Tino Dalmazzi
Cómo explicar los designios de la vida, ¿destino, casualidad?, es curioso cómo es que esas dos nociones se asemejan, es así como empiezo a reflexionar desde la distancia observando a una agobiada chica junto a mi nueva adquisición, esperaba el momento preciso para intervenir cualquiera en mi lugar ya lo hubiese hecho, pero me causaba un poco de vacilación al ver que estrategias planeaba para dar una solución a su problema, cuando la vi arreglar mi espejo retrovisor con una de sus ligas para el cabello no dude en estallar en risa ¿qué pasa por su cabeza?, rio entre mi así que me acerco lo más pronto posible.
Al verla cara a cara por fin, me encuentro con la mirada más dulce y tierna que haya visto, un intenso brillo emana de su rostro, lamentablemente no era por verme sino por el tremendo aprieto en el que se encuentra. Juego un momento con su miedo y me aprovecho de ello, en realidad me importaba un comino lo que haya sucedido con el auto bien podía reemplazarlo en lo menos que canta un gallo. Sí que tiene buen carácter para defenderse quién diría con el aspecto tan afable que aparentaba.
- A ver dale, ni que te estuviera pidiendo demasiado – está completamente furiosa después de mi inusual proposición, hacia bien sería muy estúpido de su parte aceptar irse con cualquiera por ello solo estaba probando su sensatez, aunque por supuesto yo era irresistible y nadie me decía que no nunca.
- Eres una… ¡Bestia!
Cuando pronuncia esa maldita palabra un sentimiento de furia se apodera de mi ser, odiaba esa terminología, la suelto y corre como si del mismo demonio se tratase. Marco llega inmediatamente al ver que me había demorado supuestamente solo iba por mi teléfono.
- Ya veo que te pusieron en tu lugar, ¿qué rayos pretendías? – comenta junto a mi mientras ambos observamos desaparecer a mi desde hoy proclamada enemiga.
- No entiendo para que preguntas, sé que estabas escuchando todo, ¡fisgón! – rezongo dándole un puño sobre el brazo.
No disimula su burla y sigo siendo el blanco de su malevolencia.
- Primer rechazo, sí que debió dolerte, ¡Auch! – toca a un lado de su pecho carcajeándose frente a mí.
Me quito los lentes y le dedico la mirada más fría que puedo lanzarle a alguien, no soportaba que se burlase de mi como si fuese un tonto.
- ¡Uy!, ya veo amanecimos de malas o mejor dicho te pusieron de malas – vuelve a carcajear y siento como ni el sol me calienta, una más y me olvidaría por completo de que somos mejores amigos solo para partirle la cara.
- Solo a ti se te ocurre proponerle eso en una situación como esta – subimos al auto para marcharnos de ahí – lindo arreglo – expresa con una mueca irónica hacia el espejo retrovisor.
Enciendo el motor y luego lo apago intempestivamente.
- Pensé que ya nos íbamos – dice observándome sacar las manos del volante.
- Aun no, hay algo que debo hacer antes.
Sacude la cabeza indicando que le disgustaba la actitud que demostraba.
- No me digas que te gusto aquella muchacha – dice Marco con un tono de incredulidad al ver la firmeza en mi decisión.
- Por supuesto que no, por favor – ruedo los ojos – solo voy a enseñarle quien manda.
- ¡Ay!, deja eso ya, si es porque te rechazo que más da – doy un fuerte resoplido - ¡por dios!, olvídala, puedes tener a quien tú quieras deja en paz a esa niña.
- Te agradecería mucho si dejaras de criticarme – ofrezco una falsa sonrisa, el asiente y se dispone a recibir una llamada, cuando esta finaliza me dispongo a contarle lo sucedido tiempo atrás - ¿Recuerdas lo que te comenté la primera vez que vine a Boston?
Guarda su teléfono y una expresión de asombro se acentúa en su rostro.
- No, no me digas que es la misma – hago un gesto moviendo los ojos de un lado a otro y termino por confirmarlo – no puedo creerlo, ¡encontraste a tu primer amor!
