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1038 Palabras
Me quedé pasmada al esucharlo puesto que no esperaba que dijera algo así. Comí en silencio temiendo preguntar lo evidente hasta que finalmente tuve el valor para abrir la boca: —¿A qué te refieres?—cuestioné con torpeza. —Un heredero, quiero un heredero—contestó secamente. —¿Por qué?—pregunté sintiendo como repentinamente perdía el apetito y me comenzaba a doler el estómago—¿y cuál es tu plan? —Porque soy joven, tengo dinero, estabilidad y un excelente posicionamiento socio-económico estoy completamente preparado para traer hijos al mundo—sonrió—y el plan es simple: debemos engendrarlos—mi garganta se secó por completo—si no quieres estar conmigo optaremos por la fecundación in-vitro. Estoy muy ilusionado por esto, siento que será algo que llenará mi vida de luz y color... Además estoy seguro de que a ti también te caerá bien. —Yo no quiero tener hijos, Grayson—musite, en algún momento lo había pensado con Oscar pero a largo plazo puesto que éramos demasiado jóvenes. —¡¿No?!—preguntó alarmado. —No, soy demasiado joven para ser mamá—suspiré—bueno quizás no tanto pero no me siento preparada mentalmente y honestamente no me llama la atención esa idea. La crianza es sumamente retadora, la maternidad es muy compleja no es algo que me tome a la ligera—lo miré con seguridad—quienes deciden ser madres tienen todo mi respeto y admiración pero yo por ahora no quiero serlo. —Podría contratar una niñera, no tendrías que agotarte tanto. —No—dije con firmeza—no traería un ser humano a este mundo para que otra persona se haga cargo y no voy a ser una incubadora para que tengas a tu soñado heredero—Grayson parecía contrariado, su ceño profundamente fruncido y su mirada helada como un témpano—así que lo siento muchísimo. Puedes divorciarte de mí, busca a alguien con tus mismas aspiraciones... No me vas a forzar a cumplir con tus caprichos. —¿Con el otro hombre si hubieras tenido hijos—preguntó descaradamente. —Quizás—respondí sintiendo la garganta seca como si estuviera respirando arena en medio del desierto—a futuro. Nos amábamos ¿entiendes?, las cosas cuando se dan naturalmente soy muy distintas a cuando forzamos que sucedan. Dejaré la propuesta de separación en el aire, no me llevaré ninguno de tus bienes. Luego de esa cena Grayson Vallmonth estuvo de peor humor que nunca. Por suerte pasaba de mí pero notaba como miraba malencarado a todo el mundo, gritaba y lanzaba objetos. Con esa actitud me alegre de no tener descendencia con él, era demasiado malmansado. Solo había una persona a la que trataba con cariño: Lizbeth, lo cual no me molestaba pues esperaba que cayera en las redes de la chica y me dejará en paz de una vez por todas. La consentía en todo sentido desde darle regalos exclusivos hasta llevarla a pasear donde ella quisiera. Se me hacía un tanto ridículo pero supuse que eso significaba que ya habíamos abierto nuestra relación. Una de las mujeres del servicio doméstico se me acercó con tremenda preocupación mientras yo leía al lado de la piscina: —Señora—sus ojos lucían desesperados—creo que la relación que el Señor Vallmonth tiene con esa muchachita no es buena. —No se preocupe Doña Agnes—sonreí apacible—nuestro matrimonio es así, él no me está faltando el respeto ni nada por el estilo. —Aunque es estupendo que confíe en él... Ya se está pasando de atenciones con esa otra mujer—chilló. —Agnes... Cómo le explico—dije tomando su mano—Grayson y yo... Tenemos un matrimonio abierto—a la pobre anciana casi se le salen los ojos de las cuencas por la tremenda impresión. —¡¿Qué?!, ¿cómo se les ocurre?—me miró entre furiosa y entristecida—eso no es de Dios, están faltando a su palabra. —Pues así son las cosas, los tiempos han cambiado y aunque le parezca que es para mal a él se le ve bastante feliz. De repente Agnes se calló y miro aterrada hacia detrás de mí, levanté la vista y me topé con Grayson y Lizbeth. Se me encogió el estómago pero les dedique un saludo amistoso. Él se acercó a grandes zancadas y se colocó de brazos cruzados frente a mí, parecía totalmente sacado de quicio. —¿Cómo qué tenemos un matrimonio abierto?—me cuestionó furioso. —Pues así es, tienes una amante y yo lo permito—dije intentando mantener la calma—así que cuando se de el momento yo tendré un amante también y tú de igual manera lo permitirás, creo que es obvio no veo problema. —Tu no vas a estar con ningún otro hombre—sus ojos centellaron—¿entiendes? —No. ¿Y tú si puedes estar con otras mujeres?, lo siento pero estoy en total desacuerdo... Así que tómalo o déjalo—Lizbeth estaba pálida, Grayson parecía conmocionado: nadie se atrevía a hablarle así. —Ella no es mi amante, es mi futura mano derecha—dijo tranquilamente—no entiendo porque buscas tantas excusas con tal de correr a los brazos de otros hombres. —Porque es divertido—mis ojos se toparon con los de él, estaba echando chispas—los otros hombres son entretenidos, me la paso bien, me gusta salir con uno distinto cada fin de semana—todo el mundo estaba frío al esuchar cómo le hablaba a mi esposo con tanto descaro—comer, beber y luego irnos a un sitio privado a disfrutar. —Eres una... —¿Una qué, Grayson?—me burlé—solo porque disfruto de mi cuerpo no significa que sea una mala mujer. Simplemente no estoy hecha para ti, tú no me gustas y jamás lo harás. —Me das vergüenza y asco. —Genial, entonces déjame ser feliz sin ti. No te soporto. —Nunca. —Entonces sufre las consecuencias. El se carcajeo mientras sus ojos se oscurencían—Eso te digo yo a ti, Karinna.
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