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4626 Palabras
Boston Sueños… pequeños escapes de la realidad susurro al despertarme de uno de ellos. - ¿Lucy?, ¡Lucy, baja de inmediato! – llama mamá desde la puerta. Abro los ojos por completo y los rayos del sol entran por la pequeña mampara que da hacia el exterior del jardín, ruedo en la cama de nuevo y me vuelvo a tapar hasta la cabeza para seguir durmiendo. - Lucy… – escucho de nuevo el llamado, déjenme dormir aunque sea cinco minutos más suplico entre las sábanas, aún me quedaba poco más de una semana para entrar a la escuela, este sería mi último año y necesitaba revitalizarme con nuevas energías para comenzar. Abro de nuevo los ojos mientras me siento en el borde de la cama observando a la nada por unos largos segundos, ese sueño me habia dejado demasiado inquieta y es que esos ojos, esos feroces y temibles ojos llenos de maldad clavando su mirada en mi. Fue todo tan extraño nunca habia presenciado tal cosa, definitivamente lo que vi reflejado era la silueta de un hombre pero ¿y los ojos?, esos no eran humanos claro esta, ¡Ay que cosas raras te imaginas Lucille!, tal vez fue tu subconsciente después de haber ido a ver esa película con Chris, es un amante de las películas de terror. - ¡Ya voy mamá! – grito quitándome las sábanas de encima, doy un bostezo y me levanto de la cama con todo el desánimo del mundo, presiento que este no sera un buen dia. Me quito la ropa de dormir y me visto con lo primero que encuentro, amarro mi revuelto cabello en un moño y bajo para desayunar. - ¡Buenos días! – digo sonriente y le doy un abrazo a papá quien está sentado leyendo al parecer un periódico. El me corresponde de la misma manera y da unos sorbos a su taza de café. - Tenemos que irnos – dice con prisa mientras se coloca su impecable bata blanca y busca las llaves del auto revisando los bolsillos de su pantalón. - Están aquí, despistado – le sonríe mamá, ella sale de la cocina y se las entrega. Mis padres David y Gretell son farmacéuticos, ambos tienen un negocio en el centro de la ciudad donde vivimos, en Boston. - Aún son las 6.00 de la mañana – digo confundida - ¿Por qué van tan temprano? – a lo que mi madre con evidente tono de preocupación responde. - Oliver se ha quedado de turno toda la noche, nos parece justo que descanse, además aun es novato en esto y no queremos dejarlo solo. - ¡Es un idiota! – suelta papá con ese aire irónico que lo caracteriza. - ¡David! – exclama mi madre para reprenderlo, mientras que él se hace el desentendido. - Lucy, necesito que hoy te quedes a cargo, de acuerdo, tendrás que llevar a Axel a su entrenamiento y luego pasar al supermercado por las compras, toma, te dejare las llaves de mi auto, por favor ten cuidado al manejar, sé que aún no tienes licencia, pero no te lo pediría si no fuese urgente – asiento para confirmar su petición y que dejase de preocuparse. - Pierde cuidado, soy casi un adulto funcional, se lo que hago – digo mientras me guardo las llaves en mis shorts. - Te estaremos esperando para almorzar – me indican ambos subiéndose al auto mientras alzo la mano para despedirlos. Cuando estoy dentro me encargo de dejar todo en orden, Axel sigue aún dormido ¡quien como el!, no es fácil ser la hermana mayor me digo a mí misma. Me cambio de ropa y esta vez desenredo mi cabello para amarrarlo con una liga hacia un lado, me visto con una blusa holgada con mangas largas de color turquesa y unos pantalones de mezclilla color gris con bolsillos a los costados, no soy muy fanatica de usar mangas cortas ya que mi piel es muy pálida y se quemaba muy pronto con el sol, además odio usar protector solar así que de todos los males el menor. - Ahora sí, estoy lista – digo mirándome al espejo dándome los últimos retoques - ¡Axel! – grito con apuro entrando en su habitación, me abalanzo sobre él para asustarlo y lograr que al fin despertara, ya iban a dar las 9 de la mañana. - ¡Lucillle!, me asustaste – dice enojado mientras arroja las sábanas. - Te doy 15 minutos para que te vistas, tengo muchas cosas que hacer, te espero abajo ¡y! - recalco señalándolo con un dedo – cepíllate bien los dientes – digo entre risas - apúrate o llegaras tarde a tus clases de natación. - No soy un niño para que me digas lo que tengo que hacer – refunfuña. - ¿Te atreves a retar a tu hermana mayor? - digo lanzándole un almohadazo a modo de reprimenda, a pesar de sus escasos diez años le gustaba desobedecerme. - ¡Eres la persona más aburrida y molesta del mundo! - dice sacándome la lengua como un pequeño berrinchudo. Pongo el auto en marcha y me dirijo junto a él a sus clases, lo dejo en el lugar y me despido deseándole toda la suerte del mundo, se lo grito desde la ventana y él regresa a mirarme como si estuviese loca. Aun sentía muchos nervios cuando manejaba así que cuando me encontraba por las calles de la ciudad trataba de ser lo más cuidadosa posible. Llego al supermercado y afortunadamente hay un lugar disponible para estacionarme, ¡gracias! suspiro al saber que no estaré dando innumerables vueltas para encontrar lugar, mi teléfono suena en ese instante y respondo. - ¡Hola! - ¿Dónde estás? – es Liz, mi mejor amiga desde que me mude aquí. - Haciendo compras, pero no las del tipo que tú te imaginas – expreso vacilante - ¿Qué sucede? – pregunto cerrando la puerta del auto y saliendo en dirección del interior del local. - Necesitas ver esto, es digno de una película – dice con tono atrayente. - Empiezas a intrigarme, ¿dónde te encuentras? – pregunto con inquietud. - En el centro comercial del sur, a que no sabes a quien le hicieron la escena de su vida. - No tengo ni la más mínima idea – respondo mientras busco algunos enlatados. - La novia de Luke acaba de descubrir a Irina y a él juntos en una cafetería, no sabes la trifulca que se armó, casi le arrancan la cabellera por completo, hasta tuvieron que sacarla los de seguridad, supuse que te daría gusto enterarte de esto, al fin atraparon a la muy zorra. Una gran carcajada resuena del otro lado, admito que a mí también me causa algo de satisfacción, sobre todo desde que ella mando que nos bañaran en pintura a mí y al equipo durante el debate. Ni siquiera sé por qué me incluí ahí, ¡vaya!, ya recuerdo el maestro Carlson y sus “créditos extras” si no fuese por ello no habría pasado tal humillación aquel día, desde ese momento nos tenía en la mira. - Aun me quedan cosas por hacer Liz, lograste grabarlo por mí – intento bromear. - Vamos de todas formas era un pretexto para vernos, mi turno acabara pronto, salgo antes del almuerzo – escucho como hace un puchero desde el otro lado. - ¡Está bien! – suelto dándome por vencida, Liz trabaja durante este verano en una cafetería de ese centro comercial y siempre podía observar todos los chismes que ahí ocurrían, ella decía que el pago estaba más que compensado con todos los espectáculos que podía ser participe. - Te veo al salir, adiós – dice y cuelga el teléfono – termino de comprar todo lo del requerimiento, coloco las bolsas en el asiento trasero y me dirijo hasta la ruta donde Liz se encuentra, al fin y al cabo, aun me quedaba un buen tiempo antes de ir a almorzar. Tuve que pasar un pequeño atolladero antes de llegar a mi destino, uno que evidentemente me puso de mal humor, al llegar no había lugar donde estacionar, ¡Genial!, doy la vuelta y un pequeño espacio se abre entre algunos otros autos. Mi teléfono vuelve a sonar y este cae entre los pedales, me agacho un segundo para recogerlo y cuando menos me los espero un estrepitoso sonido hace que me reincorpore con temor. - ¡Ay no por favor no! – exclamo cerrando los ojos con los dedos entrelazados para que mi suerte no falle – que no sea lo que me estoy imaginando – digo refiriéndome al auto que acabo de chocar y es que entre ambos se distingue un deportivo color plomo, este es hermoso e impecable, al parecer había sido adquirido recientemente, ¿porque me pasa esto a mí? Me bajo inmediatamente y observo la escena con horror, ¡ay por dios!, mis padres me van a matar al saber que choque un Ferrari. - ¿Y ahora qué hago? – me digo a mí misma tratando de tranquilizarme al escuchar algunos cuchicheos a mi alrededor, bueno