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4999 Palabras
Tino D. Miro de reojo al idiota ese, al tal Chris, estuvimos en detención por el resto del día, ¡maldita sea! ahora tendría un nuevo tema de discusión con Max cuando se entere, ¡Genial!, aunque ya que lo pensaba bien él estaría muy ocupado como siempre y tal vez no se dé por enterado de este percance. Me preguntaba una y mil veces cómo y en qué momento Grazia se fijó en ese… aun no tenía definido un concepto para este ¿imbécil?, perfecto así lo llamare en adelante. - Pueden retirarse - informa alguien desde la puerta, recojo mis cosas y salgo de inmediato, quise molerlo a golpes antes de abandonar el lugar, pero sabía que no valía la pena enfrentarme a ese pobre desgraciado. A pesar que por dentro me estuviese llevando el mismo demonio mi mente proyectaba a una sola persona, ella, Lucille, al parecer y por mi intuición que casi nunca se equivocaba también le gustaba ese imbécil y para completar este fantástico encuentro ahora mi hermana era muy cercana a él, ¡vaya! Camino y recorro gran parte de los pasillos para intentar buscarla, sin embargo, no llego a obtener rastro de ella. Me percato como alguien viene siguiendo sigilosamente mis pasos así que decido esperarlo para confrontarlo. - ¡Aléjate de ella! – dice el “imbécil” cuando me encuentro de espaldas, ¿será que también en el fondo le interesa?, me pregunto con astucia. Mi voz interior analiza detenidamente mi pregunta anterior, a ver, ¿Cómo que también?, digo reprochándomelo, acepto que si efectivamente se me hacia una chica con algo de… bueno algún encanto debía tener por ahí, pero nada más, ella no puede gustarme, definitivamente ¡no! medito mofándome de aquella idea tan irrisoria. - Aléjate tú de mi hermana – replico volteándome inmediatamente para darme frente a frente con él - ¿Por qué el interés? - pregunto intrigado por su modo de actuar. - Lucy es como mi hermana y no voy a permitir que nadie se acerque para molestarla has entendido – contesta, cuando lo hace no puedo evitar reírme de lo que dice, si como no. - ¡En serio! - grito irónicamente - Eres patético - digo dándome la vuelta a lo que él me toma del hombro y actuó rápidamente tumbándolo al suelo - ¡Deja de provocarme sino me obligaras a hacer algo que no quiero! – un sentimiento de terror se apodera de sus ojos al tenerlo sometido por el cuello pues sí que me excedí y logré dejarle sin una buena parte de oxígeno. - ¡Estás demente!, ¿Qué pasa contigo? – comenta tosiendo para luego reincorporarse. Continuo mi trayecto hacia la salida para largarme de una buena vez y así acabar con este maldito día, para mi buena fortuna en el exterior de las instalaciones… - ¡Que me lleve el diablo! - rezongo en cuanto me doy cuenta de quienes estaban por ahí, toda la mierda junta en tan solo un día, ¡Perfecto! Lucille y la fierecilla pelirroja se encuentran con el imbécil de mi primo conversando amablemente, me acerco lo suficiente como para enterarme de lo que hablaban, debo decir que la plática fluía bastante bien, quien lo diría, mientras que a mí ni siquiera me tomaba la palabra y tuve que armar todo un espectáculo solo por llamar su atención. Asumo que me porté como un perfecto imbécil, más aún que eso y lo que paso aquella noche lo corroboraba, pero ella no lo sabía así que era irrelevante, al menos tenía que agradecer que no me haya reconocido, ¡En serio!, no podía creer que pensara que había abusado de ella, aun si las circunstancias apuntasen a que sí, debió asustarse mucho por mi imprudencia y para mi desgracia había quedado traumatizada por ese hecho, así que buscaría la manera de remediarlo. Cuando la escuche llorar y afligirse de esa manera algo en mí se movió, fue tal su desesperación que me conmovió por completo ¡ay si ya lo sé, soy un completo idiota!, solo a mí se me ocurren esas disparatadas ideas, debí solo dejarla ahí y no quitarle prenda