Las sombras, en calidad de servir al mal, atentaban contra la inocencia del niño que yacía sepultado por los problemas conyugales. Ahogado por sus lagrimas, el cielo se derrumbaba mientras él imploraba misericordia a un dios sordo. Enaltecido por el ego, los seres humanos no prestaban atención al individuo que se escabullía, entre ellos, con la mirada cundida en desesperación.
Paz, guerra, traición, sexo, era el sinónimo de su hogar, perdido en la perversidad de los vicios. Su padre, un maldito maltratador, buscaba encender los brazos de su madre. Él había visto el sufrimiento de su madre. La estridencia de los gritos reventaba la burbuja de la fantasía infantil. Mientras las parejas se besaban en el parque, los niños reían en un campo de futbol y todos vivían su vida plena, este ser se encontraba recluido en la celda de la locura.
El cinismo de la sociedad era su enemigo. Desgañitaba ayuda a los hombres que transitaban en las pasarelas de asfalto. Ellos escupían limosnas. ¿Qué diablos haría con cierta pecunia en sus manos de vidrio? Nada especial. ¿Comprar pan para nutrir sus débiles huesos que no soportaban ni las agujas del cielo cuando llovía? Asimismo las mujeres se lamentaban del llanto del pequeño, pero no hacían nada por amamantarlo con amor. El cariño estaba reservado para sus amantes, sus verdaderos hijos y no para un crio de la calle.
Rugían los motores de la ciudad, temible era a sus ojos, pues los titanes citadinos enseñaban sus fauces. En cálidos hogares, donde aguardaba una cena caliente, él deseaba estar allí, sentado, feliz, comiendo con una familia estable. Los vapores que producía el motor de los coches, era la pantalla donde soñaba. El viento se llevaba la calidez de un círculo familiar soñado.
Corrió hacia la torre de reloj. Las agujas espigadas detenían el tiempo. Venían detrás de él, las sombras de sus padres. Él huía de los fantasmas que lo atormentaban. ¿Qué tanto daño debía recibir un infante, para que huyera de las quimeras de su cabeza enferma con el virus de la adultez? La arrogancia de los padres desinteresados, creen que alimentar a sus hijos con odios, los hará mejores personas.
Buscó refugio en la torre de reloj, pues la puerta estaba abierta. Subió alas escaleras y se quedó en el segundo piso. Cuando un relámpago alumbraba el firmamento, veía la alargada silueta de un demonio postrado en la pared. La cabeza del monstruo giraba sin parar, sonaban los huesos de las articulaciones cuando se movía. Además, tenía una hábito con capucha. Dos puntas emergían de la capucha, como si tuviera un gorro en la cabeza. Las risas se oyeron en todo el sitio, pero el niño no respondía, al contrario, se sentía feliz con la presencia del demonio. Se acercó y lo tomó de la mano con uno de sus doce brazos. Ensanchada la sonrisa de la máscara, que cubría su rostro incinerado por las llamas del infierno. Dobló la cabeza siete veces. Habló con el niño, conversó con él durante horas y le narró cuentos del más allá. Olvidó su familia disfuncional y el odio que sentía hacia la sociedad, ya que había encontrado un nuevo amigo.
Calvior es una nación conflictiva desde los inicios de la humanidad en el planeta Lerquetion. Pero no hablaremos de la historia de Calvior, sino del niño que tenía un gemelo. Ellos nacieron en Muzanninch, la capital religiosa del imperio de calvarian. La reina Drisna Miaravich Zargarov, había sido destronada y se alzó un nuevo líder en el territorio. De manera que los gemelos nacieron durante el mandato de El Líder. No es muy original su apodo, pero así le decían. Incluso, infundía temor en sus adversarios. Por supuesto, conocerás el motivo de sentir miedo por un apodo fuera de lugar con los comportamientos de EL Líder. Ahora bien, regresando con los gemelos, ellos nacieron en un hogar disfuncional. Queda decir que su padre era un psicópata que salió de la cárcel, gracias a El Líder, y se casó, a la fuerza, con una mujer que no quería. Como era de esperar, el objeto de tortura del padre de los gemelos, era su esposa.
La mujer dio luz después de cuatro años de matrimonio dantesco. Sin embargo, uno de los gemelos, al nacer, desapareció. Las enfermeras estaban impresionadas, porque no encontraron al bebé por ninguna parte. Sin embargo, durante las noches, el bebé era visitado por una criatura de baja estatura. Una enfermera de la guardia nocturna, aseguró haber visto, por escasos segundos, un bebé con cuernos, cuencos oculares vacíos y lengua similar a un bífido, que reptaba por la incubadora del bebé sano. Pese al primer encuentro con la enfermera, después de esa noche, no volvió a aparecer.