al menos el auto de mamá no había sufrido ningún percance, este al parecer era a prueba de piedras ¡pero que estoy diciendo!, no era momento de ponerme a hacer bromas tontas. Y como si no fuese poco mi irrisoria conciencia se debate entre ¿me quedo o me voy?, total al parecer el dueño de esto no se encontraba por aquí. No, eso sería muy cobarde de mi parte y como si no pudiese ser más torpe me pongo a tratar de reparar mi agravio arreglando el espejo retrovisor con la liga que traía atada al cabello. - No se ve tal mal – pienso al ver como aun este se sostiene, posteriormente se desata y queda colgando de nuevo. Suelto un suspiro exhausta de tanto pensar en quien sería el dueño de esto, ¿iría a prisión?, por supuesto y más aún por conducir sin licencia. - ¿Qué le hiciste a mi auto? – una voz masculina resuena tras de mí, no quiero voltear y ver su cara, así que cierro los ojos y tomo aire para darme valor. Cuando me doy vuelta puedo verlo por completo, trae puesto lentes oscuros, su cabello de tono castaño claro destella junto a los rayos del sol, lo tiene algo crecido y desordenado de igual forma se ve totalmente espectacular, su vestimenta parecía como si fuese a un evento o no se saliese en una revista. - ¿Es tuyo? – pregunto cómo una tonta, pues ya me lo había aclarado con anterioridad. Se recuesta sobre la puerta de este y ladea una pícara sonrisa. - Si es mío, ya te lo dije – comenta algo más en secreto, pero no logro entenderlo, es extranjero para variar. Un momento, puede ser que solo se tratase de un impostor en estos días abundaban muchos por ahí jactándose de cosas que no eran suyas y lo hacen solo por presumir, no creo que alguien de su edad pueda ser dueño de este auto. - Si es tuyo entonces demuéstralo – cruzo los brazos de forma retadora, saca la llave de su bolsillo activándolo en mis narices. Ahora si estoy perdida y la cara se me cae de vergüenza. - Perdón, no lo vi en serio no fue mi intención – digo para mi defensa, yo solo quería irme corriendo de ahí para que no me preguntara cualquier cosa más – ¿Puedo ayudarte en algo? ¿tienes seguro? – pregunto con la mejor de las intenciones, por supuesto que debía tenerlo, solo a mí se me ocurre preguntar eso, mis manos comienzan a sudar, me encuentro muy nerviosa por la situación. Empieza a chequearme de pies a cabeza y no me gusta la forma como lo hace, me incomoda por completo su presencia. - Apuesto a que ni siquiera traes licencia de conducir – suelta con mucha diversión ante el desesperante problema en el que me encuentro. Siento que mi corazón va a salirse en cualquier momento, tal vez sea el karma por burlarme de lo que había sucedido con Irina, no sé qué vaya a suceder después, pero voy a levantarme de todas formas no me dejare humillar por este tipo. - No - doy un prolongado suspiro - no tengo aún, pero – recalco enfatizando mi deber - pienso cubrir la reparación ¿tienes como ubicarte? o no sé, ¿Cuál es tu dirección? Mira a ambos lados y luego se acerca hasta quedar muy cerca de mí, retrocedo unos pasos para toparme con el auto de mamá, estaba acorralada, ¿acaso este tipo planeaba vengarse o hacerme algo malo? - No necesito que me pagues nada – expresa sonriendo cuando está cerca de mí acomodando un mechón de pelo que caía por mi frente, puedo sentir como una de sus manos bajo recorriendo mi rostro hacia mi mentón, se acerca aún más y puedo percibir el aroma que desprendía de él, esta era una exquisita fragancia amaderada. Estaba como hipnotizada ni siquiera podía moverme, ¡despierta! me digo a mí misma en un intento de no ser la victima de este sujeto. - ¡Que rayos te sucede! – grito apartándolo inmediatamente. - ¡Bien! – exclama quitando sus manos de mi rostro – disculpa por el incómodo momento, podemos arreglar esto de alguna otra forma ¿Cómo te llamas? – interroga haciendo una mueca como si le importase el asunto, por supuesto que no se lo diría. - Sabes que olvídalo – digo enojada e intento irme de ahí, él va tras de mí y me jala acorralándome junto a su auto. - ¡Ah no!, tú te comprometiste a reparar el daño y ahora lo harás, quiero