POV: ELÍAS El sótano olía a orina, y a miedo, era un olor que respiraba como si fuera mi propio aroma. La única luz venía de una bombilla que colgaba de un cable que se balanceaba lentamente. El hombre atado a la silla de metal gemía, tenía la cara convertida en una masa amoratada e hinchada. Le faltaban dos dientes, los había escupido al suelo, junto con un hilillo de sangre y saliva espesa. —No sé nada más —tartamudeó— se lo he dicho todo. Yo no dije nada. Me limité a dar vueltas a su alrededor, como un tiburón alrededor de su presa. El silencio era mi mejor herramienta. El miedo que generaba era más efectivo que cualquier golpe. “Valentina.” Su nombre era un latido constante en mi mente, ¿Qué estaría haciendo en este momento? ¿Estaría durmiendo? ¿Pensando en mí? ¿Maldiciéndome?