alguna para que no pescara un jodido resfriado, aunque ella tampoco demeritaba su actuar creo que estaba bajo el efecto de una droga o algo parecido… - ¿Eres mi ángel de la guarda? – preguntó mientras dormitaba, no pude evitar carcajearme ante semejante comparación. - Te aseguro que no – dije cerca de ella, mis ojos no pudieron evitar admirar su esplendor, la tentación fue demasiada aun así llegué a mantener la compostura. Acomodé su cabeza sobre la almohada y me dispuse a marcharme, pero antes de ello una fuerza me llevo hacia ella, sus labios rozaron suavemente con los míos y correspondí a sus deseos, ¡ella me beso!, no entendía entonces porque afirmaba lo contrario, quizá en su delirio lo olvido, ¡LOCA!, la llamo en mi interior volviéndola a ver a lo lejos. Nunca había necesitado hacer eso con ninguna mujer, es más tuve muchas oportunidades y suficiente experiencia en la temática como para perder la cabeza por ella y un simple beso, ¡Ja!, de seguro es la típica santurrona que se deslinda de toda culpa, definitivamente tenía que aclararlo, pero ¿Cómo? para ello tendría que confesarle mi secreto y el de toda mi familia, estoy seguro de que me vio cuando volví a mi forma humana, afortunadamente no me reconoció ni se acordaba de nada de lo que paso después. A pesar de todo necesitaba estar a su lado para que no sufriera más creyendo todo aquello, tendría que decírselo algún día, pero no hoy por supuesto. - ¡Claudio, que grata sorpresa! – exclamo con asombro ante su odiosa presencia - ¿Qué haces por aquí?, no me imaginaba que querrías repetir el bachillerato, ¿te dieron de baja por deficiencia mental? – suelto burlándome de él, por desgracia tenía que aguantarlo donde fuera que vaya, en ocasiones es extraño lo que la palabra “familia” puede abarcar. - ¡Primo!, qué bueno verte, justo en estos momentos iba a salir a buscarte – saluda con cortesía dándome una palmada en la espalda con mucha confianza cuando en casa nuestra relación evidentemente era distinta, ¡vaya mierda!, digo entre mí, así que quieres quedar bien, muy bien seguiré tu juego - Ellas son Liz y Lucy – señala a ambas – me ayudaron al llegar aquí. - ¡Hola! - levanto la mano para saludarlas a pesar de ya conocerlas no quise romper la magia de la atmosfera, ella baja la mirada al verme otra vez, supongo que le desconcertó enterarse de nuestro parentesco, vuelvo a observar a Claudio esperando su respuesta sobre que rayos hacia aquí. - Mi tío recibió una llamada alertándolo de un problema que sucedió en este lugar – esboza una sonrisa maliciosa – tuvo que salir de viaje a Nueva York, fue de última hora y casi pierde su vuelo así que ya te imaginaras como se puso, Minerva estaba atendiendo unos asuntos personales y bueno solo quedaba alguien, yo – suelta con arrogancia - por ello me ofrecí a venir y así mantenerlo calmado diciéndole que le informaría sobre la situación, no tienes nada que temer, solo fue una llamada de atención. ¡Estúpido!, lo llamo en mi mente, se creía con derecho a darme lecciones de comportamiento. - Efectivamente, tengo todo controlado, ¿nos vamos? – pregunto indicándole con una seña que el tiempo transcurría en contra, por alguna extraña razón no quería que se quedara a solas con ellas mucho menos con Lucille, mañana tendría tiempo ya de hablar con ella, es increíble como el destino me la iba poniendo por todos lados nunca hubiese pasado por mi mente encontrármela aquí y más aún cruzármela en un salón de clase. Mientras vuelvo a observarla a mi cabeza vienen los sucesos acontecidos aquel día, necesitaba descubrir de dónde provenía el olor que traía impregnado consigo porque de quien estaba pensando no lo era. No obstante percibir el aroma de su piel fue tan extasiante, el inundar mis sentidos con ese olor a frambuesas y vainilla termino por cautivarme tanto que heme aquí cometiendo uno u otro tras pie desde que la vi, esta mujer empezaba a poner