Manuel Miré a Gabi cuando entró, se acercó lentamente, parecía un ciervo. Le sonreí haciéndole un gesto para que se sentara, asintió y se sentó frente a mí. Saqué el cuaderno que me había dado Basilio cuando decidió que era momento de irse. Lo abrí y se lo mostré, dejé que lo viera, que lo leyera. Después de unos minutos, pensé que lo mejor era acercarme. Me levanté, agarré una de las carpetas contables, acomodé mi silla al lado de la suya y me senté mostrándole lo que tenía que asentar ahí. Sentía que mis latidos resonaban en mis oídos, estaba tan nervioso como durante la primera misa que oficié. Intentaba, por todos los medios, que las cosas siguieran como siempre entre nosotros, pero nada era como siempre. ¿Cuándo había sido "cómo siempre"? Inhalé profundo, cerré la carpeta y la dejé e