que salgas conmigo – dice cara a cara dejándome sin palabras. - ¡¿Qué?! – quedo atónita por su proposición, este tipo está loco pienso de inmediato, ni siquiera me conocía ni yo a él, tal vez sea algún maniático que anda suelto, recuerdo que traigo gas pimienta en mi bolsa, pero por las dudas debo alejarme lo más que pueda. - Sal conmigo solo eso y te prometo olvidar todo, me parece justo – insiste, espera mi respuesta con mucha atención, acomoda el puente de sus lentes y vuelve a abrir la boca – a ver, no sé qué tanto tienes que pensar, ni que te estuviera pidiendo demasiado – dice sarcásticamente con evidente tono de arrogancia. No puedo creer como una persona puede ser tan tan… ni siquiera podía ponerle una definición a eso, era un aprovechado típico seguro de alguien como él. No digo nada, solo lo miro furiosa y me volteo en dirección del centro comercial. - ¡Lucy! – llama desde atrás y me detengo de inmediato, ¿Cómo es que sabe mi nombre?, nunca antes lo había visto y en verdad su proceder empezaba a atemorizarme, ¿acaso nos habíamos visto antes? o tal vez era algún loco de esos que averiguaban tu vida y te seguían a todas partes de hecho eso sería lo más seguro. Volteo a mirarlo de nuevo, sigue ahí parado observándome. - ¿Quién te dijo mi nombre? – pregunto firmemente buscando una respuesta, el señala con la barbilla hacia mi bolso recordé entonces que mi abuela lo había mandado personalizar con mi nombre en el borde de este, ¡Genial, vaya que observador es! - Mi nombre es Lucille de acuerdo, así que “Lucy” solo me llama mi familia y amigos, cosa que evidentemente tú no eres. - Perfecto, me gusta tu nombre, no tengo problema en decírtelo por completo. - Lástima que el gusto te dure tan poco. - No comparto tu opinión es más creo que las cosas pueden darse de una manera más amable si no fueses tan testaruda – sonríe. - ¿Qué es lo que quieres? – pregunto tratando de sonar lo más seria posible. - Ya te lo dije – contesta cruzando los brazos acomodando la montura de sus lentes. - No te entiendo, ¿por qué quieres salir conmigo? – interrogo inocentemente y una carcajada sale de él, definitivamente se está burlando de mí. - Sabía que el fondo si querías, no lo sé acabo de llegar, creo que estoy aburrido, solo eso - pellizca una de mis mejillas al finalizar y cuando lo hace siento que me hierve la sangre. - Eres una… ¡Bestia! – lo llamo, su expresión en el rostro cambia completamente, esta se torna seria al parecer di en el clavo y eso me da satisfacción. Doy otra vuelta para irme y antes que lo haga me aprisiona por la cintura. - Esto no ha terminado, no sabes quién soy – concluye con su rostro muy cerca de mí – me cobrare cuando menos lo pienses mi querida Lucille – mi teléfono vuelve a sonar lo que me da oportunidad de empujar mi codo en una de sus costillas, corro para ponerme a buen recaudo de este maniático y contesto un poco agitada. - Liz – digo con un tono apenas audible por el susto que me lleve – estoy afuera, llego en un momento espérame ahí – cuelgo mientras camino y me dispongo a salir del estacionamiento. - ¡Adiós Lucille! - grita haciendo una seña con su mano mientras una sonrisa maliciosa se forma en su rostro, veo como otro tipo se le acerca y se quedan conversando, este al parecer es mayor que el otro, trae puesto un traje azulino y su cabello de tonalidad rubia oscura está perfectamente peinado hacia atrás. - Idiota – respondo para mis adentros viéndolo por última vez y conteniéndome las ganas de mostrarle el dedo medio, ojalá y si le hubiese destrozado el auto por atrevido. Luego de compartir unos momentos con Liz y contarle todo lo que me había sucedido fui a buscar a mis padres para almorzar tal como me indicaron, mamá había ido por Axel así que estuvimos juntas un buen tiempo. No quise contarles sobre aquel suceso, uno porque tal vez ella se sentiría culpable y otro motivo fue que el asunto no paso a mayores, afortunadamente. Aun pensaba en ese tipo y se me revolvía todo el estómago, en que mal momento se cruzó en mi camino, mejor hubiese huido, me regañaba a mí misma por no haberlo