mi mundo de cabeza y no sabía por qué. - Estoy esperando a los demás, ¿sabes si ya se fueron? – qué mala manía de complicar todo tenía este idiota. - No, no lo creo, soy el conductor designado – expreso mofándome de la situación, sus caras de desconcierto me exasperan así que termino por contestar con seriedad – Boris está a cargo de ello así que aún deben andar por aquí, ¿no se te ha ocurrido llamarles a sus celulares para preguntar?, digo si tanto te interesa. Al alzar la vista los vi, ¡otra vez!, Grazia y Chris venían juntos, él tomaba su bolso y tenía cara de andar en las nubes, ¡Imbécil!, vuelvo a llamarlo en mi mente. Al ir avanzando hacia nosotros ella se comunica mentalmente conmigo para apaciguar mis ímpetus de furia contra él. - Por favor – suplica viniendo hacia mí - hermanito no quiero otra pelea – me observa reprobándome por mis acciones anteriores. - Yo no lo provoque – afirmo muy consciente de ello, muy en el fondo sabía que no, ese idiota vino a malograr mis planes con Lucille. - Claudio, te presento a Chris Jefferson es un amigo, nos acabamos de conocer – ambos se dan la mano para saludarse - ¡Que sorpresa verte por aquí! – exclama Grazia, sí que jodida sorpresa – musito carraspeando la garganta. El vuelve a presentar a sus “amigas” y a narrar el modo en como acababan de conocerse, si supiera lo ridículo que se veía. Estuvimos largo rato charlando sobre los lugares que había para visitar en la ciudad y también conociéndonos un poco más, Grazia es la más entusiasta en todo esto, quien diría que ella sería el chicle que nos uniría para no perder la calma y llegar a matarnos entre todos. Todo iba aparentemente bien hasta que a mi querida hermana se le ocurre la genial idea de que todos fuésemos a comer algo. La reacción de Lucille es de terror ya que abre enormemente los ojos cuando la escuchó. - Disculpen por no aceptar su invitación, tengo algunas cosas que hacer, será en otra oportunidad… - No le hagan caso - dice Liz rozándole las costillas con el codo para que desista – no te preocupes yo misma te acompañare y te dejare en casa ¿de acuerdo? – en su rostro había total incomodidad por la idea de salir con nosotros, su expresión se dibujaba como si le apestáramos. - Yo puedo llevarte – dice Claudio mientras andaba perdido en mis pensamientos – ella vuelve la vista hacia él y en ese instante lo impensable llega a mí, la caballerosidad en él no es habitual. - ¡Bien!, él lo hará - exclama la alocada Grazia emocionada por nuestra salida – hay que esperar a Fiorella y a Fabrizio, quisiera ir con ellos también - se aparta unos metros de donde estamos reunidos para usar su teléfono celular. Mientras realiza sus llamadas telefónicas, me doy cuenta de que Liz y Lucille se susurran algo. - En serio Liz, no discuto la facilidad que tienes para hacer amigos, pero, ¿ellos?, interroga con desgano, lo cual hace que me hierva la sangre… Ahora sí que no me arrepentía de nada, me las vas a pagar Lucille digo entre mi llevándome una mano a la boca para tapar mi maléfica sonrisa de lado. - Quien solo se ríe… - comenta Claudio a mi lado. - ¿Sigues aquí? – pregunto sarcásticamente revolviendo los ojos con irritación. - Tenemos salida familiar lo olvidaste – replica levantando las cejas y entreabriendo los labios para intentar decirme algo más, hago un gesto obsceno en su cara y me retiro hasta el estacionamiento para poner en marcha mi camioneta. Media hora después… Todos nos mirábamos entre sí como si en cualquier momento una bomba hubiese a estallar, nunca creí que en estas circunstancias volvería a salir con Claudio y más para estrechar lazos de amistad. Cuando nuestras miradas se cruzan de vez en cuando ella siempre trata de desviarla hacia otro lado para disimular su molestia ante mi arrolladora presencia, se me hacía divertido acorralarla de esa manera. Durante nuestra reunión Chris no dejaba de hablar de su perfecto desempeño