CAPITULO 03

2370 Palabras
POV : MARCUS. Todavía soy capaz de recordar todo con claridad, esa claridad que eriza el vello de mis brazos por el comienzo de nuestra historia. O por lo menos, cómo empezó para mí y cómo fué que llegué a convertirme en el guardian que mí reina necesitaba. Dara Harper era todo lo que una señorita nunca debía ser: hablaba a gritos, nunca peinaba su cabello y corría de un lado para otro con su ropa ancha. Algo que era sumamente chistoso, porque a pesar de que su madre intentaba disimular su salvajismo con vestidos caros, siempre acababan terriblemente sucios, pues su entretenimiento consistía en juegos violentos y poco adecuados para una niña. En cambio, yo por mí parte, siempre había sido un chico recto, muy bien educado y uno que jamás dudaba en obedecerla, ya que fuí encandilado por el bonito rostro y la sonrisa jovial de aquél ángel. Mientras otros padres se alegrarían al escuchar las carcajadas de sus hijos en esos juegos infantiles, los nuestros no estaban muy contentos con esta situación. En ese momento yo no lo sabía pero mí presencia en la vida de Dara, representaba un problema para los planes a futuro que su padre Archer Harper tenía para ella. El tiempo avanzó y aunque me habían intentado separar por todos los medios de Dara Harper, nada parecía funcionar, a la menor oportunidad o ante el menor despiste solíamos escaparnos para estar juntos y pasar tiempo de amigos, pero ahora que se estaba convirtiendo en una mujer deslumbrante y perfecta era muy difícil que sus labios no llamaran mí atención. Soñaba con tocarlos, saborearlos, imaginaba el calor de ellos al ser presionado por los míos, su suavidad... Y... Maldición sentí una erección cómo respuesta. — ¿Hijo? ¿De nuevo estás fantaseando? —Sonreí forzadamente, tratando de girar al lado contrario de dónde se encontraba mí madre. — ¡Por supuesto que no mamá! ¿Que decías? — Decía, que tu padre tiene razón, ¿sabes? No te olvides nunca de lo que acaba de decir. — ¿Y qué acaba de decir? — Rodó sus ojos dándose por vencida. — Ha dicho que algunas personas entran en tú vida por una razón, otras durante una temporada y otras para siempre. "Dara Harper" no es de las que estará para siempre. ¿Lo entiendes? — Lo entiendo. — Repetí para salir del paso. — Entonces, promete que esta noche mantendrás distancia y ya no te meterás en su vida. — Lo prometo, mamá. — Dije con seguridad, pero eran palabras palabras vacías. Hace menos de quince minutos la había ayudado a escapar junto a su primo Mason. Había estado esforzándome mucho, respetando las reglas. «Más o menos» Hice todo lo que se suponía que tenía que hacer. Pero no podía deshacer todos los años que había coqueteado con ella, había desobedecido a mí padre en todos los sentidos y lo había hecho por la chica que quería, la que amaba y la única que no podía tener. ¿Pero por qué tenía que ser así? Si el problema era mi origen ya tenía un plan para eso, dentro de poco iría a una universidad prestigiosa, mí padre había tirado de muchos hilos para que yo pudiese ser aceptado, no iba a defraudarlo. Sus palabras fueron «Conviértete en lo que eres» y pensé en mí propia conclusión: «Voy a descubrir primero quién coño soy antes de empezar a convertirme en ello». Salí de la cocina moviéndome entre los invitados hasta llegar al salón principal de la mansión. Archer Harper, se encontraba en mitad de un discurso, que resultaba, a todas luces, innecesario. Hablando de que quería invertir dinero en el menú de las escuelas públicas, y también que quería que dichos niños tuviesen una buena educación, ideales justos y mucha disciplina. Hubo muchos aplausos y Vítores en respuesta creando murmullos de aprobación en el lugar. «¡Es cierto!» «¡Cuánta razón tiene!» «¡Es un hombre de gran corazón!» Un poco después escuché una voz altanera y desagradable al fondo del pasillo. — ¡Es un traje de cinco mil dólares mocosa!. Ahora tú lo has arruinado. — Allí estaba él, con su opulencia y sus ojos azules típicamente americanos igual de codiciosos. Dara, jamás sería feliz con alguien cómo Astaroth Lennox, eso es algo que sabía muy bien. — ¿Que sucede aquí? — Indague acercándome. — Sucede que esta niña dejó caer su comida sobre mí ropa. — Señaló a mí hermanita que estaba con su vista pegada al suelo y al borde del