Capítulo 5. A la altura del juego.
Sol abrió los ojos y lo encontró ahí, de pie, a su lado, sosteniendo una copa de whisky como si no tuviera una sola preocupación en la vida. Eso en un mundo como el de ellos era algo… inaudito.
-- No suelo resignarme en la vida Parodi – le respondió ella con una sonrisa fría, había vuelto a ser la princesa de hielo, la misma que durante toda su vida se la paso demostrándole a su familia y al mundo entero de que estaba hecha. Desde niña, Sol pasó por entrenamientos brutales para probar su lealtad. Incluso en alguna ocasión su propio padre le puso una prueba de fuego que ella nunca olvidara, esa era una de sus pesadillas… una escena donde Alexander Valetta la hizo elegir entre matar o morir, para Sol su propio padre le demostró que estaba dispuesto a matar a su hija si está no hacia lo que se le pedía… por esas razones ella no podía creer en la calma y la tranquilidad de esa voz.
-- Si quieres vivir en paz, no te cruces en mi camino, te lo advierto Enzo Parodi – le clavo la mirada, y como lo había dicho, no era una amenaza, era una advertencia.
-- ¿Y que si lo hago? – Sol no se molestó en ocultar su molestia, solo se preguntaba que estaba buscando él, cuanto más pensaba avanzar en su intento y lo más importante hasta donde le iba a permitir avanzar ella… Sol Valetta, la hija de papá.
-- Si es asi, entonces espero que hayas hecho tu testamento. Debes saber que quien se mete conmigo no sale vivo para contarlo – le advierte por segunda vez y Enzo asiente demasiado atraído, él observa como ella bebe un sorbo del vino de su copa y al pasar su lengua por sus labios una punzada de deseo lo consumió.
Enzo sonríe, le gusta demasiado lo que está pasando.
-- Interesante – dijo él de pronto, inclinándose levemente hacia ella, lo suficiente para notar que no llevaba puesto ningún perfume, era su aroma natural, uno que en definitiva lo atraía y demasiado.
-- ¿Sabes que más es interesante? – Sol alzó una ceja, para ella todo él también era interesante, pero no se lo iba a hacer ver, ¿cómo no? Si fue el único hombre que la había retado en toda su vida a parte de los idiotas de sus hermanos.
-- ¿Qué cosa? – le preguntó Enzo.
-- Que no has dejado de mirarme desde que nos presentaron – le suelta Enzo de pronto.
-- No seas ridículo –
-- ¡Ah! Y algo más – le dice inclinándose un poco más hacia ella.
-- Que aun no me has devuelto el beso, con eso de que no te gusta deberle nada a nadie – ella se tensó al oírlo. “Maldito Parodi” pensó.
-- No sueñes demasiado Parodi – le respondió al final,
-- No lo hago. Prefiero los desafíos a los sueños princesita Valetta – ella prefirió no responder a ese momento, quería pensar en algo bueno. Bebió todo el contenido que quedaba en su copa y la dejó en una mesa cercana, luego se giró para alejarse, pero antes de hacerlo lo miró desafiante.
-- Te gustan los desafíos ¿no es asi? – le preguntó y al verlo asentir ella le dijo.
-- Bien aquí tienes uno… aléjate de mí –
Enzo se inclinó un poco más, al punto en que su aliento cálido rozó su oído.
-- Lo siento, pero no puedo. No después de lo que vi. Además, … – el pulso de Sol de aceleró, ella cerró los puños a un lado de su vestido, le comenzaba a molestar la manera como ese hombre alteraba su organizada vida.
Sol se alejó de Enzo, no podía permitir que él la desconcertara de esa manera, ella era la princesa de la mafia, la viva imagen de Alexander Valetta, la futura sucesora en el trono.
Ella ingresó al despachó un tanto alterada, sus pasos parecieron firmes al menos eso pensó. Debía cuidarse de él, debía mantenerse alerta, debía… de pronto sus pensamientos se congelaron, fue entonces cuando lo sintió.
Algo frio sobre su piel, algo metálico, helado.
“Un arma”.
-- "Maldición" – lanzó un susurró casi inaudible.
Sol se quedó quieta, no podía pensar en quien sería tan estúpido para querer atentar contra ella en su propio hogar, pero se lamentaba por haber sido tan tonta. Pensaba darse media vuelta para ver el rostro de quien sería un cadáver pronto, pero una voz la alertó haciéndola volver a la realidad.