durante los partidos de futbol americano, encima de imbécil fanfarrón digo entre mí, yo prefería obviamente otro tipo juego, no comprendía como empujarse unos a otros era considerado deporte, en fin, cada quien con su gusto. Por su parte Liz nos comentó que tenía una beca en la escuela por deportista calificada, su padre había muerto cuando era pequeña y trabajo durante el verano para apoyar a su familia, ¡guau! pensé, eso sí que era admirable. Sin embargo, Lucille no había dicho palabra alguna por lo que me decidí a tomar la iniciativa. - ¿Y tú? – vuelvo a mirarla de forma prolongada para que me prestase atención – aún no nos has contado nada sobre ti, ¿eres una especie de agente encubierto? – todos en la mesa no pueden evitar reír, a excepción de ella claro, que feo carácter tiene en verdad, con ella era imposible mantener mi sarcasmo. - No – dijo secamente – en serio, no hay mucho que contar. - ¿Eres de aquí? – interviene Claudio tratando de sacar un tema de conversación, ¡que idiota!, eso era más que obvio. - En realidad, nací en Canadá y crecí allá hasta los 10 años – no volveré a sacar conclusiones apresuradas pensé después de esto – pero mi padre si, él vivió en un pueblo que está casi cerca de aquí – eso sí me interesaba ¿un pueblo? así que tiene familia por aquel lugar. La camarera llego con lo que habíamos ordenado y empezó a servirnos. Al parecer casi todos estábamos muertos de hambre después de tan largo día por lo que empezamos a devorar lo que había en nuestros platos. Sor Fiorella por supuesto comienza con sus clases de etiqueta y buenos modales. - Por favor, deja ya eso, es ridículo – digo al escucharla parlotear estupideces. - Es cierto, aquí no hay nadie a quien impresionar – la incomodidad en el ambiente se hizo notar su comentario fue tan estúpido. - Yo prefiero el estilo americano – señalo Liz mientras cogía un pedazo de pizza con las manos a lo cual yo la imite, ¡que agradable era esta chica!, los demás hicieron lo mismo, incluso Claudio que también era algo especial respecto al tema no sé qué bicho le había picado, por otra parte, la tonta de mi hermana Fiorella miraba con reprobación nuestras actitudes. - Lucy, no has probado bocado, ¿estas cuidando la dieta? – suelta divertidamente Grazia en otro de sus disparates, la verdad es que solo había probado unos nuggets y algunas papas mientras su pedazo de pizza yacía pacientemente en el plato, sino se lo comía lo haría yo. Veo cómo se sonroja al escucharla, a mí en particular no me daba la impresión de ser ese tipo de persona. - Ella las odia – dice Liz soltando una risita burlona. - ¿Las odia? - pregunta Claudio frunciendo el ceño. - No me gusta la pizza – interviene Lucille apartando la mirada de nosotros. - ¡No puede ser! - coreamos todos los demás, su cara estaba tan roja como un globo a punto de estallar. - Perdón, no puedo evitarlo, si veo una es como si… – dice cerrando los ojos y ¡al fin! la vi sonreír, la verdad que linda se veía haciéndolo, esa hermosa curva le daba otra expresión a su rostro. Al finalizar con la amena reunión todos pasamos a retirarnos, por la apariencia de la luz en el horizonte iba a oscurecer pronto. Liz toma su pequeña motocicleta y se despide de nosotros emprendiendo inmediatamente su marcha, Chris por su parte hizo lo mismo, pero él no importaba, lo más gracioso fue que quería llevar a mi hermana a la mansión, pobre iluso ni en tus mejores sueños. Antes de irse me extendió la mano para despedirse por lo que quede perplejo ante ello, suponía que quería sumar puntos, pero ni aun así lo lograría. - Espero no me guardes rencor por lo del puñetazo – digo disimulando a mi alrededor – por favor, eso está olvidado Tino – mi rostro desencajado frente a él es muy notorio, el muy hijo de la gran madre agarraba confianza demasiado rápido, hasta ya me llamaba por mi nombre corto y eso no se lo permitía a cualquiera. - ¿Fue él con