llanto. — ¡Juno! ¿pero qué haces aquí? — Tomé su manita para sacarla de inmediato. — Lo siento señor me encargaré. — Sí... Llévate a esta niña piojosa de aquí. — Escupió con desdén y sus palabras hicieron que mí sangre hirviera. — Esta niña piojosa, es mí hermanita señor, le pido un poco de comprensión. — ¡Ja! — Comenzó a reír. — Cómo si eso a mí me importara pobretón. sólo lárguense de aquí, esta fiesta no es para marginales. — Apreté mí mano libre, tratando de controlarme para no romperle la cara a este idiota. — Lo siento, pero usted no me da órdenes. Es el señor Archer Harper quién lo hace. — Repliqué enojado y el imbécil se acercó más. — Para que lo sepas cuándo sea el amo y señor de este lugar tú y tu familia estarán de patitas en la calle... Quizás viviendo debajo de un puente. — Di un paso para enfrentarlo pero él retrocedió rápidamente. La voz de Archer Harper desde el estrado corto la tensión entre nosotros. «Ahora quisiera hacer la presentación de mí futuro yerno y marcar el compromiso que unificará HAR&LEX» ¡Astaroth, hijo, ven. Sube hasta acá.! — No perderé más tiempo tratando con la chusma, ahora me voy a conocer a mí futura prometida. — Se dió media vuelta y se marchó. «Su prometida» Claro, si supiera que ella ya lo dejó plantado, sin siquiera conocerlo. [...] Tiempo después... — ¿¿Que haga qué?? — Bobby, mí compañero de piso me veía de manera divertida. — Que te vayas a dormir a otro lado. — Repetí mientras me colocaba una franela cómoda. — ¿A otro lado? Es en serio... Sabes muy bien que no hay otro lado. — Pues... Puedes ir a la Biga he visto que muchos duermen en esa cafetería además te sirven un buen café. — Mañana comienzan las pruebas en el campus y tú... ¿Esperas que yo pase la noche en vela en una cafetería? — Giré mientras él hablaba para ordenar lo más que pudiera la estancia. No me daba tiempo de ambientar el lugar y lamento no haberlo hecho, había pasado tiempo desde que no veía a Dara. Se pillo un buen cabreo en cuánto se entero que vendría a una universidad lejos de la suya pero era esto o seguir siendo un don nadie. — Bobby, Hermano, apóyame en esto. — Suspiró mientras negaba. — Joder, sabes que lo haré Hermano. — Esboce una amplia sonrisa. — ¡Te debo una de las buenas! — Ya lo creo que me la debes. — Ladeo la cabeza hacía la ventana. — Ella está ahí abajo. Vete. Yo bajaré por las escaleras de incendios. Y por Dios no hagas tanto ruido. Ésta tarde después de tantos meses Dara me había llamado de la estación. "He cogido el tren, Marcus" "Todo el mundo piensa que estoy en casa de Lily" Sus palabras sonaron rápidas y frenéticas cómo si tuviese que soltarlas antes de perder el valor. "Pero no estoy con Lily, voy de camino a verte" "Antes de que todo se descontrole y dejemos de ser nosotros, debo verte y me da igual que pienses que no deberíamos hacerlo" Ella estaba de camino; de verdad iba a venir. Y, desde luego yo no podía decirle que no. Nunca podía hacerlo... Atravesé las puertas que daban hacía la salida, en menos de tres minutos estaba detrás de ella. Se dió la vuelta apenas sintió mis manos en su cintura y cuándo lo hizo sonrió haciendo que el mundo entero desapareciera. — Marcus... — Susurró. Había hecho una promesa, no debía tocarla pero cómo siempre la necesidad me dominó, era un anhelo tan intenso, puro y potente que no entendía cómo es que podía estar mal. — Dara... — La besé de forma salvaje, apasionada y más profunda que los tiernos besos que compartíamos en el pasado. Y, maldito fuera, me daba igual que para todos estuviera mal. Yo la deseaba. — No deberías estar aquí señorita Harper. — Lo sé. Pero... Tenía que verte. — Contuve el aliento para no ir sobre ella de nuevo. — Lo sé. Me alegra muchísimo que hayas venido. — Confesé y ella sonrió. — Ahora... Es mejor que subamos, si alguien te reconoce, inmediatamente le informarán a tú padre. Después de varias horas de charlar, cenar y ponernos al corriente ambos reposabamos sobre mí cama, tenía su mano entrelazada con la mía odiaba que llegara el momento en que tuviese que marcharse. — Vas a cumplir las órdenes de tu padre, ¿cierto?. — Me apresuré a decir. — Es un asunto que no está decidido. — Respondió de manera cortante. — Por cómo yo lo veo está más que decidido, no pienses que iré a tú boda. — Gire mí vista hacía la ventana para