Club Ferrer: Capítulo 2

1715 Palabras
Narra Belén Maximiliano me gruñó al oído, con la mano todavía alrededor de mi garganta: —¿Me entiendes? Se me cortó la respiración. —¿Qué pasa si se lo digo? En lugar de responderme, me apartó de la puerta y me empujó contra la gran cama negra.En el centro de la habitación. Caí boca arriba sobre el colchón, con los pezones presionando con fuerza contra mi sostén de encaje. —Quítate la ropa—dijo, quitándose el cinturón y caminando hacia mí. Con los ojos ligeramente abiertos, apreté mis muslos juntos. Esto era todo. Esta noche, perdería mi virginidad con el mejor amigo de mi padre—.Quítatelos —dijo con voz más áspera—. Ahora–a toda prisa, me quité la camisa y la falda hasta quedar sentada con solo un diminuto conjunto de lencería. Durante años, había anhelado que me tocara. Le había lanzado miradas de deseo demasiadas veces. Después de dejar caer la camisa de sus hombros, se acercó a mí y me empujó de vuelta a la cama. Se quitó el pantalón y luego los calzoncillos, dejando su pene erecto colgando entre sus piernas. Respiré hondo. Sin darme cuenta, me tenía recostada en la cama con los dedos enterrados entre mis piernas—.Puedes respirar cuando te corras— me gruñó al oído, con una mano sobre mi boca y nariz, y con la otra frotando y azotando mi clítoris. Gemí en su mano, con las piernas temblando— No me quites la vista de encima–lo miré fijamente, mi respiración...Estaba restringido y la presión aumentaba rápidamente en mi v****a. Un calor se extendió por mi centro, mi piel se volvió ardiente y necesitada. Abrí las piernas lo más que pude para dejar que me tocara más—. Eres una pequeña necesitada, ¿no?–asentí— . Dilo —gruñó, todavía con la mano sobre mi boca. —Soy una pequeña necesitada —logré decir, con las palabras apagadas. —Buena chica —dijo, moviendo los dedos más rápido contra mi clítoris—. Alguien está aprendiendo. Mis piernas se elevaron en el aire, abiertas de par en par. Arqueé la espalda y gemí en su mano, con la mente tan confusa. Algo en sus elogios degradantes me llevó al límite y me sumió en el éxtasis. No se parecía a nada que hubiera sentido antes. Era mejor que mi vibrador. Maximiliano apartó su mano de mi cara, permitiéndome respirar. Respiré hondo, mi v****a aún latía con la simple sensación de sus manos sobre mi cuerpo. Bajó la mirada hacia mi v****a y continuó haciendo pequeños círculos entre mis labios. –Por favor—susurré, mirándolo fijamente y admirando lo pecaminoso que se veía en ese momento. Esto estaba mal, muy mal. Era el mejor amigo de mi padre, pero no podía dejar de pensar en cómo se sentiría dentro de mí— .Te quiero dentro de mí, Maximiliano. Por favor–él deslizó sus dedos por mis pliegues y empujó dos dentro de mí.Gemí y me retorcí en la cama, frunciendo el ceño. –Así no. —¿Cómo, Belén?—me miró fijamente, esperando que le respondiera, como siempre lo había hecho en línea y por teléfono. Y aunque en la vida real era un poco timida nunca le había rogado a nadie que me metiera el pene dentro.Sonaba tan mal, tan desagradable. Y estaba tan nerviosa. Tan jodidamente nerviosa–¿Cómo?–repitió de nuevo, con voz más fuerte y exigente. —Quiero tu pene dentro de mi coño—dije. Gruñó contra mí, como si hubiera querido escuchar esas palabras.Durante años, y luego se metió encima de mí y entre mis piernas, con los dedos aún clavados en mi coño. —La próxima vez que te tenga—dijo, sacando los dedos y metiéndolos en mi boca—. Te ataré a esta cama y no te dejaré salir en toda la noche– cuando rozó la punta de su pene contra mi entrada, gemí. Mis dedos de los pies se curvaron y envolví mis piernas alrededor de su...cintura para acercarlo más a mí. Frotó su pene entre los labios de mi v****a—.Ruégalo, Belén. —Por favor. Lo frotó contra mi clítoris. —Oh, Dios, por favor —supliqué—. Por favor, ponlo... Antes de que pudiera decir otra palabra, se adentró en mí, centímetro a centímetro. Enrosqué los dedos en sus hombros y fruncí el ceño, con un ligero dolor persistente en mi núcleo. Se estremeció contra mí. —Te sientes tan bien. Gemí y hundí la cabeza en el hueco de su cuello, esperando que no notara el ligero dolor en mi cara. Lo sentía enorme dentro de mí, dilatando mis paredes y llenándome con su pene, y con suerte, también con su semen. Su semen… Mi coño se apretó alrededor de él, volviéndose más húmedo al pensar en él.Metió cada centímetro de sí mismo y cada gota de su semen en mi interior. Maximiliano se quedó quieto en mi coño y luego se retiró lentamente. —Tienes el coño tan apretado, Belén —gruñó—. Es casi como si fueras virgen. Apretando los labios, decidí no responderle. En cambio, lo abracé con fuerza y ​​eché la cabeza hacia atrás; la presión se convirtió en placer y mi cuerpo tenso se relajó poco a poco en sus brazos. No podía decir nada, no podía pensar en nada más que en él. —Más —susurré, clavándole las uñas en los hombros—. Por favor–apoyó su cabeza contra la mía y posó sus labios en la comisura de mi boca, dejando un beso prolongado mientras volvía a penetrarme. Sin poder contenerme, giré la cabeza y lo besé.