6. Jugando...

1504 Palabras
Capítulo 6: Jugando con Fuego Sol no podía dejar de pensar en Enzo. No importaba cuantas copas de vino bebiera, ni cuantos hombres la invitaran a bailar esa noche. El roce del cañón helado de su arma sobre su espalda seguía quemándole la piel, los dos besos robados por él, su mirada tan directa y retadora, y su sonrisa… esa sonrisa maldita que no dejaba de rondarle la cabeza. -- Maldito seas Enzo Parodi – susurró para sí misma, desconcertada y frustrada. Se suponía que debía ignorarlo. Borrarlo de su mente. Debía considerarlo como un enemigo, como una amenaza que podría querer quitarle su lugar, la posición que tanto le había costado conseguir, un problema que quizás con el tiempo debía eliminar. Pero en lugar de eso, ¿Qué hacía ella? Él tenía razón, lo buscaba con la mirada, como lo estaba haciendo en ese momento. Sus ojos lo buscaban entre la multitud. Y cuando lo encontró, su cuerpo se paralizó, sintió un calor recorrer su espina dorsal y bajar hasta el mismo lugar donde su arma estaba escondida, la parte interior de su muslo. Enzo también estaba mirándola, observándola como un lobo observaría a su presa, Sol aparto la mirada. Necesitaba una distracción… Enzo no solo había estado estaba mirándola, estudiándola, admirándola, era como si él supiera que ella lo estaba buscando. Su sonrisa se amplió sobre su rostro. Le gustaba saber que tenía su atención. Sol entrecerró los ojos y se obligó a mover la cabeza, sus pensamientos se estaban tornando peligrosos y no estaba dispuesta a caer en ese juego. Ella nunca caería en ese juego. Pero entonces, una copa de vino apareció frente a ella. -- Salud – reconoció ese tono de voz al instante, esa seguridad, esa serenidad, esa maldita calma. No necesitaba girar para saber que era él, pero aun asi lo hizo. -- ¿Tratas de envenenarme? – murmuró. -- Si quisiera matarte, no perdería el tiempo con veneno. En todo caso deberías sospechar si quisiera hacer algo más inapropiado contigo, quizás drogarte y meterte en mi cama – le dice señalando la copa que acaba de dejar sobre la mesa, junto a ella. -- Arrogante de mierda – pensó Sol, sin dejar de mirarlo. No iba a caer en sus trucos sucios y provocadores. Asi que tomó la copa y la bebió de un sorbo. Solo para demostrarle que no le tenía miedo, grave error pensó él si en realidad le hubiera puesto algo en su bebida. Sol no le temía a su pistola, tampoco a su nombre y mucho menos a su hombría. Pero evito pensar en su maldita calma, y su increíble seguridad. Lo que realmente la estaba molestando y le aterraba, era el efecto que estaba teniendo sobre ella. -- ¿Qué quieres de mí, Parodi? – Enzo se inclinó, acercando su rostro al suyo. Podría perderse en esa mirada azul cielo si no tenía cuidado. Luego de algunos segundos sonrío, pudo sentir que ella había aguantado su respiración, saber que le afectaba su cercanía le erizaba la piel. -- Dímelo tu Sol Valetta. ¿Qué quiero de ti? – -- Hijo de puta – murmuro entre dientes, Enzo no dejaba de jugar con ella y eso le molestaba. Cualquier otro ya estaría muerto en ese momento, pero él… ¿Por qué Sol no podía contra él? De pronto, Sol sintió un calor subiendo por su cuello, podía sentir como sus orejas comenzaban a quemar. Lo miró con rabia, lo quería matar, al parecer ese vino sí estaba adulterado. -- No juegues conmigo Parodi – susurra, al sentir como sus mejillas comienzan a ponerse de color carmesí. Sentía que la frente se llenaba de gotas de sudor y su lengua la sentía extraña. -- ¿Quién está jugando? – le susurró él, y sus dedos rozaron la piel de su muñeca, apenas un segundo, pero eso fue suficiente para que su pulso se disparara. Sol sabía lo que le estaba pasando, pero Enzo no. Sol respiró hondo, mirando a su alrededor, no estaba segura de nada. Enzo frunció el ceño al notar su incomodidad, se acercó a ella pasa saber que le estaba pasando. -- ¿Te ocurre algo? – le pregunta y ella lo fulmina con la mirada. -- No te hagas el inocente Parodi, sabes muy bien lo que hiciste con mi bebida – lo maldice y Enzo toma la copa que había bebido Sol, la lleva hasta sus labios y prueba la última gota que quedaba en ella, en ese momento supo lo que