- ¡¿Qué?! – replico indignado ante su comparación, nunca me atrevería a afirmar semejante tontería, ella mi primer amor, ¡ja!
- Ahora lo vas a negar – asume como si de un gran conocedor se tratase - aún recuerdo cuando llegaste de ese viaje, tus ojitos te brillaban como dos lamparitas tintineantes al contarme lo que habías hecho en Boston.
¡Para qué mierda le conté!, digo entre mí asumiendo la maldita culpa de ser humillado en estos momentos.
- Si como sea, el asunto ahora es que me quedare aquí esperándola, si quiere ver una bestia lo hará hoy – aseguro con malicia aferrado a la idea de que no me iba a ir de ese lugar hasta que ella lo haga primero.
Marco intenta decirme algo, pero esto se interrumpe al percatarnos de que ella está de vuelta, salgo de ahí inmediatamente y me estaciono en otro lugar para seguirla de cerca. Desde donde me encuentro veo cómo se acerca nuevamente a su auto junto a otra chica más, esta es pelirroja y un poco más bajita que ella, supuse entonces que esa es la tal Liz, ¡Interesante!, pensamos ambos al verla.
- No me digas que vamos a quedarnos aquí todo el día – voltea a mirarme y se reclina sobre el asiento – parece que será una larga espera – dice Marco mientras enciendo la radio para entretenerme.
- Es hora – sigo su rastro observando atentamente por el parabrisas para cuando saliese. Dejo que tome su distancia y empiezo también mi recorrido. Se detiene en una especie de restaurant e ingresa a ese lugar, me quedo estacionado varios metros atrás para que no vaya a descubrirme, aunque la idea de circular por el centro de la ciudad con el espejo roto no me llegaba a encantar del todo.
Casi una hora después los estragos del tiempo y reloj biológico pasan factura en el organismo de Marco quien su estómago se encuentra rugiendo como un león hambriento.
- ¿Qué no vienes? – pregunta en dirección de otro de los lugares de servicio, me niego y respondo que vaya sin prisa hasta que yo aguardase.
Unos minutos más transcurren sin novedad, para cuando ella sale de ahí, el aun no regresaba así que lo llamo y me responde aun con la comida a medio masticar, le advierto que se dé prisa o mi objetivo escaparía de mi alcance.
- ¡Maldición! – exclamo en cuanto veo que ella adelanta su camino y de Marco aún no había señales.
- Tino es en serio, no voy a pasarme el día en una ridícula persecución no voy a desperdiciar mi día en esto – en cuanto Marco regresa piso el acelerador y voy directamente hacia donde le tengo marcado el rastro.
Vuelvo a seguirla y esta vez toma una nueva ruta hacia las afueras de la ciudad, precisamente esta es una zona residencial imagino entonces que aquí es donde vive. Baja del auto e ingresa a una de aquellas casas, no había duda, ahora si prepárate Lucille.
- Es tuyo – lanzo las llaves a Marco y este me mira extrañado, no llegaba a comprender la situación.
- A ver, ya la seguiste, ya conoces el lugar donde vive, ¿Qué más piensas hacer? – pregunta sin entender, yo solo sonrío al imaginarme la cara de esa tonta cuando me vea.
- Nada, no voy a hacer nada – suelto con tono de inocencia levantando las manos.
- Por favor no cometas nada imprudente – ruega al verme tan irascible – déjala tranquila o quizá mañana puedas arrepentirte de tus actos.
- Gracias por ser la voz de mi conciencia, pero esta vez no funcionará, nuestra querida amiga aprenderá a nunca meterse con quien no debe – guiño un ojo observando en dirección de su casa.
- Será tu perdición – comenta con vacilación.
- Vete, de aquí en adelante tu no me viste ni yo a ti - arranca el motor y lo veo alejarse.
