8. Dulces sueños...

1500 Palabras
Capítulo 8. Dulces sueños Sol Valetta. Enzo suspiró, no solo por la fiereza de la mujer, sino por su entrega absoluta. La “hija de Alexander Valetta” no era una mujer fácil, no era una muñeca frágil escondida detrás del nombre de su padre como muchos pensaban, o como al parecer sus hermanos querían que muchos piensen. ¡No!, ella era un arma afilada, un incendio que quemaba todo a su paso. Y él... él acababa de jugar con fuego esa noche. Enzo todavía pensaba en la forma en que ella, después de todo lo sucedido, simplemente tomo el abrigo de él y se puso encima, dejando su vestido y su ropa interior tirada sobre la tierra, recogió su cabello y le dijo una dirección antes de subir a su auto, con la misma frialdad con la que se habla de negocios, mientras él con esa sonrisa estúpida todavía pensaba en cada de las poses que acababan de compartir… que estúpido se podía sentir en ese momento, pero había algo que ella no sabia aun, y era una sorpresa que él había preparado. Una que sin saber lo que pasaría, preparo luego de salir del despacho en la fiesta de los Valetta. Y justo ahora al oír la dirección que Sol le dio sonrío para él. -- Déjame aquí – le escucho decir de pronto cuando llegaron a un edificio de departamentos en el centro de la ciudad. -- ¿No vuelves a casa? – -- Nunca duermo en casa antes de un trabajo importante – le respondió ella antes de bajar y cerrar la puerta tras de sí. Enzo lo sabía muy bien, eso era algo que había averiguado antes. Sol sabía moverse en este mundo de sombras y traiciones. No necesitaba que nadie la protegiera. Pero eso no evitó que Enzo sintiera una extraña sensación de posesión al verla desaparecer tras la puerta. Él aceleró en la carretera. Su habitación de hotel lo esperaba, pero lo único que ocupaba su mente era la promesa de lo que vendría después. Porque pronto esa misma mañana sería su primera incursión juntos. Y Enzo estaba ansioso por ver a Sol en acción. Cuando Sol llegó a su habitación, con la intención de olvidar todo lo que había pasado, o al menos una parte, no pudo. Ella comenzó a desnudarse, sacarse el abrigo impregnado con el perfume de él, fue algo extraño para ella, mirarse en el espejo y apreciar algunas marcas dejadas por Enzo sobre su cuerpo la hizo sentir extraña, no era la primera vez que tenía sexo con un hombre, pero era la primera vez que dejaba que alguien la marcara de esa manera. -- ¡Desgraciado! – maldijo mientras abría la grifería, necesitaba darse un baño. Sacarse el olor del perfume que se había pagado en su cuerpo. Al salir varios minutos después ella se encontró algo en su cama, no lo había visto al llegar, al menos no se había percatado de ello. Estaba tan concentrada tratando de olvidar lo ocurrido que no vio más allá. Era una sobre n***o. El corazón de Sol se detuvo. Su mente comenzó a preguntarse ¿Quién carajo podría enviar un sobre de ese color justo antes de una incursión? Pero lo más importante ¿Quién había estado en su habitación? Con el ceño fruncido y una toalla cubriendo su cuerpo Sol lo abrió. Adentro había una nota: ** Dulces sueños Valetta ** Y junto a ella una bala de plata. Sol sintió como su piel comenzaba a erizarse, ¿un escalofrío de horror o era quizás una oleada de pasión?, en ese momento no estaba segura de nada, pero en la única persona que podía pensar era en Enzo Parodi. -- Ese maldito bastardo – volvió a maldecir. Al día siguiente. El amanecer trajo consigo la realidad de lo sucedido. Sol no era de las que se permitían flaquezas, mucho menos de las que aceptaban deberle algo a alguien. Y, sin embargo, ahora estaba en deuda con Enzo Parodi. Detestaba esa sensación, como una cadena invisible que la ataba a él, como si aquella noche, además de su cuerpo, le hubiera entregado un fragmento de su control. Sol llegó a las oficinas de los Valetta con la cabeza en alto y el corazón hecho llamas. No por rabia, por Enzo Parodi, sino por sus hermanos, quienes continuaban poniéndola a prueba. Sol estuvo toda la noche intentando pensar ¿Por qué? Por que tantas ganas de minimizarla de esa manera, desde pequeña les demostró