó de ella su verdadera energía.
Era obvio que no estaba dando ese paso por voluntad propia, sino por obedecer a esa mujer y por ayudar a su padre. No tenía nada que celebrar ni por
