9. El fuego...

1576 Palabras
Capítulo 9. El fuego que corre por sus venas. Sol cerró los ojos un segundo y respiró hondo. -- Enzo, ¿hay algo que quieras añadir? – le dijo el padre de Sol, al notar que Enzo sonreía sin motivo aparente. -- Nada por ahora, Alexander. Estoy disfrutando la conversación. Pienso que esta noche será más que beneficiosa para todos – le dijo y Alexander sonrío, él más que nadie estaba seguro de que así sería, esperaba que el joven Parodi cometiera algún error delante de su hija para que Sol acabara con él. La había preparado muy bien, y al igual que él, Sol no permitía ningún error. Además, conocía a su hija y sabía que Sol no estaba dispuesta a trabajar con nadie a su lado, al menos nadie que no sea un subordinado para ella, y en este caso Enzo no trabajaba para su hija, asi que conociéndola avecinaba problemas futuros, y con eso el desenlace fatal para el heredero de los Parodi. Sol apretó los puños, sabía que Enzo estaba jugando con ella, y lo peor era que comenzaba a conseguirlo. Cuando la reunión terminó, todos se levantaron para irse. Las ordenes habían sido dadas, solo quedaba cumplirlas. Pero antes de que Sol pudiera hacerlo, Enzo le bloqueó el paso con su cuerpo. -- No tan rápido mujer – le susurró muy cerca para luego preguntar. -- ¿Dormiste bien? – ella recordó el sobre n***o y la bala de plata en él y su rostro se transformó, haber sentido que su departamento fue vulnerable ante Parodi no le agradó para nada. Sus estrictas medidas de seguridad fueron vulneradas por el hombre que ahora le impedía el paso, y eso la estaba alterando, pero debía verse controlada si no quería preocupar a su padre, al menos no antes de una importante misión. Asi que decidió no responder, al menos por el momento. Pero Enzo no la dejó… -- No pensé que estuvieras presente hoy – continuó él, Sol miró de reojo a su padre. Alexander no la estaba mirando asi que decido que no se iba a quedar en silencio. Ella lo empujo con sutileza y se levantó, -- Estamos en mi territorio Parodi, no es coincidencia que este aquí. Además, yo soy la líder en esta operación, que eso te quede claro – -- Eso lo sé, es solo que ¿No te has puesto a pensar ¿Por qué tus hermanos me darían esa copa precisamente a mí? – le dice y claro que lo había pensado Sol, pero no podía decírselo a él. Ella pensaba que sus hermanos estaban poniéndolo a prueba a él, no a ella en esa ocasión, le molestaba haber sido tomada por sorpresa, ¡claro que sí!, pero eso lo hablaría con ellos después. -- Tal vez el destino tiene un retorcido sentido del humor – replicó con arrogancia, levantando los hombros, no quería ponerlo en aviso, y tampoco le importaba si Enzo se había dado cuenta de ello. El italiano no se inmutó. Solo tomó otro sorbo de su copa, con la tranquilidad de quien domina la situación. -- O será que tal vez sabían que no soporto ver a una mujer hermosa en apuros – susurró, y Sol reprimió un bufido. Se imaginaba que Enzo Parodi nunca haría nada sin un propósito. Y ahora, lo que más le preocupaba no era lo que él había hecho por ella, sino lo qué querría a cambio. -- Habla de una vez Parodi, ¿Qué quieres un cambio de tu heroísmo? – le soltó, mirándolo con la barbilla en alto. Enzo dejó la copa sobre la mesa y se inclinó un poco más hacia ella, su voz fue descendiendo hasta quedar en un susurro cargado de intención. -- Aún no lo he decidido princesa – le susurró. -- Pero te aseguro que lo sabrás cuando llegue el momento – Sol apretó los dientes. Detestaba deberle algo a alguien… y más aún, a un hombre como él. -- Te dije que tengas cuidado el suelo que pisas Parodi, solo recuerda de quien es este territorio – le dice ella furiosa. -- ¿Este territorio? ¡Oh si! aunque parecías un tanto incómoda con mi presencia. No sería así, sí realmente fuera “tu territorio” – la retó. Sol lo miró fijamente. Sí él quería jugar, entonces jugarían, pensó ella. -- No me incomodas, Enzo Parodi. Cómo debo decírtelo… en realidad me ¿aburres? ¡no! No es eso… más bien estaba tratando de recordar lo diminuto que me pareció tu… – ella no continuó porque en ese momento la puerta se abrió y Luka y Matteo hicieron su entrada. Sus hermanos con su sonrisa engreída y la confianza del que cree que ha ganado la partida ingresaron al salón, -- Lamento