ocultar el enojo. — No nací para ser la esposa de nadie, además te prohíbo hablar sobre ese tema. — Muy bien, cómo la reina mande. — Dije de manera impertinente para hacerla enojar. — ¡No soy una reina! Retira lo dicho, Marcus Vasil Johnson. — Me empujó y trate de aguantar la risa. — Lo haré su majestad. — Cómo no retires ese estúpido apodó voy hacer que te tragues... — Mi reina, mi Lady, princesita, mí Ama. — Comencé a repetir y su rostro se llenó de furia. — ¡Te mataré por desobediente! — Brincó sobre mí quedando justo sobre mí pelvis, la respiración de ambos estaba acelerada. Desde este ángulo su rostro se veía completamente angelical. Dios mío, el calor junto con el roce de su entrepierna me produjo una erección y ella se acaba de dar cuenta, sus mejillas sonrojadas me lo dan a entender. Ambos éramos inexpertos pero fantasear se nos daba muy bien y en ese preciso momento mí mente ardía por su aroma, el tacto de su piel contra la mía... «¡Joder! ¡Para!» Me obligue a tomar aire y echar fuera todo pensamiento de índole s****l, cuándo fui apartar a Dara de mí cuerpo su mano me detuvo. — No tienes que hacerlo Dara. — No... Pero sí quiero hacerlo, por favor. — Se sacó la blusa por encima de su cabeza, sus pequeñas pero bien definidas tetas cayeron la aire, se veían tan dulce que se me hizo agua la boca. Lo siguiente fue quitar el chandal hasta que resbalaron por mi cadera y me libre de ellos con una patada. — Tócame. — Pidió ella. — Por favor... Oh, sí. Eso podía hacerlo me ocupe de sus pantaloncillos y cuándo ví el nacimiento de su vello púbico gemí sin poder controlarlo. Deseaba abrazarla y no soltarla nunca, ser su protector y su caballero. — Te quiero. Lo siento Dara pero necesitaba decirlo. — Yo también te quiero Marcus. — Se humedecido los labios. — Alguna vez tú... — No. — Respondí de inmediato, nunca quise hacerlo con nadie más, solo con ella. — ¿Y tú? — Pregunté intrigado. — No, jamás. — De nuevo me derretí por ella. Deslice mis dedos sobre ella cautivado por cómo se tensaban sus músculos al sentir mí toque, los dulces gemidos de ella me motivaban a continuar tocándola. Y cuándo llegue a sus tetas, al lamerlas la parte más oscura de su pezón se contrajo de tal manera que era imposible dar marcha atrás. Estiré mí mano temblorosa para tomar un preservativo de la mesita de noche y se lo entregué. Con delicadeza tomó mí polla y la cubrió, nuestras miradas no se apartaron ni un segundo, mientras ella se subía para introducirla en su coño, estaba húmeda y resbaladiza. Parpadeo varias veces y soltó un jadeo cuándo comenzó a entrar lento, muy lentamente dentro de ella. — ¿Estás bien? — Pregunté cuándo iba a mitad de camino. — Sí y ¿tú? — También. — Pero su rostro tenía una mueca de dolor... — Me parece que te está doliendo mucho, lo siento. — Intenté sacarlo pero ella se negó. — Sólo ve despacio si. — Apreté los labios, no podía ir despacio, estaba muy excitado, comencé a dar embestidas lentas y suaves pero al final no pude contenerme y comencé a aumentar el ritmo pasando de lento a desenfrenado. — ¡Lo siento! — Jadeé apretándola de la cintura. Entonces, ella negó con su cabeza rodeando mi cuello aferrándose a mí, para cabalgarme con más destreza. — Continúa por favor. ¡No pares! Es maravilloso. — La palabra me envolvió justo cuándo sentí su coño apretárse en mí polla, mientras que esta se sacudía salvaje y violenta dentro de ella, parecía una eternidad pero no fue así. — ¡Vaya! — Dije apenado. — ¿De verdad estás bien?. — La abrace con fuerza y ahora deseaba no tener que soltarla. — De verdad. Si dolía pero luego mejoró.... «Mejoro mucho» — Respondió acurrucándose en mí pecho para contar mis pecas con su dedo. — No quiero volver hacerte daño nunca más. — No podrías... — Bostezo y se quedó en silencio. Minutos después acaricié su rostro. — ¿Dara? — ¿Si? — ¿Te gustaría hacerlo otra vez? — Echo su cabeza hacía atrás y pude ver el deseo en sus ojos verdes. — Sí, me gustaría. La besé de nuevo y aunque seguramente nuestros años de amistad se desmoronaron, dentro de ese infierno fui feliz. Tal vez jamás estaríamos juntos de nuevos, o tal vez si. Pero pase lo que pase, habíamos podido fundirnos es esta habitación y durante una maravillosa noche, habíamos sido «LIBRES»
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