La entrada no se me hizo difícil ya que encontré un acceso que me dio la libertad de entrar como Pedro por su casa, creo que se pasaban de confiados al no asegurar todas sus puertas. Por fortuna no había vecinos alrededor lo cual nadie se alertó ante una presencia extraña, otro punto a mi favor la verdad es que todo estaba saliendo a pedir de boca. El sonido de una llave en la ducha me alerta de su presencia en el segundo nivel, al parecer se estaba bañando este sería un gran momento para desquitarme sin embargo no era lo que tenía planeado con ella, debía ir despacio y sobre todo no darla por enterada de que era yo el que estaba detrás de todo esto así se le bajarían los humos que se cargaba.
Recorro gran parte de la casa mientras ella seguía en su rutina de limpieza, no había mucho a donde de ir por supuesto ya que esta era minúscula en comparación del lugar donde vivía, después de tanto esperar me da sed así que voy hasta el refrigerador para obtener algo con que refrescarme luego de ello me tumbo sobre el sofá. Sus delicados pasos se acentúan sobre los escalones de madera me apresuro a esconderme tras uno de los muebles de la sala y ella entra en escena, se mira frente al espejo y deja caer su cabello aun húmedo para peinarlo con los dedos, debo admitirlo se veía muy bien con ese bello color café cayendo en cascada por su espalda, de pronto gira la cabeza e inspecciona todo a su alrededor llego a creer que me había visto pero no fue así ya que regreso a su posición inicial sin nada más que indagar.
Toma de nuevo su bolso y llaves y vuelve a salir por la puerta principal, ¡es en serio!, ¿esta mujer nunca tiene paradero?, me digo a mí mismo al ver que mis planes se iban a la basura. Por un rincón de la ventana observo como se sube nuevamente a su auto y se va. Ahora buscaba maneras de seguirla de nuevo ¿Cómo? preguntaba buscando una alternativa rápida, en realidad había una pero no, si lo hacía me expondría a gran escala, además las personas en la carretera no eran ciegas así que descarto la idea de ir tras ella transformado.
- ¡Taxi! – llamo junto a un silbido.
- Siga ese auto – ordeno a toda prisa.
Nos acercamos a la autopista principal y ella seguía conduciendo, como tortuga para mi gusto, pero lo hacía, al parecer sus planes son salir de la ciudad. Desvía su trayecto hacia una vía menos concurrida y para mi jodida suerte el taxista detiene el auto en marcha.
- ¿Qué sucede? – pregunto irritado.
- No puedo ir más allá, lo lamento – se excusa el hombre.
- No puede dejarme aquí, voy a pagarle, ¿Cuánto quiere?, dígamelo.
- No se trata de eso, puede esperar a alguien que vaya en esa dirección o aguardar el autobús no tarda en pasar por aquí – comenta el hombre con serenidad.
¡Vaya!, ¿en verdad me vio cara de que pueda andar en autobús?, es inaudito, ahora por su culpa había perdido todo lo que ya tenía ganado.
- Escuche, le daré este reloj – descubro mi muñeca, eso sí que no podría rechazar me digo a mí mismo.
- Muchas gracias, ya tengo uno – responde mostrándome el suyo, ¿era cierto?, acaso no conocía el valor de semejante objeto. ¡Mierda!, estaba realmente jodido, de todos los taxistas me tenía que tocar precisamente el más honrado y menos desinteresado.
- Por favor, por lo que más quiera lléveme y alcance ese auto – suplico después de mucho tiempo.
El hombre alza la mirada hacia un pequeño retrato colgado en el retrovisor, una sensación de congojo se apodera de él y con voz triste menciona.
- Hace dos años perdí lo que más quería en este mundo, hoy se cumple otro año más de nuestro aniversario y siempre la sorprendía con un gran ramo antes del atardecer, supongo que hoy eso no podrá ser posible.
Me siento como un miserable después de escuchar esa historia, por mi maldito egoísmo ese hombre faltaría a su promesa, no vuelvo a insistir con ello a pesar de que él también se siente apenado, le pago lo acordado hubiese querido darle más, pero es más que seguro que no lo hubiese aceptado. Regresa a la autopista, se va feliz, es feliz y al final soy yo el que obtiene una buena lección, es increíble como el amor puede trascender aun después de la muerte.