estaba pasando. -- Yo no fui… esa copa me la entregó un de tus hermanos para ti – no terminó la frase. Ambos supieron que era un trampa, una trampa orquestada por los idiotas, e ineptos de los hermanos de Sol, los mismo que la han saboteado cada día desde que llegó a su hogar. Ella logra levantarse, no puede creer que esto le esté pasando en ese momento, no con él. Enzo quiere ayudarla, pero ella lo aleja, -- Será mejor que no te me acerques – le dice e intenta caminar sola, quiere llegar a su habitación, pero Enzo sabe bien lo que pasara si lo hace. Sus hermanos no la dejaran en paz, deben tener alguna otra sorpresa esperando por ella, no están muy contentos con la princesa de papá. Al parecer siempre están buscando desacreditarla, y Sol siempre vive alerta, solo que esta vez él fue la distracción. Ella logró llegar hasta la escalera, Enzo estaba detrás, -- Aléjate de mí Parodi – -- Es una trampa Sol, déjame ayudarte – le dice él. Pero ella niega. Enzo observa que nadie los mira, hay una puerta de servicio debajo de la escalera, ha estudiado demasiado bien esta residencia, veinte años han sido muchos. Asi que toma en sus brazos a la princesa de la mafia y se la lleva con él. -- ¿Qué crees que estás haciendo? – logra preguntarle ella. Pero Enzo no le responde. Continua su camino hasta salir de allí, se dirige hacia su auto, sacara a Sol de la mansión. Después hará lo que tenga que hacer. -- Vete al infierno – le susurró ella. su cuerpo ardía de placer, el olor del perfume de Enzo se impregnaba por sus fosas nasales alterándola por completo. -- Nos vemos ahí, princesa – le dijo mientras le colocaba el cinturón de seguridad, arrancaba su auto y salía veloz de la residencia de los Valetta, dejando a los hijos de Alexander esperando en una habitación privada a que su hermana llegue visiblemente drogada con el recién llegado. Ellos le habían instalado una cámara escondida para grabarla en un momento de intimidad, que usarían más adelante para chantajearla. Sabían que tarde o temprano Sol descubriría que fueron ellos los que ingresaron a robar en la bodega de su padre ese día y necesitaban un salvoconducto si querían seguir con vida, al ver a Enzo Parodi observar a su hermana durante toda la noche supusieron que había caído en sus encantos, como cada incauto de la ciudad, asi que pensaron que, de paso le harían un favor a papá. Deshaciéndose del intruso… Y con eso, la noche terminó. O al menos, eso pensaron todos, porque para Sol Valetta y Enzo Parodi la noche recién estaba comenzando. El rugido del motor ahogaba la furia de Sol. Su respiración era errática, sus pupilas estaban completamente dilatadas, y su cuerpo temblaba, pero no de miedo, sino de rabia contenida, de rabia y de placer y deseo. Se pasó la lengua por los labios, aún podía sentir el leve hormigueo del narcótico que alguien había vertido en su copa. --"Otra vez…" – pensó ella en silencio, cerrando sus ojos con fuerza, intentando calmar el ardor en su garganta, y el hormigueo en su parte intima. Nuevamente habían intentado hundirla, hacerla quedar como una inútil frente a su padre. Pero no lo lograron, por alguna extraña razón, Sol estaba segura de que sus hermanos no la querían y no comprendía el ¿Por qué? Sol apretó los puños y luego abrió los ojos para observar al hombre que la sacó de la residencia Valetta sin hacer más preguntas. Enzo Parodi tenía una mano en el volante y la otra descansando sobre su muslo, tan seguras, tan firmes. No necesitaba hablar para imponer su presencia. Ella sabía que debía estar agradecida. Él no lo sabía, pero la había salvado. Sin embargo, el orgullo de Sol se lo impedía. -- Baja la velocidad – exigió, con voz rasposa. Enzo la miró de reojo, luego volvió su atención a la carretera. -- Sigues temblando. No voy a detenerme hasta que estés bien. -- Estoy bien – dijo Sol entre dientes, tratando de no sucumbir ante el deseo. Mordiendo sus labios, sintiendo el sabor metálico de la sangre ingresando por su boca. -- No lo estás – le respondió él, sin ver lo que ella estaba haciendo. -- Maldita sea Enzo, ¡Detente! – esta vez su rugido fue una súplica…
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