—¡Maledizione!
Golpeé la puerta con el puño cerrado.
Maldición
—¿Quien quiere una mujer, para vivir si existen lobas de compañía?
—Se muy bien que a ninguna le eres fiel– se burlo el canoso este.
—¿Por qué?— grité colocando mis manos en la mesa de madera. El sudor de mi frente goteaba. La ira me estaba cegando.
No iba a ir. No a esa puta academia. No a buscar a una mujer. Y mucho menos con el desgraciado del malnacido de mi hermano.
Por eso decidimos que cada uno se fuera por su lugar. Porque ya no hay lugar para dos demonios en el mismo infierno. Y menos con esa desgracia de maldición.
El anciano me miró, con esa calma que siempre me ha dado ganas de arrancarle los ojos.
—Tienes que ir, Stef.
Gruñí.
—No.
—Si no vas— dijo sin levantar la voz —ya no serás Alfa.
Me giré hacia él. Lo señalé con el dedo temblando, me tiré del cabello, sintiendo cómo la rabia me quemaba el cuerpo
—¡No me jodas! ¡No me jodas tú también!
—Tu hermano también sabe— dijo.
—No es mi hermano.
Esa salamandra murió para mí.
Murió el día que eligió obedecer. El día que se arrodilló. El día que me dejó solo. Ese maldito es un hipócrita.
—Es tu hermano Stef— me volvió a decir el esqueleto este..
—No te arrancó la garganta solo porque te tengo un poco de respetó— escupí —Solo no me obligues a ir. Sabes que esta manada es lo único que me queda. El maldito adúltero ese. Solo quiere ser el centro de atención. Yo no, yo si hago algo levanto mi mano y digo que fui yo— golpeo la mesa y me giré.. Mi cuerpo tiembla. Mi respiración es lenta. Mis ojos arden. Y mis pensamientos son mi enemigo.. Y el desgraciado de mi lobo es mi perdición..
—Mañana debes de salir para la Academy. Queda en una isla. Además les vendrá bien volverse a ver. Se que Marcello y usted, deben de estar juntos—
Tire una silla.. —No sigas— advertí con mis ojos cerrados
—Un Siglo y medio ha pasado. ¿Hasta cuando ese odio?—
—¡Hasta que alguno de los dos muera! Y te juró Micael. Te juro que ese no voy a ser yo.. Ese desgraciado solo la quiere para el. Y conmigo no va a poder. Una vez me trato de matar. Y yo— me reí seco, mientras limpiaba la mesa —Yo lo apuñale. Y fuí el malo. Y me importó una mierda.
Ahora soy yo. Solo yo.
Y si el mundo quiere que me incline, tendrá que partime las piernas primero.
—Está dicho. Mañana sales. Al menos que quieras ser el beta de tu hermano. O mejor aún su ama de llaves. Y si es que llega a estar su luna ahí
—Cállate. Ya entendí, aunque es muy poco probable de que ella esté ahí. Además ¿que mujer es tan estúpida para ir a una academia de una casamentera?— me reí secándo mi cabello.
—Ay Stef.. Tú respiración dice lo contrario
—Y tú cuello lo veo rasgado— añadí mientras salgo de la casa. Observo mi alrededor.. Elevó mi rostro, trueno mi cuello. Y suspiro..
-Maledetto imbecille, ti ucciderò...