Sin nada más que hacer me acuesto sobre un claro a pocos metros de ahí, reflexiono y analizo un poco la situación y sé que en algún momento ella estará de vuelta, total tendría que regresar a su hogar de todas formas. Al ver que estoy completamente solo y con una gran extensión de pura naturaleza a mi alrededor comienzo a creer que es una gran oportunidad para hacerlo en este lugar, estaba algo oxidado ya que hace mucho tiempo no lo hacía bajo las estrictas y estúpidas ordenes de Max, particularmente me gustaba lo que yo era, lo consideraba una especie de don, un don o una maldición que tal vez el resto del mundo no consideraba natural y ese era uno de mis mayores temores, el rechazo.
Dejo algunas de mis prendas bajo un árbol y el cambio surge en mi desde lo más profundo de mi ser. Registro cada centímetro del área que recorro a lo largo de la carretera, no quiero alejarme demasiado ya que me había decidido a esperarla, mis planes con ella habían cambiado en un giro de trescientos sesenta grados. Sigo mi recorrido y una ardilla se cruza en mi camino esta me mira fijamente y no se aparta por ningún motivo, mastica una gran bellota y el ruido de su castañeo me exaspera, le gruño para que lo haga y esta sigue en lo suyo. El sonido de mi estómago hambriento hace eco en el lugar, la ardilla levanta las orejas y suelta su bellota, lamo mi hocico a modo de advertencia y esta sale corriendo desesperada hacia otro extremo. ¡Sí que es bien testaruda!, tanto como lo es Lucille, es más llego a notarles cierto parecido pienso burlándome de ambas. No es que tenga planeado comérmela aun a pesar de lo hambriento que estoy en estos momentos, jamás había hecho eso nunca he experimentado cazar o algo por el estilo, no me atrevería a quitarle la vida a otro ser mucho menos aprovechándome de mi condición, no soy un asesino.
Después de un largo tiempo transcurrido noto como un auto n***o se asoma en la lejanía, no había ningún otro más circulando por ahí así que era mi oportunidad. Atravieso sigilosamente por la carretera frente a su auto y se detiene de golpe creyendo que me había atropellado. Me escabullo por unos arbustos y desde ahí la observo bajar después de estacionarse en la orilla. Ella mira en todas las direcciones posibles para ver qué era lo que había sucedido, un gruñido se me escapa intencionalmente y claro, se alerta ante aquel sonido, busca con la mirada donde este proviene y se abre paso entre los arbustos para seguirlo, avanza cierta distancia alejándose más de la carretera.
- Eso, ¡Ven aquí! - digo para mis adentros, la noche había caído ya y todo se encontraba sereno en apariencia, la oscuridad se muestra a plenitud justo como la necesitaba para la ocasión, no hubiese existido escenario más perfecto que este.
Salgo de mi escondite haciendo mi entrada triunfal, gira la cabeza lentamente y se lleva las manos al rostro en cuanto me ve, retrocede unos pasos y ya no puede avanzar había quedado completamente paralizada. Muestro mis fauces de la forma más grotesca posible y gruño mostrándole mi furia y poderío, quería que sienta el temor a flor de piel y que vea como es una verdadera bestia. Me dio tanta rabia cuando me llamo de esa manera que no podía tener control de mí, al menos así haría que se arrepintiera por haberlo hecho. Cuando empezó a correr la seguí y la alcance por supuesto, la derribé y un fuerte aullido provino de mí, a lo lejos me pareció haber escuchado otro en respuesta al mío seguro debía ser mi imaginación o tal vez el eco del lugar donde me encontraba, por ello solo me concentré en lo que tenía frente a mí.
- ¡Aléjate! – grita dando un sollozo lastimero que provenía desde lo más profundo de su ser, pude sentirlo, lo curioso de todo esto es que también pude detectar un olor diferente en ella, este pertenecía a otro de los nuestros, no puede ser cierto – vacilo al darme cuenta que tal vez no sea ajena a nuestro mundo, cuando me la encontré en el estacionamiento ella no desprendía este olor, definitivamente era de alguien de donde había ido.
