Capítulo 1

2606 Palabras
No hay nada mejor que empezar el día lleno de energía, quizás disfrutando de un delicioso desayuno recién preparado, un café que te llena de fuerza para continuar en este mundo inhumano, despertar con deseos sinceros para trabajar y ser cien por ciento responsable con las tareas del hogar, la oficina y etc... etc... Espero que existan personas en el mundo que comiencen sus días de esa manera porque de mi parte soy la pereza en persona, por las mañanas ni siquiera quiero saber cual es mi nombre, quién soy, de dónde vengo y a que me dedico. Si pudiera, cambiaria el horario mundial para laborar por las noches y descansar durante todo el día. El sol me resulta agotador... mi existencia me resulta agotadora. Total, no soy una mujer de mañanas y tengo razones. La alarma del móvil se repite por quinta vez, no hay nada que odie más que la alarma de ese bendito teléfono que yo misma he programado para repetirse desde lunes hasta jueves. Trabajo cuatro días a la semana pero odio cada minuto y segundo de esos días; amo mi trabajo, lo que odio es tener que dejar mi cama debido a ese trabajo. Tengo un extraño trastorno del sueño. —Señorita Capuleti, es hora de levantarse. Recuerde que tiene una reunión a las nueve de la mañana con la directiva y por la tarde debe revisar los establos del campo recreativo, y por la noche la cena con sus abuelos y la familia L'Keen. Ahh... ¡Con ese horario para el día mucho menos que voy a levantarme! —Kay, por favor, unos minutos más... —pido a mi asistente, o mejor dicho a San Kay, el hombre que todos los días me recuerda el porqué existo y para qué existo. Es siempre. Trabajo, diversión y dinero. —Imposible. Hoy hablaremos sobre la inversión para la adquisición de la cadena de hoteles Veyanakov, que están a punto de la bancarrota y su inminente viaje a Rusia. —Te he dicho que no es rentable comprarlo, no pienso ir a Rusia en esta épocas. Las temperaturas bajas no son lo mío. —me envuelvo en las sabanas. —Estamos en agosto, las temperaturas se mantienen en 24 Celsius. Y las temperaturas altas tampoco son lo suyo. —ruedo los ojos. No es que odie ambas temperaturas pero de las dos odio más el calor, el sol puede matarme en segundos si se lo propone. Sin embargo, Kay no esta entendiendo el punto. Termina quitándome las sabanas de encima, vuelvo a ver a Kay que ignorando mi cuerpo semidesnudo desliza y apunta en su iPad, lo único que le importa de mi es que cumpla con su agenda. No me importa la agenda, quiero dormir a más de las seis treinta de la mañana. Mis quejas sobre el sueño y levantarme es porque me cuesta dormir, no hay una razón en especial por la que Morfeo me detesta, pero ha sido así desde que comencé a vivir sola y a eso ya un par de meses atrás. Tengo veinticuatro años, estoy en la edad donde vivir sola es lo más lógico ya que he terminado mis estudios y estoy trabajando pero despegarme de mi familia no ha sido una cosa fácil. Dormir durante el día me resulta fácil, puedo dormirme a las seis de la mañana y despertarme a las seis de la tarde como si nada, pero si trato de dormir a las ocho de la noche y despertar a las siete de la mañana... estoy enviándole una señal de protesta y resistencia a mi cerebro que no me permite en lo absoluto cerrar los ojos. Kay ha preparado el desayuno, comemos juntos y durante el proceso comparto algunos puntos de vista con el de lo que implicaría comprar una cadena de hoteles en Rusia. Mi familia, los Capuleti, son dueños de diferentes cadenas de restaurantes, hoteles y campos de recreación alrededor de Europa e incluso Canadá. Yo, Leaf Capuleti, estoy a cargo de la cadena de hoteles y campos de recreación en el Reino Unido donde tenemos más de 25 locales, grandes y pequeños. Es mucho para una chica de mi edad pero lastimosamente soy la única persona en nuestra familia que puede encargarse del negocio por ahora, mi hermana mayor Loani Capuleti esta en Canadá encargándose de expandir el negocio y Charlen Capuleti, mi hermano mayor esta viajando de Alemania a Italia encargándose de los restaurantes de Capuleti. Mi ultimo hermano, es Daney Capuleti pero a penas tiene catorce años y hasta ahora no ha tenido el menor interés en el negocio. Quiere ser artista. De mi parte, no estoy meramente entusiasmada con la idea de solo manejar los hoteles y campos de mi familia, quiero hacer mucho más que eso, se que es el patrimonio de los Capuleti pero no es todo, puedo hacer más con ello. Termino el desayuno y regreso a mi habitación, con la mirada aprehensiva de Kay sobre mi observándome como si fuera alguna criminal que esta a punto de cometer un crimen. No iré a la cama, viviré con sueño todo el día y en la noche no podré pegar ojo, ya es rutina. Kay es un excelente asistente personal, es mayor que yo por tres años pero es magnifico en su trabajo; ademas de ser