La blancura de su piel hizo contraste con la oscuridad del lugar. La capa en el suelo fue un recordatorio de que se hallaba sin su cobijo, pero a esas alturas poco le importó. El enemigo apareció ante ellos, avanzando a paso mesurado. —No lo creo. El camino comienza, pero para ti directo a la muerte —vociferó uno de los hombres que se acercaban. León permanecía firme, mirando al frente, con la espada larga recta y los pies separados, listo para defenderse. Uno de los intrusos avanzó de inmediato, dispuesto a herirlo o matarlo. —Va a ser mejor que pares o también te las verás conmigo —exclamó Luna, quien se dejó ver, avanzó y lo encaró con una seguridad que León solo había podido presenciar una vez; una que lo hizo recordar de dónde venía. El hombre, por completo perplejo, parpadeó sin