Me acerco aún más hasta quedar sobre ella haciendo una especie de cerco con mis patas, recorro con mi hocico y empiezo a olfatearla mejor. Voy hasta su cuello y su verdadera y exquisita esencia queda prendada en mis sentidos. Para variar y darle un toque más estremecedor a esta historia en ese mismo instante comienza a llover, veo como unas lágrimas salen de ella conjugándose así con las gotas que caen en su rostro.
- ¡No me hagas daño! – repite con suplica, para cuando apenas termina de decirlo siento como las fuerzas la abandonan quedando inconsciente en el acto. Yo había vuelto a mi forma humana después de ello.
- Lo lamento Lucille – digo mientras me encuentro encima de ella - pero tú te lo has buscado.
Regreso a la mansión hecho un completo desastre, había llovido demasiado y mi ropa se había manchado con el lodo. Eran ya pasada las once de la noche por lo que supuse que todos estarían descansando. Después de lo ocurrido me quede por ahí pensando en lo que había hecho, ¡soy un miserable!, me repito como castigo. Me adentro como si fuese un ladrón por la barda de la propiedad e ingreso a ella, el personal que aún se encuentra despierto me observa como si acabasen de ver entrar a un pordiosero, ni siquiera se esforzaban por disimular.
- Joven Tino ¿es usted? – quedan asombrados al verme en esas condiciones.
- Buenas noches – respondo subiendo las escaleras que dan hacia el segundo nivel las cuales llevaban a las habitaciones. Cuando al fin estoy en mi habitación no podia creer hasta donde había sido capaz de llegar, me meto en la ducha y me quito toda la suciedad que traigo encima, pero ni siquiera con ello se me quito la sensación de culpa que traía.
La puerta de mi habitación suena enérgicamente, es Marco, ¡maldita sea! no quería hablar con nadie en estos momentos.
- Tino ¡abre la puerta! – grita desde el otro lado, voy hasta allá y lo hago de mala gana.
- ¿Qué pasa? – digo mientras me siento sobre el borde de la cama.
- ¿Dónde estuviste todas estas horas? ¿Qué paso con aquella muchacha? – no sé qué responderle me llena de vergüenza confesar lo que había hecho.
- Ella está bien, no le hice nada, además ni siquiera creo que vuelva a verla de acuerdo – da un suspiro aliviado y se relaja al escucharme.
- ¡Vaya al fin entraste en razón! – comenta felicitándome por mi repentina sensatez, sale de ahí en cuanto queda claro todo sobre el asunto
Se va pronto de mi habitación para irse directamente a dormir, yo hago lo mismo o al menos eso intento, pero es en vano no puedo hacerlo, ¿estará bien?, ¿recordara lo que sucedió entre nosotros cuando despierte?, son las preguntabas que rondan de manera incierta con el enorme dilema entre mis pensamientos.
A la mañana siguiente no quise ni siquiera levantarme de la cama, igual tuve que hacerlo ya que Max y todos los demás esperaban en el comedor, había desaparecido ya mucho tiempo y de seguro empezarían con un largo interrogatorio.
- Buenos días – saludo ingresando al comedor para desayunar, todos me miran extrañados al notar mi presencia.
- ¿Dónde estuviste ayer? – pregunta mi padre con evidente tono de molestia y no era para más.
- Salí a conocer la ciudad, ¿no es así Marco? – el asiente mostrándose de manera convincente y a la vez al voltear me fulmina con la mirada por inmiscuirlo en mis decisiones.
- Entonces, ¿Puedes explicarme por qué llegaste tarde y en ese estado?
Los empleados sí que eran muy eficientes en ese aspecto bien y podrían montar una caseta informativa para todo lo que sucede aquí.
- Me perdí – digo con simplicidad mofándome de su interrogatorio, me lanza una mirada irritada y antes de que se pronuncie por mi insolencia interrumpen en el lugar.