Dentro de la torre de reloj de Muzannich, habitaba un demonio enmascarado. Pocos podían verlo, pero quienes lo encontraban, huían despavoridos. El que no huyó escaleras abajo, fue el niño que se ocultó de la tormenta. Sentía la frecuencia familiar en él. La mano era cálida. Cuando el demonio bajó de la pared, el niño se dio cuenta que era de su misma estatura. Movió las aletas de la nariz por el agradable aroma a azufre que expelía el aliento del demonio. Se sentaron en flor de loto, cantaron una canción juntos, rieron juntos, bailaron juntos… Las actividades eran anormales, sacadas de un cuento de pesadillas. El demonio se contorsionaba, la risa era raspada, como si fuera una lija. El niño no se asustaba, al contrario, se alegraba porque este ser demoniaco estuviera tan feliz.
Años pasaron desde el encuentro, el demonio no se separó de su nuevo amigo. Pero ellos no eran amigos realmente. El padre fue brutalmente asesinado por el hijo. La voz demoniaca presionó su moral social para que degollara al padre y luego lo descuartizara. Incluso el adolescente, que ya no era un niño, cocinó las tripas que mejor sabor tenían, según el paladar del demonio. La madre fue librada del martirio, el adolescente prometió cuidar a su madre. Portador y entidad demoniaca, se enteraron que eran gemelos cuando el demonio se manifestó para conocer a la mujer. La madre reconoció a su segundo hijo, por la energía que este emitía. Los hermanos se abrazaron y la familia volvía a ser de tres integrantes.
El Líder estaba inquieto por la desaparición de su terrateniente. Mandó unos cuantos oficiales a investigar el motivo de la ausencia, en el Palacio de Justicia. Los oficiales regresaron con el horror en sus rostros, informaron que habían hallado la cabeza, sin ojos, ni lengua, ni oreja, ni nariz, del terrateniente. Cabe destacar que mencionaron al autor del crimen, que admitió su perversidad con semblante risueño. En consecuencia, El Líder ordenó que trajeran al muchacho, pues tenía planes benévolos para él.
Los oficiales esperaban que recibiera un castigo, pero no fue así. El Líder congratuló el acto del muchacho. Además, vio al demonio que portaba consigo: su gemelo. Hizo una oferta al muchacho. La oferta se trataba de una oportunidad que no podía rechazar. El adolescente encogió los hombros, no le importaba que sucediera algo más, si debía morir, pues, debía morir. El Líder habló sobre la academia de militar. Necesitaban guerreros con sangre fría, lo suficiente para matar todo lo que se encontrara a su paso. El ejercito de tierra era el mejor cuerpo de Calvior, pero podía ser mejor.
Mejoró las condiciones de vida que la madre tenía en Muzanninch. El adolescente evolucionó a un joven aspirante de la academia militar. No era como los demás chicos: amables, cordiales y con cucarachas en el cerebro. Tampoco estaba con el grupo de los débiles, sino con los psicópatas, violadores y sádicos de la nación. Había una sección especial donde residían estos monstruos. En los dormitorios, supo que no era el único con anomalías demoniacas. Como era de esperar, el muchacho y su gemelo eran magos oscuros.
Kraga era el nombre del muchacho, su demonio se llamaba Kruger. Destacaban por su alta crueldad y cinismo a la hora de ejecutar masacres. El Líder, anualmente, ordenaba encerrar en una habitación, a todos los condenados a muerte que no poseyeran magia en su sangre. Kraga daba de comer a Kruger cada año, en la Habitación del Diablo. Chupar columnas vertebrales era el deleite de Kruger.
Quien sintió fascinación por el cielo, era Kraga. Le gustaba la idea de pilotar un caza, pues iba perfecto con su apodo: Karma anglicano. Su seudónimo era dado por las masacres en la Habitación del Diablo. Además, su rostro era perfecto, como tallado por un artista que conoció a dios. Pese a ser robusto, era delgado pero con musculatura definida. Descrito como un excelente luchador cuerpo a cuerpo, detonaba que la magia no era lo suyo. Sus músculos eran definidos como consecuencia del entrenamiento arduo. No obstante, Kruger era el experto en magia. Ambos hacían una combinación peligrosa. Sus ataques eran sincronizados, parecía como si hubieran practicado una coreografía. Las batallas, a menudo, eran ganadas por Kruger y Kraga. Llegó un punto en el que nadie podía derrotar a los gemelos. Incluso, sus oponentes temían de él. Pero quien no temía de los gemelos, era El Líder.