hecho antes de que llegara, mientras iba envuelta en mis pensamientos jugaba con las servilletas del lugar haciendo origamis. - Lucy – llama ella para indicarme que ya habían terminado, giro la cabeza y allí está papá, se ve preocupado y sostiene su teléfono intentando llamar a alguien. - ¿A quién llamas? – intervengo al verlo caminar de un lado a otro sin dirección fija. - Necesito localizar a tu abuela, pero no me contesta, hay un medicamento en especial que necesita, ya sabes su presión, se supone que vendría, pero, en fin, tendré que ir yo para allá. Mi abuela Jane es la madre de mi padre, ella fue el motivo por el cual vinimos a radicar a Boston cuando lamentablemente murió mi abuelo hace ya casi siete años. Ella vive a poco más de una hora de la ciudad, en el pueblo de Brokemond, es un lugar pintoresco, tranquilo y muy pero muy acogedor, este se caracteriza por ser muy turístico y sobre todo por la práctica de deportes de aventura que pueden recorrerse en el lugar. Íbamos a visitarla con regularidad, en particular a mí me encantaba ir a aquel lugar y descansar de toda la vida agitada de la ciudad. - ¿Necesitas que vaya a verla? – digo a sabiendas que él no me lo pediría por ello me ofrezco a ello. - No – responde rotundamente como siempre a todo lo que quiero hacer - no vas a ir sola puedes perderte ya paso una vez no voy a arriesgarme – me rio de su comentario tan falto de fundamento. Y en realidad es que no me perdí como él afirma, la navidad pasada salí a recorrer por mi cuenta algunos lugares, uno de estos era una cabaña que mi abuela visitaba con frecuencia así que tomé su llave secreta y fui hasta allá, nunca había entrado a ese lugar siempre lo veía por fuera, pero existía algo ahí que me llamaba y al final la curiosidad me gano, solo me encontré con un simple lugar atrapado por el tiempo, una sensación de tristeza me invadió y me retire de ahí terminándose así mi etapa de exploradora. - No crees que la abuela debe venir con nosotros, no entiendo porque aún sigue allá sola - ambos se miran y me desvían la mirada. - Ya la conoces, sabes perfectamente que no le gusta la ciudad prefiere estar allá le gusta la calma del lugar – resoplo al recibir el mismo discurso por centésima vez, no entiendo porque a la abuela le gusta ser tan ermitaña. - Por favor, ¡quiero ir! – ruego por que así sea, sería la primera vez que iría sola hasta allá y más aún el hecho de que ya sabía manejar me daba esa sensación de aventura. Después de tanto suplicar y rogar encuentro la aprobación de ambos y por supuesto la alegría invade mi ser. - ¡Siiiii! - grito emocionada, agarro la bolsa de papel que contiene los frascos y las pongo en mi bolso. - Ten cuidado por favor – señala mi madre antes de que me marche, ¡si cómo no! pienso al recordar los sucesos anteriores creo que ya nada malo me puede suceder así que estoy tranquila, al menos esta vez tratare de estacionarme lejos de algún maniático. - Lo hare mamá, no te preocupes ¿me llevo a Axel? – él me mira con enfado sabía que no le gustaba ir para allá así que lo hago solo para molestarlo - Es broma, tonto – le doy un leve manotazo a la altura de la nuca y me despido de ellos pues tenían que regresar inmediatamente a trabajar y Axel se quedaba la mayor parte de tiempo jugando con su mejor amigo en su casa. - Adiós Nancy – indico levantado la mano para despedirme, ella es dueña del lugar donde acostumbramos almorzar, venimos aquí desde que recuerdo haber llegado. - Cuídate Lucy – dice en tono amable, salgo del lugar y vuelvo a subirme al auto que tanto cariño le he agarrado. Este verano había aprendido a manejar gracias a mi mejor amigo Chris, debo decir que era buen instructor, su familia posee una concesionaria de autos y al estar inmenso en el rubro sus habilidades son más que evidentes. Cuando pienso en él me da algo de vergüenza porque Liz no desaprovechaba la oportunidad para ponerme en evidencia, fui una tonta al confesarle eso hace años cuando me enamoré de él. Conduzco de nuevo hasta mi casa para dejar las cosas que había comprado en el supermercado, durante el trayecto