- Señor Dalmazzi – llama Peter desde la entrada del comedor - lo buscan en la estancia, es Arturo de la Garza, su investigador privado – mis hermanos y yo quedamos absolutamente con cara de desconcierto, no comprende para que necesita mi padre un investigador a estas alturas.
Él se retira inmediatamente para atenderlo.
Durante el desayuno mi madre me explica acerca de los motivos que habían orillado a mi padre a hacer eso, aparentemente aún estaban buscando a mis primos, según tenía entendido el caso ya se encontraba cerrado. Muchas teorías surgieron después de sus desapariciones entre la más destacada y aprobada por los expertos es que se había tratado de un secuestro, lo extraño es que al parecer nunca pidieron rescate y por más que mi padre intensifico la búsqueda nunca encontraron rastro de nada. Desde entonces recuerdo que siempre este tema salía a relucir durante alguna conversación familiar, después de muchos años de búsqueda no habían dado resultado ni siquiera el que mi padre había venido en varias ocasiones buscando respuestas.
- Pensé que se habían agotado las posibilidades de encontrarlos – digo en cuanto termino de escuchar lo que mi madre decía – eso también pensé yo, pero tu padre insiste en tratar de encontrar sus paraderos, he llegado a temer que están por ahí perdidos sin nadie que les ampare o tal vez…. – titubea marcándose una seña de profundo dolor.
- ¿O? – intervengo expectante con un tono de misterio - crees que puedan estar muertos, ¿verdad?
- Es una posibilidad, una muy dura pero no podemos ocultar la realidad – menciona con pesar mientras posa sus codos sobre la mesa apoyando sus manos en su frente – no deseo arrebatarle las esperanzas a tu padre por ello me he mantenido al margen estos últimos años - me acerco hasta su lugar en la mesa para tranquilizarla y que dejara de preocuparse por ello.
- Ojalá los encontremos, sé que algún día aparecerán – levanto su mentón y una sonrisa aparece en su fino rostro.
- Ni siquiera me imagino una situación así si algo llegase a pasarte a ti o a tus hermanos.
- No digas eso, nada malo nos va a suceder, además conoces mis potencialidades sabes que soy inalcanzable – bromeo para hacerla sentir mejor sin imaginarme que lo dicho solo la alteraría aún más.
Me observa como si supiera que hice algo malo, entrecierra los ojos y empieza a examinarme, me conoce muy bien por ello comienza con sus preguntas…
- Valentino Dalmazzi, ¿lo hiciste otra vez, no es cierto? - no sabía ocultarle nada a ella con solo mirarme lo descubriría así que volteo para hacerme el disimulado.
- No tengo ni idea de lo que estás hablando – expreso manteniendo mi posición de inocencia.
- Pretendes engañarme – logra que vuelva a darle la cara – conoces lo que tu padre piensa al respecto y en cuanto a mi sabes que comparto los mismos ideales, no vuelvas a hacerlo, no queremos más problemas por ello, has entendido.
Salgo de ahí después de la efímera conversación con mi madre, ella se queda al pendiente de algunos temas con Merry sobre la cocina y otros enseres.
Paseo un momento por los jardines tratando de buscar la paz que necesitaba después de lo ocurrido anoche, las ganas de regresar donde ella me estaban consumiendo sobre todo después de haber probado sus labios, me veía como un maldito degenerado cuando lo pensaba por ello intento y quiero dejar todo atrás.
Leonardo y Alessia juegan con una pelota, ambos son mellizos, no somos hermanos de sangre así que desconocen su origen, a excepción de mis otros hermanos Fabrizio y Fiorella quienes fueron adoptados cuando tenían la edad aproximada que ahora ellos comparten. Me acerco a los dos y empezamos a jugar por un largo tiempo, ayudaba a Leo de vez en cuando debido a su condición especial, él es ciego de nacimiento, a pesar de ello y sus limitaciones sigue el ritmo del juego a través de los sonidos que percibe.
- Eres un tramposo – dice Alessia enojada, después de haber irrumpido en su arco – tu eres un hombre lobo por ello eres más rápido – comenta en secreto fingiendo una mueca tenebrosa.