Él en la boca. En el momento en que nuestros labios se tocaron, el placer recorrió mi cuerpo. Nuestros labios se unieron, más rápido y con más necesidad. Estaba desesperada por él. Lo anhelaba—.Más—murmuré durante nuestro beso—se adentró cada vez más rápido en mi estrecho coño, llevándome cada vez más cerca del borde. Mi parte inferior del cuerpo se tensó, mi clítoris me dolía mientras sus caderas me embestían.Gemí en nuestro beso y me corrí sobre todo su pene—.Por favor, córrete dentro de mí —susurré—. Por favor. Maximiliano gruñó en mi boca, metió su pene hasta el fondo y se corrió dentro de mí. Me apoyé en el colchón, mi coño latiendo en cada centímetro de su pene mientras lo sacaba de mí. Mi pecho subía y bajaba, mi mente como masilla. —Mierda–murmuró, sentándose de nuevo en elcama. –Oh Dios– susurré. De repente, se tensó a mi lado. —Hay sangre–dijo, frunciendo el ceño al ver su pene cubierto de sangre y semen. Hubo un instante, un solo instante, de confusión que inundó su rostro. Entonces, la comprensión lo golpeó de golpe, y finalmente me miró con los ojos muy abiertos—¿Eras virgen? Me tapé el cuerpo desnudo con las mantas y me moví.Salí de la cama, dándole la espalda. No le importaba si era virgen o no. Había ido a su club b**m por una razón, y ahora era mi momento de irme. A toda prisa, recogí mi ropa. Solo podía repetirme una y otra vez que tenía que irme, que no podía quedarme, que esto era algo de una sola vez y que Maximiliano no era más que...malas noticias. —No puedes alejarte de mí— gruñó, como si fuera mi dueño o algo así. Después de vestirme, corrí hacia la puerta. No quería hablar de mi virginidad. Ni siquiera quería pensar en ello. Se había acabado, y no había sido tan doloroso como todos mis amigas habían dicho–.Mírame—dijo. Me agarró la muñeca y me atrajo hacia él hasta que...Nuestros cuerpos chocaron —.Deja de portarte como una niña de una vez, Belén. Sé que te excita, pero esto es serio–hizo una pausa—¿De verdad no has tenido sexo antes? —Eso no es asunto tuyo —gruñí, soltándome de su agarre y agarrando la manija de la puerta. Puso su gran mano sobre la puerta para que no pudiera abrirla. —Sí, lo es. —¿Y por qué?–pregunté, cruzando mis brazos y mirándolo fijamente—¿Qué habría pasado si hubieras sabido que era virgen antes de que todo esto empezara? Aun así me habrías invitado a tu club, me habrías inclinado sobre tu cama y me habrías follado hasta dejarme sin sentido. No importa. –Belén —gruñó, moviendo la mandíbula—. Eres la hija de mi mejor amigo. —Sí —dije, negando con la cabeza—. Y aun así me follaste. Entonces, ¿qué...?¿Importa? —Importa porque ahora eres mía– dijo con dureza, aplastándome contra la puerta y tomándome la barbilla con la mano—.Eres mía, joder, y no puedes escaparte de mí. No puedes volver a casa y ver a ese chico que siempre te está encima cuando estoy allí. —Archie —corregí. —Me importa un carajo cómo se llame, Belén —se deslizó y metió la rodilla entre los muslos y presionó su pene contra mi cadera—.Ningún otro hombre te mira como yo. Sabías en qué te metías cuando entraste en mi club. —No, yo... —Sí, joder. Te advertí que no vinieras a menos que te tomaras en serio todo lo que conlleva este estilo de vida, y que yo fuera posesivo y celoso. –Soy una tonta. Tragué saliva con fuerza y ​​lo miré fijamente, con ganas de echarle la bronca, pero sin saber qué decir. Todo lo que me había dicho era cierto. Me lo había advertido, y me había excitado la idea de que alguien estuviera tan obsesionado conmigo que no dejara que otro hombre me mirara. Nunca antes había recibido esa atención. Pero no pudimos hacerlo.Papá se enteraría. Bajó la cabeza y me murmuró al oído: –No sabes cuánto tiempo te he deseado, con cuántas mujeres he estado, imaginándome que eras tú. Si te vas de mi club sin mí esta noche, iré a buscarte.
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