un chico bastante atractivo. Estatura promedio, a******o, delgado, cabello oscuro y mirada caramelo que le hace ver cien por ciento dulce. Es una de las razones por las que le contrate, ademas de un impresionante curriculum. Lo único malo que tiene es su insistencia para obligarme a llevar mi itinerario en orden. Elijo un pantalón ejecutivo, una blusa manga larga a rayas blancas y negras, tacones negros con suela roja y cero chaqueta. Me veo bien así de simple, ademas el clima en Edimburgo esta caluroso. Hoy he tenido un buen día con mi cabello así que lo dejare suelto, vale la pena gastar mi dinero en mil productos de cuidado capilar porque funcionan de maravilla. No es vanidad, no hay nadie mejor que yo misma para cuidarme. —¿Conducirá hoy? —No, después de los establos lo que menos quiero es conducir. —me recuerdo de llevar un cambio de ropa, siempre termino echa polvo después de visitar nuestros animales. —Pediré un taxi. —escucho que dice Kay mientras sale cargando mi bolsa con ropa de cambio. Es implacable. Regreso a mi habitación por el móvil, lo he dejado sobre la cama y también es solo una excusa para pasar checando mi cocina y auto robarme una barra de chocolate con nueces. No puedo evitarlo, el chocolate es mi peor enemigo, pero al enemigo hay que tenerlo cerca, así que aunque engorde cuatro tallas sólo oliéndolo voy a vivir con ello. —Agendare una visita al nutricionista la próxima semana. —ruedo los ojos, Kay es mucho peor que mi abuela que trata de mantenerme en una dieta de por vida o según ella, nunca encontraré un buen esposo. ¿Por qué me importaría estar delgada para encontrar un esposo? La persona con la que me case deberá no solo amarme con mis gorditos, sino estar dispuesto a comer todo lo que podamos juntos. Y ni siquiera estoy deseando encontrar a esa persona ya, prefiero enfocarme en mi trabajo y mis proyectos. —Y hablando de adelgazar. —nadie menciono la palabra "adelgazar" en voz alta. —Recuerde esta noche es la cena con sus abuelos y la familia L'Keen. —¿Esos quienes son? —Los L'Keen son dueños de la fabrica de equipo deportivo, patrocinadores de varios equipos nacionales e internacionales. —¿Y por qué vamos a comer con ellos? Kay no responde, le miro fijamente hasta que vuelve a verme sin decir nada. Inquiero con la mirada y él resopla. —Es la cena de compromiso entre usted y el joven Fejiour L'Keen. Las palabras que salen de su boca, lejos de ser buenas son incomprensibles, absurdas y sin sentido. Sinceramente, creo que no escuche bien lo que acaba de decir. —¿El compromiso entre quién y quién? —me aseguro primero de tener limpios los oídos, y lo están, tengo una cita mensual con el otorrino para que estén limpios. —El suyo, señorita Capuleti, la unión de sus familias por medio del matrimonio de usted con el joven L'Keen. Pestañeo varias veces, impulsivamente comienzo a reír por la tontería que acaba de decir sobre mi persona casándose con un completo desconocido en pleno año 20xx donde esas cosas como matrimonios por conveniencia no se supone continúen existiendo. Kay no se ríe, lo que esta diciendo es totalmente en serio y no estoy segura de querer comprobarlo porque es una locura. ¡No pienso casarme con un desconocido! —Llama a mis abuelos y diles que cancelen esa cena porque de ninguna manera van a casarme con un tipo que no conozco, por Dios... ¡¿Qué tan viejos están?! —gruño molesta, esto no puedo aceptarlo. Kay asiente con la cabeza. ¡¿Por qué están haciéndome esto?! Si quieren apresurarse a casar a alguien deberían de hacerlo con Charlen que ha embarazado a una chica y se niega a responsabilizarse, incluso se ha hecho de domino publico y mi familia ha estado en constantes escándalos gracias a ello porque él descarado está escondiéndose de la chica. No pienso involucrarme en ese asunto, siempre es lo mismo con él. Chàrlen no puede sino darme dolores de cabeza que terminarán matándome. Llegamos al edificio Capuleti en el centro de Edimburgo, me deshago del pensamiento que ellos quieren casarme concentrándome en mi trabajo. Trabajo y trabajo. Venga, estoy dando lo mejor de mi, ¿pareciera que necesito a alguien? Un esposo, un hombre, un amante... bueno, un amante no estaría mal pero sin compromiso. No boda. Enfócate Leaf, arreglaremos esto después. —El precio es considerablemente bajo en comparación a otras cadenas hoteleras en venta, ademas Rusia es un país comercializado que atrae turismo. —Entiendo, Leo, pero hay una razón por la que el precio es bajo y se que puede ser una inversión a bajo precio pero con ganancias a largo plazo. ¿Tienes un estimado de tiempo en el que este proyecto comenzara a regresarnos ese dinero? —pregunto leyendo su propuesta. —Además, aquí solo tenemos imágenes que el interesado en vender nos ha enviado por lo que no podemos asegurar que las instalaciones de estos hoteles este en