quien peleaste? – pregunta Claudio ante la evidente respuesta. - No fue exactamente una pelea, ¿verdad Chris?, solo una confusión sin la más mínima importancia - él evidentemente me sigue la corriente, sí que estaba dispuesto a todo para agradarnos, por un lado, usaría eso a mí favor. - Ya ves, nada sucedió, ¿contento? – Claudio se queda sin nada más que argumentar. Cuando llego el momento de Lucille, eso sí fue épico. El idiota de Claudio se percató del detalle en la llanta de su camioneta muy tarde, y por supuesto que tuve algo que ver, durante mi ocasional salida al baño clave un desatornillador sobre esta y “accidentalmente” empezó a perder el aire. - Tendrás que cambiarla – digo tratando de sonar lo más hipócrita posible – tal vez eso llevé horas así que… Lucille – ahondo un fuerte suspiro por el lamentable suceso - tendré que llevarte yo. Ella me mira incrédula y niega con la cabeza a toda velocidad parecía una demente. - No, tu no – dice asustada. - ¿Cómo? – replico agudizando la vista. - Llamare un taxi no te preocupes – examina con la vista a su alrededor para ver si pasaba uno. Le abro la puerta del copiloto y hago un gesto invitándola para que se subiera. - ¡Qué! – grita Fiorella furiosa - ¡ella ira adelante! – volteo a mirarla y le ordeno con la mente para que se callara “si sigues con esa actitud te iras caminando o corriendo, como prefieras” a lo que ella tuvo que tragarse su coraje. Claudio estaba evidentemente molesto y tenerlo así claro que lo disfrutaba, él no sacaba su verdadera personalidad en público, tenía buen manejo de control emocional el muy desgraciado a diferencia mía que suelo ser un poquito impulsivo por así decirlo. - No te preocupes, estarás muy bien – expreso delante de ella haciendo un malabar con las llaves para demostrar mi seguridad. Grazia, Fiorella y Fabrizio subieron en los asientos de la parte trasera, Fio estaba gruñendo como siempre. - ¡Claudio! – llama Lucille antes de irnos – puedes hablarle a Chris si necesitas ayuda ellos podrán darte asistencia automotriz tal vez puedan enviar a alguien de inmediato – comparten un número y después se despiden, me quedo con la boca abierta cuando él se acerca y le da un beso en la mejilla para despedirse. En cuanto se me dio la oportunidad arranque el motor y solo un rastro de polvo apareció por detrás. Avanzamos en completo silencio hasta casi salir a las afueras de la ciudad. De vez en cuando la observaba disimuladamente, ella tiene la vista puesta en el cristal y mira solo hacia el exterior. - No te preocupes, estamos en la misma ruta – afirmo para que deje de preocuparse y meto la pata hasta el fondo como siempre, ella me mira extrañada. - ¿Cómo que la misma ruta? - Emm – trato de pensar rápido para que no sospeche nada – quiero decir bueno que casi todos vamos a la misma ruta, ¿por dónde vives? - tuve que mentir para zafarme de su interrogatorio, ella responde con su dirección y el genio de mi hermano corrobora la información. - Nosotros también vamos por ahí – aclara Fabrizio – no es el mismo vecindario, pero está relativamente cerca – afirma acomodando sus anteojos. - Gracias - responde ante su amabilidad. Él es todo lo opuesto a nosotros, calmado, racional, estudioso al menos no se saltaba alguna clase como yo solía hacerlo en ocasiones. No es que fuera mal estudiante, por el contrario, mis notas eran sobresalientes contra todo pronóstico. Giro en torno a una vía que dirige a la mansión, esta se ubicaba a un costado de la carretera principal, cuando ella lo nota se sobresalta. - ¿A dónde vamos? – pregunta con la mirada incierta puesta en mí. - Primero iré a dejarlos a ellos – indico con la cabeza señalando hacia atrás - luego te llevare a casa ¿está bien? - cuando me escucho tal parece que la hubiesen desahuciado, se deja caer en el asiento como señal de derrota, por un momento pensé que se bajaría del auto en marcha. Llegamos a la mansión