la demora – dijo Luka, sin molestarse en sonar sincero. -- Espero que no hayan comenzado sin nosotros – su padre no les respondió de inmediato. En cambio, dejó que su mirada afilada se posara sobre ellos, estudiándolos como un rey ante sus súbditos incompetentes cuando han fallado. -- Siéntense – les ordenó con voz de trueno. La reunión había terminado y no pensaba volverla a repetir por ellos, eso lo iba a dejar claro delante de Enzo Parodi como advertencia. Los dos hermanos lo hicieron, pero Mateo no tardó en soltar su veneno. -- Pareces cansada, hermanita. ¿No dormiste bien? – Sol le dedicó una sonrisa gélida. -- Tal vez porque anoche casi me matan. Otra vez – la tensión en la sala se volvió insoportable, Alexander se reclinó en su asiento, entrelazando los dedos sobre la mesa y miró a sus hijos. Sol siguió refiriéndose a lo diminuto que le pareció el miem bro de Enzo y dirigió su mirada directamente a la parte inferior de su pantalón donde ambos sabían lo que había oculto ahí. Y Enzo sonrió satisfecho. Le gustó ver como se defendía y no se sintió aludido y mucho menos ofendido por su comentario, por el contrario, estaba orgulloso de que Sol Valetta haya tenido tiempo de pensar en el tamaño de su hombría, después de haberla disfrutado como la disfrutó la noche anterior. De pronto la voz de Giancarlo los trae de regreso a la realidad, -- Sobrina debes estar alerta, no queremos que nos vuelvan a sorprender como la tarde de ayer – señaló el tío de los Valetta, y tanto Sol como Enzo asintieron, mientras que Luka y Matteo bajaron la mirada, algo de lo que solo Enzo se percató. Aunque el tío de la joven miró con ojos asombrados al heredero de los Parodi, pues no sabía que estaba al día con lo que pasó la tarde anterior en sus bodegas, horas antes del evento en la mansión. -- ¿No sabía que estabas al tanto de lo que pasó en nuestras bodegas Enzo? – le pregunta tratando de aclarar ciertas dudas. -- Sol me lo mencionó anoche, cuando la lleve de regreso a su departamento – le señaló. Giancarlo asintió y luego giró un momento para responder una pregunta. -- Eso explica por qué no puedes dejar de mirarme – le susurró Enzo cuando vio que el tío se distrajo un segundo, ella lo miró interrogante y cuando Enzo dirigió su mirada a la parte baja de su cremallera ella volteo los ojos. -- Bastardo arrogante – susurro, mientras escuchaba como su padre les llamaba la atención a sus hermanos. Sol dio un paso más cerca de Enzo, hasta quedar a centímetros de su rostro. -- Si sigues provocándome, Parodi, vas a descubrir que yo también sé jugar – él la estudió en silencio. Y luego, muy despacio, se inclinó y susurró en su oído. -- Demuéstramelo entonces – Sol sintió el calor subirle a la cara, pero no se movió. -- “Maldito” – pensó. Este hombre iba en serio cuando dijo que quería retarla, pero ella no iba a retroceder, nunca lo haría. Y definitivamente no iba a dejar que él creyera que tenía el control. Así que hizo algo impensado. Sol levantó su mano y le rozó el pecho con la punta de los dedos. Apenas fue un toque. Un pequeño roce sutil. Pero la reacción de Enzo fue suficiente para ella. Sol lo sintió tensarse y supo que lo había sorprendido, y eso le gustó, ella sonrío llena de satisfacción. -- Tienes razón, Parodi. Este juego puede volverse muy interesante – y sin decir más, lo dejó ahí, de pie, viéndola retirarse del salón moviendo las caderas de una manera demasiado provocativa… Enzo caminó hacia la puerta, pensaba seguirla cuando escucho decir a Alexander. -- Quiero saber exactamente qué sucedió – él se detuvo un segundo, giró levemente y pudo ver como la mirada de Luka se cruzó con la de él. Enzo era el único testigo de lo que había ocurrido antes y después de que esa copa llegara a manos de Sol. Y ahora, el destino de Luka y Matteo Valetta dependía de lo que él decidiera hacer. Enzo sonrió para sus adentros. Sabía muy bien que tenía en sus manos el futuro de los hermanos Valetta, la mirada de ellos suplicaban por su silencio, y eso era algo por lo que podría cobrar muy caro más adelante él. Matteo vio como Enzo se alejó de allí asintiendo, y agradecio en silencio, pero no estaba seguro si eso era una bendición… o una condena a futuro.
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