-- No tan rápido, Valetta – murmuró Enzo, su aliento rozándole la piel justo detrás de su oreja.
-- No hemos terminado de hablar. Además, es de muy mala educación dejar a alguien con la palabra en la boca –
-- ¡Oh, demonios! – volvió a susurrar para sí ella.
Sol no debía sentirse asi, al menos no teniendo un arma apuntándole en la espalda, no con la tensión electrizante que se tejía entre ellos dos. Ella se humedeció los labios y dejó que una sonrisa peligrosa apareciera en su rostro, una definitivamente peligrosa, pues nadie nunca antes la vio sonreír así, llena de desafío, anunciándole al mundo entero el peligro que podría venir.
-- Eres valiente, Enzo Parodi – anunció.
-- ¡oh! créeme que no Sol Valetta, no lo soy. En este momento podría decir que soy el tipo más idiota de la reunion, pero… solo quería que sepas que no eres la única que lleva un arma oculta sobre sí esta noche – le susurró, provocando una corriente eléctrica que consiguió erizar todos los bellos del cuerpo de la joven.
-- Bastardo arrogante – murmurante entre dientes ella, tan bajito para que él no pudiera oírla, pero Enzo estaba tan cerca que lo hizo, y sonrío bastante satisfecho. De todos los insultos que alguna vez recibió, este fue el que más le gustó.
-- ¿Y qué quieres hacer con esto? ¿Asustarme? –
-- No, solo quiero que sepas que esto es un juego para dos, y tu no eres la única adentro cariño – ese tono, nuevamente Sol volvía a escuchar ese mismo tono tranquilo y conciliador. Ella podía sentir como su corazón se aceleraba.
Sol no podía negarlo. Esto definitivamente era un juego. Y uno peligroso. Uno en el que Enzo Parodi acababa de mover su primera pieza.
Uno a cero a favor de Parodi pensaba ella, algo que definitivamente ponía en desventaja al hombre, pues Sol nunca permitía que alguien le lleve la delantera, nunca.
-- Bien – le susurró ella, girando lentamente la cabeza hasta que sus labios quedaron a centímetros de los de él.
-- Me encantan los desafíos – y entonces, en un movimiento veloz, Sol deslizó su mano hasta su muslo y sacó su propia pistola, eso no lo vio venir Enzo, pero lo excitó y demasiado.
La presión helada del cañón cuando tocó la mandíbula de Enzo antes de que él pudiera reaccionar y el cañón de él apuntaba directo entre los pechos de ella, no parecía una escena realmente peligrosa, pero su sorpresa duró solo un segundo.
Luego él, sonrió.
Maldita sea, él sonrió.
-- Vaya, vaya Valetta – murmuro con una risa coqueta,
-- Me gusta tu estilo. Incluso podría decir que de seguir así, podría terminar enamorándome de ti – bromeo.
-- Y a mi me gusta tener el control Parodi, y será mejor que no lo hagas porque vas a terminar perdiendo – le asegura ella. Enzo la examina por varios segundos, no baja su arma para nada, le gusta el lugar a donde esta, justo en medio de dos cañones figurativamente hablando claro esta.
-- Habrá que ver cuanto puedes mantenerlo niña – sus ojos se entrecerraron en una batalla muda, tensión pura entre ellos dos.
Sol detestaba que la llamen asi. Ella había demostrado de una y mil maneras que no era una niña. Ella nunca bajaría su arma, pero Enzo tampoco lo haría. Un mal movimiento y estarían muertos los dos. Sin embargo, eso no los detuvo.
Nada en el mundo podría detenerlos ahora. Sus miradas fijas en el otro, sus cañones helados apuntándose, segundos, minutos… ninguno de los dos supo cuanto tiempo estuvieron asi, hasta que el sonido de una voz acercándose los hizo retroceder. Ambos instintivamente adquirieron posiciones de alerta, pero no contra ellos mismos, sino contra la persona que se acercaba al lugar.
Y cuando la puerta se abrió, su tío Giancarlo los encontró armados y apuntándole a él, listos para defender lo que fuera que estuvieran defendiendo.
-- ¡Wau!, ¡Wau!, bajen eso... Esto es realmente genial, ustedes son tan parecidos – comentó con una sonrisa al verlos en aquella posición, y frunció el ceño al notar el arma que llevaba Enzo, pues al parecer nadie la notó cuando ingresó al salón.