y mis hermanos se bajan de la camioneta solo Grazia y Fabrizio se despiden de ella, por lo que intento ser más acogedor. - ¿Quieres pasar un momento? – digo abriéndole la puerta del copiloto, sus ojos casi saltan de sus cuencas al oírme. - No, ¡quiero irme ya! – responde totalmente inaguantable como si fuera una niña pequeña. - Está bien – cierro la puerta conteniendo mis ganas de estampársela en la cara. Peter se acerca a mí para ver si requiero alguna asistencia. - Joven Tino, necesita que estacione su vehículo - eso era algo inútil no necesitaba que los demás hagan cosas por mí – así estoy bien Peter, volveré a salir así que pídele a Boris que abra las rejas por favor. Lucille tiene la cabeza inclinada hacia el otro extremo, su cabello tapa totalmente su rostro mientras se encuentra observando su celular, es una berrinchuda de lo peor. - Voy con ustedes – interviene Sor Fiorella de nuevo, sí que estaba decidida a sabotearme – es que necesito comprar algunas cosas que olvide para una tarea – expresa suplicante, me di cuenta de sus intenciones así que la mande a volar. - Que te lleve Boris o debe haber alguien más, quizá Marco o mamá estén de regreso – respondo de forma tajante - Adiós Fio – digo arrancando el motor a la brevedad. Nada podía pagar el precio de cara de amargada que traía así que ese era mi deleite haberme salido con la mía. - ¿Qué es tan gracioso? – suelta fingiendo una sonrisa falsa después de darse cuenta de la cara de satisfacción que mostraba. - Me acorde de algo, ¿tu alguna vez te diviertes o haces algo por el estilo? – me burlo de su tan abrumante actitud. Bufa como un toro de lidia. - ¿Puedo bajar el volumen? – pregunta con la mano puesta en el panel lista para hacerlo. - No, no puedes – levanta las cejas en señal de asombro – lo siento, es que me gusta esa canción – sonríe de lado y juega con sus dedos sobre la guantera. - Oye, no crees que es increíble todo lo que tuvo que suceder en este día para que al fin tengamos un momento a solas… - ¿Qué es lo que quieres? – voltea a mirarme en modo enfadosa entrecerrando sus ojos, acepto que ver sus berrinches me causan ternura. Freno sin aviso. - Absolutamente nada en particular, solo intento que tú y yo seamos amigos, al menos que tu no lo quieras – ambos quedamos con los ojos puestos uno sobre el otro, su respiración esta agitada después de la abrupta manera en la que me detuve. - No me interesa tu amistad ni nada que tenga que ver contigo – comenta cada vez más cerca de mí para retarme y como a mí nadie me reta ni ha nacido la persona que lo haga me le acerco aún más logrando que se ponga nerviosa por mi cercanía, su respiración se había ido pero increíblemente me sostiene la mirada si darse para atrás, al verla desde aquel ángulo no pude evitar anhelar esos labios tan sonrosados, deseaba probarlos otra vez, aprieto los labios para que las ansias no me delaten, parpadea un par de veces y ahora el detalle de sus ojos se agudizan en todo mi ser, ese color caramelo se fusionaba a la perfección con los últimos rayos de luz del centellante atardecer, estoy perdido. - Se está haciendo tarde – argumenta con tono angustiante lográndome sacar de ese trance, me reincorporo inmediatamente y vuelvo a pisar el acelerador, tengo que dejar de imaginarme cosas con ella. Durante el trayecto me decido por hablarle de nuevo. - Quiero pedirte disculpas por todo lo que paso, desde el momento en que te conocí solo fui un idiota contigo y me arrepiento de ello – no había más que decir las palabras me salieron directo del corazón pude sentirlo, buscaba su respuesta observando sus gestos de vez en cuando, pero ante ello solo encontré un incómodo y jodido silencio. - ¿De verdad crees que caeré en tu juego?, no confío en ti – concluye mofándose de mi buena voluntad, ya no me dejaba más opciones, eso me pasa por ser sincero, ¡maldición! - Por lo visto nada te convence ¿no es