optimas condiciones, lo que implicaría una suma extra de dinero en remodelación. —Si... si... entiendo, el estimado en gastos de remodelación es de diez millones de euros. —le miro con una ceja arqueada. —¿Estas diciéndome que quieres invertir cinco millones de euros en una franquicia hotelera de "lujo" que esta por caer en banca rota, e invertir diez millones de euros en remodelación. Tomando en cuenta que no tienes evidencia que este lugar sea como lo han pintado estas imágenes. —pregunto con incredulidad. Leo comienza a sudar, moviéndose sin saber que decir. Vuelvo a ojear los papeles con las fotografías. Las instalaciones no parecen ser una propiedad horrenda pero no puedo fiarme de ellas, la inversión es grande por lo que no puedo aceptarlo con tan poca investigación. —Vi... viajaré a Rusia este fin de semana para poder confirmar que las instalaciones estén en condiciones. —dice con poca seguridad. Pobre hombre, pero su trabajo ha sido mediocre. —Escribe una nueva propuesta, no te pongas nervioso y solo trata de decir cosas más coherentes la próxima vez que estes frente a mi. No podemos invertir quince millones de euros en una franquicia que no conocemos, no solo se trata de lo bonito que lo pinten, sino de conocer la zona, el turismo, ingresos, la clase de clientes que se acostumbran nacionales e internacionales. —Si... si, señorita Capuleti. —muevo la cabeza asintiendo, levanto la mano pidiéndole que se retire. Otros proyectos llegan a mi escritorio con su respectivo investigador, algunos me parecen y otros son un completo fracaso. Trato de mejorar las cosas dentro del negocio, sé que han sido difícil desde que mis padres fallecieron pero hemos tratado de mantenernos arriba. Mi familia no ha querido hacer negocios con Rusia desde hace unos años pero si esto llegara a ser rentable necesito saber qué tomar el riesgo valdrá la pena. Papá y mamá eran los principales encargados de mantener a Capuleti Exp. A flote con excelentes reseñas, pero ambos fallecieron hace cinco años en un accidente aéreo donde ellos y mi hermana que aun no había nacido. Fue una etapa difícil para todos, mis hermanos mayores se hicieron cargo de todo, ya que los siguientes sucesores de mis abuelos son lo que podemos llamar, "interesados en tener dinero pero no en ganarlo", por lo que dejarle todo a ellos no era una opción. Termine mis estudios en un tiempo récord gracias a las influencias de mi familia y mi propio intelecto que ha sido el mayor protagonista. A los veinte años comencé a trabajar bajo ordenes de Charlen y posteriormente pude hacerme de mi misma dentro de esto y ahora estoy aquí. Daney fue quien más sufrió, todos lo hicimos pero él era solo un niño de ocho años cuando perdió a sus padres. Ha sido muy difícil para él recuperarse, pero hemos tratado de estar ahí para él y por suerte, nos ha dejado entrar cada vez que se ha sentido perdido. De mi parte los hecho mucho de menos, era muy apagada a mamá, para mi ella era y sigue siendo la reina de mi vida. Me escuchaba, me comprendía y sobre todo, me amaba incluso cuando podía ser un terrible dolor de cabeza. Mamá siempre estuvo ahí para mi, perderla fue muy duro pero logre recuperarme. Por supuesto que lo haría, soy una Capuleti. Lejos de ese evento he tenido una vida bastante normal, tengo amigos con los que comparto tiempo y he tenido novios, me han roto el corazón solo una vez pero me recupere sacando un clavo con otro clavo. Es una buena técnica si sabes como usarla y con quien utilizarla. No niego que he tenido mis rollos, me gustan las personas así que he disfrutado mi juventud como mejor me ha parecido. Tengo un plan, enfocarme en mi trabajo es la primera fase, crear un patrimonio es la segunda y la tercera es un hijo, quiero tener un hijo antes de los treinta años para poder disfrutar una vida plena con él o ella. Con la repentina muerte de mis padres lo pensé, Loani y Charlen pudieron disfrutar de ellos hasta ser adultos pero Daney y yo los perdimos incluso antes de llegar a eso por lo que quiero tener la oportunidad de acompañar a mi bebé en su vida tanto como pueda. ¿Un papá? No hay alguien que tenga en mente, he pensado en Joaquín, mi amigo de la universidad que ahora tiene un bar con otro amigo también de la universidad. Es alto, cabello rojizo, rizado y bastante guapo, somos amigos por lo que podríamos hacerlo una vez y estaría bien pero todavía es un pensamiento. Jax también pero él es otro asunto. La posibilidad de adoptar también se ha pasado por mi cabeza pero si pudiera encontrar un hombre decente del que me enamorará seria estupendo, no ahora pero si dentro de cuatro o cinco años. Tengo tiempo, por ahora la fase uno de mi plan es continuar trabajando. Por ahora, no hay cabida para un hombre en la vida de la magnífica Leaf Capuleti.
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