Ioana, para darles tiempo a recuperarse y para que los estimulantes fueran haciendo efecto, me enseñó, una vez más, su abierta, depilada y húmeda “almeja” manteniendo su falda levantada antes de colocarse en cuclillas sobre mi boca y obligarme a comérsela mientras ejercía tal presión en mi nariz que casi me ahoga. Al llegar al clímax me mojó con su “baba” vaginal la nariz, los ojos y los pezones y después de volverme a magrear las tetas, se echó sobre mí con intención de frotar su “chirla” con la mía hasta que se meó encima de mí. Acto seguido se levantó, buscó dentro del armario una descomunal braga-pene dotada de un espectacular “instrumento”, de unas dimensiones similares a las de la “tranca” de Daniel y se la puso. Para entonces estaba escocida, exhausta y rota por lo que, siendo incap