tanto a Luka como a Matteo que ella siempre fue superior y pensó que había quedado claro. Desde que la dejaron sola junto a todos esos lobos a los que terminó dominando, ella demostró quien era y para que estaba hecha. Pero ellos seguían confundiéndola más y más. El sobre n***o y la bala también rondaban en su cabeza. Esa provocación, ese maldito mensaje. Sabía que lo vería en la reunión. Y cuando lo hiciera, lo iba a destruir. Entró a la sala de juntas con paso firme, su mirada ya era de acero puro. No podía permitirse ni un resquicio de la vulnerabilidad que sintió en aquella carretera. Además, nadie podía enterarse de lo que pasó entre ella y Parodi. Su padre ya estaba ahí, junto a otros miembros de la familia. Lo extraño era que ninguno de sus hermanos estaba, sin embargo, Enzo Parodi sí. estaba allí antes que ella, apoyado con una calma inquietante en el respaldo de un sillón de cuero, con una copa en la mano y esa sonrisa que parecía ver más allá de lo que ella dejaba ver, observándola con atención, esperando ver el lugar que ella ocupaba en la mesa para luego sentarse tan cerca como le fuera posible. -- Llegas tarde, princesita – murmuró él, con ese tono burlón que le helaba la sangre y la encendía a la vez. -- Maldición – susurró, aunque no quisiera ese hombre la estaba poniendo nerviosa, y eso no se lo podía permitir, no en este negocio. Sol no le respondió de inmediato. Solo tomó asiento con la gracia de quien está por dictar una sentencia y dejó que el silencio se espesara entre ellos dos. -- Sol, llegas justo a tiempo – le dijo su padre con una sonrisa, sin darle importancia a las palabras de Enzo, y mucho menos sin sospechar el infierno que ardía entre ellos dos. Ella asintió y se sentó, fingiendo que no sentía la mirada del hombre que se levantaba frente a ella. Alexander miró a Enzo ubicarse junto a su hija, con la desconfianza de un depredador ante otro de su especie. -- Enzo gracias por llevar a mi hija a su departamento – le dijo de pronto el patriarca de los Valetta, en un tono seco, mientras tomaba asiento al otro extremo de la mesa. Esta mañana encontró el auto de su hija en el estacionamiento y cuando reviso las cámaras de seguridad vio que Sol se fue en el auto de Parodi. Luego buscó a sus hijos y se enteró de lo que hicieron. Sin embargo, Luka y Matteo fueron algo inteligentes, y le salieron con que era una prueba para Enzo Parodi… -- Espero que lo de anoche no haya sido un descuido de tu parte – le dijo su padre, sabía muy bien que sus hijos estaban mintiendo, sin embargo, no estaba muy seguro de hasta donde llegó su hija, y consideró que era otra prueba de lealtad. Sol sostuvo la mirada de su "padre" sin pestañear. -- Lo de anoche fue un intento patético de Luka y Matteo por desacreditarme papá – le respondió sin rodeos. -- Pero fallaron. Como siempre, soy tu hija y soy igual a ti, siempre seremos mejores que ellos y lo saben – Alexander sonríe orgulloso, asi era, su hija Sol era su viva imagen. Los aludidos aún no habían llegado, y era mejor así. Su padre no estaba de humor para ver sus caras de ineptitud. Alexander giró lentamente el anillo en su dedo, una señal de que estaba meditando algo peligroso. -- Comencemos – anuncio de pronto. El tema de la reunión era claro, establecer el alcance de la nueva sociedad entre los Valetta y Enzo Parodi. Y visitar una nueva bodega que sería el punto de intersección entre ambos, ahora serían socios, como lo eran antes. El mismo Alexander se encargó de vociferarlo en la fiesta, asi que debían ver puntos claves y estratégicos. Pero Sol apenas podía concentrarse, cada vez que ella intentaba ignorarlo, Enzo hacía algo para llamar su atención. Primero, tocó su anillo con los dedos, un gesto distraído, pero completamente calculado. Era su forma de decirle que también tenía un arma en la habitación. Después, dejó caer su bolígrafo justo al lado de ella, algo que Sol lo ignoró. Pero Enzo sonrió y se inclinó para recogerlo, acercándose demasiado a su pierna, rozándola a propósito. -- Hijo de puta – pensó ella al sentir su roce.
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