así?, como quieras – respondo pisando más a fondo el acelerador. - ¿Y dónde dejaste tu auto?, espero que haya tenido solución – pregunta como si el asunto de verdad le importase, ahora trataba de sacarme conversación, quien te entiende digo entre mí. - Si, está bien, se encuentra en estos precisos momentos oculto en la cochera para que no lo vuelva a chocar cualquier loca distraída que ande por ahí – y lo impensable llega se vuelve a enojar para variar - ¿estás molesta? - intento aliviar la tensión. - No - expresa cruzando los brazos con la vista puesta en el parabrisas. - No pretenderás que vaya con un auto deportivo a la escuela – digo riéndome de su aparente molestia. Acelero la marcha después de nuestra singular conversación, debo admitir que excedí un poco el límite de velocidad, cuando se dio cuenta que pasamos en dirección de su casa me ordeno que parara. - Valentino, párate – grita, hago como que la virgen me habla – ¡párate por favor! – repite. - No lo hare – pasamos un buen tramo de la carretera antes de que ella vuelva a insistir. - ¿A dónde piensas ir? – ya lo sabrás, respondo moviendo la palanca de cambios. - Si no te detienes, saltare de la camioneta – amenaza con tono decidido. - Hazlo si quieres – aseguro sin tomarle importancia, no creo en su chantaje. Para mi sorpresa intenta hacer una locura, creí que nadie me podría superar en ese aspecto, abre la puerta y se encuentra dispuesta a saltar - ¡Qué demonios piensas hacer! – grito totalmente atemorizado de su decisión. - ¡Te lo dije! – exclama furiosa. - ¡No, rayos! – me detengo de golpe, está loca se mataría al tirarse de un vehículo que iba a más de 100 kilómetros por hora de velocidad. - ¡¿Qué te pasa?!– vocifero totalmente ofuscado - ¿acaso intentas matarte?, ¡tan mala compañía soy para ti! - Todo esto es tu culpa, no hiciste caso cuando dije que te detuvieras – sale de la camioneta y tira fuertemente la puerta - Me iré caminando – dice dando largos pasos por la solitaria carretera. - Lo acepto no debí alejarnos mucho, lo lamento. - Y crees que eso basta, ¿con tus ridículas disculpas piensas arreglar todo? – intento hablar siendo interrumpido de inmediato – sabes lo que pienso de ti – hago una seña para que lo haga – eres el típico idiota que cree que todo lo puede tener, un ególatra y narcisista que nunca ve más allá de sus narices, que solo busca algún beneficio para sí mismo. ¡Auch, eso dolió!, no dice nada más y sigue su camino. - No creo que sea buena idea, es ya de noche y está oscuro puede sucederte algo – cuando me escucho se detuvo sé que era un golpe bajo, pero tenía que buscar la manera de detenerla. Avanzo hasta ella y trato de convencerla de volver, mira asustada hacia los alrededores como buscando algo, la penumbra era cada vez más penetrante y sus mayores temores salen a relucir. - ¿Por qué?, ¿Por qué me trajiste aquí? – pregunta confundida en tanto unas lágrimas empiezan a brotar de sus ojos. - Perdóname tienes razón, soy un idiota, en serio perdóname Lucille – me excuso abrazándola fuertemente arrepentido de lo que acabo de ocasionarle, entierra su cabeza en mi pecho mientras un pequeño sollozo se le escapa. Me aferro a su cuerpo sintiéndome su protector, no sé por cuanto tiempo nos quedamos así, pero para mí era reconfortante estar a su lado de esa manera. Toda la maldita culpa es mía, solo mía, soy un cobarde por no confesarle la verdad, no pensé en las consecuencias que mi imprudencia ocasionaría en ella, de seguro sus nervios estaban alterados desde aquella vez. - Tranquila, todo va a estar bien – tomo su rostro entre mis manos para expresarle mi apoyo en ese momento, limpio sus lágrimas con las yemas de mis dedos para ver de nuevo esos ojos tiernos mirándome a mí – vámonos de aquí – le digo en cuanto se muestra más serena - te prometo que esta vez no haré nada que pueda causarte daño.
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