- ¡Shhhh!, recuerda que no puedes decir eso a nadie – coloco un mano sobre su boca y después reímos juntos los 3. La diversión se termina cuando veo a Claudio avanzar hacia nosotros, pasa a nuestro lado y se detiene para sentarse en el césped junto a nosotros.
- ¿Estuvo bueno el juego? – sonríe falsamente haciéndose el simpático y de ello no tenía nada por supuesto - ¿se animan por un tiempo más?
- No – responde Ale agarrando del brazo a Leo – tenemos que irnos ya – ambos se marchan junto a Kelly quien aguardaba en la banca muy entretenida jugando Candy Crush.
Odiaba quedarme con él a solas porque solo sentía deseos de partirle la cara cuando intentaba arreglar las cosas entre los dos.
- Acabo de realizar mi traslado para la Universidad, un año más y al fin me recibiré como abogado.
- Mira tú, no sabía que ahora se necesitaba ir a la universidad para ser un idiota, ¿harás un doctorado en Imbecilidad? – pregunto con un tono de burla.
- Sigues molesto por lo que sucedió, ¿dejaras alguna vez de ser tan rencoroso?, ya déjalo atrás somos familia no podemos estar peleados toda la vida.
Antes de que diga otra más de sus estupideces me le voy encima.
- Nunca, entendiste, no habrá tregua entre tú y yo, no he olvidado tampoco lo que hiciste la última vez así que ándate con mucho cuidado porque no pienso quitarte los ojos de encima.
Y como en antiguas ocasiones llega súper Max para zafarlo de mis garras y salvarle el trasero.
- No es lo que piensas, jugábamos a las luchas y como siempre el perdió – recojo los hombros apoyándome sobre la muralla que divide el espacio deportivo.
El por supuesto no se lo cree, pero Claudio asiente siguiendo mi juego no le convenía negarse así que sin más se retira no sin antes ser felicitado por mi padre al ser aceptado en una de las mejores universidades del mundo.
- Se esmera por darte gusto en todo, no lo dudo, mira que llegar a estudiar la misma carrera que tú, al parecer quiere seguir tus pasos o tal vez recogerlos y dejarte fuera – sostengo con malicia.
Empezó con la misma cantaleta de siempre que tenía que ser paciente y comprensivo con él, que no era fácil haber crecido sin padres y un montón de incoherencias más como si eso fuese excusa para ser como es el.
- Ya no tengo 10 años Max, si tu confías en él es asunto tuyo, no esperes que yo lo haga, si no fuese porque tenemos la misma sangre hace tiempo que lo hubiese destrozado y razones no me faltan.
- Deja de decir tantas barbaridades y mejor explícame lo de tu desaparición del día de ayer, no le pedí explicaciones a Marco porque ya tiene demasiado con ser el niñero de un inconsciente y también por respeto a su amistad – siempre queriendo dar la vuelta a las cosas así que ahora era mi turno.
- Deja de decir tantas barbaridades Max, mejor cuéntame ¿para qué volviste a contratar un investigador privado?, ¿hay alguna noticia de ellos? – hago esta última pregunta con mucha más seriedad.
- Ninguna más de las que Garza me ha podido notificar, solo vino para entregarme un documento importante, se acabó no pude hacer más por ellos.
Recuerdo el relato que algún día mi padre me conto sobre el accidente de Santino y se me hace muy extraño y trágico sobre todo el calvario que vino después de su muerte, debe ser horrible morir en una explosión de avión.
- ¿Qué hay del resto de tripulantes?, sus familiares tal vez tengan pistas, sabes algo de alguno de ellos, ¿Quién piloteaba el avión? – sé que antes no me interesaba un comino, pero de un tiempo hacia atrás tome conciencia de este caso.
- Ninguno menciono nada, todos eran ajenos a lo ocurrido ya bastante tenían para lidiar con su perdida así que no intervine con más interrogatorios salvo con el padre del piloto, ese hombre me dio algunos datos,