juro que creí haber visto de nuevo ese auto. Me detengo en un semáforo rogando porque no hubiese ningún policía por ahí y para mi fortuna tengo el área despejada. Cuando llego a casa dejo todo lo que había comprado en la nevera, subo a mi habitación para darme un baño a la brevedad y emprendo de nuevo mi marcha, enciendo la radio y una hermosa melodía inunda mis sentidos por lo que esta me invita a tararear junto a ella y lo hago mientras tengo la vista puesta sobre la carretera. La casa de mi abuela se encontraba poco antes de llegar al pueblo, pero no sé en qué siglo vivía porque el trayecto que me llevaba a ella se limitaba hasta cierto tramo, después de ello había que caminar no más de cinco minutos. Al bajar me coloco una casaca ya casi eran las 4 de tarde para cuando llego, al tocar la puerta no recibo respuesta al parecer no hay nadie, ¡qué extraño!, ella casi no salía los domingos o bueno tenía algunos amigos en el pueblo tal vez estaría allí con alguno de ellos. De mi bolso saco una copia de la llave que papá me había dado hace unos días, al entrar me cercioro de que efectivamente no había nadie ahí así que sigo mi recorrido y me encuentro con la puerta trasera abierta, sigo inspeccionando y puedo observar unas marcas extrañas en el piso de madera, eran una especie de… ¿garras? ¿entraría algún animal?, no lo creo ya que a la vista nada se encuentra alrededor. - ¡Abuela! – grito con todas mis fuerzas - ¡abuela Jane! Intento llamar a papá, pero no me capta muy bien la señal del celular, me siento en la silla mecedora de la entrada y me decido por esperarla unos momentos. Al final transcurre más de una hora y no hay ningún indicio de mi abuela así que voy hasta su habitación y dejo la bolsa con las medicinas en una mesita. De repente siento un leve dolor en la garganta por lo cual busco en su botiquín algún antigripal para calmar el dolor, tomo uno de los frascos y voy hasta la cocina por un poco de agua. Como aún es temprano decido ir hasta el centro doy algunas vueltas por las calles a ver si me la encuentro de casualidad, paso por la panadería del señor Sanders y me acerco para preguntar. - Señor Sanders, buenas tardes ¿ha visto a mi abuela, vino por aquí? – digo posando mis brazos sobre el mostrador donde él atiende – levanta la vista y me dedica una sonrisa - ¡Lucille!, que grato verte por aquí pequeña, ¡perdón!, ya no eres una niña – niega dándose una palmada en la frente – mira cómo has crecido, ya eres toda una señorita; al igual que mi nieto aun no puedo creer en qué momento crecieron tanto, ¡Caray!, como pasa el tiempo, ya estoy viejo. - No diga eso – trato de consolarlo después de su melancólica apreciación – usted aun es de buen parecer – sacude la cabeza riéndose de mí. - Por cierto, vi a Jane en la mañana estuvo aquí, pero luego se fue de un momento a otro así que no sé dónde se encuentre esa mujer en estos momentos. - Gracias al cielo – respondo al menos sé que estaba bien hasta esta mañana. El señor Sanders me observa detenidamente como si algo en mi le causara añoranza, supongo que son los años que causan ese efecto en personas de su edad. - Empiezas a parecerte a tu madre – musita con una mano sobre su quijada, ahora sí que quedo más confundida, al parecer estaba delirando el pobre, por supuesto que quería mucho a mamá, pero debo admitir que éramos distintas sobre todo en el aspecto físico. - Disculpa a este viejo, no me hagas caso – expresa con tristeza y se voltea rápidamente frente a su mostrador. - Señor Sanders – repito dirigiéndome a él, pero no voltea a verme a la cara. - Dime Lucy – responde con un tono algo cansado - ¿puede decirle a mi abuela que vine a verla y que dejé un paquete para ella sobre la mesa por favor? - Por supuesto niña, lo hare. Salgo de la panadería despidiéndome antes de él, puedo observar como el cielo iba perdiendo esa tonalidad celeste y a lo lejos unas nubes cargadas atrapaban todo a su alrededor, pronto la noche me atraparía así que debía darme prisa antes de que llegase a asecharme la oscuridad.
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